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Capítulo 5

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Dos horas después de la conversación entre Olivia y Pilar Cienfuegos, y tras varios cruces de llamadas, Matías Adaro, director de El Diario; Ángel Espín, redactor jefe; Carolina Vázquez, jefa de la sección de Regional y Roberto Dorado, jefe de la sección de Comarcas, entraban en la redacción del periódico.

Se saludaron sin mucha ceremonia y ocuparon sus sillas en «la pecera». Así era como se referían a la sala donde tenían lugar las reuniones de redacción diarias. Era un cubo totalmente acristalado, sin más mobiliario que una mesa ovalada de madera y una docena de sillas.

Tomó la palabra el director Adaro:

—Buenos días a todos. Gracias por venir. Vamos al grano. Como ya os he adelantado por teléfono, tenemos un muerto en Noreña, encontrado a eso de las tres de la mañana. Disponemos de una foto del lugar de los hechos a tiempo real. Y esa información, de momento, solo está en nuestro poder.

—Esa chica —enfatizó Ángel Espín aludiendo a Olivia— es como el perejil. Está en todos los cocidos.

—Gracias a ese «perejil», a los de Las Noticias y El Ideal se les ha atragantado el desayuno en más de una ocasión —la defendió Roberto Dorado, superior directo de Olivia.

—Yo solo digo que entre lo mucho y lo poco hay un término medio. Y esa chica parece no tener vida propia —protestó Espín, molesto por haber tenido que dejar la cama cuatro horas antes de que sonara el despertador.

—¿La tienes tú? —saltó Carolina Vázquez que, hasta el momento, se había mantenido en silencio.

—En esta profesión, nadie. Por eso estamos aquí ahora, ¿no? —atajó Adaro—. Bien, al grano. Tenemos poca información, pero solo la tenemos nosotros. Si la publicamos en el digital, soltamos la liebre. Si no lo hacemos y aguantamos la noticia para la edición de papel, corremos el riesgo de que nos la pisen.

—Hay que publicarla en el digital. Es más, esa información ya debería estar en la red —aseveró Roberto Dorado.

—Opino lo mismo —ratificó Carolina Vázquez—. Cuanto más tiempo demoremos la publicación, más ventaja le damos a la competencia.

—¿Ángel? —preguntó Adaro dirigiéndose al redactor jefe.

El interpelado se tomó unos segundos para reflexionar.

—Publiquémosla ya —sentenció—. No es la primera vez que nos vemos en una de estas. Y estoy seguro de que en Las Noticias la publicarían, aunque solo fuera para darnos en las narices bien temprano por la mañana.

—Está bien. ¿En Regional o en Comarcas?

Carolina se adelantó:

—En Regional.

—¿Por qué? —protestó Dorado—. Es un tema de Comarcas. Encaja perfectamente en mi sección.

—Pero lo hace aún mejor en la mía. Es un suceso en el que van a intervenir la Judicial, la Científica y al que es bastante probable que se una el Grupo de Homicidios de la Jefatura Superior de Asturias, eso sin contar la instrucción. Se sale del alcance de Comarcas.

—Está bien —aceptó Dorado a regañadientes.

Adaro cogió el teléfono de sobremesa y llamó por línea interna a Pilar Cienfuegos.

—Pilar, hay que reestructurar la apertura de Regional en el digital. Abre Olivia, a cinco columnas. Media página. Encabézala con la foto y si puede ser a cinco, mejor. No tendrá demasiada información, así que hagamos que el cuerpo del texto no sea excesivamente grande. No quiero mucho relleno.

Cuando colgó, se dirigió a Vázquez y a Dorado.

—Haremos un seguimiento pormenorizado de la noticia. Hablaré con Olivia personalmente, pero para que no haya dudas: me interesa el lado humano. Quiero el nombre de la víctima hoy, que hable con su familia, amigos, compañeros de trabajo… Lo que no quiero, y esto que quede muy claro —añadió haciendo una pausa para dar énfasis a sus palabras—, es que ella haga el trabajo de la policía. ¿Entendido?

—Eso es pedirle peras al olmo —bromeó Dorado.

—No es cosa de broma, Dorado. Esta mañana me reuniré con el departamento jurídico para tener claros los límites legales. No quiero embarrarme.

—Las instrucciones están claras. Ahora ponle puertas al mar. —Dorado conocía lo suficiente a Olivia como para saber que no se conformaría con el lado humano de la noticia.

—Hablaré con ella —contestó el director muy serio—. No publicaremos nada que yo no haya autorizado. Antes de comer volveremos aquí a poner encima de la mesa lo que tenemos. Y a media tarde, haremos lo mismo. Quiero cautela. Carolina, Roberto —continuó dirigiéndose a los dos periodistas—, trabajaréis codo con codo en este tema. Roberto, tú le marcarás las directrices que salgan de este despacho a Olivia.

—Bien —respondieron al unísono.

—Pues a trabajar.

La comitiva se levantó y salió del despacho.

Adaro cogió el teléfono y marcó la extensión de Pilar Cienfuegos.

—Llama a Olivia, coméntale cómo va a salir la noticia y después, pásamela.

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