Annabelle

Annabelle


33

Página 48 de 90

33

—Espero que sea importante —dijo Svante Linder cuando se sentó frente a Charlie en la sala de interrogatorios.

—Ha desaparecido una chica —le contestó ella—. Así que es importante.

Apenas era capaz de mirarlo a la cara sin verlo encima de Annabelle, sin ver su frialdad.

—Bueno, ¿en qué puedo ayudaros? —preguntó altivo mientras dejaba que su mirada paseara entre Charlie y Anders.

—Hemos visto un vídeo de la noche en la que Annabelle desapareció —le comunicó Anders.

Charlie constató que debía de ser cierto lo que Sara le había dicho, que Svante no había advertido su presencia, porque se quedó contemplándolos con una absoluta y sincera incomprensión.

—Del jardín que hay detrás de la vieja tienda —completó Charlie—; alguien lo filmó todo.

Sintió una agradable satisfacción cuando descubrió un ligero cambio en el rostro de Svante.

—Vale. ¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿Soy sospechoso de algo?

—¿Tú qué crees? —respondió Charlie.

—Sinceramente, no entiendo nada.

Charlie advirtió un ligero aumento en uno de los vasos sanguíneos de la frente del chico.

—¡Bueno, decid algo! —continuó Svante antes de levantarse bruscamente de la silla.

—¡Siéntate! —le ordenó Anders—. Siéntate.

Svante negó con la cabeza antes de volver a sentarse.

Charlie le lanzó una mirada a Anders como diciendo que se esperara un poco a preguntar.

—¡Yo no me la he llevado! —exclamó Svante—. Y nadie puede haberlo grabado porque eso no ha ocurrido. ¿Por qué me miras así?

—Por nada, sólo estoy esperando —respondió Charlie.

—¿El qué?

—La continuación.

—No entiendo a qué te refieres.

—Vamos a ver: tenemos un vídeo en el que se os ve a ti y a Annabelle en el jardín que hay detrás de la vieja tienda —dijo Charlie—. ¿Lo entiendes ahora un poquito mejor?

—¿Y quién coño lo ha grabado? —preguntó Svante. Su rostro palideció.

—Eso es lo de menos. Lo importante aquí es lo que le hiciste a Annabelle.

Svante se inclinó sobre la mesa.

—Que tuviera sexo con ella no quiere decir que… Porque es a eso a lo que os referís, ¿no?

—¿Tener sexo? —se indignó Charlie—. ¿A eso lo llamas tú tener sexo?

El ordenador ya estaba encendido y Charlie le dio al play justo en el momento de la grabación en el que Svante agarraba a Annabelle por las muñecas y se las sujetaba por encima de la cabeza. Giró la pantalla hacia Svante.

—¡Eso no significa nada! —protestó Svante.

—¡Dios mío! ¿Eres tan idiota como pareces o te lo haces?

—No soy ningún idiota —repuso Svante—; soy cualquier cosa menos idiota.

—Ése suele ser, precisamente, el problema de los idiotas —contestó Charlie—, que rara vez se dan cuenta de lo idiotas que son.

—¿Para esto me habéis hecho venir? ¿Para hablar de mi inteligencia?

—No. Claro que no. Te hemos hecho venir para hablar de que has violado a una chica, una chica que desapareció esa misma noche.

—¿Violado? —Svante puso cara de sincero asombro—. Yo no he violado a nadie. No es que ella dijera que no, precisamente.

—Se encontraba indefensa, de modo que se entiende como violación.

—No creo que ella pensara lo mismo. Las fiestas de la vieja tienda… siempre se desmadran bastante. La gente se emborracha, se pelea y folla. Es lo que suele pasar en las fiestas… Aunque parece más de lo que en realidad es.

Charlie volvió a darle al play, amplió la imagen y le enseñó la parte de la grabación en la que Annabelle intentaba oponer resistencia.

—¿Y esto qué te parece?

—Yo no soy ningún violador —se defendió Svante.

—Si mantienes relaciones sexuales con alguien que se halla en estado de indefensión, eso es lo que eres. Y ahora me gustaría que nos hablaras de lo que hiciste la noche en la que Annabelle desapareció. Aparte de violarla, quiero decir.

—Pero si yo estaba todavía en la tienda cuando ella se marchó… —respondió Svante.

—Pero después podrías haberte deshecho de ella rápidamente y haber regresado a la fiesta.

—La gente la vio marcharse, ¿no? ¡Y para entonces yo ya había vuelto a entrar en la casa! Hablad con Jonas y los demás si no me creéis.

—¿Podemos fiarnos de lo que dicen?

—¿A qué te refieres?

—A que a lo mejor quieren protegerte. A que quizá los hayas amenazado…

—¿Y por qué iba a amenazarlos?

—He oído que ésa es tu costumbre cuando no te sales con la tuya, que amenazas a tus amigos con que vas a hacer que despidan a sus padres.

—No hay que creerse todo lo que la gente dice —repuso Svante.

—Por eso te lo pregunto —le aclaró Charlie—. En cualquier caso, en lo que sí creo es en lo que veo.

—No sigas —le pidió Svante cuando Charlie volvió a pulsar el play—. Ya lo he visto.

—¿Te molesta verlo? Pero si es lo que suele pasar en las fiestas… La cuestión es qué hiciste con ella después.

—Nada. Tenéis que creerme.

—Nos has mentido en esto —dijo Charlie—. ¿Por qué no ibas a mentir también sobre el resto de la noche?

—Ahora estoy diciendo la verdad.

—Todo un detalle por tu parte.

Los interrumpieron unos gritos procedentes del exterior. Alguien venía a buscar a su hijo.

—Mi padre —anunció Svante—. Me parece que está bastante cabreado con vosotros.

—No será nada en comparación con el cabreo que va a coger contigo —le soltó Charlie antes de abandonar la sala.

Ir a la siguiente página

Report Page