Andrea

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ANDREA

Con sabor a mujer

 

 

Sentía que tenía que correr con más fuerza, a pesar de lo fría que estaba la noche y lo débil que ella se encontraba. El tiempo se le agotaba, sí, como se le agotaba cada segundo de su vida. Su única oportunidad para ser feliz se había ido al pique. Se había ido incluso en aquel instante en que la propia vida le había arrebatado los recuerdos de aquel pasado que poco a poco volvían a su memoria.

   Y junto a ellos, aquel dolor que se albergaba dentro de ella y la herían tras aquellos recuerdos de sentirse como una dulce y amarga mentira.

    Sí, debía seguir corriendo, al menos debía llegar a aquel lugar y evitar aquel desastre. ¿Qué más le quedaba? Solo una única razón de sentirse que no era una mala persona. Nunca lo había sido realmente, aunque hubo un momento en que ciertas circunstancias la llevaron a hacer algo de lo que ahora se arrepentía aún más. Mucho más que antes.

   El aire se le escapaba, al mismo tiempo, en que las lágrimas escapaban de sus ojos, sino llegaba a tiempo no tendría tiempo de detener a quien la había arrastrado a aquella vida, o parte de aquella vida que ahora vivía. Nadie volvería a creer en ella. Jamás. Ni siquiera aquella persona que siempre la había amado.

Londres. Enero  1812

   Danielle Spencer había nacido bajo una mañana fría en aquel invierno de 1812. Bajo un invierno insoportable y una vida que le traería tantos dolores y secretos que la habían llevado a convertirse en una dulce y amarga mentira, aunque ese no había sido el futuro que desearon sus padres para ella.

   Su padre era el tercer hijo del marqués de Beverley. El hijo menor que había decidido desde muy joven tomar una carrera como un célebre militar en las Indias Occidentales, sabiendo que no heredaría más que ser un simple lord. Su matrimonio había sido una deshonra y humillación para su familia, quienes rechazaron aquella unión al saber el origen de su esposa. Y con su nacimiento había terminado de hundir el orgullo de aquella familia, quien veía la sangre de su prestigiosa e ilustre familia unida a la de una simple plebeya.

   Sin embargo, su padre había procurado en que la infancia de su única hija fuese feliz y pasara por encima de aquellos por menores, alejándola de aquel desprecio que le tenía su familia paterna. Aquel amoroso hombre había procurada que su ahora única familia fuese realmente feliz, que jamás le faltara nada, a pesar de haber sido repudiado como integrante de aquella familia Spencer que se quedaba atrás en Inglaterra. Aquel hombre había aprendido a comprender que nada necesitaba más que a su esposa y a su hija, en aquel país extranjero. Su nuevo hogar: La capital de la India británica.

   Pero el futuro era algo incierto en sus manos, al igual que todo aquello que le deparaba, mucho más cuando las relaciones en aquel país empezaron a ponerse tensas.

_ Mañana debes irte…_ le había dicho aquel hombre a su esposa_. Debes cuidar de nuestra hija hasta que yo regresé…

_ Brandon…

_ Debes regresar a Surrey y buscar a mi prima. A Eleanor… Ella siempre me ha ofrecido su sincera ayuda si algún día la necesito con urgencia, como me veo en la obligación en este momento. Sabes que ella también te aprecia y no te culpa por haberte casado conmigo.

_ Tengo miedo de no volverte a ver…_ las lágrimas empezaron a recorrer sus mejillas.

_ Te prometo que volveré…_ secó las lágrimas de su amada esposa_ Y las buscaré.

   Se acercó a su hija de diez años, quien también lloraba porque no quería separarse de su padre. Su inocencia no le permitía entender las obligaciones que tenía aún su padre en aquel país.

_ ¿Me prometes que cuidaras a tu mamá?_ le dijo después de besar su frente y abrazarla con ternura.

_ Sí…

_ Las quiero, mis hermosos tesoros…

   Danielle había tenido no tan solo que separarse de su padre, sino de su único amigo:Henry. Lord Henry Wellsby, el hijo del mejor amigo de su padre, quien era mayor que ella tan solo por dos años.

   Aquel día había llorado por primera vez, por causa de dos razones: Una era el tener que separarse de su padre y la otra de su buen amigo, sin saber si volvería a verlos algún día. El tiempo era algo que no entendía. La palabra “futuro” era algo incierto que le hacía sentirse herida por dentro.

_ ¿Por qué lloras?_ le había preguntado Henry aquel día en que se marchaba de Las Indias Occidentales, mientras se las secaba con ternura_. Me hiciste la promesa de que no llorarías…

_ No me quiero ir…_ expresó con su tono infantil.

_ Tienes que irte… Tu padre lo está haciendo por tu bien y el de tu madre.

_ ¿Por qué tienes que quedarte tú?

_ Debo quedarme un poco más de tiempo… Tengo que esperar a que mi abuelo venga por mí. El viaje es largo y no se me permite viajar solo.

_ ¿Puedes venir con nosotras?

_ Me encantaría…_ colocó su otra mano en el rostro de Danielle, tomando aquel rostro con más dulzura_ Pero no puedo. ¿Puedes hacerme una promesa?

_ ¿Cuál promesa?

_ Sea cual sea el tiempo que tengas que esperarme, jamás te olvidaras de mí.

_ Eres mi único mejor amigo. ¿Cómo podría olvidarme de ti?

_ Solo prométemelo…_ dijo mientras recostaba su frente en la de Danielle.

_ Te lo prometo, Henry… Te lo prometo…

   Aquel niño de ojos castaños la miró a los ojos, sonriendo como solía hacerlo cuando estaba con ella. Y se apartó antes de que ella se marchara.

_ Abre tus manos, por favor…

_ ¿Por qué?

_ Solo ábrelas…_ medio sonrió_ Toma. Es para ti… Este medallón era de mi madre y antes de morir me hizo prometerle que se lo regalaría a alguien que fuese para mí importante.

_ ¿Era de tu madre?_ lo miró sorprendida_ No puedo quedarme con él… Es de tu madre.

_ Solo prométeme que lo cuidaras hasta que volvamos a reencontrarnos. ¿Me lo prometes? ¿Me lo prometes, Danielle?

   Ella respiró hondo y asintió. Luego fue ella quien se desprendió de algo especial y se lo entregó en sus manos. Un broche de camafeo que su madre le había obsequiado tiempo atrás. Alejándose luego cuando sus padres la llamaron, era momento de subir al barco. Giró por última vez y se encontró con los ojos castaños de su amigo, quien la miraba lleno de aquella promesa de verse otra vez.

    Sin embargo, la vida les deparaba diferentes caminos.

   Llegar a Inglaterra no había sido tan placentero como su padre y su madre se lo habían prometido. Mucho menos el llegar a aquella casa en Surrey. La tía de la prima de su padre, era una mujer malvada que la había tratado mal desde el día que había entrado en aquella propiedad, que se había convertido en su nuevo hogar, siendo ella tan solo una niña de diez años.Había conocido el significado de la palabra desprecio, incluso había sido víctima de él en muchas ocasiones. Y una en especial.

_ ¡¿Qué le pasó a mi hija?!_ había exigido saber su madre, al verla desmayada en el suelo, mientras un par de sirvientas trataban de reanimarla con sales.

_ ¡¿Qué le hiciste tía?! ¿Por qué Danielle no reacciona?_ expresó indignada la prima de su tío.

_ ¿Osan a culparme a mí? Esa niña no entiende la palabra obediencia. Estaba saltando por las escaleras, se resbaló y se cayó. Se lo dije que no jugara en las escaleras que podía ser muy peligroso… Me descuidé un momento y cuando regresé a este lugar, la encontré en el suelo…_ fingió preocupación sin dejar a un lado su frialdad.

   Cuando ella reaccionó y el médico la examinó, su madre tuvo que enfrentarse a una dura verdad. Había sido un fuerte golpe saber que su hija no la reconocía a ella ni a nadie.

_ Es tu madre… No debes tener miedo._ le había informado el médico al verla asustada, temblando a causa de no saber quién era ella ni quienes le rodeaba.

_ ¿Mi madre?_ la miró como si aquella mujer fuese una extraña.

_ Sí, tu madre…

_ Hija mía… Mi niña… Soy tu madre._ sus lágrimas recorrían su rostro haciéndole ver su dolor.

   Aquellas sombras eran una densa neblina que había aparecido en medio de ella, rodeándole, cubriéndole lentamente, evitando con ello que pudiera ver más allá. Los recuerdos se habían dispersado en diminutos fragmentos que se le habían hecho imposibles unir. Pasado, presente, futuro se habían convertido en términos que desconocía de pronto.

 

Capítulo 1

Noviembre, 1823

_Trabajaré muy duro, lo prometo._ le había suplicado Danielle a aquella frívola mujer, para que no le corriera de aquella casa. Aquel lugar que conocía como su único hogar.

_ Déjame ver tus manos._ dijo con altivez y con una sonrisa burlona.

   Danielle había extendido sus manos. Con toda inocencia.

_ Son muy frágiles. Y mi sobrina necesitara a una joven sana, que pueda aguantar de pie doce horas de duro trabajo.

_ Seré su mejor empleada. Lady Eleanor Abshire no tendrá ninguna queja de mi trabajo… Por favor, no me corra antes de que ella llegue de Londres.

_ ¿Crees qué le serás útil?_ dijo despectivamente_. Ni siquiera le servirías como su doncella particular. Y la verdad, ya es hora que tomes el lugar que te corresponde en este sitio. Tu madre ha muerto… Y mi sobrina no tiene ningún deber contigo. Aunque te hayan mentido todo este tiempo diciéndote que éste es también tu hogar y que eres parte de esta familia… ¡Por dios! ¿A quién se le ocurriría creer semejante mentira?

   La miró de arriba abajo, sintiendo que lo mejor era deshacerse de aquella niña lo más pronto posible. Si su sobrina regresaba de aquel viaje repentino que había tenido que hacer a Londres y se enteraba que la madre de aquella niña había muerto,era capaz de volverla en su protegida, mientras esperaba que su primo regresara de La India, si realmente había salido ileso. Kathryn, la madre de aquella niña, jamás había perdido las esperanzas de que él regresara con vida. Aun cuando había pasado mucho tiempo de aquel atentado con su vida, en Calcuta.

      No. Aquella mujer no podía permitir aquello. Había fallado la primera vez que había intentado deshacerse de Danielle. Recordaba haberla lanzado por las escaleras en un descuido de Danielle, mientras se disponía a bajar aquellas escaleras. No había nadie a su alrededor quien pudiese acusarle, pero había fallado, esa niña no había muerto, sino había perdido por completo la memoria y a pesar del tiempo aún no la había recuperado.

   Además, sentía miedo. Miedo de que el primo de su sobrina, por parte de madre, apareciera y arruinara también sus planes.Recordaba a aquel ilustre militar que había contraído matrimonio, en secreto, con la joven doncella de su sobrina, hacia años, causando un escándalo que el tiempo aún no había borrado, cuando se mencionaba su nombre. Ahora simplemente rogaba que la muerte se lo hubiese llevado, dejando en el abandono a esa niña que algún día podía recobrar sus recuerdos y si él apareciera podría buscar justicia.

   No… No podía permitirse aquello.

_ Ya he tomado una decisión… Y lo mejor es que busques a tu padre. A ese padre de quien te habló tanto tu madre como mi sobrina… ¡Si es que es cierto que sea lord Brandon Spencer!_ dijo al burlarse de ella, sin hacerle saber aquel secreto que ella conocía a la perfección_Lo dudo tanto…Tal vez simplemente eres la hija de otro noble. Una simple bastarda… ¿O es que nunca te has preguntado por qué tu padre no ha venido por ti?... Claro, tu madre quizás mintió diciéndote que tu padre sigue desaparecido en La India… Jamás lo he creído… Llévatela James… No la quiero ver más en mi presencia.

_ Lady Heddings, por favor espere… ¡No tengo a donde ir!

_ ¡Ese no es mi problema, niñita!

_ Lady Eleanor Abshire se enojara conmigo si me marcho.

_ No creo que por mucho tiempo, sólo eres la hija de un ser insignificante. ¿O es qué no has escuchado lo que te he mencionado?.Eres la bastarda de un noble seguramente. Te han mentido toda tu vida. ¡Y no permitiré que sigas en este lugar!

   Aquella noche subió a aquel carruaje que le alejaría de Surrey y la llevaría a aquel horrible orfanato que endurecería su corazón como una piedra de hielo. Mientras aquellas palabras, siempre estarían presente en su cabeza.

<<Te han mentido toda tu vida…

Capítulo 2

Londres. Primavera, 1830.

    Se encontraba recordando cómo había sido el resto de su infancia en aquel lugar. Noches heladas, sufriendo aquel desgarrador frío que se adhería a sus poros recorriéndolo todo el cuerpo, mientras las ratas corrían en aquel suelo buscando refugio y un poco de calor, en aquella habitación donde el resto de sus compañeras enfermaban y morían. Había olvidado lo que era una buena comida en la mesa. Lo que era sentir un abrazo lleno de afectos, al igual que dulces palabras. Simplemente lo que había encontrado en aquel lugar era lecciones de sobrevivencia y un duro trabajo, que nadie jamás se hubiese imaginado que un niño podría vivir.

   Se había detenido en ese momento en la entrada de aquel orfanato antes de decirle adiós por completo. Lo miró con aquella mirada fría y llena de odio, pues eso era lo que había aprendido en aquel lugar, donde muchas de sus amigas, niñas que habían ido a parar a aquel lugar por la misma razón que ella: el ser olvidadas, habían muerto ante sus ojos.

   Ella había sido una de las pocas sobrevivientes que había salido viva de aquel lugar. Sí… Había salido viva.

   Ahora simplemente se había convertido en un ser frío, cuyo inocencia y dulzura de tiempo atrás había sido arrancada sin compasión. En aquel lugar había aprendido a odiar todo lo que significara nobleza. Pues ella probablemente, aunque no recordaba más que solo sus recuerdos de Inglaterra, era un estorbo de uno de ellos.

   Su padre. Aquel padre que nunca había conocido o aún no recordaba haber conocido. Pues lo único que sabía de él era eso. Su padre era un noble.

   Al darle la espalda a aquel lugar decidió seguir con su vida. Sin embargo,  para su desgracia o para su propia dicha, aquella primavera se había cruzado en el camino de un hombre calculador y avaro, que al ver su belleza física y al saber que no tenía hogar, se había propuesto a utilizarla con el propósito de embaucar a un noble. Mintiéndole sobre quién era en realidad aquel hombre. Había logrado con su labia que ella se uniera a él para hacer justicia, sin saber en lo que realmente se metía.

_ Su nombre es Henry Wellsby. Es lord Henry Wellsby… Es un hombre cruel. Necesito que lo engañes y lo robes. Será como enseñarle a nunca propasarse de nuevo con una inocente dama.

_ Será muy fácil… Y él aprenderá que desde el cielo hay un dios que mira hacia abajo y solo espera el momento más indicado para hacer justicia.

_ Y él nunca recordara ni sabrá quién lo robó… En un baile de disfraces no se le puede pedir a una dama que se quite su antifaz… Y tú esta noche serás como una dama de sociedad… ¿Has pensado que nombre utilizaras?

_ Sí… Mi nombre será Kathryn Alcester…

_ Entonces, esta noche serás Lady Kathryn Alcester.

   Había utilizado el nombre soltero de su madre. Aquella noche también le haría justicia al nombre de ella, sin ni siquiera imaginar cuan equivocada estaba y de qué manera lo descubriría.

_ Es momento de que esta noche te pongas la meta de encontrar una nueva esposa. A Jane le hubiese agradado verte feliz de nuevo. No olvides que ese era su último deseo._ le decía su amigo, lord Brian Sackville.

_ Sé que le hice la promesa de encontrar mi felicidad. Y que ella lo deseaba al saber que me había casado con ella sólo para proteger su reputación… Después de que lord Wynthrope Burrough la engañó y la dejó en espera de una hija. Se lo debía también a su hermano… A nuestro gran amigo David Allen, a quien no pude salvar cuando pude hacerlo. Jamás podré perdonarme no haber llegado a tiempo para salvarlo de ese absurdo duelo con lord Wynthrope Burrough, sabiendo que David no sabía ni siquiera como se utilizaba un arma.

_ Te admiro… Siempre has intentado ser un hombre honorable. Incluso al criar una hija que no es tuya y ha crecido con la visión de que eres su padre. Haciéndolo así ante esta sociedad inglesa…

_ Un padre no es el que engendra, sino el que cría… Y Georgina  es para mí como mi hija. Como si ella llevase mi sangre. Por lo que quién se convierta en mi esposa, debe aceptarla como tal. Como mi hija…

   Danielle había hecho acto de presencia, en brazo de aquel hombre, quien la había hecho pasar por su sobrina. Con dirección al magnífico salón principal, y de allí, al salón de baile.

    Aquella noche usaba un antifaz color granate, adornado con plumas blancas y beige. Y  un vestido granate guarnecido con cintas de seda.  Además de una peluca que ocultaba el color de su cabello. Ante aquel caballero sería una dama de cabellera castaña rojiza, en vez de ser de cabellera rubia. Él jamás debía conocer su verdadera identidad.

_ Aquel es el hombre que debes embaucar y poner en ridículo esta noche…_ le dijo lord Wynthrope Burrough al señalárselo con discreción._ Tu prioridad debe ser aquel caballero. Él debe ser quien tenga su nombre en tu tarjeta de baile… Confío ciegamente que lo lograras…_  una sonrisa arrogante se dibujó en su rostro, mientras se bebía su copa de vino blanco.

_ No lo decepcionaré esta noche…_ sonrió, mirando a su objetivo y dispuesta a llegar a él. Y hacer de su presencia en aquel lugar, su gran actuación.

   En su mano derecha llevaba  una copa de champagne y cuando estuvo cerca de aquel caballero, derramó aquella bebida como si se hubiese tropezado con algo. Fingió vergüenza. Se excusó de mil maneras. Mirándolo a los ojos. Hasta salir de allí a la terraza. Sabía que un hombre como él no se resistiría a esos ojos verdes grisáceos que había heredado de su madre. Y que la seguiría hasta allí. ¿Qué caballero no lo haría al ver una dama contrariada por lo ocurrido?

   Aquel caballero se excusó de su amigo al creer en lo que había visto. Pensando que por lo ocurrido aquella misteriosa señorita no se atrevería a verlo nuevamente a los ojos o que tal vez no se atrevería a regresar a aquel salón de baile.

    Y así hizo. Se acercó hacia aquella terraza, observando aquella hermosa noche.

_ Solo fue un accidente, señorita… No hay nada de qué preocuparse._ dijo al colocarse detrás de ella, mientras que Danielle al escuchar su voz, se giraba para verlo fingiendo que estaba apenada.

_ Señor, en verdad… ¡Que avergonzada me siento!

_ No se avergüence más… No me permitiré eso._ le  miraba directamente a los ojos _. Olvidemos lo ocurrido… Me presentaré para hacer como si es la primera vez que nos cruzamos… Soy lord Henry Wellsby.

   Las pestañas de aquel hombre enmarcaban unos ojos castaños. Unos ojos realmente llamativos para cualquier otra dama, excepto para ella.

_ Soy Kathryn Alcester…_ le mintió como había planeado hacerlo.

_ ¿Me honraría con un lugar en su carné…O al menos este baile que empieza a sonar, si nadie ha ocupado ese lugar?

_ Señor…

_ Consideraré que es un sí…

    Ya había caído en su trampa. Y nada evitaría que hiciera lo que había planteado hacer aquel día.

   El aroma de su perfume le agradó a aquel caballero. Era como oler a una rosa en la estación de primavera. Henry hizo una inspiración profunda y frunció un poco el ceño. Él no era esa clase de hombre con características de un libertino. Jamás lo había sido. Jamás lo sería. Aun cuando los ojos de aquella misteriosa mujer y el aroma de su perfume le hubiesen llamado la atención.

   Cuando llegaron al salón de baile, colocó su mano enguantada en la suya. Y se dejó llevar a la pista y comenzaron a bailar. Era un vals lento.

    Pasado un momento, él habló, por fin. Danielle aún mantenía su imagen de ser una joven tímida.

_ ¿Es usted de Londres o se encuentra de visita?

_ Soy de Escocia…He venido a visitar a una pariente lejana.

_ ¿Escocia?..._ expresó, mientras la miraba a los ojos. Queriendo saber cómo era su rostro. Conocer a la joven dama detrás del antifaz. Encontrando aquellos ojos tan llamativos como los de aquella pequeña niña que aún vivía en su recuerdo y aún no había podido olvidar, a pesar del tiempo y de ser consciente que ella había muerto.

_ ¿Por qué la pregunta, señor?_ alzó su mentón. Mirándolo con una falsa mirada de curiosidad. Recordando lo que le había dicho Lord Wynthrope Burrough. Sin imaginar quien era en verdad aquel hombre y sin saber que le estaba mintiendo a un hombre honesto y bueno.

   A alguien que había sido importante en aquel pasado que ella aún no lograba recordar.

_ Solo quería saber sin había tenido el gusto de conocerla. Pero creo que no…

_ Suelo viajar mucho… Soy hija de un noble. Solo que yo nací en Escocia… Y me considero escocesa a pesar de vivir también en ocasiones aquí en Inglaterra.

_ ¿Hija de un noble escocés? Es interesante, señorita… ¿Y puedo conocer el nombre de su padre? ¿Saber quién es?

_ Mi padre falleció cuando tan solo era una niña… _ hizo una expresión de cómo si me doliera hablar de ese tema_. Le pido que me excuse si me limitó a no hablar mucho. Me duele hablar de ese tema…

_ No, dispénseme a mí… Es la primera vez que la veo y he abusado un poco de usted al preguntarle sobre su vida.

 

Capítulo 3

   Danielle había logrado que aquel hombre creyese en sus palabras. Y viera en ella a alguien indefenso. A alguien incapaz de robarle de la manera más estúpida que pudiese existir. Solo que una experta como lo era ella, ya había aprendido a cómo actuar discretamente, sin causar sospechas. Él no había sido el primero. Ni el segundo… había perdido la cuenta de a cuantos le había robado haciéndose la inocente, en la calles de Londres. Y justamente de esa manera tan astuta. Alguien más astuto que ella, la había descubierto con las manos en la masa. Así la había descubierto Lord Wynthrope Burrough. Y la había puesto entre la espada y la pared con la amenaza de que si no aceptaba su humilde ayuda, él la denunciaría con las autoridades inglesas.

    De esa manera tan estúpida había caído en sus redes. Y después de eso en sus mentiras cuando le había empezado a hablar sobre aquel hombre que tenía frente a frente.

_ Me parece, a su vez, señor, que usted lo sabe todo de mí y en cambio yo no sé nada de usted._ dijo al instante en que aquel caballero la hiciese girar y ella se dejaba llevar, al mismo tiempo, en que sus  miradas se encontraban, sin ella ni siquiera imaginarse como era aquel hombre que se ocultaba detrás del antifaz que ocultaba su rostro.

_ Usted tiene razón…_ sonrió apenado_. Soy alguien que no se esperaba conocer a alguien tan agradable como usted._ dijo al observar que el vals estaba por terminar. Sonaban las últimas notas del vals_. Y le agradece el haber tenido el honor de bailar con usted._ se detuvo en frente de ella, cuando el vals culminó_. Espero que exista otra oportunidad. Un nuevo baile….

_ Sería un completo honor, señor…._ y sonrió antes de despedirse de él. Sin que él se diera cuenta que le había quitado sus pertenencias, con un movimiento tan rápido. Que ni siquiera los invitados de aquel baile pudieron notar.

   Después de eso, Danielle salió de aquel lugar siendo prudente y lo más rápido que pudo, para no llamar la atención. Aquel hombre no se había percatado que su persona estaba en compañía de su peor enemigo. De Lord Wynthrope Burrough.

   Mientras ella se disponía a huir de aquel lugar, creyó sentir que alguien tironeaba de la cinta, que tenía su vestido, con tanta fuerza que se dio la vuelta para enfrentarlo... Nadie. El extremo de encaje se había enganchado con algo. Lo liberó y continuó su huida hacia la entrada, pasando ante los lacayos. Llegó a la puerta y prosiguió su camino, ignorando los lamentos de aquel hombre con quien había bailado y que la buscaba con la mirada. Había deseado saber en qué lugar se hospedaba y si podía concederle el siguiente baile. Sin aún notar que no poseía en sus manos sus pertenencias. Atravesó la entrada y salió rumbo al carruaje de Lord Wynthrope Burrough, lugar donde aquel caballero le esperaba. Con dedos temblorosos entró y cerró la puerta del carruaje. Mientras el corazón le latía, aquello había sido una verdadera proeza. Jamás había actuado con tanta gente aglomerada en un solo lugar. Y sin embargo, había logrado su propósito. Había logrado robarle a lord Henry Wellsby.

_ ¡Buen trabajo!_ le sonrió con una sonrisa maliciosa y fría_. No dudé que podrías lograrlo.

_ Le asegure que sería como quitarle un caramelo a un bebé…

_ Ahora querré otro favor suyo. Y sé que puedo también confiar en usted, señorita Danielle.

_ Sabe que puede confiar en mí…_ dijo al sonreírse con cierta arrogancia. Haciéndose la obediente cómplice que estaba de acuerdo con sus planes.

_ Mañana en la mañana lo sabrás…

    Nunca se imaginó a lo que se enfrentaría ni cómo su mundo cambiaría después de aquello.

    Al llegar al hogar de aquel hombre. Se dirigió a su habitación que se encontraba en el ala de los empleados. Había cumplido un mes viviendo clandestinamente en aquella propiedad. Creyendo mentiras tras mentiras de aquel cruel hombre, cegándose  a la verdad. Una verdad, que si ella saberlo,cambiaría su alma.

_ ¿Qué busca tan desesperadamente, Henry?_ le preguntó si fiel amigo, lord Brian, cuando ambos se retiraban de aquel baile y se quitaban el antifaz.

_ Mis pertenencias… Creo que se me han caído en algún lugar.

_ ¿Cuánto dinero tenías allí?

_ No es el dinero. Sino que allí guardaba el broche de camafeo que Danielle me regaló cuando le regalé el medallón de mi madre. Ahora lo he perdido.

_ Tal vez alguien honesto lo haya encontrado y se lo haga saber a Lord Aniston. Y él busque después al verdadero dueño.

_ No creo en eso…_ dijo resignándose a la perdida de aquella joya.

_ Solo quería animarte.

_ Ya no importa… Lo perdí y ya no puedo cambiar eso. Solo puedo hacer una cosa. Resignarme… De igual manera ella vive en mi recuerdo. Y me entendería que ha sido algo inesperado.

_ ¿Puedo hacer algo por ti?

_ Nada…Olvida lo ocurrido. Se ha perdido y nada se puede hacer. Ahora lo único a que quisiera encontrarle respuesta es saber en qué familia se hospeda la señorita con quien baile hoy._ recordaba aquellos ojos verdes grisáceos y los hermosos que eran, a pesar del antifaz que ocultaba su rostro.

_ Estaré pendiente si sé algo…_ le dijo un ligero golpe en el hombro_. Nos estamos hablando… me iré de una vez a casa.

    Pensaba en Danielle, sin imaginar que ella se convertiría en aquella ironía de la vida. Muchas verdades estaban por descubrirse. Incluyendo aquella que su ser ignoraba.

    Ella no había muerto.

Kathryn Alcester y Danielle Spencer eran la misma persona, solo que el tiempo había diferenciado una de otra. Ya ella no era una niña, sino toda una mujer que no recordaba en absoluto aquel pasado.

   Y por lo tanto, mucho menos a él y aquella promesa de jamás olvidarlo.

Capítulo 4

    A la mañana siguiente, después de desayunar sola, Lord Wynthrope Burrough le envió a llamar. Aquella mañana hablaba con uno de sus amigos. Un hombre malvado y cruel al igual que él.  Danielle se detuvo en la puerta un instante, al encontrarse medio abierta. Allí discutía de cuáles eran sus siguientes planes y como la seguirían utilizando a ella. Hasta que sus manos se encontraran manchadas con la sangre de aquel noble que había conocido la noche anterior y lord Burrough le diera la espalda. Nadie creería en sus palabras cuando la justicia la investigara y la juzgara.

   Ante aquello, Danielle no pudo escuchar más y huyó a su habitación. ¿Qué le había hecho pensar a aquel hombre que ella podría llevar a cabo semejante bajeza y que se prestaría a hacer tal atrocidad? ¿Quitarle la vida a un ser humano? ¿Matarlo a sangre fría?... Estaba consciente de que su odio era inmenso. Pero no era tanto para cometer semejante locura. Su venganza iba en otro rumbo.

 Apesadumbrada, entró en su habitación casi sin  poder respirar. Nadie se había dado cuenta que había ido hacia el estudio de Lord Wynthrope Burroughy que desde allí había huido a su habitación. Contempló aquel lugar  sin aún poder creer ni asimilar lo que había escuchado. Aquel hombre la traicionaría ante la justicia inglesa finalmente y nadie tendría la osadía de cuestionar su palabra.

    Miró una vez más aquella habitación, antes de tomar sus pertenencias y huyó de aquel lugar. Le encantaba esa habitación, pero había llegado la hora de admitirse la verdad. Ella era un fraude... y una ladrona. Y aquel  no era su lugar.

  _ Clarisse, ¿en dónde se encuentra Danielle?_ dijo lord Wynthrope Burrough desesperado al ver su demora.

_ Debería encontrarse en su estudio…

_ ¡Pues te equivocas!_ dijo molesto_. No ha ido en ningún momento a mi estudio.

_ Entonces, no lo sé, señor…_ dijo algo pálida y nerviosa al ver la actitud de su amo.

_ ¡Ve a buscarla y tráela de inmediato! Odio que me hagan esperar.

   Para ese momento Danielle se encontraba lejos de aquel lugar. Siendo quien era realmente. Una plebeya. Una joven dama pobre y sin familia.

    El enojo de Lord Wynthrope Burrough fue indescriptible. Ella había huido de su casa, lo había traicionado al hacerlo. Sabiendo que él le había pedido otro favor. Uno más con él que le pagaba sus favores de no denunciarla ante la justicia inglesa. Y la había salvado por lo tanto de la horca, donde iban a parar todos los ladrones.

_ Sí crees que me dejaras así… Te equivocas._ se dijo a sí mismo, teniéndola en el pensamiento, al haber entrado en la que había sido su habitación_. Te buscare entre las piedras, aunque sea debajo de las tierras.

   Danielle se repetía que no era una asesina. Que jamás lo sería. Prefería caminar sin un destino fijo, que bañar sus manos de sangre. No era la primera vez que vagaba por las calles de Londres y terminando cayendo en un albergue de mala muerte, donde al fin podía dormir, lejos de los lugares en donde solía vivir antes. Allí estuvo viviendo lejos de su antigua forma de vivir. Temiendo ser descubierta. Mientras en sus bolsillos tenía algunas monedas y el broche de camafeo que Lord Wynthrope Burrough le había entregado como obsequio por su trabajo.

_ Todos los nobles son como él… ¿Por qué habría de sorprenderme?... Nací para odiarles, pero una vez más he caído en su juego de injusticia…_ se dijo, mientras se encontraba sentada en el suelo mugriento que era parte de su habitación.

   Las lágrimas bañaban su rostro.  El resentimiento y la impotencia por todo lo que había sido su vida le rasgaba el alma. Le herían lentamente. Sabiendo que por eso su vida era lo que era en ese instante.

   Le había sido difícil encontrar un trabajo decente. De igual forma, como le había costado cuando había salido de aquel frío orfanato. No estaba orgullosa con la decisión que había tomado antes, pero a sus dieciocho años, no había tenido otra opción más que esa, cuando las puertas se le fueron cerrando en su propia cara cuando buscó algún trabajo decente. En nada le había ayudado el ser una huérfana sin hogar.

   No obstante, aquel día que había decidido caminar por aquellas mugrientas calles de Londres con aquel frío, después de tres días sin comer ningún bocado, sintiéndose tan débil. Negándose una vez más a seguir robando. La conciencia no le había dejado en paz después de lo ocurrido con Lord Wynthrope Burrough. Ni mucho menos lo que pensaría su madre si aún estuviese viva. Ella no estuviese orgullosa de lo que había hecho, y eso de cierta forma le dolía.

   Intentó seguir caminando, pensando que hacer. Mendigar. Intentar buscar en otro lugar trabajo. Cualquier cosa honesta. Lejos de aquella realidad que le seguía en aquellas calles asquerosas de Londres. Sabía que muchas mujeres desesperada hasta llegaban a venderse, solo por unas monedas para saciar sus ganas de comer. Ella temía llegar a aquella desesperación. Sabía lo que le pasaba a muchas de ellas. Y no quería eso para ella.

   A lo lejos, una mujer de la alta sociedad inglesa se disponía a cruzar, sin observar que un coche se acercaba a ella sin control alguno. No obstante, Danielle sí. Por lo que se abalanzó  junto a ella para sacarla del medio de aquel coche, sin ni siquiera imaginar quien era aquella mujer. El pasado se volvía ante sus ojos, en un presente que ella no había esperado jamás.

 

Capítulo 5

_ ¿Se encuentra bien, señora?_ le preguntó Danielle al buscar su rostro, aun cuando seguía cubierto por la capa de aquel abrigo que ella usaba.

   Aquella mujer se lo quitó en ese instante, mientras intentaba reincorporarse, al igual que Danielle.

_ ¡Ha salvado mi vida!_ expresó agradecida al percatarse de lo que Danielle había hecho por ella, antes de ver su rostro_. Le debo mi vida, señorita…_ en ese instante se vieron cara a cara. El rostro de aquella mujer se empalideció al verla.  Era como si en frente de ella misma estuviese un fantasma_. ¿Kathryn?... ¿Eres tú?

_ No…_ le expresó Danielle con asombro al percatarse de que aquella mujer la había confundido con su madre.

_ Entonces… Dios… ¡Dios escuchó mis plegarias! Sabía que no habías muerto, aun cuando mi tía afirmaba que sí… _ la abrazó_. ¿Eres Danielle?... ¿No me reconoces?... Soy Lady Eleanor.

_ ¿Lady Eleanor?

    El corazón se le empequeñeció. Las lágrimas querían escapar de sus ojos. Aquella elegante mujer era la única noble que la había querido. La única que se había preocupado por ella cuando era una niña, aunque su tía le había afirmado a ella que aquella dulce mujer le había mentido, de la misma manera que lo había hecho su madre.

_ Señoras… ¿Se encuentran bien?_ dijo un caballero a ofrecerles su ayuda.

   En su cuello, Danielle llevaba el relicario que su madre le había regalado antes de morir. Aquel relicario era la prueba más clara de quien era ella en realidad. Además del gran parecido que tenía con su madre. Su cabellera rubia, como había sido el de su madre. Sus ojos verdes  grisáceos eran tan claros como lo habían sido los de ella también.

 Al pesar del hambre que Danielle padecía en esos días, no había podido deshacerse de eso, como tampoco de aquel alfiler de camafeo que le había robado a aquel caballero al cual sólo recordaba por su máscara. Su rostro era un misterio para ella. Podía entender que lo primero era por aquel sentimiento personal que le tenía al ser lo único que tenía de su madre. Mientras lo segundo, no tenía ningún valor emocional, y sin embargo, algo tan fuerte le había hecho mantenerlo con ella. Como si quisiese que jamás se deshiciera de él. Como si con ello consiguiese algo más. Si, algo que ella jamás se hubiese esperado de la vida.

   Aunque sus recuerdos no estuviesen presentes para hacerle ver que era algo que también le había pertenecido a su madre y ella había obsequiado a un ser querido cuando tan solo tenía diez años. Mientras que esa persona le había obsequiado un medallón que ya no estaba en sus manos. Había sido devuelto a aquella persona, cuando una mentira había separado sus vidas.

 _ Me niego a creer que ella haya muerto, abuelo… Me niego a creerlo…_ había dicho Henry siendo un adolescente de once años. Después de recibir de parte de lady Eleanor aquello.

_ Debes asumir como un hombre esta triste verdad… Ella ha muerto al igual que su madre.

_ Me niego a creerlo… Como me niego a creer que perdió la memoria y por ello no me recuerda… Abuelo, necesito verla.

_ Lo lamento… Es inútil. No hay nada que se pueda hacer…

   Cuando aquel caballero que había ayudado a Lady Eleonor, se acercó a Danielle para brindarle también su ayuda, ella comprendió que se había lastimado. Pero debido a aquella sorpresa que le había dado la vida, no había sentido. Hasta aquel instante en que intentó ponerme de pie. Para su desgracia se había lastimado el tobillo derecho.

_ ¿Se ha lastimado?_ le había preguntado aquel caballero_. Creo que sí. Permítame ayudarla…_agregó, después de ver aquel gesto de dolor en el rostro de Danielle. Tomándola en sus brazos, y siguiendo las indicaciones de Lady Eleanor, de que la llevasen al carruaje, que la esperaba en la acera del frente.

   Al fin Dios había sido generoso y benévolo al devolverle a un ser querido. A  la hija de su querido primo. Sintiéndose tan culpable por no haber podido cumplir en el pasado su palabra de cuidarla, mientras él aparecía. Siempre había recordado lo importante que tanto Kathryn como Danielle habían sido en su vida y lo decepcionado que se había sentido, a su regreso, al saber que ambas habían muerto.

   Jamás habría de olvidar aquel brillo lleno de dolor y de ausencia, tras aparecer años después, explicando que se había encontrado prisionero todo ese tiempo. Y luego de ser rescatado, todo los obstáculos que había tenido que vivir con el fin de regresar a Inglaterra.

_ Éste será tu nuevo hogar… Danielle.

_ No creo que sea lo más correcto. Usted es una mujer elegante y yo sólo…

_ ¿Tú sólo qué, Danielle?

_ Su tía me hizo saber la verdad que me ocultaban de niña… Sólo soy la bastarda de un noble… No soy digna de regresar a su hogar…

_ ¿Qué fue lo que te dijo mi tía?_ preguntó molesta, sabiendo de ante mano, el daño que aquella mujer le había hecho a aquella inocente criatura, tras aquella mentira.

_ Soy la bastarda de un noble… Por eso no recuerdo nada de él…

_ Eso es una mentira. Nada de lo que te dijo es cierto… Tú eres la hija de un noble. Eres una de nosotros… Tu madre se casó con mi primo._ la miró con ternura maternal, sintiendo aquel dolor que Danielle habría sentido en el pasado_. No recuerdas nada porque cuando eras una niña te caíste de unas escaleras y por ello perdiste la memoria. Vivías en las Indias Occidentales con tus padres. Específicamente en Calcuta. Por lo visto esos recuerdos aún no han llegado a tu cabeza. Tendré que hacerte recordar todo lo que aún no recuerdas…

   Escuchar aquella verdad que había creído que era una mentira, había sido un duro golpe para Danielle. Tantos años odiando a su padre. Odiando a la nobleza. Y ella sencillamente era parte de ella.

    Su madre y aquella mujer jamás le habían mentido, ni había jugado con su inocencia.

_ Te juro que te busqué al no creerle a mi tía, sabía cuándo les despreciaba a ustedes… Pero jamás pensé que habría de llegar tan bajo. ¿Hacerte pensar que te tomaría como servidumbre? ¡No puedo con todo ello!... Te juro que intenté encontrar tu paradero, sin encontrar ninguna respuesta. Después de dos años negándome que hubieras muerto, me resigné a esa triste idea. Y tu padre apareció en ese momento. Dios… ¡Y tú estabas viva!

_ Ella  hizo ver, para todos, que la tierra me había tragado… Me desapareció de ella por completo, a su antojo. Me alejó de Surrey y me envió a un mugriento orfanato en Londres, para que nadie me encontrase jamás.

_ Las cosas ahora serán diferentes… ¡Te lo prometo! Aún le debo la promesa que le hice una vez a tu madre… Y es momento de empezar a cumplirla. Serás mi protegida. Te educaré como una dama. Y haré de ti alguien de bien, como debió ser en un principio. Y te ayudaré a encontrar un buen esposo… Tu padre también debe saber la verdad.

_ ¿Dónde se encuentra?

_ Se encuentra en una misión en las afuera de Londres… No ha dejado de trabajar siendo su única forma de desahogar su alma… Mi querido primo quedó devastado al saber que había perdido a las dos mujeres que eran lo más importante en su vida… ¡Y tú estás viva!... Cuando sepa la verdad, no habrá mejor regalo en su vida.

_ ¿Se volvió a casar?_ se aventuró a preguntar, pensando que si ya tenía una nueva familia, de nada le interesaría saber que aún su hija estaba viva.

_ No… Jamás volvió a casarse. Sencillamente no tenía corazón para volver a amar a alguien.

Capítulo 6

   Desde aquel instante, una luz brilló en su vida. Aun cuando la voz de su conciencia le gritara que tal vez no se lo merecía. Aún en sus manos seguía aquel alfiler de camafeo. Cada vez que lo miraba, deseaba saber la verdad sobre aquel caballero a quien se lo había robado tan fácilmente. ¿Quién en realidad era? Aun cuando jamás estuviese dispuesta a colocarse en frente de él para escuchar su verdad. Tal vez, algún día encontraría la manera de devolvérselo, sin hacerle saber quién se lo hacía llegar. Y allí terminaría de fastidiarle la voz de su conciencia.

    Aun a pesar de la dura vida que le había tocado vivir, había una parte de su corazón aún tan inocente que era incapaz de advertirle sobre aquella posible posibilidad de que un amor infantil volviese a nacer también. Tan solo debía esperar y con ello descubrir quien realmente era aquel hombre y lo que había significado para ella tiempo atrás. Y lo que aún significaba ella para él, sin ella jamás haberse imaginado lo que él sentía por ella siendo tan solo un niño.

    Lady Eleanor empezó a cumplir la promesa que le hizo a su madre. Comenzó a educarla como la señorita que realmente era. Mejorando su apariencia, al igual que su manera de hablar. Convirtiéndola en la señorita que su primo también soñaba. Era su hija. La hija de Brandon Spencer, aquel ilustre militar que en el pasado había dejado atrás los dictámenes de la sociedad y se había casado con una mujer de origen humilde.

   Mientras esto ocurría, aquella amable dama de sociedad jamás dejo de pensar que su tía se estaría removiendo bajo su tumba al saber que su maldad no había hecho más que un breve alejamiento. Ahora Danielle había regresado de nuevo a su hogar y a esa vida que le pertenecía.

   Una mañana al despertar se detuvo a mirar hacia su ventana, era consciente de que a pesar de la seguridad que le brindaba el hogar de Lady Eleanor. No podría negar aquel temor que sentía tan adherido en su interior. Sabía tan bien que Lord Wynthrope Burrough la buscaría para vengarse de su traición, al mismo tiempo, que buscaría acabar con aquel caballero que ella había tenido que conocer por desgracia en aquel baile de máscara.

<<Le ruego a Dios que me mantenga a salvo, fuera de todo peligro. Contempla mis pecados, oh Dios, y perdónalos con la misma presteza con la que yo los intento desterrar de mi alma. Protégeme de todo lo malo  y de Lord Wynthrope Burrough. De ese hombre perverso… He aprendido a rectificar mis errores. >>

   Para esos días, se encontraba de nuevo en Surrey y para su sorpresa aquella dulce mujer había preparado una reunión privada en su honor con pocos invitados. En pleno invierno. Era la oportunidad de presentarla entre sus amistades y sobre todo, ante su padre, aquel hombre que volvería a sonreír al verla en frente de él. Su hija. Su única hija estaba viva.

    Tras su repentino preparativo, no tan solo le había escrito al padre de Danielle, sino a aquel joven caballero que tiempo atrás había sido su mejor amigo y que igual había llorado su pérdida. Todavía recordaba como aquel adolescente había tenido que enfrentar a la cruel verdad de que su única mejor amiga de la niñez, había muerto repentinamente, sin aún poder recordarlo.

  Por recomendación de Lady Eleanor, aquella noche ella había usado un vestido de muselina algo provocativo, sin caer en vulgar. Ella le había explicado que era una forma de realzar la belleza que había en ella, y un vestido elegante hablaba mucho.

_ ¿Para qué quiero que vean mi belleza? No me siento…

_ Eres digna de ser mirada por cualquier caballero honrado y de buena familia. Entiéndelo de una vez por toda, eres una de nosotros, aunque tu madre haya sido una plebeya en el pasado… Eres la hija de mi primo. La hija de un ilustre militar.

_ ¿Vendrá a verme?_ dijo sintiéndose tan nerviosa.

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