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05. «¡Se acabó la izquierda tolerante!»: «sin tribunas» y la libertad de expresión

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Si las universidades no proclamasen su adhesión a ciertos valores normativos, no estarían cayendo en contradicción alguna. Pero quienes hemos pasado muchos años en campus de todo el país sabemos cómo se ha institucionalizado el multiculturalismo progresista. Y, lo que es más importante, cómo se ha comercializado. Los rectores no pueden decir que les preocupan los excluidos cuando les hacen la pelota a los patrocinadores, a la vez que apoyan el derecho de unos intolerantes a perorar sobre la inferioridad biológica de esas mismas personas. Ulrich Baer, vicerrector de la Universidad de Nueva York, dice con razón que las «salvaguardas a la libertad de expresión» se terminan cuando «implican que se va a atacar, degradar o cuestionar sin cortapisas la humanidad de alguien o su derecho a participar en la conversación política como agente social»[391]. El abogado Noah Schabacker señala también que las universidades tienen la «obligación legal» de prohibir la presencia de oradores como Yiannopoulos. Deben cumplir los dictámenes del artículo VI de la Ley de Derechos Civiles y del artículo IX de la Enmienda Educativa, que exigen que los centros de enseñanza erradiquen la discriminación en base al género y a la raza[392].

Independientemente de estas legalidades, el «derecho» a cuestionar la humanidad de otras personas tiene consecuencias. El 20 de mayo de 2017, un alumno de la Universidad de Maryland, supremacista blanco y perteneciente al grupo de Facebook Alt-Reich, apuñaló y asesinó a Richard Collins III, un estudiante de raza negra. Este asesinato se produjo tras una serie de incidentes, cada vez más graves, a raíz de la toma de posesión de Donald Trump. Implicaban propaganda racista y nudos de horca colocados por el campus. Muchos estudiantes en Maryland concluyeron que había una relación directa entre la «actitud pusilánime del rectorado ante los panfletos racistas, llegando a calificar el discurso de odio como “libertad de expresión”», y el asesinato de Collins[393]. Defenderse frente a la violencia de los supremacistas blancos en la universidad requiere que nuestros movimientos exijan a las instituciones de enseñanza superior que adopten el antirracismo, de forma declarada e inequívoca.

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