Angel

Angel


27

Página 33 de 47

2

7

Cassie no partió de Texas al día siguiente como tenía planeado. Pasó la noche en una silla de la sala donde se había quedado dormida esperando a Angel. Al despertar, con el sol entrando a raudales por las ventanas, comenzó por subir al cuarto de su marido. Allí descubrió que la cama estaba intacta; las alforjas habían desaparecido del rincón y no había en el cuarto señales de que él lo hubiera ocupado en ningún momento.

A continuación corrió al establo, pero allí encontró lo que ya esperaba. El caballo de Angel no estaba. Él se había ido. Cassie se sentó en el suelo y se echó a llorar.

Después de enjugarse los ojos, decidió que no habría tenido el coraje de pedir a Angel que se quedara, aun si hubiera tenido la oportunidad. Después de todo, el rechazo era algo horrible. Tenía que dar las gracias por haberío evitado. En ese caso, ¿por qué no se sentía mejor?

Llegó al granero arrastrando los pies, aunque no le importaba mucho el estado de ánimo en que pudiera estar su madre. Simplemente, no quería hablar de Angel, por lo menos por el momento. Y tuvo un breve alivio, pero sólo porque sus padres aún dormían... juntos, en un lecho de heno.

Cassie no trató de interpretar esa proximidad. Se limitó a dejarles las puertas sin tranca y volvió a la casa. Pero cuando acabó de bañarse y ponerse ropa limpia la madre estaba llamando a su puerta.

—Lo que hiciste a tu mamá fue algo muy feo, Cassie — fueron sus, primeras palabras.

—Lo sé — replicó Cassie tranquilamente dejándose caer en la silla de lectura—. Habría sido preferible encerrarme allí con Angel.

—Oh, no. Tu padre tiene razón. No debes estar sola con ese hombre.

—No tienes por qué preocuparse — replicó Cassie en voz baja, levantando las rodillas para apoyar en ellas el mentón—. Ya se fue.

—Bien.

—¿Por qué "bien"? Ni siquiera lo conoces, mamá.

—Claro que sí — replicó Catherine—. En Wyoming no hay quien no lo conozca.

—Te refieres a su reputación. Pero no sabes cómo es en realidad.

—Tampoco pienso averiguarlo. Tu padre me contó lo ocurrido. Y...

Cassie levantó la vista sorprendida.

—¿Hablaste con papá?

—No cambies de tema — observó Catherine severa—. Sólo quiero hacerte una pregunta. ¿Por qué demonios dijiste a esa gente que era tu prometido?

—Porque él iba a decirles su verdadero nombre. Y por entonces los ánimos estaban demasiado caldeados. Tuve miedo de que se hicieran una idea equivocada y creyeran que yo lo había contratado para combatir contra ellos.

—Lo cual es lo que deberías haber hecho. Al fin y al cabo, a eso se dedica.

—Fue por mí que empezó todo esto, mamá — apuntó Cassie exasperada.

—Y por lo que supe anoche, lo compusiste perfectamente. Bueno, no importa cómo hayas acabado casada con él. Será muy fácil disolverlo. Antes de partir nos encargaremos de eso.

—No.

Catherine se detuvo junto a su hija.

—¿Cómo que no?

Cassie dejó caer la cabeza en las rodillas.

—Prometí a Angel esperar hasta volver a casa... por si hubiera que pensar en un bebé.

—Un... ¡Oh, Dios!, ¿por qué pienso de pronto en esa pobre mujer de anoche? ¿Cómo se llamaba? ¿Dotty?

—Dorothy Catlin. Pero es sólo una posibilidad, mamá.

—¿Sólo? — Catherine se inclinó hasta que las cabezas quedaron juntas para rodear a Cassie con sus brazos, con rodillas y todo. — Mi pobre pequeña. Has sido muy valiente al no llorar. ¿Y por qué tu padre no mencionó esa parte? ¿O no sabe que ese hombre te violó?

Cassie se irguió para decir con indignación:

—No hubo nada de eso, mamá.

—¿No? — Catherine confundida cambió rápidamente de tono. — Bueno, ¿por qué?

—Obviamente porque no fue necesario.

Catherine digirió eso junto con la sequedad del tono con que fue pronunciado.

—Casandra Stuart, no te atrevas a decirme que...

—Es demasiado tarde para sermones, mamá, ¿no te parece?

Catherine tuvo que ceder en ese aspecto.

—Supongo que sí. — Luego suspiró. — Oh, pequeña, ¿cómo se te ocurrió cometer un error tan tonto?

—Él me quería — respondió la joven simplemente—. Y por entonces era lo único que me importaba. Eso y un pequeño detalle, que yo también lo quería.

—Preferiría no enterarme de esto.

—Y yo preferiría no hablar — dijo Cassie fastidiada—. Ni siquiera me explico por qué me deseaba.

Catherine se ofendió.

—No digas tonterías. Eres una muchacha hermosa. ¿Cómo no iba a desearte?

Cassie descartó eso con un ademán de la mano.

—Es lógico que pienses así porque eres mi madre. Pero yo sé bien que los hombres no me ven muy atractiva.

Catherine sonrió.

—¿Y eso te molesta?

—No es divertido, mamá.

—En realidad sí, porque cuando yo tenía tu edad pensaba exactamente lo mismo. No tenía un solo pretendiente aunque no faltaban buenos partidos en mi ciudad. De pronto me encontré, no con uno, sino con tres pretendientes, tan empecinados en conquistarme que aquello se me hizo bochornoso. No podía ir a ninguna parte sin que aparecieran uno o dos; a veces, los tres.

—Había muchas riñas y celos, aunque esos hombres eran amigos de toda la vida. Aquello terminó en una verdadera pelea, en que uno de ellos desafió a los otros dos... al mismo tiempo. Ganó por muy poco, pero a mí me pareció tan romántico que ese mismo día lo acepté.

Era tu padre.

—No se parece en nada a mi caso, mamá. Tú eres una mujer hermosa.

—¿Y tú sigues pensando que no lo eres? Bueno, voy a decirte un secreto, pequeña, algo que tu padre me confesó cierta vez. Dijo que yo me había metido dentro de él poco a poco. Un día notó que yo era más bonita de lo que había pensado. Nos conocíamos desde hacía años, ¿sabes?, y él nunca me había prestado atención. También dijo que a partir de entonces, cada vez que me veía me encontraba más bonita. Por fin le parecí la mujer más hermosa del mundo.

—¿Me estás tomando el pelo, mamá?

—Ni por asomo. Trato de decirte que tu belleza es algo fuera de lo común y requiere acostumbrarse, igual que en mi caso. Con la madurez se me rellenaron las facciones y adquirieron líneas más tradicionales. Supongo que lo mismo pasará contigo. No pasará mucho tiempo sin que los hombres te encuentren encantadora a primera vista, no semanas después.

Cassie no pudo dejar de reír.

—Es un bonito cuento, mamá, pero no me convences.

—¿No? Bueno, supongo que ese pistolero estuvo aquí el tiempo suficiente para que empezaras a gustarle mucho. ¿No te das cuenta de por qué te quería? Creo que el hombre no pudo evitarlo.

Ante eso Cassie enrojeció, pero sólo porque deseaba con toda su alma que fuera cierto. No lo era, desde luego, y de cualquier modo ya no importaba. Así lo dijo.

—Ya no importa. Se ha ido y espera que yo pida el divorcio.

—Y no vamos a desencantarlo, por cierto — aseguró Catherine.

Era evidente que a su madre no le gustaba Angel, pero ese último comentario sentó mal a la joven. Quería cambiar de tema y sabía exactamente cómo hacerlo.

—Bueno, ¿y de qué hablaste con papá, después de estos veinte años?

—No es de tu incumbencia — replicó Catherine.

Y salió antes de que su hija pudiera seguir escarbando.

Ir a la siguiente página

Report Page