Antifa

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Antifa. El manual antifascista

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Los autónomos resultaron ser la principal fuerza de oposición militante a esta violencia. A menudo combatieron contra los ultraderechistas y contra la policía codo a codo con jóvenes turcos. Así, el pujante movimiento antifascista que organizaron impidió una concentración nazi frente al Reichstag y una serie de celebraciones del centésimo cumpleaños de Hitler, el 20 de abril de 1989. En 1990, un bloque de 2.500 militantes, detrás de pancartas en las que se podía leer: «Nunca más, Alemania» y «¡Calla, Alemania, ya basta!», se enfrentaron a 1.000 nazis que conmemoraban el aniversario del suicidio de Rudolf Hess. Aproximadamente una semana después de la caída del Muro de Berlín, la antifascista Cornelia (Conny) Wessmann fue asesinada durante una manifestación en Gotinga, cuando la policía antidisturbios la persiguió hasta que la atropelló un coche. Como respuesta, sus compañeros de 30 ciudades desataron una oleada coordinada de acciones contra la propiedad, dirigidas a centros comerciales, bancos y oficinas del Gobierno, que en su opinión no eran más que extensiones del sistema capitalista responsable de su muerte.[184]

Poco antes de la caída del Muro, a mediados de la década de 1980, estalló el problema soterrado que tenía la República Democrática Alemana con los neonazis. Irónicamente, la idiosincrasia antifascista del Estado llevó a que sus dirigentes se negasen a considerar los ataques de los cabezas rapadas contra extranjeros y punks como algo más que «vandalismo» carente de motivación política. Reconocer que había un problema con los nazis hubiese ido en detrimento de la legitimidad del Estado. Por lo tanto, el peso de la autodefensa y de la resistencia recayó sobre el movimiento punk, muy marginalizado. En 1988, militantes de Halle formaron un «comando de aniquilación de cabezas rapadas», compuesto por miembros armados y entrenados en artes marciales. A principios del año siguiente, punks de Berlín Este y otros disidentes consiguieron un ejemplar de Antifaschistisches Infoblatt. Esto les animó a crear Antifascismo Autónomo de Berlín (Este).[185]

En la RDA y en todo el bloque soviético, la música occidental estaba clasificada como propaganda. Por ejemplo, según la URSS, The Clash promovían oficialmente la «violencia», Canned Heat la «homosexualidad», Dona Summer el «erotismo» y Black Sabbath la «violencia y el oscurantismo religioso».[186] Por lo tanto, la perspectiva de que unos punks militantes pudiesen poner en entredicho las credenciales antifascistas del Partido Socialista Unificado (SED), en el Gobierno en Alemania Oriental, dio pie a su acoso policial, vigilancia y represión. A pesar de ello, unos pocos meses antes de la caída del Muro de Berlín (el cual se justificó inicialmente como una «barrera defensiva antifascista» cuando se construyó, en 1961), un grupo de unos 30 militantes se colaron en un acto del SED y desplegaron una pancarta en la que se leía: «¡Peligro! ¡Neonazis en la RDA!» y «¡Hay que cortar este peligro de raíz!».[187]

Tras la caída del Muro se pudo establecer una coordinación más amplia del movimiento en Alemania. Surgieron una serie de grupos a partir de esta oleada de organización, incluido Antifascismo Autónomo (M) o AA(M), formado en Gotinga a principios de 1990 (la M es la inicial de Mittwoch, «miércoles» en alemán, ya que este era el día en el que se reunía el colectivo). A diferencia de la mayoría de las agrupaciones antifascistas, que estaban más aisladas, AA(M) se caracterizó por buscar alianzas con la izquierda, dar entrevistas a los medios de comunicación y por organizar un proyecto de agitación y propaganda al que llamaron Arte y Lucha.

Los esfuerzos por conseguir una coordinación más amplia llevaron a una docena de grupos, incluido AA(M), a formar en 1992 una red horizontal denominada Acción Antifascista/Organización Nacional o AA/BO, que duró hasta su disolución en 2001.[188] Al mismo tiempo, los inmigrantes se organizaron en Antifa Gençlik (Gençlik significa «juventud» en turco) de 1988 a 1994. Por su parte, las mujeres militantes empezaron a crear grupos antifascistas feministas, denominados «fantifa», en respuesta al machismo prevalente entre sus homólogos varones y a los comportamientos patriarcales de estos. Ya hubo un intento de crear una organización de este tipo en 1985, pero no fue hasta finales de la década de 1980 y principios de la de 1990 cuando empezaron a surgir los primeros colectivos del antifascismo feminista. Veinticinco de ellos tomaron parte en más de una docena de encuentros nacionales en los años noventa. Manifestaciones de mujeres, bloques de mujeres en los actos más grandes y congresos de mujeres pasaron a ser elementos habituales en el movimiento.[189]

Durante el mismo periodo, los antifascistas autónomos buscaron también establecer conexiones internacionales. Uno de los grupos más importantes a los que se dirigieron fue el británico Acción Antifascista (AFA). Este se formó en 1985 a partir de una alianza de grupos, entre los que se incluían el Grupo de Judíos Socialistas, organizaciones antirracistas locales, colectivos anarquistas, como Class War y el Movimiento Acción Directa (DAM), el equipo editorial de la publicación Searchlight y Acción Roja.[190] Esta última fue creada por los «brigadistas» de la Liga Antinazi (básicamente, sus tropas de choque) cuando fueron expulsados sin contemplaciones del Partido Socialista de los Trabajadores en 1981, al disolverse la ANL.[191] A lo largo de los años siguientes, Acción Roja, cuyo grito de batalla era: «¡Somos los ROJOS!», siguió enfrentándose a los cabezas rapadas fascistas en conciertos de punk y en las calles. Tras la formación de AFA, Acción Roja cobró un papel destacado en la organización de actos contra el sello discográfico nazi Blood and Honour (B&H). Este había sido creado en 1987 por Ian Stuart, el cantante de la banda racista más notoria de la época, Skrewdriver. B&H desarrolló una red de distribución internacional para vender discos y artículos de promoción de bandas nazis, como Brutal Attack y No Remorse, en cuyas camisetas se podían leer frases como: «¡Algún día el mundo se dará cuenta de que Adolf Hitler tenía razón!».[192]

Las leyes que protegían la libertad de expresión en Gran Bretaña y el prestigio internacional del punk racista del país atrajeron a Londres a cabezas rapadas de toda Europa. Para responder, AFA hizo presión sobre comercios y pubs locales que aceptaban hacer negocios con nazis, o que vendían sus productos, mediante peticiones y piquetes. Cuando eso no funcionaba, se empleaban métodos más persuasivos. En una ocasión, dos encapuchados demolieron la fachada de una tienda de B&H con martillos pilones y destruyeron con ácido los artículos nazis de promoción.[193]

Tal y como explicó el mismo Stuart: «Tenemos que anunciar nuestros conciertos por el boca a boca. Si ellos (AFA) se enteran, va a haber una masacre». Por eso, en vez de hacer público el lugar de los encuentros nazis, los organizadores tenían que informar en secreto de un punto de reunión. Una vez allí, se les decía a los asistentes la dirección del local donde se celebraba el concierto. En mayo de 1989, 100 militantes de AFA se presentaron en el lugar secreto, en Hyde Park, una hora antes de que llegaran los nazis y se ocultaron a esperar. Empezaron a aparecer pequeños grupos de cabezas rapadas «de todos los rincones de Europa», pero sobre todo de Alemania. «Se les persiguió sin descanso».

Una situación parecida se produjo en la legendaria «batalla de Waterloo» de 1992, cuando AFA atacó a los boneheads que iban a un concierto de Skrewdriver. A Stuart mismo, que una vez había escrito una canción titulada «Paki muerto en la alcantarilla», no le iba mucho mejor. A menudo, los antifascistas le rompían botellas en la cabeza cuando pasaba por la calle. Le dieron martillazos en los dedos y convencieron a los comercios locales de prohibirle la entrada. Finalmente, llegó a la conclusión de que no le quedaba más remedio que desaparecer del mapa.[194]

Cuando AA(M) se puso en contacto con el movimiento británico a mediados de la década de 1990, surgieron discrepancias en torno a sus diferentes maneras de entender el antifascismo. A pesar de compartir unas ideas socialistas revolucionarias, los militantes alemanes se quedaron consternados ante lo que entendían que era un reduccionismo de clase por parte de los miembros de AFA, que habían ido a Gotinga para participar con ellos en una gran manifestación. Tal y como lo recuerda uno de los fundadores de AA(M): «Habíamos tenido una discusión sobre las relaciones entre fascismo y patriarcado […]. [El delegado de AFA, varón] intentó zanjar la cuestión diciendo: “Ese asunto tiene la misma importancia que si alguien come carne o es vegetariano”». Por otro lado, los delegados de AFA desdeñaron la influencia de la cultura anarcopunk en el movimiento en Alemania: prefirieron ir en la manifestación con ropa «normal», lo que se llamaba «aspecto informal», en vez de unirse a AA(M) en un gran bloque negro.

Ambas organizaciones siguieron con la discusión a lo largo de los años siguientes. Lo más grave en este tiempo fue que AFA se quedó desconcertada ante el argumento de AA(M), cuyos miembros eran predominantemente de clase media, de que la clase obrera es irrelevante, en su mayor parte, para la lucha antifascista. Por el contrario, las ideas de este grupo alemán estaban fuertemente influidas por el antimperialismo y el feminismo.[195]

Tras varios intentos de lograr una coordinación transnacional más formal, incluida la creación de una Red de Información Antifascista Europea, de corta duración, se celebró en octubre de 1997, en Londres, la primera conferencia internacional del antifascismo militante. Acudieron delegados de 22 organizaciones de Francia, Alemania, Noruega, Suecia, Países Bajos, Irlanda, Dinamarca, España, Estados Unidos y Canadá. La delegación británica, compuesta casi exclusivamente de hombres, dijo que pensaban que la estrategia del movimiento debía desarrollarse «desde un punto de vista de clase y no de raza». Por eso defendían que la propaganda debía dirigirse principalmente a la clase obrera blanca, que era la base potencial de apoyo popular del fascismo, y no a sus excluidas víctimas. Este comentario desató protestas en el encuentro. Al acabar la conferencia, solo nueve de los 22 grupos que habían acudido se adhirieron a la nueva Red Internacional del Antifascismo Militante. Entre estos se encontraban AFA de Hannover y ROTKAPCHEN, ambas de Alemania, la Plataforma Antifascista de Zaragoza, el Foro Antifascista de Toronto y Acción Antirracista de Mineápolis. AA(M) no se unió a la nueva coordinadora y criticó duramente a AFA por, supuestamente, centrarse demasiado en el enfrentamiento físico. Poco tiempo después, AFA colapsó casi por completo. Sus secciones locales bajaron de 25, en 1999, a menos de cinco, un año más tarde. Esto precipitó el final de esta internacional.[196]

Luis, un anarquista argentino, llegó a Gotinga en 2003 con muchas ganas de unirse a la legendaria AA(M). Pero esto resultó ser más complicado de lo que esperaba. En ese momento, el antifascismo local estaba atrapado en el debate sobre el planteamiento sionista antideutsche. Esta propuesta surgió durante la reunificación y creció en intensidad a finales de los años noventa. Sus partidarios defendían que, dado el legado histórico del Holocausto, los militantes alemanes estaban obligados a prestar un apoyo casi incondicional a Israel. La actitud proestadounidense de los antideutschen se hizo más firme tras el 11 de Septiembre y apoyaron la invasión de Irak en 2003. Los abuelos de Luis eran judíos alemanes que escaparon de los nazis en la década de 1930, pero él sostenía unas sólidas opiniones antisionistas. Por lo tanto, se incorporó a la facción «antimperialista» de AA(M), crítica con el sionismo. Sin embargo, el enfrentamiento dentro del colectivo había subido de tono hasta el punto de que ninguno de los dos sectores permitía la entrada de nadie que simpatizase con el otro bando. Así, los antideutschen impidieron la incorporación de Luis. Este conflicto llevó a la escisión de AA(M) en 2004. Luis se unió al nuevo grupo creado por la rama «antimperialista», Izquierda Antifascista Internacional, que todavía existe.[197]

Sea como sea, la creciente capacidad de exportar el modelo del antifascismo militante era tal vez mucho más importante que la longevidad de cualquier organización concreta. A finales de los años ochenta, el movimiento se extendió por Europa a muchos países, incluidos Austria, Suiza y Suecia. Por ejemplo, en Oslo (Noruega) los punks de la casa autónoma Blitz crearon un grupo de afinidad, Acción Antifascista, para defenderse de los colectivos de cabezas rapadas nazis. Estos, con organizaciones tales como los Boot Boys, Viking o Anti-Antifa, realizaron una serie de atentados con bomba en esa época. En 1992, jóvenes inmigrantes y militantes se organizaron juntos para impedir un desfile nazi en la ciudad de Gjøvik. Aunque los partidos de izquierda pidieron a los habitantes que se quedasen en sus casas ese día, la alianza antirracista consiguió una importante presencia en las calles. Esto atemorizó a los convocantes del acto, que lo suspendieron. En 1994, el grupo de afinidad Acción Antifascista se convirtió en una red formal, del mismo nombre, con secciones en varias ciudades. Adoptó el emblema de las banderas, que ya era común en el movimiento. Como sus homólogos continentales, los militantes noruegos eran sobre todo anarquistas y autónomos, aunque con algunos elementos marxistas más ortodoxos, y estaban ligados a corrientes punks y contraculturales.[198]

En 1995, los antifascistas noruegos se enteraron de que se había inaugurado un «hogar nazi» en la ciudad de Sandaker. Los intentos de convencer al dueño de la propiedad de que echase a sus nuevos inquilinos fracasaron. Así que entre 400 y 500 militantes se dirigieron al edificio. La entrada principal estaba custodiada por la policía y los nazis lanzaron bengalas, rodamientos con tirachinas, botellas de gasolina e incluso un cóctel molotov, contra los manifestantes. Estos respondieron arrojando piedras, pero no pudieron atravesar el cordón policial. No obstante, después de un rato así, las sospechas de los agentes sobre el «hogar nazi» llegaron al punto de que entraron a registrarlo y detuvieron a 78 personas en su interior por tenencia ilícita de armas. Esto acabó por convencer al propietario, que rescindió el contrato de alquiler. Al año siguiente, el movimiento noruego, que para entonces había colaborado con éxito con sindicatos y algunos partidos de izquierda, empezó a notar un descenso muy acentuado en la actividad de los nazis. A finales de la década, la legitimidad de las organizaciones antifascistas había influido lo suficiente en la opinión pública como para superar la tendencia inicial de equipararlos con los fascistas, como si fuesen «extremismos» comparables. Tras el asesinato, en 2001, de un antirracista negro de quince años a manos de tres nazis, las enormes manifestaciones y el rechazo público desterraron, básicamente, el fascismo explícito de Noruega hasta el día de hoy.[199]

En los Países Bajos el movimiento surgió a partir de los grupos de autodefensa de los autónomos holandeses, conocidos como krakers. Estos se enfrentaban a los fascistas y ultras del fútbol que los propietarios contrataban para atacar a quienes okupasen sus edificios. Solo en Ámsterdam se okuparon más de 10.000 casas y apartamentos entre 1968 y 1981. Los activistas contaron con mucho apoyo popular, debido a la escasez de viviendas a precios razonables. Sin embargo, a inicios de la década de 1980, nuevas leyes y medidas policiales más contundentes amenazaban al movimiento de okupación. En 1985, se procedió al desalojo ilegal de una mujer y su hijo de una casa okupada. Cuando los autónomos entraron de nuevo en la vivienda y la pusieron otra vez a su disposición, la policía disparó a un militante y luego propinó una brutal paliza a los 32 krakers arrestados. A la mañana siguiente, uno de ellos, Hans Kok, yacía muerto en su celda. Como respuesta, sus compañeros atacaron comisarías y dependencias del Gobierno y calcinaron coches patrulla en tres noches de disturbios. Mientras tanto, otra facción del movimiento, conocida como RaRa (Grupo de Acción Antirracista), llevó a cabo una exitosa campaña de ataques incendiarios contra los supermercados Makro, para que la empresa retirase sus inversiones de la Suráfrica del apartheid.[200]

En los años ochenta, los krakers se enfrentaron a los actos convocados por el neofascista Partido de Centro. Pero con la aparición del grupo neonazi CP86 se doblaron todas las apuestas. Este y otras formaciones nazis violentas surgieron a imitación de los ingleses Combat 18, sucursal de Blood and Honour. Por su parte, influidos por la creación de la coordinadora alemana AA/BO, los antifascistas holandeses establecieron una red nacional de AFA en 1992. Sus secciones más importantes estaban en Ámsterdam, Utrecht, Nimega, Leiden, Groninga y La Haya. El militante de AFA Job Polak escribió de esta: «Puede en verdad enorgullecerse de haber sido uno de los principales factores para que la extrema derecha “organizada” no creciese en los años noventa y estuviese siempre bajo presión […]. (Esto) contribuyó a que la paranoia y los conflictos internos entre los grupos fascistas se saliesen aún más de control».[201]

En Italia, el modelo de grupo militante antifascista como tal, con sus banderas y particularidades organizativas, no apareció hasta mediados de la década de 1990. Sin embargo, esta lucha se puede remontar a mucho antes. Aunque la Constitución de 1948 prohibía que se volviesen a formar partidos Fascistas, el Movimiento Social Italiano surgió de las cenizas del régimen de Mussolini en 1946. Para 1953 ya era el partido más significativo de la ultraderecha europea, con el 5,9 % del voto. Su progresivo desplazamiento hacia el centro le ayudó en las elecciones, pero también tuvo el efecto de alejar a su ala más radical. En los años siguientes se produjeron una serie de escisiones, como la salida de Orden Nuevo (ON) del MSI en 1956. A su vez, en la década de 1960 se separó de Orden Nuevo la todavía más extremista Vanguardia Nacional. A comienzos de 1969, estos y otros grupos similares, como los Núcleos Armados Revolucionarios, iniciaron una «estrategia de tensión» insurreccional con apoyo de la CIA. Su objetivo era desestabilizar la sociedad italiana y fomentar el deseo de una renovación fascista que garantizase el orden. El 12 de diciembre de 1969, tres bombas hirieron a 18 personas en Roma. Otra explosión en la Piazza Fontana de Milán asesinó a 17 personas e hirió a ochenta y ocho. La autoría fascista de los atentados era obvia, pero la policía detuvo a dos anarquistas. Uno de ellos era Giuseppe Pinelli, que murió cuando los agentes lo tiraron por una ventana de la comisaría. Otras ocho personas fueron asesinadas y 100 heridas cuando una bomba estalló durante una manifestación antifascista en Brescia en 1974. El punto culminante de esta etapa de terror ultraderechista se alcanzó con el atentado de 1980 contra la estación de tren de Bolonia, donde 80 personas fueron asesinadas.[202]

Esta violencia y un análisis marxista más amplio sobre el fascismo, como algo vinculado de forma integral al sistema capitalista, llevaron a la izquierda revolucionaria italiana a unir las luchas contra ambos. Por ejemplo, las Brigadas Rojas eran una organización comunista armada muy activa, más conocida por el secuestro y muerte del antiguo primer ministro Aldo Moro en 1978. Sus integrantes entendían que los ataques que realizaron contra directivos de las principales empresas del país eran acciones antifascistas, en un sentido amplio, tanto como su atentado de 1974 contra dos miembros del MSI.[203] Aparte de la actividad armada clandestina, los revolucionarios italianos estaban más que dispuestos a participar en actividades militantes callejeras. A menudo, los miembros de grupos como Autonomía Obrera y Lucha Continua participaban en las manifestaciones antifascistas. Entonces se podían reunir de 3.000 a 4.000 integrantes del movimiento con caretas de esquí o pasamontañas, provistos de palos, barras de hierro, cócteles molotov y, en ocasiones, pistolas. El propósito declarado de estas convocatorias era la oposición al fascismo. Pero ya que el Estado y todo el sistema capitalista estaban implicados en la violencia de este último, se consideraban objetivos legítimos de disturbios y destrozos generalizados. Para finales de la década de 1970, el popular lema «en el 68, barras de hierro, en el 77, la P38 (una pistola)», reflejaba la escalada en las tácticas de los autónomos. Durante estos «años de plomo» se libró una guerra de baja intensidad «a tres bandas», entre la izquierda revolucionaria, el Estado y los grupos armados de ultraderecha. Aunque la violencia de la primera durante esta etapa ha recibido a menudo más atención, en realidad los fascistas fueron responsables de la mayor parte de asesinatos políticos entre 1969 y 1980.[204]

En la década de 1980, la violencia fascista descendió en Italia, mientras que la represión y una epidemia de adicciones a la heroína causaron estragos en la izquierda revolucionaria. A pesar de ello, a finales de los años ochenta y principios de los noventa, la escena de los cabezas rapadas racistas llegó a Italia. En Milán, el grupo más agresivo en esta época era Acción Skinhead, integrado por ultras violentos del Inter. En 1990, atacaron y prendieron fuego a un centro social okupado libertario, el Laboratorio Anarchico. En respuesta, anarquistas y autónomos destrozaron el bar local de los cabezas rapadas y «mandaron a muchos nazis al hospital». Poco después, las autoridades prohibieron Acción Skinhead.[205] La defensa militante frente a estos ataques se organizó a partir de los colectivos y asambleas que funcionaban en los centros sociales okupados. No hubo un movimiento antifascista propiamente dicho durante esta etapa, aparte de los grupos del SHARP (Skinheads contra los Prejuicios Raciales).

La amenaza de los cabezas rapadas descendió a mediados de la década de 1990, pero el fantasma del fascismo gubernamental se intensificó por culpa de Silvio Berlusconi. Este invitó al MSI, que poco después cambió su nombre a Alianza Nacional, a entrar en un ejecutivo de coalición en 1994. Fue «la primera vez en Europa, después de la guerra, que un partido de extrema derecha, todavía impregnado de nostalgia fascista, formaba parte de un Gobierno».[206] Berlusconi también incluyó a la populista y xenófoba Liga Norte. En un principio, en su fundación en 1989, esta había defendido los intereses de la parte norte del país. Pero posteriormente se transformó en un partido más amplio, con aspiraciones nacionales. Con esta coalición, el primer ministro italiano dio legitimidad al MSI. Ahora se pasó a considerar, con benevolencia, que este era «posfascista». De esta forma, rehabilitó el legado de Mussolini. La simpatía de Berlusconi hacia el fascismo quedó en evidencia años después, cuando dijo: «Mussolini no mató a nadie. Mussolini mandaba a la gente de vacaciones, al exilio interno».[207]

Cuando el MSI entró en el Gobierno, su ala más radical se escindió y formó Llama Tricolor. A lo largo de los años siguientes, surgieron otros partidos y organizaciones a la derecha de los «posfascistas», tales como Fuerza Nueva o CasaPound. Los integrantes de esta última empezaron enseguida a aterrorizar a inmigrantes, queers e izquierdistas. A finales de los años noventa comenzó a crecer un movimiento específicamente antifascista. En 1999, militantes autónomos de Milán salieron a la calle en gran número para oponerse al primer acto público de Fuerza Nueva en la ciudad. Iban a participar en este representantes de grupos fascistas de todas partes del continente europeo. El autónomo italiano y antiguo hincha del AC Milan, Niccolò Garufi, recuerda cómo él y sus compañeros avanzaron hacia el cordón policial que protegía el acto desde dos lados diferentes. Iban a lo largo de una calle muy estrecha, lanzando cócteles molotov. Los antidisturbios se vieron obligados a retroceder. Entonces un numeroso grupo de cabezas rapadas del Frente Veneto atacó a los militantes, pero fueron severamente derrotados. Garufi atribuye a esta acción directa antifascista el mérito de que Fuerza Nueva no pudiese crecer en Milán. Tuvieron que hacer su acto de presentación «en una fortaleza» desde la que sus líderes no pudieron llegar a la gente. Para Garufi y sus compañeros: «Este es el único argumento que entienden».[208] Sin embargo, esta resistencia no pudo detener por completo el avance del fascismo.

Garufi fue testigo de ello en primera persona. Un grupo de compañeros suyos fue atacado a navajazos el 16 de marzo de 2003 en Milán por dos hermanos fascistas y su padre. Llevaban un perro llamado Rommel, en homenaje al general alemán. El mejor amigo de Garufi sufrió heridas graves. Otro militante fue apuñalado 27 veces, pero sobrevivió. Davide Dax Cesare, antifascista, punk, trabajador del metal, luchador de muay thai, esposo y padre, integrante del centro social okupado ORSO (Oficina de la Resistencia Social), fue asesinado. Garufi señala que fue el mismo día en que Rachel Corrie murió aplastada por una excavadora israelí. Cuando Garufi y sus amigos llegaron al hospital, les golpeó la policía.[209]

De niño, Garufi y su padre, comunista, participaban siempre en el recorrido que hacían los partisanos locales el 25 de abril, el Día de la Liberación de Italia, para conmemorar el fin de la guerra. Cada año, el grupo deposita coronas de flores en las placas que recuerdan a la Resistencia. Tras el asesinato de Dax, la organización oficial de los partisanos, ANPI (Asociación Nacional de Partisanos de Italia), aprobó la solicitud de sus compañeros y le incluyó entre sus mártires. Ahora, antifascistas de todas las generaciones dejan flores en el lugar de su asesinato cada 25 de abril. Como dice el grafiti, «¡Dax vive!».[210]

Mural en recuerdo de Dax, antifascista asesinado en Milán, por WolksWriterz.

* * *

La escena de los cabezas rapadas racistas, de Skrewdriver y del Frente Nacional cruzó el Atlántico a finales de la década de 1980 y encontró suelo abonado en Estados Unidos y Canadá. No obstante, adondequiera que llegase esta nueva contracultura fascista, el creciente modelo del antifascismo militante le seguía, pisándole los talones.

Se puede situar el surgimiento de este último movimiento en una pizzería de Mineápolis. Un grupo multirracial de skinheads antirracistas, los Baldies, se reunieron allí en las vacaciones de Navidad de 1987. A principios de ese año, un colectivo local, que llevaba símbolos nazis y se hacían llamar los Caballeros Blancos, empezó a sembrar el terror entre los afroamericanos de la zona y a amenazar a los izquierdistas. Los Baldies decidieron defenderse. Un skinhead de raza negra del grupo, Mike, tiró un ladrillo contra una ventana de la casa del líder de los Caballeros Blancos. Fue detenido y se le impuso una multa de 200 dólares.[211]

Decididos a pensar mejor su estrategia, los Baldies quedaron a cenar pizza y planear los pasos siguientes. Leyendo publicaciones anarquistas británicas, como Class War y Black Flag, Kieran, de 16 años, se había enterado de la reciente creación de Acción Antifascista. Los relatos de los enfrentamientos físicos con los miembros del Frente Nacional llamaron mucho la atención de estos jóvenes skinheads. Sin embargo, en el contexto político de Estados Unidos, «fascismo» sonaba «como un término dogmático de la izquierda». Por eso los Baldies decidieron que su nueva organización se iba a llamar Acción Antirracista (ARA).[212] En su primera publicación, ARA describía así sus actividades:

1. Educación: folletos, pegatinas, carteles, cartas y fanzines.

2. Acción directa: pintadas, palancas, ladrillos.

3. Enfrentamientos: lo que decidas.[213]

A lo largo de los meses siguientes, ARA de Mineápolis presionó a las tiendas de discos para que dejaran de vender música racista. Organizaron una manifestación junto con un grupo de estudiantes de raza negra y una organización progresista mayoritariamente blanca. Tacharon pintadas nazis. Se manifestaron contra la brutalidad policial. Y se enfrentaron a los Caballeros Blancos dondequiera que se los encontraban. Como explicó Kieran a la revista punk Maximumrocknroll en 1989: «Uno de los motivos por los que los Baldies hemos ganado tantas veces no es porque vayamos de machitos ni porque estemos todos muy mazados, sino porque hemos conseguido muchos apoyos y eso es lo verdaderamente importante».[214]

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