Angel

Angel


41

Página 47 de 47

41

—Si no me equivoco, es la primera vez que veo a Colt Thunder de traje — dijo Cassie a Angel mientras la pareja de recién casados circulaba entre los invitados—. ¿Y sabes cuánto tiempo hacía que no se cortaba el pelo?

—Lo sé — replicó Angel—. En la iglesia me costó reconocerlo. Por mi parte, habría esperado a la primavera, pero dudo de que haya pensado en las orejas frías al tomar la decisión. Yo diría que ha dejado el pasado atrás, por fin, gracias a la duquesa.

—Siempre hace falta una mujer...

—No siempre.

—Casi siempre, para ser justos.

El bufó.

—Con una opinión como esa no me extraña que te entrometas. — Luego sus ojos negros tomaron un dejo de advertencia. — Pero te quitaremos ese hábito, ¿no?

—Lo intentaremos — corrigió ella, aunque no lo miraba: a los ojos.

—Cassie...

—Enseguida vuelvo.

El miró ceñudo la espalda que se alejaba poniendo fin a ese tema. Pero al cabo de un momento sonrió para sí. Ya había decidido tener paciencia. Cassie no sería Cassie si dejaba de entrometerse en los asuntos ajenos. De cualquier modo, ella no tenía por qué enterarse tan pronto. Angel quería algunas semanas de paz, por lo menos, antes de verse obligado a matar a alguien para defenderla.

Cassie se dirigió hacia su madre, segura de que Angel no la seguiría hasta allí para continuar con la conversación. Esa mañana lo había puesto nervioso encontrarse en el comedor de Catherine al entrar ella ante la clara indicación de que estaba instalado allí. Pero su suegra se había limitado a decir: "¿Quedan huevos revueltos?". Eso no logró tranquilizarlo. Haría falta tiempo.

—Mira, tendré que organizar también algo como esto — dijo Catherine a su hija.

—¿Qué cosa?

—Una boda. No estuve en la tuya y, puesto que no vas a deshacerte de ese pistolero, deberías casarte con él como Dios manda.

Cassie sonrió alegremente.

—¿Lo dices en serio, mamá?

Catherine suspiró.

—Por desgracia, sí. — Pero tuvo que agregar: — ¿Estás segura, pequeña?

No hacía falta aclarar a qué se refería.

—Lo amo, mamá. No puedo estar más segura.

—Está bien — dijo la madre. Luego le advirtió—: No podrás convertirlo en ganadero.

—No pensaba intentarlo.

—¿Por qué?

—Sería malgastar sus habilidades de pacificador.

—¿Pacificador, Angel? ¿Has estado bebiendo el ponche preparado por Chase?

Cassie se echó a reír.

—Yo tampoco lo habría creído, mamá, pero es cierto que Angel tiene esa habilidad. Mira lo que consiguió allá, en Texas. Yo no hice sino poner las cosas en movimiento; fue él quien posibilitó el fin de esa guerra familiar. Además, tú y papá habéis vuelto a hablaros... y tal vez haya algo más. Eso también fue hechura de Angel.

Catherine no corrigió ese “algo más”. En cambio dijo:

—Es una total contradicción asociar con la paz a un hombre que lleva una vida tan violenta.

Cassie se limitó a encogerse de hombros.

—Su modalidad es un poquito diferente de la de Lewis Pickens.

—¿Un poquito?

—Bueno, bastante. El señor Pickens se esfuerza por pacificar mientras que Angel no lo hace intencionalmente. Pero básicamente logran lo mismo. Fíjate en el oficio de Angel. Resuelve los problemas de la gente, mamá. Donde había discordia deja la paz. Es un pacificador. Sólo que no lo sabe.

—Te aconsejo que no lo divulgues. Él podría oponerse a que blanquearas su reputación.

Cassie sonrió abiertamente.

—Esperaré algunos años antes de indicárselo.

—¡Sagaz, la niña!

—Bonito traje.

Colt apenas logró no fulminar a Angel con la vista. Ya le habían dicho eso muchas veces. Pero eso no le impidió satisfacer su curiosidad.

—Sé que hoy apareciste con ella colgada del brazo, pero ¿vas a seguir casado con Cassie Stuart o la estás protegiendo de alguien?

—Ya no estoy tan seguro de que no sepa protegerse sola — dijo Angel—. ¿Sabías que es casi tan veloz como yo para desenfundar?

—¿Quién crees que le enseñó?

—¿Tú? — exclamó Angel asombrado.

—Le enseñé los rudimentos. Por entonces era apenas una criatura. Creo que ha estado practicando.

—Al parecer, sí.

—Pero su madre no le permite hacer mucho más que llevar la contabilidad del rancho. No me extraña que se entrometa en la vida ajena, con tanto tiempo libre entre las manos.

—Ya no tendrá tanto — prometió el pistolero.

—¿Conque seguís casados?

—Que alguien intente separarnos y veremos. Lo dijo con tanta energía que Colt se echó a reír.

—Bueno, no me mires a mí. No pensaba intentarlo.

Angel sonrió mansamente.

—Lo que me hace sentir... todavía no me he acostumbrado a eso.

—Estás cambiado, sí.

—¿En qué sentido?

—Nunca pensé que tú pudieras pedir un favor — comentó Colt.

—Yo tampoco, pero no te preocupes. Como no hiciste nada, seguimos en paz.

—¿Qué estás diciendo? — acusó Colt—. La estuve vigilando.

—No lo hiciste muy bien. Ayer estuvo a punto de hacerse matar.

—¿Por entrometerse?

—Indirectamente. Fue el final de algo que había iniciado en Texas. — Colt meneó la cabeza.

—Diablos, buen trabajo te has buscado al casarte con esa. — Angel sonrió.

—Lo sé. Pero ¿qué ha sido de ti? Yo estaba convencido de que no te entendías con la duquesa.

Los ojos de Colt buscaron a su esposa al otro lado de la habitación. Sonrió.

—Me acostumbré a ella.

—Ha de ser contagioso — comentó Angel buscando a su vez a Cassie—. Yo acabé teniendo el mismo problema.

—¿Conque el señor Kirby resultó útil a fin de cuentas? — Preguntó Cassie.

Por fin se había decidido a preguntar a Angel si había descubierto quiénes eran sus padres. No esperaba que él respondiera afirmativamente tan pronto.

—¿Supongo que te vas a atribuir ese mérito?

—Por cierto. — Ella esperó. Como no hubo respuesta le hundió un dedo en el pecho.

—¿Y bien? ¿Cómo te llamas?

—Angel.

Ella se echó a reír.

—¿O sea que no era un apodo cariñoso?

El meneó la cabeza.

—El apellido es O'Rourke.

—¿Irlandés? Bueno eso sí que no lo esperaba. Pero me gusta cómo suena, Cassandra O’Rourke. Suena mucho mejor que Cassandra Angel. ¿Averiguaste dónde están ahora?

—Mi padre murió antes de que mi madre y yo viajáramos a San Luis. Ella aún vive allí.

—Lamento lo de tu padre, pero has de saber que no te dejaré en paz hasta que vayas a visitar a tu madre.

El la estrechó por la cintura.

—Esta vez no puedes entrometerte, tesoro. Ya lo hice.

—Estaba segura — dijo Cassie muy ufana—. ¿Cómo es?

—Maravillosa. Toda su familia es una maravilla... con una sola excepción. Pero ni siquiera él me desagrada.

—¿De qué familia hablas?

—Ella volvió a casarse. Tengo tres medio hermanos, dos varones y una niña, y hasta dos hermanastros. Katey, mi hermana, es una delicia. Te encantará, Cassie. No podrás evitarlo. Quiere ser vaquera. Se pasó todo el tiempo pidiéndome que le enseñara a disparar.

—¿Lo hiciste?

—No. De nada le serviría.

—Cuando venga a visitamos le servirá. — Él le dedicó una ancha sonrisa.

—Le enseñarás tú.

—Por supuesto. ¿Y cuál es la excepción que mencionabas?

—El mayor de mis hermanastros, Bartholomew.

Ella frunció el entrecejo pensativa.

—Ese nombre me suena muy conocido, no sé por qué.

—Posiblemente porque lo conociste estando en San Luis. — Ella ensanchó los ojos.

—¡Bartholomew Lawrence! ¿Es hermanastro tuyo?

—Los dos nos sorprendimos por igual cuando se incorporó a la reunión. Claro que yo ya había tenido un intercambio de palabras con él en tu hotel porque le oí hablar de ti. Me alegra decir que estuvo a punto de desmayarse... otra vez.

—¿Qué le dijiste la primera vez para que se desmayara?

—No mucho — replicó él, inocente.

Ella resopló.

—Bueno, no se lo menciones a mi madre. Tuvo que soportar su grosería y estuvo a punto de enfrentarlo con su arma.

—Tu madre comienza a resultarme más simpática. — Eso mereció una mirada agria que lo llevó a agregar: — En realidad, estoy agradecido al viejo Bart.

—¿Por qué?

—Es muy grato saber que no soy la única manzana podrida de la familia.

Cassie se ofendió.

—No eres ninguna manzana podrida. Sé perfectamente que no puedes ser más dulce.

Él le sonrió.

—No lo divulgues. Arruinarías mi reputación.

—Hablaba de tu sabor, tesoro.

Los ojos se le encendieron inmediatamente.

—¿Por qué no vamos al granero de Jessie y Chase? La última vez que estuve allí tenían un henar estupendo.

—Pero hará frío.

—Prometo mantenerte abrigada.

Chase y Jessie tenían un hermoso henar ciertamente. Cassie no recordaba haber apreciado nunca un buen lecho de heno como en ese momento. Tendida en los brazos de su esposo no tenía prisa alguna por volver a la fiesta.

—Mira, Cassie, si no hubieras aceptado seguir casada conmigo, habría venido a ti una noche al mes hasta dejarte embarazada.

Ella se incorporó para mirarlo.

—¿Después de haber dicho que no tenías intenciones de hacerme un hijo?

—Por entonces no las tenía. Pero ahora es lo que más me gustaría. Además, había llegado a un punto en que hubiera hecho cualquier cosa por retenerte.

Ella le encerró la cara entre las manos para acercarle la boca.

—No tenías más que pedirlo, Angel — dijo contra sus labios—. Nunca hizo falta otra cosa.

Has llegado a la página final

Report Page