Annabelle

Annabelle


9

Página 14 de 90

9

El tipo con el que se encontraron en el restaurante del motel le resultaba familiar, pero, hasta que no se presentó como Erik From, Charlie no cayó en la cuenta de que se trataba del hijo del hombre que regentaba el motel cuando ella vivía en el pueblo. Por aquel entonces, era un tipo inseguro y nervioso, mientras que ahora su forma de dar la mano resultaba enérgica y su mirada era firme.

—De modo que ustedes son los de las fuerzas del orden de la capital… —dijo tras las presentaciones.

Charlie no pudo evitar sonreír ante tales palabras. No sabía si eran irónicas o no. Pues sí, ellos eran los de las fuerzas del orden de Estocolmo.

—Olof, el policía, estuvo comiendo hoy aquí y comentó que vendrían unos especialistas de Estocolmo. Espero que cojan al cerdo que se la ha llevado.

—¿Conoce usted a la familia? —preguntó Charlie.

—En este pueblo nos conocemos todos más o menos; no es precisamente como en Estocolmo. Y cuando este tipo de cosas ocurren…, bueno, pues uno quiere hacer lo que sea para ayudar. Es una pena que ni mi mujer ni yo podamos participar en las batidas como nos gustaría, porque esto está lleno de policías, periodistas y gente buscando.

Un joven con un chaleco amarillo y unos cascos con micrófono entró en el local. Iba hablando en voz alta de los lugares por los que habían estado buscando y de los que aún les quedaban.

—Missing People —comentó Erik señalando al chico con la cabeza—. Es el que lo dirige todo. Llegaron ayer. Antes que ustedes. —Se detuvo un momento como si esperara algún comentario por parte de ellos—. Ahora sólo confío en que la encuentren —continuó.

—La encontraremos —sentenció Charlie.

—¿Cómo pueden estar tan seguros? —se oyó decir a una voz femenina procedente de la cocina.

—Mi madre —anunció Erik presentando a una mujer con manchas rojas en la cara que apareció por las puertas de vaivén que había tras la barra del bar—. Ésta es mi madre, Margareta, que lo oye y lo ve todo.

—¿Cómo quieres que no oiga nada si estoy justo aquí detrás? —se defendió Margareta al tiempo que se les acercaba y les estrechaba la mano. Primero a Anders y luego a Charlie.

¿Eran imaginaciones de Charlie o la mirada de la mujer se había detenido un poco más en ella? Margareta, la que lo oía y lo veía todo, ¿también se acordaba de todo?

—Esperábamos impacientes su llegada —dijo Margareta—. Todo el pueblo está conmocionado. Pobres Nora y Fredrik. Les hemos enviado flores y comida y… Si alguien le ha hecho daño…, si alguien le ha hecho daño a esa chica… Sólo espero que ustedes lo cojan. Lo que sí está claro —continuó la mujer mientras les clavaba la mirada— es que nadie, «nadie» en el pueblo quiere que le pase nada malo a Annabelle, que ese loco debe de ser alguien de fuera. —Se echó un trapo sobre el hombro y desapareció por las puertas de la cocina—. Jonas —se la oyó decir desde dentro—, que yo no esté delante no es motivo para que te dediques a mirar el móvil. Te he contratado para que trabajes.

—Le pediré a Jonas que se encargue de las maletas —dijo Erik—. Jonas —gritó en dirección a la cocina—, ¿luego les subes las maletas a la habitación?

—¿La habitación? —se sorprendió Anders—. Espero que sean dos habitaciones.

—¿Dos? —Erik se acercó a la barra del bar, se puso a mirar en un cuaderno y emitió un gemido en voz alta—. ¡Jonas! —volvió a gritar—. ¡Ven aquí!

El chico que respondía al nombre de Jonas apareció y paseó la mirada por la estancia algo desconcertado.

—Estas personas —dijo Erik señalando a Charlie y Anders— son policías de Estocolmo. Están aquí para buscar a Annabelle, no para casarse, si es eso lo que creías.

—En ningún momento lo he creído —protestó Jonas.

—Entonces ¿por qué coño les has reservado la suite nupcial?

—¿Eso he hecho?

—Sí, les has reservado la tres. —Erik se volvió hacia Charlie y Anders—. Lleva ya un año trabajando aquí, de modo que se supone que debería controlar este tipo de cosas.

—Habrá sido un malentendido —se excusó Jonas—. Es que no quedaban muchas habitaciones y continuamente llama gente, periodistas y…

—No pasa nada —lo tranquilizó Charlie al ver que Jonas se había quedado tan pálido que daba la impresión de que iba a desmayarse en cualquier momento—. Es sólo un error en la reserva.

Pero luego comprendió, por el gesto de Anders, que él no lo veía de la misma manera.

—Perdónenlo —dijo Erik como si Jonas no se encontrara allí—. Todos nos hallamos un poco en estado de shock por… por esa desaparición. Les conseguiremos otra habitación en cuanto podamos.

—¿Esta noche? —quiso saber Anders.

—En cuanto podamos.

—¡Tampoco es tan difícil, joder! —exclamó Anders mientras se dirigían al coche para acudir a la comisaría, donde tendría lugar su primera reunión con sus colegas.

—Bueno, ya has oído lo que te han dicho, ¿no? El pueblo es pequeño y todo el mundo está acojonado, y tampoco tienen mucha experiencia en recibir a tanta gente a la vez.

—Ya, pero aun así…

—No voy a tirarme encima de ti si es eso lo que piensas.

—No, no es lo que pienso.

—Entonces ¿cuál es el problema? —preguntó Charlie, aun sabiendo a la perfección cuál era el problema. Se trataba de Maria. La mujer de Anders tenía una extraordinaria capacidad para enterarse de todo. Charlie solía bromear sobre ello, decía que podría convertirse en una investigadora fantástica, que la contratarían enseguida en el caso de que decidiera cambiar de profesión.

—¿Se ha vuelto…? —Charlie no supo cómo terminar la frase—. ¿Peor? ¿Aún más controladora?

—La cosa va a más desde que nació Sam. Y yo la entiendo. Está claro que es duro pasar tanto tiempo sola con un niño pequeño. Esas criaturas pueden ser bastante… exigentes.

—¿Qué haría si se enterara?

—¿Si se enterara de qué?

—De que vamos a compartir habitación.

—Nos mataría a los dos.

—Qué peligroso es estar casado…

—¿Y estar soltera no? —inquirió Anders señalando la herida que Charlie tenía en la frente.

—Considerando las estadísticas de mujeres asesinadas —repuso Charlie—, creo que la vida de soltera es preferible.

Anders se echó a reír. Vale, vale, se rendía.

Ir a la siguiente página

Report Page