Animal
Capítulo 35
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Olivia estaba en la gloria. Sentada en una terraza desde la que podía contemplar la belleza de uno de los torreones de la muralla, con el sol acariciándole el rostro, un vino de godello a medio terminar y la satisfacción del trabajo bien hecho. El viaje había merecido la pena.
Era el momento de llamar a Roberto Dorado para ponerle al día.
Dorado contestó de forma inmediata, casi como si hubiera estado pegado al teléfono a la espera de la llamada de Olivia.
—¡Ya era hora! En la reunión de mediodía no he podido más que dar largas —gruñó Dorado sin saludar siquiera—. ¿Qué tienes?
—Pues mucho —contestó Olivia divertida. A veces encontraba satisfacción en provocar a su jefe.
—Venga, Olivia. Que no estoy de humor.
—Está bien. Tengo otra apertura. Y te va a encantar. Guzmán Ruiz fue despedido del banco en el que trabajaba en Lugo por robar.
Al otro lado del teléfono sonó un silbido.
—Explícate —pidió Dorado.
—Guzmán Ruiz empleó el mismo método que Pepe el del Popular para estafar en torno a diez millones de euros.
—Espera, Olivia. Voy a avisar a Adaro, a Ángel Espín y Carolina Vázquez. Tienen que oírlo. Es un bombazo.
El teléfono enmudeció. Durante unos segundos, Dorado mantuvo a Olivia en espera. Imaginó a su jefe atravesando la redacción corriendo en busca del redactor jefe y de la jefa de Regional.
—Olivia, estamos todos. Te pongo en manos libres.
—Hola a todos. Resulta que Guzmán Ruiz era un ladrón. Robó diez millones de euros con el método de los plazos fijos.
Olivia les explicó de forma detallada el entramado financiero que había montado Ruiz para estafar el dinero. Cuando terminó la explicación, las reacciones no se hicieron esperar.
—¿Se puede publicar tal cual, Olivia? —Era Adaro, el director, quien hablaba.
—Sí. Es más, lo tengo grabado. El director, De Marcos, solo puso dos condiciones que hay que respetar: no mencionar ni su nombre ni el del banco.
—No hay problema —aceptó Adaro—. Pásanos la grabación. Se la haré llegar al departamento jurídico. Te pido una apertura.
—Está bien. Os la paso por correo.
—¿Cuándo vuelves? —inquirió Dorado con urgencia.
—Ahora mismo cojo el coche.
—Olivia, ¡buen trabajo! En cuanto llegues, ponte a escribir —ordenó Adaro dando por finalizada la improvisada reunión.
—Olivia, espera. No cuelgues —le pidió Dorado con tono excitado. Olivia oyó cómo volvía el murmullo de fondo de la redacción, señal de que Dorado ya estaba fuera del despacho—. ¿Has leído El Ideal o Las Noticias? —preguntó.
—No he tenido tiempo aún, la verdad. ¿Nos han pisado? —preguntó Olivia preocupada.
—No, al contrario. Van a rebufo nuestro. En la edición de papel se limitan a contar más o menos lo mismo que el día anterior. Y en la digital, te siguen fusilando de forma descarada. Han conseguido una foto de carnet de Ruiz que han publicado en pequeño, a modo de detalle.
Olivia se sintió satisfecha. La sensación de ir por detrás también la conocía y no era agradable. Y menos teniendo a Roberto Dorado como jefe.
—Adaro está que no mea —continuó Dorado emocionado—. Es el tema estrella. No habla de otra cosa, así que procura no cagarla, ¿de acuerdo?
«Vaya —pensó Olivia resignada—, se acabaron las palmaditas en la espalda».
—Trataré de estar a la altura de las expectativas —ironizó.
La conversación se alargó unos minutos más en los que Olivia le explicó cómo quería la maquetación de la noticia, sobre todo porque no contaba con fotografías con las que ilustrar el texto. Tendría que tirar de archivo, de manera que tampoco podían tener protagonismo excesivo en el cuerpo de la noticia. Ultimó los detalles con Dorado y se despidieron.
Olivia apuró lo que le quedaba de la copa de vino y pagó la consumición.
Se disponía a abandonar la mesa con cierta pereza porque el día y su estado de ánimo la invitaban a holgazanear, cuando sonó el clic característico cuando le entraba un correo electrónico en el móvil.
Lo abrió con despreocupación. El asunto del correo la hizo estremecerse y el contenido provocó que vomitara hasta el desayuno de esa mañana.