Annabelle

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Allí y entonces

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Allí y entonces

John-John está sentado en el arenero del aparcamiento que hay frente a la vieja tienda. Al bobo no se le ve por ninguna parte. Desde los arbustos, Rosa le susurra a JohnJohn que se acerque.

—Ahora verás lo fácil que es —le dice Rosa a Alice.

Llama a John-John, pero el niño no quiere ir.

—Tenemos piruletas —le comenta Rosa—; acércate y te daremos una.

—¿Qué vas a hacer? —le pregunta Alice a Rosa cuando John-John se les aproxima.

Rosa no contesta. Se limita a coger a John-John de la mano. Y, acto seguido, Alice lo agarra de la otra mano. Luego echan a correr tan rápidamente que los pies de JohnJohn apenas rozan el suelo.

Nada más salir del pueblo, John-John empieza a llorar y a llamar a su madre. Ya se le han olvidado las piruletas.

Lo único que desea ahora es ir con su madre. ¡Mamá, mamá, mamá! Tropieza. Rosa lo arrastra consigo cogido del brazo. No le gustan los llorones, comenta. Si hay algo que odia son los llorones.

—Ha perdido un zapato —dice Alice—. Es que ha perdido un zapato…

—¡A la mierda el zapato! —sentencia Rosa.

Caminan por las vías del tren, con John-John en volandas entre las dos. Y de repente se cruzan con una señora que lleva un ramo de flores.

—¿Está triste? —les pregunta la mujer mientras mira al pequeño, que no para de sorberse los mocos.

John-John se ha meado encima, sus muñecas están rojas porque se las han agarrado con mucha fuerza.

—¡Mamá! —grita. Y entonces la mujer ladea la cabeza y les pregunta si necesitan ayuda.

Rosa dice que no, que se las apañan muy bien solas, y que sólo van a llevar a su hermano pequeño a casa, con su madre.

—Se ha escapado —explica—. Al muy pillo le gusta escaparse de casa.

Cuando echan a andar de nuevo, Alice siente cómo la mirada de esa mujer se le clava en la espalda. Quiere darse la vuelta y gritarle que sí, que necesitan ayuda: que, por favor, alguien se lleve a ese niño antes de que ocurra una desgracia.

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