Annabelle

Annabelle


Ese día

Página 45 de 90

Ese día

Su madre estaba haciendo la compra, de modo que Annabelle podía acercarse sin problema a su armario y coger el vestido azul. Lo había llevado el día en el que fue con Él a la isla de Gullö. Estuvo sentada en la proa pasando la mano por la superficie del agua y le comentó que el lago no tenía fondo. Él se rió y le contestó que eso no era verdad, que todo tenía un fondo.

Después dejaron la barca varada en la orilla y, a continuación, él extendió una manta sobre la seca hierba a la sombra de los pinos. Había traído vino y galletas. Se tomaron una copa y luego él quiso bañarse.

Ella dijo que no tenía bañador.

Y él le respondió que no importaba, que ya la había visto desnuda. La había sentido.

Cuando ella se quitó la ropa pensó que era la primera vez que estaba desnuda frente a un hombre a plena luz del día. Todos esos torpes manoseos en oscuros cuartos de baño o bajo unas sábanas no eran lo mismo. Él también se despojó de su ropa. Se quedaron mirándose, totalmente desnudos, durante un buen rato.

—¡Cobarde el último! —gritó ella antes de echar a correr hacia el agua.

Él la alcanzó y, acto seguido, desaparecieron bajo las gélidas aguas del lago.

—Para de mirarme así —le pidió ella cuando salieron del agua.

—Para tú. Tú me miras de la misma forma. ¿Cómo estás? —le preguntó luego—. ¿Te encuentras bien?

—Tengo frío. Me muero de frío.

—Yo te calentaré —dijo él cogiéndole la mano—. Ven.

—¿Qué haces? —le susurró Annabelle. Estaba tumbada en la manta y ya no sentía frío—. ¿Qué haces? —repitió desplazando la mirada hacia los pinos que se mecían sobre ellos.

—¿Quieres que pare?

Ella negó con la cabeza, lo agarró del pelo y le pidió que continuara:

—Sigue.

Annabelle se quedó contemplándose en el espejo de cuerpo entero. Cogió el móvil. Naturalmente, él no había llamado ni enviado nada. Mejor, pensó. Aun así le mandó la foto, la imagen del test de embarazo en el que se leía: «Embarazada de diez semanas».

Ir a la siguiente página

Report Page