Annabelle

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Allí y entonces

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Allí y entonces

Y, de pronto, John-John se suelta y echa a correr.

—¡Cógelo, Alice! —grita Rosa.

Pero Alice se limita a quedarse parada mirando. John-John no recorre muchos metros antes de que Rosa lo atrape. Lo agarra de la camiseta. Algo brilla y cae al suelo.

—El colgante. —Alice se agacha para recogerlo e intenta dárselo a John-John, pero el niño no se preocupa lo más mínimo por él. No hace más que gritar. Rosa lo maldice y se guarda el colgante en el bolsillo.

—¡Rosa! —exclama Alice—. Creo que quizá sea mejor que llevemos al niño a casa. Que quizá sea mejor que volvamos.

—Es sólo una broma. Lo único que quiero es asustarlo un poco.

—¡Rosa! —dice Alice—. Me ha parecido oír a alguien gritar.

—Cállate —le ordena Rosa a Alice—, estoy pensando.

John-John, sin embargo, no se calla. Llama a su madre a gritos y luego empieza a dar patadas. Rosa vuelve a maldecirlo y le pega tan fuertemente que lo tira al suelo.

—¡Que es sólo un niño! —le recuerda Alice, que también se ha echado a llorar.

Rosa los manda callar a ambos, pero John-John es incapaz de cesar de llorar. Rosa se sienta sobre su estómago y le tapa la boca con las manos. El niño gimotea, y Rosa le quita las manos de la boca y se las pone alrededor del cuello. John-John hace aspavientos en el aire con las manos.

Y Alice quiere gritar que lo suelte, que lo suelte antes de que… Pero se limita a permanecer inmóvil, sin hacer nada.

Cuando por fin Rosa deja de apretar, el niño ya se ha callado y se ha quedado quieto. Ya no tiene la carita roja. Rosa le sacude los hombros.

—¡Despierta! —le grita—. ¡Que te despiertes, estúpido!

Pero John-John no se despierta.

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