Angel

Angel


40

Página 46 de 47

40

En el trayecto de regreso Cassie logró dormir algunas horas, montada frente a Angel y con su pecho como almohada. El hizo que el viaje fuera lento y suave, pero no antes de ofrecerle una confesión en voz baja y gruñona:

—Que me maten si quiero llevarte a casa. — Ambos estaban recordando el beso y el aplastante abrazo que él le había dado en aquella reliquia de cabaña. — Si tu madre no estuviera esperando...

No concluyó y Cassie no dijo nada. Pero se durmió sonriendo... y más decidida que nunca a quedarse con Angel.

Entraron en el patio del Lazy S cuando el sol comenzaba a asomar. Catherine esperaba en el porche para saludarlos. Esa noche no había dormido.

Después de un abrazo capaz de romper espaldas, Cassie impidió cualquier interrogatorio con un rápido:

—Después conversaremos, mamá. Primero tengo que acordar algo con Angel. — Y se volvió hacia él para agregar: — No te vayas. Vuelvo enseguida.

Entró corriendo mientras ambos la seguían con la vista. Por fin Catherine miró a Angel que no había subido sino la mitad de los peldaños para mantenerse a distancia de ella.

—¿Los mataste? — preguntó.

—¿Con ella presente? No.

—Yo lo habría hecho.

Él no lo puso en duda.

—Cassie tiende a alterarse cuando me imagina matando a la gente. Hace locuras para impedirlo. Hasta quiso desafiar personalmente a Rafferty Slater para que no se midiera conmigo.

Catherine digirió eso con lentitud y mucho miedo aunque su expresión no cambió. Obviamente, su hija estaba dispuesta a todo para que él no resultara herido, pero no pensaba mencionarlo. Enarcó una ceja.

—¿Qué hizo por el que está vivo de los Slater?

—Comenzó a regañarme en vez de darme las gracias por sacarla de allí.

—Entonces debo ser yo quien te agradezca.

—No hace falta.

Ella no lo había pensado.

—¿Sabes qué es lo que quiere acordar contigo?

—No.

Catherine temía saberlo, pero no quiso prevenirlo. Un pistolero por yerno. Bueno, quizás había cosas peores. Con un suspiro de resignación decidido:

—Haré avisar al comisario para que se encargue de esos hombres. Di a Cassie que tú ya me explicaste todo. Me voy a acostar.

Angel quedó ceñudo ante la puerta que se había cerrado tras ella. ¿Lo dejaba a solas con su hija? ¿La misma mujer que había querido alejarlo todo lo posible de Cassie?

Cuando la joven salió al porche encontró a Angel con un brazo enlazando el cuello de Marabelle mientras le rascaba las orejas con la otra mano.

—¿Cuándo ocurrió eso? — preguntó incrédula. — ¿Qué cosa?

—Ese buen entendimiento entre tú y Marabelle.

—¿Y por qué no? — inquirió él, todo inocencia — No es más que un minino grande.

Cassie resopló para demostrar que no le creía. Él se limitó a sonreírle, pero notó que ahora estaba armada. Entonces volvió a fruncir el entrecejo, rápido y furioso.

—¿Dónde piensas ir con eso? — acusó. — A ninguna parte.

—¿Y para qué te lo has puesto?

—Porque te desafío a desenfundar, Angel.

—Ni pensarlo.

—¿Quieres ese divorcio o no?

La expresión del pistolero se tornó más sombría.

—¿Qué tiene eso que ver con lo otro?

—Si ganas iré directamente al despacho del abogado para iniciar los trámites.

—¿Y si ganas tú?

—No habrá divorcio.

Angel se quedó muy quieto, con los ojos clavados en los de ella.

—¿Por qué quieres correr ese riesgo?

—Parece ser mi única oportunidad de... retenerte.

—¿Quieres seguir casada conmigo?

Tanto asombro hizo que ella demorara una respuesta decisiva. En cambio dijo:

—En cierto modo, me he acostumbrado.

—Está bien, desenfundaremos — dijo él subiendo lentamente al porche para ponerse a su lado—. Pero no puedes vencerme, tesoro.

Eso la hizo sonreír.

—A lo mejor te llevas una sorpresa, Angel.

Pocos segundos después él estaba bien sorprendido. Cassie era casi tan rápida como él. Pero la sorpresa fue aun mayor para ella, porque él había desenfundado con tanta lentitud que hasta un niño habría podido vencerlo. La dejaba ganar. Cuando se le ocurrió el porqué, corrió hacia él para echarle los brazos al cuello.

—¡Perdiste! — exclamó feliz.

—Eso es lo que tú crees — replicó él, antes de que su boca encontrara la de ella y la dejara sin aliento.

Largo rato después Cassie dijo:

—No comprendo. ¿No querías el divorcio?

—¿Por qué crees, tesoro mío, que no impedí la boda?

—Porque no podías dominar a los MacKauley.

—¿No?

Ella dilató los ojos. Lo había visto girar y desenfundar en un abrir y cerrar de ojos. Aquella vez habría podido evitar que Richard le quitara el arma. Y al caminar hacia la casa estaba tan cerca de Frazer que bien pudo desarmarlo y poner fin a todo allí mismo.

—¿Y por qué te enojaste tanto conmigo ese día? — quiso saber.

—Porque prácticamente les suplicaste que no lo hicieran.

—Eso fue porque me moría de miedo pensando que los ibas a matar a todos.

—¿Esa era la única razón?

—En realidad, sí — confesó ella algo ruborizado—. Por mi parte, no me molestaba mucho casarme contigo. Por supuesto, me preocupaba pensar en lo que diría mamá.

—¿Todavía te preocupa?

—En realidad, no. Aunque no lo creas, está mucho más blanda desde que ella y papá volvieron a hablarse.

—No, no lo creo.

Cassie se echó a reír.

—¿Te conté que él vendrá a visitamos? No me sorprendería mucho que volvieran a unirse muy pronto.

—Y nosotros, Cassie, ¿volvemos a unirnos?

—Espero que hoy mismo recojas tus cosas y vengas a instalarte aquí. — No estoy seguro de que sea prudente.

—¿Por qué? Ya conoces la casa de punta a punta. Es una copia exacta de la de mi padre.

Pasaba deliberadamente por alto la verdadera objeción de Angel, era seguro que la madre se opondría. Por el momento él se lo permitió.

—¿Llegaste a averiguar por qué la construyó así?

—No del todo. Supongo que fue para conservar vivos los recuerdos.

—Por eso y porque todavía me ama — dijo Catherine tras la ventana más próxima a ellos.

Cassie y Angel se volvieron hacia allí sólo para ver que la madre abandonaba el puesto desde donde había estado escuchando para alejarse. Ambos estallaron en una carcajada.

—Dijo que iba a acostarse — contó Angel.

—¿Sin saber qué estaba pasando? Mi madre no es capaz de eso.

—Habrá ido a buscar su revólver.

Cassie le sonrió de oreja a oreja.

—Ya no tienes por qué preocuparse de eso. Por si no te has dado cuenta, acaba de darnos su bendición al no decir nada.

—No me di cuenta.

—Con el correr del tiempo llegarás a conocerla. No hay prisa.

El la estrechó contra sí.

—No imaginas lo agradable que me suena eso.

—Dime cuánto.

Lo estaba poniendo en aprietos. Las palabras no le surgían con facilidad.

—No sé cómo llegué a quererte tanto, Cassie. Diablos, no podía pasar un solo día sin pensar en ti, sin desear que fueras mía.

—¿Me estás diciendo que me amas, Angel?

—Creo que sí. Pero no vas a convertirme en ganadero.

Ella le besó la cara riendo.

—No pienso intentarlo. — Pero sus impulsos entrometidos la obligaron a agregar: — En el próximo comisario de Cheyenne, tal vez.

Ir a la siguiente página

Report Page