Antifa

Antifa


Antifa. El manual antifascista

Página 13 de 27

La segunda connotación es la de cultura «alternativa». Como se pregunta Yiannopoulos: «¿Qué puedes hacer si quieres ir contra la sociedad de lo correcto? ¿Cabrear a tus padres? Para lograr eso, en los años setenta hubieses tenido que escuchar a los Sex Pistols, en los años ochenta, a Madonna. Ahora se consigue votando a Trump y eso mola». «Esas gorras de MAGA (Make America Great Again) son de lo más punk», añade.[312] Muchos en la derecha alternativa son más explícitos y constantes acerca de su fascismo. Para ellos, Yiannopoulos, Breitbart y otros medios y personalidades más convencionales, forman parte de lo que llaman la «áltlite».[313] No obstante, buena parte de la atractiva convencionalidad de Yiannopoulos desapareció de la noche a la mañana cuando salieron a la luz sus comentarios a favor de la pedofilia. La derecha alternativa presenta el feminismo, la liberación gay y el antirracismo como aspectos de una hegemonía contranatural e idiotizante de lo políticamente correcto. Con ello, ha otorgado a muchas personas blancas racistas, especialmente hombres, una formulación «rebelde» con la que dar rienda suelta a lo que venían pensando todo este tiempo. Los fascistas y los supremacistas blancos han aprovechado este filón de reclutas. Se han infiltrado en subculturas mayoritariamente blancas, tales como la escena de los cabezas rapadas, el punk en un sentido más amplio, el metal, el neofolk, el siniestro, los videojuegos y las comunidades de tema fantástico (como quedó claro con el gamergate). También en la cultura hípster (a los hípsteres nazis se les llama «nípsteres»). E incluso en la escena de furries y bronies (hombres a los que les gusta disfrazarse de animales peludos o que son fans de Mi pequeño pony).[314] Esta tendencia demuestra la importancia del antifascismo en contextos subculturales.

El etiquetado convencional propio de las ideas de extrema derecha se abrió camino y llegó a influir en Donald Trump durante su candidatura a la presidencia. Aunque se proclamó a sí mismo como «la persona menos racista que hay», Trump se negó a distanciarse del antiguo líder del Klan, David Duke. Dijo que los inmigrantes mexicanos sin papeles eran «violadores». Afirmó que un juez de ascendencia latina no podía realizar su trabajo de forma adecuada. Calificó a algunos de sus simpatizantes, que habían atacado a un indigente de origen latinoamericano, como «entusiastas». Envió por Twitter un meme antisemita contra Clinton, así como otro de supremacistas blancos con estadísticas falsas sobre criminalidad entre la población de raza negra. Incluso puso a Steve Bannon, el antiguo director ejecutivo de Breitbart News, admirador del ideólogo fascista Julius Evola, al frente de su campaña electoral. Posteriormente le nombró encargado de estrategia de la Casa Blanca. Hasta llegó a incluirlo en el Consejo de Seguridad Nacional durante un corto periodo de tiempo. No cabe duda de que Trump no necesitaba a la derecha alternativa para ser racista. Años atrás, ya el Departamento de Justicia le había demandado en dos ocasiones por negarse a alquilar sus apartamentos a personas de raza negra. Pidió la pena de muerte para los Cinco de Central Park, unos jóvenes que no eran de raza blanca, que fueron injustamente condenados y posteriormente exculpados. Para rematar, encabeza el movimiento de los birthers, que defienden que Obama no nació en Estados Unidos.[315]

La derecha alternativa no ha creado a Trump. Pero es evidente que él ha considerado que el potencial político de esta es lo suficientemente alto como para hacerse eco de sus principales propuestas y para deshacerse en halagos hacia sus figuras más destacadas. Es el caso de Alex Jones, el virtuoso de las teorías de la conspiración, a quien elogió cuando fue invitado a su programa de radio, Infowars.

Tanto Trump como la extrema derecha han sabido aprovechar la ansiedad generalizada entre los conservadores blancos ante el rápido declive de los valores «tradicionales» de Estados Unidos. Una preocupación que gira en torno al hecho de que están perdiendo la «batalla» demográfica (en el plazo de una generación ya no van a ser la mayoría de la población); de que están perdiendo la guerra cultural, con la legalización del matrimonio homosexual; de que se acepta cada vez más la noción de «privilegio blanco»; de que la lucha de las personas de raza negra está en alza; de que ya no se tolera la «cultura de la violación», o de que la identidad y los derechos de las personas transgénero ganan legitimidad continuamente. Es más, el elitismo liberal y el neoliberalismo han consolidado sentimientos reaccionarios entre muchas personas blancas de clase obrera.

No obstante, no se puede pasar por alto el hecho de que la proporción del electorado de raza blanca que apoyó a Trump es casi idéntica a la que votó por Mitt Romney, cuatro años antes. Es decir, no hay que exagerar la idea de que su victoria se debe en exclusiva a una reacción de respuesta de estos votantes. En buena medida, no fue Trump el que ganó, sino Clinton la que perdió.

Sea como sea, la campaña de Trump otorgó a la derecha alternativa una tribuna desde la que movilizar la ira blanca contra el feminismo, contra la campaña Black Lives Matter, contra los musulmanes y los inmigrantes latinoamericanos. Su victoria envalentonó a los supremacistas blancos, explícitos e implícitos. Dio nuevas energías a los racistas, más allá de los resultados en las urnas.

También las principales figuras de la ultraderecha europea celebraron su victoria. Marine Le Pen anunció que «hoy es Estados Unidos, mañana será Francia». El líder de la AfD alemana dijo que «este triunfo cambia Estados Unidos, Europa y el mundo». Geert Wilders se regocijaba. El candidato a presidente de la extrema derecha austriaca, Norbert Hofer, lo celebró y el líder del UKIP, Nigel Farage, viajó a Nueva York a reunirse con Trump.[316] Después del brexit, la extrema derecha europea intentó presentar esta victoria como otro paso más en un movimiento de mayor calado para recuperar la «civilización occidental». Este objetivo político fundamental puede estar oculto bajo la superficie en la campaña de Trump. Pero hace tiempo que la derecha alternativa lo planteó de forma explícita. No cabe duda de que el ascenso de esta corriente hasta la Casa Blanca pilló por sorpresa a la mayor parte de la izquierda. Pero no fue así en absoluto en el caso de los pequeños grupos antifascistas, en primera línea del combate contra la extrema derecha antes de la campaña electoral. Esta lucha empezó ya tras la elección de Obama. Entonces se produjo un goteo de nuevos grupos de militantes, incluido Antifa de Nueva York, creado en 2010. Estas organizaciones se denominaron ya antifascistas y no «antirracistas». Esto parece deberse a que conocen mejor el movimiento en Europa, a través de las redes sociales.

Aun así, la red de Acción Antirracista se mantuvo a través de grupos como el Movimiento Antirracista Hoosier (HARM), en Indiana, en referencia al nombre de hoosiers que reciben los originarios de este estado. El 19 de mayo de 2012, un grupo de 18 antirracistas encapuchados, entre integrantes de HARM y otros, llevaron a cabo una audaz acción. Pretendían sofocar los intentos organizativos de los fascistas en la región. Presuntamente, irrumpieron en un restaurante de Chicago para interrumpir físicamente un encuentro de la Asociación por la Herencia Europea de Illinois. Participaban supremacistas blancos del Movimiento Nacionalsocialista, del Consejo de Ciudadanos Conservadores y de otros similares. A raíz de este hecho, cinco antirracistas fueron arrestados y acusados de un «delito de actuación tumultuaria». Alex Stuck, John Tucker y los hermanos Jason, Cody y Dylan Sutherlin fueron sentenciados a entre 42 meses y seis años de prisión. Todos ellos habían salido ya en libertad en septiembre de 2014. Nunca se detuvo a los otros 13 antirracistas. La policía arrestó también a dos de los nazis. Uno, por tenencia ilegal de armas semiautomáticas y el otro, por una orden de busca y captura por posesión de pornografía infantil.[317]

En septiembre de 2014 se celebró en Chicago la primera conferencia anual de la nueva Red Antorcha, que recibió el legado de ARA. La Red afirma que en este momento cuenta con 12 grupos locales, incluidos Antifa de Filadelfia, Acción Antirracista de la Zona Sur de Chicago, Antifa de Rose City y Antifascistas de Atlanta.

Como es el caso de muchos otros colectivos antifascistas actuales, el grupo de Atlanta se creó en 2016 como respuesta al incremento de la actividad del Movimiento Nacionalsocialista, de la Liga Sureña y de la Red Juvenil Tradicionalista. Iggy, uno de sus integrantes, que también participo en ARA en las décadas de 1980 y 1990, comenta que hoy en día los nazis «no son tan evidentes» como cuando él empezó. Ahora, Antifascistas de Atlanta lleva a cabo campañas de propaganda pública contra las pegatinas y carteles de los supremacistas blancos de Identidad Europa. Estos «intentan ocultar su identidad para ser lo más anónimos posible». Según Iggy, en cierta forma sus campañas están teniendo demasiado éxito. Tapan la propaganda fascista «tan rápido que nadie sabe que hay un problema con este tema». Para solucionar esto, han impreso unas pegatinas en las que se puede leer: «Aquí había propaganda racista».[318]

Al mismo tiempo que aumentaron los esfuerzos organizativos y de investigación del movimiento, los enfrentamientos públicos hicieron otro tanto. El 27 de febrero de 2016, el KKK convocó una manifestación en Anaheim. Miembros del Klan apuñalaron a tres antirracistas durante las peleas multitudinarias que se produjeron.[319] En junio corrieron la misma suerte otros siete antifascistas, en los altercados que hubo por una manifestación en Sacramento. Dos de ellos quedaron en estado crítico. Los autores fueron miembros del Partido Tradicionalista de los Trabajadores, un grupo supremacista blanco, y de los Golden State Skinheads.[320] Antifa de Sacramento se formó ese mismo año.

Estos enfrentamientos se dieron en un contexto más amplio de radicalización de las protestas contra Trump. Cada vez más, los manifestantes se colaban en los actos públicos del candidato para interrumpirlo. El 11 de marzo de 2016 Trump tenía planeado dar un discurso en la Universidad de Illinois en Chicago. Había tantos manifestantes infiltrados que los organizadores cancelaron el acto, cuando las peleas y los gritos entre ambos bandos alcanzaron niveles intolerables.

Después de la victoria de Trump, el interés en el antifascismo y el entusiasmo por el movimiento crecieron mucho. También a raíz de la oleada de violencia racista que esta desató. Oponerse a la opresión institucional siguió siendo de vital importancia. Pero muchos militantes concluyeron que la auténtica resistencia al presidente necesitaba también desarrollar herramientas para enfrentarse a la violencia fascista en las calles. A consecuencia de ello, se formaron muchos grupos nuevos.

Uno de ellos es Antifa de Nebraska. Aunque es pequeña, esta organización multirracial logró una victoria importante a los pocos meses de su formación. Hizo pública la información privada de Cooper Ward, uno de los presentadores del podcast The Daily Shoah. Ward estaba viviendo en Omaha. Antifa de Nebraska imprimió miles de volantes con su nombre, su foto e información acerca de sus ideas nazis. Los repartieron por toda la ciudad. Esto le obligó a abandonar la universidad. Dio de baja sus redes sociales y desapareció del mapa. A su vez, esta acción causó un importante enfrentamiento interno en Vanguardia Americana, el grupo político al que pertenecía Ward. Le acusaron de ser un soplón.[321]

La Coalición Antifascista del Este de Boston y Chelsea (CEBAC) se creó un día después de la elección de Trump. Está compuesta por un abigarrado conjunto de activistas, con experiencia en luchas por la justicia reproductiva y por los derechos de los inmigrantes y de los homosexuales.[322]

Otro es Aplasta el Racismo D. C. Uno de sus promotores, Chepe, un veterano militante, explica que el colectivo está compuesto en su mayor parte por personas de raza negra o de ascendencia latinoamericana. «Es un grupo de afinidad en sentido amplio». Trabaja para crear una red local de organizaciones similares. Su objetivo es «hacer que Washington D. C. y el área circundante sean demasiado inseguros para una presencia fascista y neonazi declarada». Para extender su área de actuación, Aplasta el Racismo decidió ser más abierto que la mayoría de los grupos del movimiento. Por ejemplo, en abril de 2017 convocó una presentación pública a la que llamó «antifascismo sin caretas». En ella explicó el «ABC del anarquismo», la «historia de las luchas contra el fascismo lideradas por personas de raza negra» y otros temas parecidos.

No obstante, es probable que el grupo sea más conocido por su proyecto más visible. La noche antes de la toma de posesión de Trump convocaron una concentración frente al acto de celebración de la derecha alternativa, el «deplorabaile». Arrojaron huevos contra los fascistas, que iban vestidos de esmoquin. Prendieron fuego a varias gorras de «MAGA». A la mañana siguiente, un bloque negro «anticapitalista y antifascista» —es decir, un conjunto anónimo de militantes encapuchados y vestidos de negro— partió de Logan Circle. Iban a impedir que «las cosas se desarrollasen con normalidad» durante la jura del cargo y acceso a la Casa Blanca de un hombre al que los progresistas calificaban de fascista al pie de la letra. Algunos de los integrantes del bloque negro, aunque desde luego no todos, causaron destrozos en franquicias de multinacionales. Se buscaba echar por tierra la «pretensión de legitimidad» de Trump. Lo más destacado fue la rotura en un abrir y cerrar de ojos de los escaparates de Starbucks y del Bank of America. Acciones parecidas obligaron a McDonald’s a cerrar. Cajeros y otras propiedades similares de grandes empresas fueron cubiertos de pintadas o destruidos por completo. Se estima que los daños ascendieron a los 100.000 dólares. Puede que el momento más representativo del día fuese cuando se prendió fuego a una limusina.

En total, 214 personas fueron detenidas y acusadas de un delito de altercados, de incitación a los altercados y de preparación para producir altercados. Estas acusaciones pueden acarrear sentencias de hasta 75 años para cada uno de los arrestados. No hace falta decir que estas peticiones superan con creces cualquier sentencia anterior por delitos parecidos. Natasha Lennard es una periodista con un papel destacado a la hora de explicar las estrategias antifascistas y del bloque negro. Señala que la policía ni siquiera pretende que la mayoría de los detenidos haya roto realmente algo. En vez de eso, casi todos están acusados de haber «animado o intimado voluntariamente a otros a participar en los disturbios».[323] Las detenciones masivas y las acusaciones desproporcionadas son un intento evidente de impedir cualquier manifestación que pueda suponer alguna alteración de la normalidad. Van en consonancia con la legislación recientemente propuesta en 18 estados para criminalizar formas de protesta, como cortar carreteras, taparse la cara y otras. Se están debatiendo leyes en Tennessee, Carolina del Norte y Dakota del Norte que autorizarían a los conductores de vehículos a atropellar a cualquier manifestante que esté en la calzada.[324]

Tal vez el incidente público más significativo para el antifascismo reciente en Estados Unidos sea el que ocurrió más tarde, el mismo día de la toma de posesión. Richard Spencer, un supremacista blanco, daba una entrevista en la calle para explicar el significado de Pepe la Rana, la mascota de la derecha alternativa. En ese momento, a plena luz del día, un antifascista vestido de negro le dio un puñetazo en la cara. De hecho, alguien le volvió a pegar después, al poco tiempo. El vídeo del suceso se hizo viral y dio vueltas por todo Internet. Se hicieron versiones y memes con todo tipo de música pop de fondo, desde Whitney Houston a Justin Bieber. Quedaron recogidas en Twitter con el hashtag @PunchedToMusic. La sección «Actualidad del fin de semana», del programa Saturday Night Live, se estuvo riendo de él. Incluso un titular de The New York Times se preguntaba: «¿Está bien pegar a un nazi?».[325] Un icono de la derecha alternativa, que intentaba ocultar sus ideas nazis bajo un manto de «respetable» intelectualidad, se vio ridiculizado en los memes más populares. Otro motivo de LOLS! para el insaciable apetito virtual de los millennials. Rock contra el Racismo difundió el lema «NF= No Fun» en la década de 1970. Ahora, ver el puñetazo a Spencer al ritmo de DMX convirtió a la derecha alternativa en el «derechazo alternativo» para muchos jóvenes. Aunque solo fuese temporalmente.

Lo que tal vez sea más importante, este suceso representó una aportación significativa a la legitimación del antifascismo. Más concretamente, a la idea del enfrentamiento físico contra fascistas y supremacistas blancos.

Mientras tanto, a Spencer, como cara visible del fascismo estadounidense, no se le daba tregua. El 8 de abril se concentró con sus simpatizantes para protestar por los ataques con misiles que había ordenado Trump contra Siria. Aplasta el Racismo D. C. y otros antifascistas se enfrentaron con ellos. Spencer fue «bombardeado con purpurina» (le cubrieron con purpurina de forma inesperada) y le persiguieron por la calle cuando huía.

Algunos comentaristas liberales se quejaron por esta falta de «civismo». Presuntamente, darle un puñetazo a un nazi supone un ataque a la «libertad de expresión». Sin embargo, no mencionaron el hecho de que un miembro de la derecha alternativa había disparado sobre un antifascista, llamado Hex, durante una protesta frente a un acto de Milo Yiannopoulos en la Universidad de Washington, el mismo día de la toma de posesión de Trump. Hex pasó tres semanas en la UCI. Perdió la vesícula y parte del hígado, aunque sobrevivió.

Hay que decir que Hex es miembro del Comité de Defensa General (GDC) del sindicato Industrial Workers of the World (IWW). También llamados wobblies, son una de las organizaciones sindicales más antiguas y conocidas de Estados Unidos. Recientemente se han convertido en un pujante foro para el antifascismo. IWW es una formación sindicalista revolucionaria. Empezó a organizar los GDC en 1917, en apoyo a sus integrantes encarcelados durante el «temor rojo» de la Primera Guerra Mundial.[326] Desde 2011 los wobblies de Twin Cities pensaron que los comités podían tener un papel más activo. No era necesario «esperar a que viniese una amenaza para empezar a organizarse y enfrentarse a ella». Entre sus primeras acciones se cuentan la interrupción de una conferencia de David Irving, el negacionista del Holocausto, y una contramanifestación frente a un acto de homenaje a la bandera confederada.

Cuando la policía de Mineápolis asesinó a Philando Castile y a Jamar Clark, el movimiento Black Lives Matter convocó 18 días de ocupación de los alrededores de la comisaría cuarta. El GDC fue uno de los muchos grupos que se hicieron cargo de la seguridad durante la protesta. Estas acciones y otras parecidas han contribuido a diversificar la afiliación de la rama local de IWW. En abril de 2017, el GDC de Twin Cities contaba con 139 integrantes.[327]

Internamente, el GDC funciona con un modelo de grupos de trabajo. Es decir, se compone de una serie de equipos que se dedican a los diferentes aspectos de las tareas organizativas. Uno de ellos es un «grupo de trabajo antifascista» cerrado. Se dedica a investigar y a proponer acciones al conjunto del comité. Erik D. es uno de los fundadores del GDC de Twin Cities. Explica que al principio algunos de los militantes más tradicionales les criticaban por ser «imprudentes» o «progresistas». Deja claro que para él, tanto el movimiento basado en colectivos pequeños como el popular son «absolutamente necesarios». En su opinión, el objetivo es «pasar de un antifascismo ninja a un antifascismo popular de masas». Kieran, otro militante del GDC de Twin Cities, es uno de los fundadores de Acción Antirracista. Al igual que Erik, cree que no van a ganar «esta guerra solo con una operación técnica de un escuadrón de élite antifascista».

«Para mí —explica— cada vez tiene más importancia la necesidad de esforzarse en integrar el antifascismo en un concepto más amplio de autodefensa obrera […] de modo que la cuestión no se limite a una pandilla de extremistas que se enfrenta a otra». A pesar de estas opiniones, Kieran mantiene que el modelo de ARA y el del GDC «no son excluyentes entre sí […], el enfrentamiento físico todavía está a la orden del día».[328]

El éxito del GDC de Twin Cities hizo que este modelo de movimiento «militante y popular» se extendiese por el país tras las elecciones.[329] Por ejemplo, un GDC recién formado contribuyó a impedir un acto «neoconfederado». También a la convocatoria de una gran manifestación contra el KKK en Carolina del Norte. «No todas las personas que se consideran antifascistas van a poder encapucharse y salir a romper cosas —explica Joe, del GDC de Carolina del Norte—. Tiene que haber tareas que puedan hacer las personas mayores o los discapacitados, que no van a poder hacer trabajo de calle».[330]

También se creó un GDC en Baltimore, inmediatamente después de la elección de Trump. Casi a continuación, el grupo presionó con éxito a la asociación local de veteranos para que cancelase un concierto de rock racista. «No tiene sentido pensar que el 97 % de la actividad antifascista, que no implica un enfrentamiento violento, tiene que ser llevado a cabo por las mismas personas que están dispuestas a ese enfrentamiento violento», insiste Murray, exintegrante de ARA y militante actual del GDC.[331]

Animados por el ejemplo del comité de Twin Cities y por el legado de los Panteras Negras, miembros del sindicato Trabajadores Unidos de la Electricidad, Radio y Maquinaria de Estados Unidos en Burlington (Vermont) crearon a finales de 2015 la Guardia de Defensa Obrera. Esta se plantea como una herramienta popular y antifascista militante de autodefensa de la clase obrera. Responde a las amenazas del Ku Klux Klan contra los sindicalistas de esa ciudad.[332]

Otra organización nueva del antifascismo popular es Redneck Revolt (RnR). Con este nombre, el grupo pretende reivindicar la asociación histórica que hay entre el término redneck y los pañuelos rojos que llevaban los mineros rebeldes de la batalla de la Montaña de Blair. Librada en 1921, en Virginia Occidental, fue el levantamiento sindical armado más importante en la historia de Estados Unidos. Con ello quieren «provocar un movimiento entre los obreros de raza blanca» contra el supremacismo. RnR retoma el legado de los Jóvenes Patriotas de las décadas de 1960 y 1970. Sus orígenes se remontan a la creación del Club de Tiro John Brown. Este fue fundado por miembros del Colectivo Apoyo Mutuo de Kansas, en Lawrence (Kansas), en torno a 2005 o 2006. En 2009, uno de los integrantes del club se mudó a Colorado. Allí contribuyó a la creación de un nuevo colectivo similar al anterior y ya con el nombre de Redneck Revolt. Pero no duró mucho. Conforme la campaña electoral de Trump ganaba empuje, uno de los fundadores del grupo, Tyler, me dijo que resultaba «muy irritante que un multimillonario como Trump venga a decir que habla en nombre de las personas de clase obrera y raza blanca». Esto llevó a que volvieran a formar RnR a principios de junio de 2016. Ahora es una organización nacional que cuenta, en abril de 2017, con 26 secciones locales.

Dice Tyler que los militantes de RnR han tenido mucho éxito a la hora de acceder a «espacios donde los nacionalistas blancos reclutan a la gente, para disuadirles». Por ejemplo, en las ferias de armas. «Por lo general, las personas que van a las ferias de armas odian al Gobierno más que nosotros, así que son sitios estupendos para empezar a conseguir nuevos integrantes», dice. RnR ha logrado desarrollar una afiliación que incluye a numerosos veteranos del Ejército y antiguos republicanos. Incluso personas que habían formado parte de las milicias de extrema derecha «del tres por ciento». Según cuenta Tyler, alguno de ellos le dijo que RnR era lo que él «creía al principio que eran las milicias del tres por ciento».

En vista del modo en que «la izquierda ha cedido las armas a la derecha», explica Tyler, el objetivo de RnR es «dar legitimidad a la defensa de la comunidad y al uso de armas entre la izquierda». Los fines de RnR son básicamente los mismos que los de los colectivos antifascistas. Pero, añade, los integrantes del grupo llevan los pañuelos al cuello, no los usan para taparse la cara. Pretenden ser «tan claros como sea posible, acerca de quiénes somos y de lo que hacemos». A pesar de que se dirigen sobre todo a personas blancas, el 30 % de sus integrantes son de otras razas.

Otros clubes de tiro o grupos de autodefensa comunitaria de izquierda incluyen a los Guardias Rojos Maoístas de Austin (Texas); el Club de Tiro Huey P. Newton, que cuenta con ocho secciones locales en diferentes partes del país; y el club de tiro LGTBQ Trigger Warning (TW) de Rochester, en el estado de Nueva York. Oscar, de TW, explica que el colectivo surgió inmediatamente después de la elección de Trump, como respuesta al aumento de la homofobia y el racismo en la localidad. Más allá de desarrollar «las habilidades necesarias para defender nuestra comunidad», los militantes de TW se esfuerzan en darle «una dimensión integral al antifascismo». Esto incluye la educación política acerca de las causas subyacentes del fascismo. En última instancia, pretenden «demostrar que la idea de que las personas homosexuales son débiles y están desvalidas es falsa».[333]

Con armas o sin ellas, los antifascistas están en las calles. Se han enfrentado a un buen número de desfiles del movimiento MAGA. Estos sirven como tribunas públicas a la derecha alternativa en sus esfuerzos organizativos. Por ejemplo, el 25 de marzo de 2017, una sección local de RnR, el Club de Tiro John Brown de Phoenix, convocó una contramanifestación con rifles ante una concentración del movimiento MAGA. Se les unieron un grupo armado de Boinas Marrones de Arizona y miembros de Acción Antifascista de Phoenix. El 26 de marzo, Antifa de Filadelfia y sus aliados intentaron impedir un desfile a favor de Trump. Inesperadamente, cientos de adolescentes montados en bicicleta vinieron a ayudarles. Pedaleaban a toda velocidad por la calle y cortaron el tráfico. La policía dio por terminada la concentración de apoyo a Trump por razones de «seguridad».[334]

No obstante, los enfrentamientos más serios se produjeron en Berkeley (California). A raíz de lo ocurrido con Milo Yiannopoulos la universidad se convirtió en un territorio muy disputado. El 4 de marzo de 2017 había convocadas concentraciones en apoyo a Trump por todo el país. En Berkeley se produjeron peleas entre manifestantes de la derecha alternativa y los antifascistas. Parece que estos últimos salieron mejor parados del enfrentamiento. Los medios de comunicación publicaron las fotografías de muchos ultraderechistas ensangrentados.[335] Para intentar recuperarse de esta derrota, los nacionalistas blancos convocaron un acto en el mismo sitio para el 15 de abril siguiente. Incluyeron la participación de una serie de conocidos conferenciantes de la derecha alternativa, como Lauren Southern, una «versión canadiense de Milo Yiannopoulos». Acudieron integrantes de varias milicias de extrema derecha de todo el país, como los Oath Keepers y las del tres por ciento. También pandillas de moteros fascistas, que llegaron buscando bronca. Acción Antirracista del Norte de California calificó esta ocasión como «la concentración racista de la derecha alternativa más grande de 2017».[336]

Una malla naranja mantuvo apartados a los dos bandos en un primer momento. Cuando ambos grupos salieron del parque, la policía pareció desaparecer. Empezaron varias horas de peleas multitudinarias en la calle. El Bloque Pastel es un colectivo de primeros auxilios antifascistas creado a raíz de las protestas contra Yiannopoulos. Uno de sus integrantes explica que en esta ocasión los fascistas habían venido mucho mejor preparados, a pesar de que el número de navajas que vio en la multitud era el doble que el 4 de marzo.[337] Como era de esperar, en los medios de comunicación mayoritarios la noticia del día se limitó al enfrentamiento entre los bandos a favor y en contra de Trump. Pasaron por alto los saludos romanos, los símbolos antisemitas y la presencia de Proud Boys, misóginos y violentos.

* * *

La cultura y las formas de organización del antifascismo en Estados Unidos han empezado a difundirse entre los clubes de aficionados de los equipos de fútbol profesionales. Un ejemplo es Acción Antifascista Cosmopolitan. Es un grupo militante integrado en buena medida por inmigrantes de América del Sur y de Centroamérica. Mantienen la homofobia y la transfobia fuera de su grada durante los partidos de los Cosmos de Nueva York. Organizaron una campaña para sacar a la luz la presencia de un grupo de hinchas de ultraderecha entre los seguidores del NYCF (Club de Fútbol de la Ciudad de Nueva York). Estos ultras estaban liderados por cabezas rapadas fascistas de Polonia. Además, han ayudado a convocar manifestaciones en contra de Trump. Colectivos parecidos existen entre los hinchas de los Red Bulls de Nueva York, así como de equipos de Portland, Seattle y Montreal.[338]

Mientras tanto, en Europa, alguno de los enfrentamientos antifascistas más violentos se han dado en el contexto del fútbol. Es cierto que cada equipo ha tenido sus implicaciones políticas, religiosas y étnicas desde principios del siglo Xx. Pero la relación de este deporte con los planteamientos del antifascismo moderno se puede remontar a finales de la década de 1970. En esa época, el Frente Nacional estaba en auge en Gran Bretaña. Sus miembros intentaban conseguir nuevos afiliados durante los partidos. La Liga Antinazi y luego Acción Antifascista tuvieron papeles destacados en la oposición a la venta de publicaciones fascistas en los encuentros. También crearon grupos de hinchas antifascistas. Así surgió Rojos contra los Nazis, integrado por seguidores del Manchester United (se da el caso de que los miembros de Acción Roja eran en su inmensa mayoría hinchas de este equipo).[339]

Ir a la siguiente página

Report Page