Antifa

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03. El ascenso de los «nazis de corbata» y el antifascismo actual

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Mientras tanto, a Spencer, como cara visible del fascismo estadounidense, no se le daba tregua. El 8 de abril se concentró con sus simpatizantes para protestar por los ataques con misiles que había ordenado Trump contra Siria. Aplasta el Racismo D. C. y otros antifascistas se enfrentaron con ellos. Spencer fue «bombardeado con purpurina» (le cubrieron con purpurina de forma inesperada) y le persiguieron por la calle cuando huía.

Algunos comentaristas liberales se quejaron por esta falta de «civismo». Presuntamente, darle un puñetazo a un nazi supone un ataque a la «libertad de expresión». Sin embargo, no mencionaron el hecho de que un miembro de la derecha alternativa había disparado sobre un antifascista, llamado Hex, durante una protesta frente a un acto de Milo Yiannopoulos en la Universidad de Washington, el mismo día de la toma de posesión de Trump. Hex pasó tres semanas en la UCI. Perdió la vesícula y parte del hígado, aunque sobrevivió.

Hay que decir que Hex es miembro del Comité de Defensa General (GDC) del sindicato Industrial Workers of the World (IWW). También llamados wobblies, son una de las organizaciones sindicales más antiguas y conocidas de Estados Unidos. Recientemente se han convertido en un pujante foro para el antifascismo. IWW es una formación sindicalista revolucionaria. Empezó a organizar los GDC en 1917, en apoyo a sus integrantes encarcelados durante el «temor rojo» de la Primera Guerra Mundial[326]. Desde 2011 los wobblies de Twin Cities pensaron que los comités podían tener un papel más activo. No era necesario «esperar a que viniese una amenaza para empezar a organizarse y enfrentarse a ella». Entre sus primeras acciones se cuentan la interrupción de una conferencia de David Irving, el negacionista del Holocausto, y una contramanifestación frente a un acto de homenaje a la bandera confederada.

Cuando la policía de Mineápolis asesinó a Philando Castile y a Jamar Clark, el movimiento Black Lives Matter convocó 18 días de ocupación de los alrededores de la comisaría cuarta. El GDC fue uno de los muchos grupos que se hicieron cargo de la seguridad durante la protesta. Estas acciones y otras parecidas han contribuido a diversificar la afiliación de la rama local de IWW. En abril de 2017, el GDC de Twin Cities contaba con 139 integrantes[327].

Internamente, el GDC funciona con un modelo de grupos de trabajo.

Es decir, se compone de una serie de equipos que se dedican a los diferentes aspectos de las tareas organizativas. Uno de ellos es un «grupo de trabajo antifascista» cerrado. Se dedica a investigar y a proponer acciones al conjunto del comité. Erik D. es uno de los fundadores del GDC de Twin Cities. Explica que al principio algunos de los militantes más tradicionales les criticaban por ser «imprudentes» o «progresistas». Deja claro que para él, tanto el movimiento basado en colectivos pequeños como el popular son «absolutamente necesarios». En su opinión, el objetivo es «pasar de un antifascismo ninja a un antifascismo popular de masas». Kieran, otro militante del GDC de Twin Cities, es uno de los fundadores de Acción Antirracista. Al igual que Erik, cree que no van a ganar «esta guerra solo con una operación técnica de un escuadrón de élite antifascista».

«Para mí —explica— cada vez tiene más importancia la necesidad de esforzarse en integrar el antifascismo en un concepto más amplio de autodefensa obrera […] de modo que la cuestión no se limite a una pandilla de extremistas que se enfrenta a otra». A pesar de estas opiniones, Kieran mantiene que el modelo de ARA y el del GDC «no son excluyentes entre sí […], el enfrentamiento físico todavía está a la orden del día»[328].

El éxito del GDC de Twin Cities hizo que este modelo de movimiento «militante y popular» se extendiese por el país tras las elecciones[329]. Por ejemplo, un GDC recién formado contribuyó a impedir un acto «neoconfederado». También a la convocatoria de una gran manifestación contra el KKK en Carolina del Norte. «No todas las personas que se consideran antifascistas van a poder encapucharse y salir a romper cosas —explica Joe, del GDC de Carolina del Norte—. Tiene que haber tareas que puedan hacer las personas mayores o los discapacitados, que no van a poder hacer trabajo de calle»[330].

También se creó un GDC en Baltimore, inmediatamente después de la elección de Trump. Casi a continuación, el grupo presionó con éxito a la asociación local de veteranos para que cancelase un concierto de rock racista. «No tiene sentido pensar que el 97 % de la actividad antifascista, que no implica un enfrentamiento violento, tiene que ser llevado a cabo por las mismas personas que están dispuestas a ese enfrentamiento violento», insiste Murray, exintegrante de ARA y militante actual del GDC[331].

Animados por el ejemplo del comité de Twin Cities y por el legado de los Panteras Negras, miembros del sindicato Trabajadores Unidos de la Electricidad, Radio y Maquinaria de Estados Unidos en Burlington (Vermont) crearon a finales de 2015 la Guardia de Defensa Obrera. Esta se plantea como una herramienta popular y antifascista militante de autodefensa de la clase obrera. Responde a las amenazas del Ku Klux Klan contra los sindicalistas de esa ciudad[332].

Otra organización nueva del antifascismo popular es Redneck Revolt (RnR). Con este nombre, el grupo pretende reivindicar la asociación histórica que hay entre el término redneck y los pañuelos rojos que llevaban los mineros rebeldes de la batalla de la Montaña de Blair. Librada en 1921, en Virginia Occidental, fue el levantamiento sindical armado más importante en la historia de Estados Unidos. Con ello quieren «provocar un movimiento entre los obreros de raza blanca» contra el supremacismo. RnR retoma el legado de los Jóvenes Patriotas de las décadas de 1960 y 1970. Sus orígenes se remontan a la creación del Club de Tiro John Brown. Este fue fundado por miembros del Colectivo Apoyo Mutuo de Kansas, en Lawrence (Kansas), en torno a 2005 o 2006. En 2009, uno de los integrantes del club se mudó a Colorado. Allí contribuyó a la creación de un nuevo colectivo similar al anterior y ya con el nombre de Redneck Revolt. Pero no duró mucho. Conforme la campaña electoral de Trump ganaba empuje, uno de los fundadores del grupo, Tyler, me dijo que resultaba «muy irritante que un multimillonario como Trump venga a decir que habla en nombre de las personas de clase obrera y raza blanca». Esto llevó a que volvieran a formar RnR a principios de junio de 2016. Ahora es una organización nacional que cuenta, en abril de 2017, con 26 secciones locales.

Dice Tyler que los militantes de RnR han tenido mucho éxito a la hora de acceder a «espacios donde los nacionalistas blancos reclutan a la gente, para disuadirles». Por ejemplo, en las ferias de armas. «Por lo general, las personas que van a las ferias de armas odian al Gobierno más que nosotros, así que son sitios estupendos para empezar a conseguir nuevos integrantes», dice. RnR ha logrado desarrollar una afiliación que incluye a numerosos veteranos del Ejército y antiguos republicanos. Incluso personas que habían formado parte de las milicias de extrema derecha «del tres por ciento». Según cuenta Tyler, alguno de ellos le dijo que RnR era lo que él «creía al principio que eran las milicias del tres por ciento».

En vista del modo en que «la izquierda ha cedido las armas a la derecha», explica Tyler, el objetivo de RnR es «dar legitimidad a la defensa de la comunidad y al uso de armas entre la izquierda». Los fines de RnR son básicamente los mismos que los de los colectivos antifascistas. Pero, añade, los integrantes del grupo llevan los pañuelos al cuello, no los usan para taparse la cara. Pretenden ser «tan claros como sea posible, acerca de quiénes somos y de lo que hacemos». A pesar de que se dirigen sobre todo a personas blancas, el 30 % de sus integrantes son de otras razas.

Otros clubes de tiro o grupos de autodefensa comunitaria de izquierda incluyen a los Guardias Rojos Maoístas de Austin (Texas); el Club de Tiro Huey P. Newton, que cuenta con ocho secciones locales en diferentes partes del país; y el club de tiro LGTBQ Trigger Warning (TW) de Rochester, en el estado de Nueva York. Oscar, de TW, explica que el colectivo surgió inmediatamente después de la elección de Trump, como respuesta al aumento de la homofobia y el racismo en la localidad. Más allá de desarrollar «las habilidades necesarias para defender nuestra comunidad», los militantes de TW se esfuerzan en darle «una dimensión integral al antifascismo». Esto incluye la educación política acerca de las causas subyacentes del fascismo. En última instancia, pretenden «demostrar que la idea de que las personas homosexuales son débiles y están desvalidas es falsa»[333].

Con armas o sin ellas, los antifascistas están en las calles. Se han enfrentado a un buen número de desfiles del movimiento MAGA. Estos sirven como tribunas públicas a la derecha alternativa en sus esfuerzos organizativos. Por ejemplo, el 25 de marzo de 2017, una sección local de RnR, el Club de Tiro John Brown de Phoenix, convocó una contramanifestación con rifles ante una concentración del movimiento MAGA. Se les unieron un grupo armado de Boinas Marrones de Arizona y miembros de Acción Antifascista de Phoenix. El 26 de marzo, Antifa de Filadelfia y sus aliados intentaron impedir un desfile a favor de Trump. Inesperadamente, cientos de adolescentes montados en bicicleta vinieron a ayudarles. Pedaleaban a toda velocidad por la calle y cortaron el tráfico. La policía dio por terminada la concentración de apoyo a Trump por razones de «seguridad»[334].

No obstante, los enfrentamientos más serios se produjeron en Berkeley (California). A raíz de lo ocurrido con Milo Yiannopoulos la universidad se convirtió en un territorio muy disputado. El 4 de marzo de 2017 había convocadas concentraciones en apoyo a Trump por todo el país. En Berkeley se produjeron peleas entre manifestantes de la derecha alternativa y los antifascistas. Parece que estos últimos salieron mejor parados del enfrentamiento. Los medios de comunicación publicaron las fotografías de muchos ultraderechistas ensangrentados[335]. Para intentar recuperarse de esta derrota, los nacionalistas blancos convocaron un acto en el mismo sitio para el 15 de abril siguiente. Incluyeron la participación de una serie de conocidos conferenciantes de la derecha alternativa, como Lauren Southern, una «versión canadiense de Milo Yiannopoulos». Acudieron integrantes de varias milicias de extrema derecha de todo el país, como los Oath Keepers y las del tres por ciento. También pandillas de moteros fascistas, que llegaron buscando bronca. Acción Antirracista del Norte de California calificó esta ocasión como «la concentración racista de la derecha alternativa más grande de 2017»[336].

Una malla naranja mantuvo apartados a los dos bandos en un primer momento. Cuando ambos grupos salieron del parque, la policía pareció desaparecer. Empezaron varias horas de peleas multitudinarias en la calle. El Bloque Pastel es un colectivo de primeros auxilios antifascistas creado a raíz de las protestas contra Yiannopoulos. Uno de sus integrantes explica que en esta ocasión los fascistas habían venido mucho mejor preparados, a pesar de que el número de navajas que vio en la multitud era el doble que el 4 de marzo[337]. Como era de esperar, en los medios de comunicación mayoritarios la noticia del día se limitó al enfrentamiento entre los bandos a favor y en contra de Trump. Pasaron por alto los saludos romanos, los símbolos antisemitas y la presencia de Proud Boys, misóginos y violentos.

La cultura y las formas de organización del antifascismo en Estados Unidos han empezado a difundirse entre los clubes de aficionados de los equipos de fútbol profesionales. Un ejemplo es Acción Antifascista Cosmopolitan. Es un grupo militante integrado en buena medida por inmigrantes de América del Sur y de Centroamérica. Mantienen la homofobia y la transfobia fuera de su grada durante los partidos de los Cosmos de Nueva York. Organizaron una campaña para sacar a la luz la presencia de un grupo de hinchas de ultraderecha entre los seguidores del NYCF (Club de Fútbol de la Ciudad de Nueva York). Estos ultras estaban liderados por cabezas rapadas fascistas de Polonia. Además, han ayudado a convocar manifestaciones en contra de Trump. Colectivos parecidos existen entre los hinchas de los Red Bulls de Nueva York, así como de equipos de Portland, Seattle y Montreal[338].

Mientras tanto, en Europa, alguno de los enfrentamientos antifascistas más violentos se han dado en el contexto del fútbol. Es cierto que cada equipo ha tenido sus implicaciones políticas, religiosas y étnicas desde principios del siglo XX. Pero la relación de este deporte con los planteamientos del antifascismo moderno se puede remontar a finales de la década de 1970. En esa época, el Frente Nacional estaba en auge en Gran Bretaña. Sus miembros intentaban conseguir nuevos afiliados durante los partidos. La Liga Antinazi y luego Acción Antifascista tuvieron papeles destacados en la oposición a la venta de publicaciones fascistas en los encuentros. También crearon grupos de hinchas antifascistas. Así surgió Rojos contra los Nazis, integrado por seguidores del Manchester United (se da el caso de que los miembros de Acción Roja eran en su inmensa mayoría hinchas de este equipo[339]).

A finales de la década de 1980, AFA de Leeds organizó una campaña contra la venta de periódicos fascistas durante los partidos del Leeds United. Publicaron un informe sobre los ultras, titulado «Terror en las gradas», que consiguió atraer la atención pública a la amenaza de la extrema derecha. Como recuerda Paul Bowman, uno de los fundadores de AFA de Leeds, estos esfuerzos llevaron a la publicación del primer fanzine antirracista de Gran Bretaña, titulado Marchamos juntos. También a la formación del primer grupo de hinchas antirracistas de Gran Bretaña, Hinchas del Leeds Unidos contra el Racismo y el Fascismo. A principios de la década de 1990, se había expulsado al fascismo organizado del fútbol en el Reino Unido. A todos los efectos, el antirracismo pasó a ser la actitud habitual en el deporte[340].

Durante el mismo periodo, militantes, okupas y autónomos de Hamburgo convirtieron oficiosamente al FC St. Pauli en el que tal vez sea el equipo de fútbol antifascista más icónico del mundo. El estadio se halla en medio del barrio chino de la ciudad, cerca de las constantes batallas para defender las casas okupadas de la Hafenstrasse. El St. Pauli está impregnado de la rebeldía y la contracultura del barrio. Además, cuenta con el conocido emblema de la calavera y las tibias cruzadas, aunque no sea oficial. En 1993 los seguidores del St. Pauli fundaron la Asociación de Hinchas de Fútbol Antifascistas. Continuaron posteriormente su actividad con otras iniciativas, como los Clubes de Hinchas de Fútbol Homosexuales. A lo largo de los años, establecieron lazos con otros militantes de las gradas del Celtic, el Athletic de Bilbao y otros clubes, como parte de una cultura de hinchas antifascistas más extendida[341].

En Salónica, en Grecia, los seguidores anarquistas del equipo de fútbol PAOK formaron el grupo Puerta Cuatro. Los del Iraklis crearon Puerta Autónoma Diez como club antifascista. También el pequeño equipo profesional de Atenas, Panionios, ha adoptado posiciones militantes. Han invitado a niños refugiados a sus partidos y han declarado: «Panionios significa refugiados». El club de sus seguidores antifascistas se llama Panteras. Por el lado contrario, es sabido que los ultras del Olympiakos son simpatizantes de Amanecer Dorado. Más allá del fútbol profesional, la Liga Antifascista de Atenas se estableció en 2012 con nueve equipos. Ha crecido cada año desde entonces[342].

En febrero de 2017 los hinchas del Rayo Vallecano de Madrid, los Bukaneros, consiguieron presionar a su equipo para que devolviera a un jugador fascista de Ucrania al que habían fichado hacía poco. El Torneo de Fútbol Antifascista de Torún, en Polonia; el Mundial Antirracista, en Glasgow; el Mundial de los Pueblos menos Desarrollados, en Ciudad del Cabo; la Copa de Fútbol Libertaria de Estocolmo; el Torneo de Fútbol Antifascista de Lünen, en Alemania, y el festival Patadas al Racismo de Udine, en Italia, son ejemplos de competiciones militantes actuales y pasadas de todo el mundo[343].

Pero no todos los hinchas antifascistas de fútbol tienen un foro en el que expresar su activismo en el deporte. Durante años, el militante autónomo Niccolò participó en el grupo «neutro» de seguidores de la AC Milan, Fuerza Leones. El club lo cerró en 2005. Aunque resulte extraño, Niccolò y los otros antifascistas se reunían allí con los que luego serían los integrantes del hogar fascista CasaPound. Durante los últimos diez años, los ultras de extrema derecha han tomado casi por completo el fútbol italiano. En Milán, el grupo de ultras fascistas más grande es Acción Lealtad, que se ha unido a la red de Naciones Hammerskin. Según dice Niccolò, la Mafia recurre a menudo a los ultras fascistas y a los militantes de CasaPound como mercenarios. Por su parte, los hinchas de fútbol antifascistas tienden a unirse a clubes neutros[344].

La inmensa mayoría de ultras del fútbol son apolíticos. Jelle es un antiguo modelo de moda en Milán y ultra del Ajax de Ámsterdam desde principios de la década de 2000. Me contó que su grupo atacaba a cualquiera que «tuviese aspecto de nazi». Solo por llevar ropa con marcas como Fred Perry o Lonsdale, «aunque la mitad de las veces no tenía nada que ver». Hasta cierto punto, profesaban un «antifascismo apolítico». A veces eso los llevaba a unir fuerzas con los militantes. «Si te parece que la idea de que venga un antifascista a darte una paliza da miedo —dice con ironía—, imagina que lo hagan unos ultras de fútbol, que son unos auténticos mafiosos». Sin embargo, «casi con la misma facilidad podíamos atacar a los militantes», si no había ningún nazi a mano. Jelle explica que en general no hay vínculos fuertes entre el fútbol y la política en Holanda. Sin embargo, en los últimos años algunos grupos de ultras han establecido lazos con la extrema derecha. También han «atacado centros de inmigrantes» en Utrecht y otras partes[345].

Vladímir organizó un torneo de fútbol antifascista en 2015 en Moscú, con equipos de Rusia y Bielorrusia. Dice también que la mayor parte de los hinchas de fútbol rusos son apolíticos. Sin embargo, señala que los líderes de los grupos de ultras «difunden su ideología política». Esto hace que las lealtades vayan para un lado u otro. Petr, un hincha de Ekaterimburgo, se lamentaba en 2015 de que «los estadios de fútbol se han vuelto bastiones de los nazis […] igual que ha pasado en Bulgaria, Hungría, Polonia y Rumanía». Se dice que estos obtuvieron el control de la escena ultra a mediados de la década de 1990. Los únicos grupos de hinchas declaradamente antifascistas se encuentran en equipos del Cáucaso, como Spartak Nalchik. Esto se debe al odio a los nazis rusos que surgió a raíz de las guerras de Chechenia. Incluso fundar clubes «neutros» puede ser peligroso, como descubrió el hincha antifascista del Dinamo de Moscú Ilya Dzhaparidze. Fue asesinado por nazis tras fundar un colectivo apolítico[346].

Como en otros países del bloque soviético, la violencia neonazi se disparó en Rusia en la década de 1990. A finales de esta, se formaron grupos del SHARP y del RASH en Moscú. Estos sentaron las bases para que el pequeño pero tenaz movimiento antifascista llegara a la década siguiente. En San Petersburgo se publicaba la revista Motivo Antifascista. El antifascismo surgió allí a mediados de la década de 2000. En el transcurso de estos diez años, los militantes rusos se han enfrentado a los que tal vez sean los neonazis más violentos del continente. Por lo menos nueve antifascistas fueron asesinados por los neonazis entre 2005 y 2009: Timur Kacharava, Alexander R’uhin, Alexey Krylov, Stanislav Markelov, Anastasia Baburova, Ivan Khutorskoy, Ilya Borodaenko y Fedor Filatov. Además, han colocado bombas en las casas de los antifascistas. Más recientemente, en febrero de 2017, un punk antifascista llamado Igor fue asesinado a la salida de un concierto. Les dijo a unos neonazis que dejasen de levantar el brazo[347]. La lucha del movimiento en Rusia es más difícil todavía dada la actitud autoritaria del Kremlin y los extensos vínculos entre las autoridades y varios grupos de extrema derecha.

Aunque queda fuera del ámbito geográfico de esta obra, sería una grave injusticia escribir un libro sobre antifascismo internacional en 2017 sin mencionar al menos el núcleo antifascista que subyace a la revolución popular más importante de nuestro tiempo: la de Rojava, en el norte de Siria.

Las semillas ideológicas de este proceso se encuentran en la obra de Abdullah Öcalan, el dirigente del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Desarrolló sus planteamientos tras leer al teórico anarquista Murray Bookchin, al historiador Benedict Anderson y a otros, durante la sentencia a cadena perpetua que cumple en una cárcel turca. Con el paso de los años, la idea de Bookchin del municipalismo libertario y el análisis de Anderson de la nación como una «comunidad imaginada» le influyeron para alejar al PKK de sus orígenes como partido marxista-leninista de vanguardia, que luchaba por la liberación nacional de los kurdos, hacia un rechazo del nacionalismo y de la jerarquía del Estado y hasta adoptar los principios de horizontalidad que denominó como «confederalismo democrático»[348].

Cuando en 2012 el presidente sirio Asad retiró sus fuerzas del norte del país, en medio de la guerra civil en curso, la tarea de combatir al Dáesh en la región que los kurdos llaman Rojava recayó sobre las Unidades de Protección Kurdas (YPG) y las Unidades Femeninas de Protección (YPJ), asociadas a las anteriores. Estas fuerzas habían sido creadas varios años antes por la rama siria del PKK, el Partido de la Unión Democrática (PYD). A finales de 2014, el Dáesh controlaba la mayor parte de la región y estaba asediando el enclave kurdo de Kobane. No obstante, el 27 de enero de 2015, esta milicia socialista y feminista, que prescinde de la jerarquía de mando y que elige a sus comandantes de forma democrática, sorprendió al mundo derrotando al Dáesh en Kobane, a pesar de sus escasos recursos.

Como explicó el escritor kurdo Dilar Dirik, el símbolo de esta victoria es la joven revolucionaria Arîn Mîrkan, que se hizo saltar por los aires cerca de una colina estratégica para rescatar a sus compañeros combatientes y conquistar la posición de manos del Dáesh. Aparte de estos últimos, la revolución también ha sufrido ataques del Ejército sirio, del Ejército Sirio Libre y del Estado turco. En 2015 se establecieron las Fuerzas Democráticas de Siria, una milicia armada secular y con representación de todas las religiones de la zona, de las que las YPJ y las YPG son la parte más importante, pero que también incluyen a árabes, siríacos, turcomanos y otros[349]. Una de las intervenciones más importantes de las YPJ y YPG en la región, fue el dramático rescate de decenas de miles de yazidíes que se habían refugiado en el monte Sinjar para escapar del genocidio del Dáesh contra esta ancestral minoría religiosa[350].

Con el desarrollo de la revolución, el Movimiento por una Sociedad Democrática (TEV-Dem), integrado por el PYD y por otras fuerzas, empezó a gestionar la reciente autonomía de los cantones de Rojava. Este territorio tiene un tamaño aproximadamente similar al de Connecticut, con una población de 4,6 millones, y se rige según los principios horizontales y feministas propuestos por Öcalan. Comunas locales de 300 personas se federan en distritos más grandes, organizados en «consejos populares». El proceso de toma de decisiones va de abajo arriba, y se exige que todos los organismos incluyan en su composición al menos el 40 % de mujeres[351]. La batalla contra el Dáesh y la situación del pueblo kurdo empezaron a atraer voluntarios extranjeros a partir de 2014. El «primer equipo internacional» de francotiradores se formó durante la defensa de Kobane e incluyó a luchadores de Italia, España, el Reino Unido y Estados Unidos. Aunque muchos de los primeros voluntarios occidentales eran cristianos evangélicos, como los Hijos de la Libertad Internacional, a partir de ahí había cada vez más izquierdistas, según un internacionalista anarquista en Rojava al que conseguí entrevistar. En su opinión, la mayor parte de los turcos son marxistas-leninistas o maoístas, pero en el caso de los europeos se dividen por igual entre marxistas y anarquistas. No obstante, independientemente de las opiniones políticas, está convencido de que todos consideran fascistas al Dáesh y al presidente turco Erdogan y creen que la defensa de la revolución en Rojava es una lucha antifascista.

Siguiendo el ejemplo del legado de las Brigadas Internacionales durante la guerra civil española, en junio de 2015 se creó en Rojava el Batallón Internacional de la Libertad (IFB). En él participan organizaciones comunistas turcas, tales como el MLKP y el TKP-ML/TIKKO, y secciones nacionales, como la brigada de anarquistas franceses Henri Krasucki, la organización anarco-comunista griega Sindicato Revolucionario por la Solidaridad Internacionalista y la Brigada Bob Crow de combatientes británicos e irlandeses[352]. En diciembre de 2016, el Tabor Antifascista Internacional (tabor quiere decir «batallón» en kurdo) se incorporó al IFB. Su emblema es un fénix alzando el vuelo, enmarcado en el triángulo de las Brigadas Internacionales y sus integrantes aparecen a menudo en fotografías con la bandera antifascista.

Según todas las estimaciones, el número de voluntarios extranjeros no es muy alto, pero algunos han hecho el mayor sacrificio posible por ser consecuentes con su antifascismo. A febrero de 2017, más de 20 habían muerto en el conflicto, junto a muchísimos más kurdos, yazidíes y miembros de otros grupos étnicos de la región, caídos en la lucha contra fascistas de todo tipo. En palabras del Tabor Antifascista Internacional: «Hemos tomado nuestro emblema de los revolucionarios que pelearon en España, en 1936, por un mundo sin fronteras, sin sombras y sin miedo. La historia no les derrotó. Sus sueños no murieron. Estos han vuelto a nacer en nosotros, en cada compañero que lucha, ahora, en Rojava. Como el fénix que siempre renace de sus cenizas, el fuego de la revolución seguirá ardiendo para siempre»[353].

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