Annabelle

Annabelle


Esa noche

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Esa noche

Oyeron la música mucho antes de ver cómo la vieja tienda iba asomando sobre la colina por encima del puente.

—¡Vaya bajo! —exclamó Rebecka—. Te entran ganas de bailar.

—¿Cómo estoy? —preguntó Annabelle.

—Tan perfecta como siempre. ¿Y yo?

Annabelle examinó la cara de Rebecka, le pidió que alzara la mirada y se echó saliva en el dedo para quitarle un poco de rímel que le había manchado la mejilla.

—Ahora sí, ya estás guapa para tu amante.

—No lo llames así —se incomodó Rebecka—. Sólo es… Sólo es William.

—¿Cuánto tiempo hace que te pone?

Rebecka negó con la cabeza. No le ponía más que otros.

—Pero ¿querías tirártelo cuando yo salía con él?

—Déjalo. ¿Qué coño te pasa?

Annabelle no supo qué contestar. En realidad, le daba igual, pero de repente sintió que le importaba.

—Que sepas una cosa, Bella —le dijo Rebecka—: William jamás me elegiría a mí antes que a ti. Pero me imagino que eso ya lo sabes. Y no entiendo adónde quieres ir a parar con esos comentarios. A veces parece que se te olvida que somos amigas. —Se echó a andar.

—¡Una amiga no se tira al novio de su amiga! —le gritó Annabelle.

Rebecka se paró y se dio la vuelta:

—¡Ya no es tu novio! ¡No puedes volver con él sólo porque el otro te haya dejado!

—Mira: para empezar, lo que tú deberías haber hecho es no liarte con William —repuso Annabelle—. Eso no está bien. Pero ¿qué haces? —continuó diciendo cuando Rebecka se agachó y se puso a remover la grava de la cuneta con las manos.

—Quien sea inocente que tire la primera piedra —sentenció Rebecka para, acto seguido, lanzar un puñado de grava al frente.

Annabelle estalló en carcajadas, lo que enfadó aún más a Rebecka.

—¡Joder! ¿Por qué coño te echas siempre a reír cuando me cabreo contigo? ¡Con lo seria que tú eres! ¿Qué te pasa, Annabelle Roos?

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