Ana

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Arlet tenía seis años y había ido con sus padres a la playa, corría el año mil novecientos cuarenta y ocho, hacía un día fantástico estaban en pleno verano y como cada año en época estival fueron a pasar un día de playa. A Arlet le encantaba el mar, entraba en la orilla siempre bajo la atenta mirada de Elvira su madre, su padre las acompañaba y cuando estaban instaladas se retiraba al primer chiringuito que encontrase, a Arlet le daba igual que su padre no se quedase a jugar con ella, ya se había acostumbrado a sus ausencias. Con su madre tenía más que suficiente, lo cierto era que prefería no tener a su padre cerca. Artur era un hombre con un carácter duro, era parco en palabras y en muestras de cariño. El quería a su mujer y a su hija pero posiblemente no sabía querer. Era incapaz de decir una palabra amable ó cariñosa. Cuando se le reprochaba su despegue afectivo, él siempre decía que el amor y el cariño se demostraba con hechos no con ñoñerias.

La niña se acostumbro a esa falta de caricias paternas tal vez por que su madre le daba suficientes por los dos.

Elvira era una mujer dulce y comprensiva, como casi todas las de la época, sumisa y servicial. Ella sabía del difícil carácter de su marido, pero también como muchas mujeres, siempre decía: " Es muy seco, pero no me pega ni se emborracha y no me falta de nada"

Ella se conformaba de esa manera pero la realidad era que si que le faltaba algo, le faltaba un hombre que hablase con ella que la amase con pasión no como un robot programado, un hombre que le dijese lo bonita que estaba con el vestido nuevo y que le dijese te amo, le faltaba todo eso pero Elvira ya no lo echaba en falta ya se había acostumbrado y cuando llegó Arlet su mundo cambió, se llenó de luz y encontró una razón para vivir.

Arlet era una niña muy buena y dócil, pero a veces tenía unos comportamientos difíciles de entender.

Un día de playa Arlet estaba en la orilla y vino una ola, la niña se desplomó en la arena y respiraba entrecortadamente como si le faltase el aire, sus labios se tornaron azules y tuvo una serie de convulsiones. Elvira se encontraba sola con ella como siempre, pidió auxilio y un muchacho que había sido sanitario durante la guerra se acercó y le realizó un masaje cardiaco a la pequeña. Poco a poco Arlet fue recuperando el color y su respiración se fue volviendo normal. Cuando llegó Artur ya había pasado todo, Elvira estaba recogiendo las cosas para volver a casa.

La mujer le reprochó que no estuviese allí y él le dijo que era una exagerada que tenía a la niña muy consentida y ella lo único que hacía era llamar su atención.

Elvira lloraba desconsoladamente mientras recogía la bolsa y cogía la manita de su hija, dispuestas a marcharse de allí.

Tiempo después el siguiente episodio fue igual de extraño.

Elvira había acostumbrado a Arlet a dormir sin luz desde muy pequeña, más que nada para no oír a su marido que siempre se quejaba del consumo de luz y que dejándole la luz abierta a la niña, solo conseguía hacer de ella una mujer débil y cobarde.

Elvira sentía un gran dolor en el corazón, cuando su hija le pedía dejar la luz abierta, pero en poco tiempo la niña se acostumbró y nunca más volvió a reclamar la luz. Hasta esa noche que Elvira puso a dormir a Arlet, rezaron juntas el jesusito y le explicó un cuento, la madre le dio un beso en la frente a su hija como cada noche y se disponía a salir de la habitación, apagó la luz y aun no había salido del dormitorio cuando la niña se puso a chillar como una posesa gritando

"mamá la luz, mamá la luz, enciende la luz mamá". Elvira se asustó encendió la luz y vio a su hijita incorporada en la cama, con lagrimas en los ojos y con la cara morada como si le faltase el aire para respirar.

Esta vez Elvira, si que discutió fuertemente con su marido, no estaba dispuesta a admitir que su hija era una consentida. A la niña le pasaba algo y ella quería saberlo. Lo tenía decidido al día siguiente iría a visitar al doctor Ginferrer.

El doctor Ginferrer había visitado a Arlet desde que nació, él la vacunaba, él le ponía las inyecciones de penicilina cada vez que la niña tenía anginas, él lo sabía todo de Arlet.

Elvira llegó a la consulta muy asustada, no sabía que podía tener su niñita, pero algo le pasaba de eso estaba segura.

El doctor la examinó exhaustivamente pero no encontró nada relevante para que la niña hubiese tenido aquellos episodios de ahogo. Elvira no sabía como afrontar aquel diagnostico, por una parte ella confiaba ciegamente en el doctor, pero ella había visto a su hija en aquellas situaciones y no sabía que hacer si volviese a vivir otro episodio así.

Se fue a casa con una sensación de angustia que le oprimía el pecho y entonces lo pensó. ¿Y si la niña tenía algún problema y no se lo querían decir? Cuando nació Arlet sucedió algo extraño no supo exactamente que fue lo que sucedió porque ella estaba bastante mal y la durmieron, Arlet nació por cesárea.

Lo cierto es que la niña se había criado bien hasta ahora.

Nunca le había dado ninguna clase de problemas, solo los típicos de la infancia, sarampión, anginas, pero nada serio la niña siempre se recuperaba bien.

Pero el instinto de madre le decía que algo no iba bien, no sabía lo que era, pero había algo que la inquietaba.

Arlet crecía siendo la niña de los ojos de mamá además de su carácter dulce, toda ella era un

cielo como el azul de sus ojos que combinaban a la perfección con los rasgos de su rostro y el color trigo de sus cabellos. Todo eso parecía no ser suficiente para dulcificar el carácter de su padre, hombre severo donde los haya, nunca jugaba con ella, ni la llevaba al parque ó a pasear. Sin embargo, por otra parte la consentía en todo lo material que la niña pudiese pedir, no le faltaban los últimos juguetes que había en el mercado, ó toda clase de ropita con la que Elvira la vestía haciéndola parecer una muñequita. Quizás era la forma de callar su mala conciencia.

Arlet salió de la tienda aun con el vestido puesto, la dependienta la seguía gritándole.

_Señorita, por favor vuelva, ¿Donde va con el vestido?

Arlet, sacó la cabeza por la puerta y miró en ambas direcciones, ni rastro de la mujer ¿Quien demonios era y de donde había salido?

Por fin Arlet hizo caso a la dependienta, que la llamaba sin cesar. Entró de nuevo en la tienda y se dirigió a los vestidores.

Adquirió el vestido que llevaba puesto y que le quedaba como un guante. Era negro pero con unas flores pequeñitas de colores blanco, azul y violetas muy primaveral, un par de faldas una gris y otra marrón, dos camisas y un par de rebecas a juego.

Necesitaba ropa, desde que murió su madre hacía dos años no había dejado de llevar luto, ya era hora de volver a lucir ropa de color, tenía solo veintitrés años y seguía sin novio, Pep ya era historia. Cuando tenía diecisiete años estuvo tonteando con Toni el hijo del panadero, pero el muchacho no tardó mucho en dejarla. El decía que era un poco extraña, pero ella siempre pensó que en realidad lo que le pasaba era que le asustaba enfrentarse a su padre. Ella reconocía que había algo en ella que no entendía, pero no podía explicarlo. Ni nadie la podía entender, ni tan siquiera su madre.

Un día en casa, cuando estaban comiendo, su madre le preguntó que tal le iba en el taller de costura de doña Rosa.

La chica había empezado a trabajar en el taller esa misma semana y aun no se había habituado. Ella sabía coser, Elvira la había enseñado desde muy jovencita, pero en el taller cosían para las señoras de los oficiales y no todas eran de buen complacer.

Logró el trabajo gracias a su padre, Artur era militar, hacía muchos años que estaba en el cuartel en Barcelona se ocupaba de la intendencia. Era un hombre muy bien visto en el cuartel, además de ser un hombre serio y responsable era muy eficiente en su trabajo. Sus superiores le tenían en gran aprecio fue uno de los capitanes, hermano de Rosa la costurera quien abogó por Arlet para que entrase en taller de costura.

Arlet, le explicaba a su madre que estaban cosiendo un vestido de noche para la mujer del teniente Bosch, para la cena de gala del día de las fuerzas armadas. Le estaba explicando como bordaban unos ribetes en el escote, cuando de pronto Arlet sintió un dolor muy fuerte en el brazo izquierdo, se lo agarró con fuerza mientras chillaba de dolor. Su madre se asustó tanto que tiró la jarra de agua al suelo y su padre casi sin inmutarse la miraba preguntándose ¿Que coño le pasaba ahora? Elvira se acercó a su hija y le cogió del brazo con cuidado le arremangó la manga y vio que el antebrazo de Arlet estaba rojo como un tomate, como si le acabasen de poner una plancha ardiendo, Elvira miraba a su marido casi suplicando ayuda, el hombre no entendía que cosas tan extrañas le pasaban a su hija, quizás se equivocó y ahora lo estaba pagando.

El hombre se levantó a mirar el brazo de su hija, realmente estaba al rojo vivo. Se acercó a la cocina y cogió un paño lo mojo con agua del grifo y lo retorció sacando el agua sobrante, se lo llevo a su mujer y le pidió que se lo pusiese en el brazo.

Elvira le puso el paño a Arlet y vio como la chica se calmaba a los pocos minutos el brazo empezó a recuperar su color habitual y el dolor fue desapareciendo.

Elvira estaba realmente asustada, incluso había llegado a pensar que su hija tenía un mal de ojo, no es que ella fuese especialmente supersticiosa, pero es que no encontraba explicación alguna a lo que le sucedía a su pequeña.

Artur al ver que el susto había pasado, se levantó del sillón y se fue como cada tarde al bar de Tonet, allí hacía su partida diaria de mus, estaba allí hasta la hora de cenar que volvía a casa, oía un ratito la radio y se iba a dormir. Esa era su rutina desde que se había jubilado. Elvira y Arlet ya estaban acostumbradas a pasar muchas horas solas. Ahora Elvira más todavía, pues la chica no llegaba a casa hasta tocada las nueve de la noche.

Para Arlet el taller de costura fue una bendición, le gustaba coser y además allí pudo conocer muchachas de su edad, pronto hizo amistades y los domingos iban juntas a misa y por la tarde paseaban ó iban al cine. En el taller conoció a Violeta y enseguida se hicieron buenas amigas. Violeta era un año mayor que Arlet una extremeña morena de pronunciadas curvas con unos ojos negros y unos labios carnosos muy sensuales, toda una mujer de raza. Sus padres emigraron a Barcelona al año de terminar la guerra, en el pueblo solo había hambre y miseria. Su padre un médico militar muy adherido al régimen fue trasladado a Barcelona. Violeta creció en la Ciudad Condal con toda clase de comodidades pero eso no hizo de ella una niña resabida y consentida. Era una niña muy amable y noble, ella como Arlet tenía diferencias con su padre, seguramente era una cuestión generacional. El padre de Violeta quería que fuese enfermera pero la muchacha no servía para ello, la sangre le horrorizaba y era incapaz de ver una herida. Cuando tuvo edad entró en el taller de doña Rosa y allí era feliz.

Hacía unos meses que la rondaba un chico que trabajaba en una oficina de correos cercana al taller de costura. Cada vez que pasaba por delante de la oficina de correos para ir a casa a comer, el muchacho salía de la oficina a la misma hora y con la misma intención de ir a su propia casa a comer. Aunque a veces él acababa antes que ella, esperaba dentro de la oficina hasta que la veía salir para encontrarse con ella, todos los días la espiaba por detrás de los cristales.

Hasta que un día decidió parar a la joven y hablar con ella, a partir de ese día cada mediodía hablaban un ratito y después de unos días empezó a acompañarla a casa y pasados unos meses Violeta presentaba a Javier a sus padres. El chico fue muy bien recibido y ahora ya hacía un año que estaban prometidos.

Fue un mediodía cuando Violeta, presentó Javier a Arlet y entonces los jóvenes quedaron en verse ese domingo para ir al baile. A Arlet no le parecía bien ¿Como iba a ir ella con la pareja? Pero fue Javier quien le dijo que su amigo Pep quería conocerla.

Arlet se sonrojó y tras la insistencia de Violeta accedió a ir con ellos. Pep no era tan guapo como Javier pero tenía cierto encanto y unos ojos negros que reflejaban miedo, pena o dolor o quizás un conjunto de todo ello. Era alto y delgado, pero a pesar de su delgadez su cuerpo estaba bien formado, se notaba que trabajaba y no en una oficina precisamente. Se podría decir que el muchacho era del gusto de Arlet.

Arlet se fue a casa con aquel desasosiego que la había producido el ver a aquella mujer, tenía que saber quien era, pero como iba a encontrarla, no sabía quien era, no sabía nada de ella, no la había visto en su vida, bueno lo cierto era que la veía cada día ya que era su propio reflejo y algo en su interior le decía que debía encontrarla.

Su padre ya no trabajaba y desde que su madre había muerto, el hombre se había vuelto como un niño. No quería estar solo en casa y había abandonado sus partidas de mus. Arlet no reconocía a su padre, ya no era aquel hombre autoritario y autosuficiente le veía desvalido y le daba mucha pena. Pero ella era joven y deseaba vivir.

Aquel día la joven llegó a casa con aquella desazón y aunque no había mantenido nunca una conversación con su padre de más de tres frases seguidas, se decidió a explicarle lo que le había pasado en la tienda de ropa.

Arlet le relató a su padre que la mujer que había visto era igual que ella, más exactamente una copia perfecta de ella misma y que en su interior sintió algo que no sabía cómo explicar.

Artur miraba a su hija fijamente y por primera vez, la muchacha creyó ver una lágrima en los ojos de su padre.

Elvira tenía unos dolores espantosos, Artur había llamado a la comadrona hacía una hora, debería estar a punto de llegar, pensó el hombre. Y así fue minutos mas tarde llegó la mujer y exploró a Elvira y se lo dijo muy clarito a Artur.

_ ¡O la lleva al hospital o no sale de esta! Necesita una cesárea.

El hombre llamó un taxi y se dirigieron al hospital militar,

Elvira no entendía por que no la llevaba al centro hospitalario ó a Sant Pau, su marido la convenció que en el hospital militar estaría mejor atendida y que él confiaba más en los sanitarios de allí. La mujer no tenía ganas ni fuerzas para replicar a su esposo.

También era del hospital militar la comadrona que la había atendido durante todo el embarazo, a ella no le agradaba demasiado aquella mujer, pero no se veía capaz de contradecir a Artur.

Cuando llegó el momento, dos enfermeras introdujeron a Elvira a un quirófano. Artur le beso la frente y le dijo que todo iría bien.

El hombre se fue hasta su lugar de trabajo y allí pregunto por Evarist, su compañero en intendencia. Artur le comunicó la noticia.

_ Ha llegado la hora, ya puedes venir a buscarlo, vamos rápido y cuando salgas de hospital procura que nadie te vea con él.

Artur ya hacía tiempo que sabía que Elvira traía gemelos pensaba que a pesar de todo tendría que cargar con una niña. Una estaba bien pero dos no podría soportarlo.

Evarist le vino caído del cielo cuando le explico que su cuñada no podía tener hijos y que era lo que más deseaba del mundo. Él vio el cielo abierto, le dijo a su amigo Evarist que Elvira su mujer traía dos y que él se veía incapaz de criar a dos niños, que prefería separarse de uno de ellos y que tuviese una buena vida a que se quedase con ellos y pasar penalidades. Evarist no entendía muy bien la decisión de Artur pero quizás su situación era muy precaria y de esta forma a él le hacían un favor y por otra parte sus cuñados serían los padres más felices del mundo. Evarist no sabía como preguntar que esperaba él a cambio, pero fue el propio Artur quien se lo dejo bien claro.

_ Lógicamente Evarist esto queda entre nosotros Elvira nunca lo sabrá, tus cuñados nunca sabrán de quien es el bebé y tú callaras para siempre.¿Entendido?_ Dijo Artur muy tajantemente no dejando lugar a dudas_

Pero Evarist no entendía muy bien que todo fuese tan sencillo había cabos sueltos ¿Y el médico y la comadrona los iba a callar a todos? Artur también tenía respuesta para eso.

_Ellos tienen mucho que callar _ Le dijo Artur_ Mejor no preguntes cuanto menos sepas mejor para ti y para todos.

Así pues Elvia dormía bajo los efectos de la anestesia cuando dio a luz a sus niñas. Artur quedó decepcionado ningún varón, miró a las niñas una y otra vez eran como dos gotas de agua y sin mirar más cogió una de ellas y se la entregó a Evarist.

Solamente le dijo una cosa más a su amigo.

_ Evarist cuídate de que tus cuñados no dejen nunca Argentina y que no aparezcan jamás por aquí.

_No te preocupes a mi cuñado le va muy bien la vida en Buenos Aires, no se le ha perdido nada aquí._ Le contestó Evarist mientras hacia un gesto de aceptación con la cabeza_

_ Esa es mi única condición, entendido._ Dijo muy secamente Artur_

Evarist sentía alivio por sus cuñados, pero realmente no llegaba a entender a Artur. El jamás podría renunciar a un hijo aunque pasase miseria, pero no quería pensarlo. Ahora ya era demasiado tarde, sus cuñados ya lo sabían y esperaban ansiosos el bebe. El hombre no sabía que en realidad lo que movía a su amigo a hacer aquello, él no tenía ni idea de que aquello no era más que puro egoísmo. Artur nunca quiso tener hijos no le gustaban los niños ni quería tener responsabilidades de ese carácter, el tenía planeado jubilarse y dedicarse a viajar con Elvira, los hijos no entraban en su plan pero Elvira poco a poco fue cayendo en una depresión y al final accedió aunque él esperaba que no fuese nada fácil y con suerte no lo consiguiesen.

Pero ocurrió y a los pocos meses en uno de los reconocimientos, la comadrona le advirtió que esperaban dos.

¡Eso si que no! El no pensaba aguantar dos mocosos y menos otra mujer en casa si eran varones quizás, pero si algunos de ellos era hembra no se quedaría con ella. Inmediatamente empezó a darle vueltas a la idea de deshacerse de uno de los bebes en caso que fuese niña. Chantajeó a la comadrona y lo tuvo fácil.

En esos tiempos de posguerra había escasez de productos básicos, él desde intendencia realizaba algunos favores que pensaba cobrarse cuando llegase el momento oportuno y este era un buen momento para empezar a cobrarse los favores que había propinado.

Pero años después cuando su hija le comentó lo ocurrido en la tienda de ropa, no tuvo el valor suficiente para explicarle a su hija lo sucedido hacía años y ella no sabía por qué, pero no se atrevió a preguntarle.

Arlet había quedado con Violeta, estaba deseando explicarle lo que le había sucedido aunque Violeta se había casado con Javier, ellas se seguían viendo en el taller y de vez en cuando iban a tomar un refresco pero ese día quedaron antes de entrar a trabajar. Arlet tenía que contarle lo que le había sucedido esa mañana, Violeta también tenía noticias para ella.

Una vez le hubo contado el encuentro con su reflejo (como ella le llamaba) Violeta se dispuso a darle las nuevas noticias que tenia para ella.

Se trataba de Pep, había escrito a Javier y le pedía que le dijese a su mujer que intercediese por él ante Arlet. Debía hablar con ella y explicarle algo realmente importante para los dos. Pep remitía un número de teléfono para que Arlet se comunicase con él lo antes posible.

Pep estuvo saliendo con Arlet poco más de un año, Arlet no estaba enamorada en un principio pero Pep era muy simpático y cariñoso y poco a poco se fue ganando su afecto y cuando realmente la llegó a enamorar, él la abandonó.

Una tarde de domingo saliendo del cine se lo dijo. Se iba a Argentina, sus padres emigraban allí y como él era aun menor de edad debía acompañarlos Arlet no podía entenderlo ni aceptarlo y aunque el joven le prometió que en cuanto fuese mayor de edad volvería a buscarla o a quedarse con ella, ella corto la relación. Tiempo después se arrepentiría de esa decisión pero ya fue tarde, habían pasado cinco años y aunque guardaba su amor en un rinconcito de su corazón, no quería volver al pasado.

Violeta dudaba en si debía decírselo ó no a su amiga, últimamente la veía de nuevo sonreír después de la muerte de su madre. Pero… y si realmente Pep debía decirle algo importante. Quizas el chico estaba enfermo y quería volver a verla antes de..…¡Por Dios Violeta! se decía para ella misma, por qué tiene que ser algo malo, quizás pensaba volver y quería saber si Arlet seguía amándolo. Violeta acabó consultándolo con Javier.

Su marido le dijo que ella mejor que nadie sabía como reaccionaria Arlet, Violeta pasó toda la tarde en el taller de costura dándole vueltas si hablar con su amiga ó no. Arlet volvía a explicarle lo sucedido en la tienda de ropa, esperaba que su amiga le diese su opinión de lo sucedido, que intentase junto a ella esclarecer aquel misterio pero Violeta parecía estar ausente y así se lo hizo saber.

Después de mucho insistir Arlet en el comportamiento distraído de su amiga, Violeta se decidió a hablar, le explicó lo que Pep les decía en su carta. Arlet escuchaba perpleja y atenta a su amiga. Cuando Violeta acabó Arlet suspiró profundamente, sus ojos se llenaron de lágrimas y le preguntaba a su amiga ¿Que demonios quería el muchacho después de cinco años?

Violeta le pasó un papelito donde estaba apuntado su número de teléfono y le dijo que solo ella sabía que era lo que quería y lo que debía hacer.

Al salir del taller, las dos amigas fueron caminando tranquilamente hacia casa, Violeta le preguntó a su amiga

¿Que iba ha hacer? La muchacha la miro con lágrimas en los ojos y le dijo que se moría de ganas de hablar con él pero que tenia mucho miedo a volver a sufrir, debía pensar que hacer.

Por otra parte también pensaba que si por casualidad, Violeta tenía razón y Pep estuviese enfermo, jamás se perdonaría haberle negado una conversación, si después le ocurriese alguna cosa.....

Debía pensar tranquilamente, Violeta le recomendó que escuchase a su corazón.

Pep llevaba cinco años en Buenos Aires, le costó un poquito acostumbrarse pero el hecho de que tuviesen el mismo idioma le facilitó mucho su estancia allí. La verdad era que en aquel momento Argentina era un país de oportunidades, los españoles eran recibidos con mucho cariño y la familia de Pep tuvo su oportunidad. Su padre, se colocó en un taller mecánico de la Ford, y al poco tiempo pudo hacer que Pep entrase a trabajar con él. El muchacho además se estuvo formando para perfeccionar su aprendizaje en mecánica. De noche iba a una academia donde recibía clases prácticas y teóricas de mecánica además de un poquito de cultura general. En Barcelona no pudo estudiar mucho, con trece años ya ayudaba en el puerto descargando mercancías. No lo había tenido nada fácil, su padre había tenido problemas con la policía a causa de la política, en unos momentos en España donde no podías tener ideas políticas que no fuesen a favor del régimen dictatorial que imperaba en el país. Su padre se pasaba el tiempo en prisión ó escondido. Por lo tanto no trabajaba y era su madre y él quien sustentaban la familia. Eso también fue un problema para salir del país pero tenían que arriesgarse, pues allí no tenían futuro. Con ayuda de la resistencia lograron falsificar algunos papeles y gracias a Dios tuvieron suerte y partieron a Argentina en busca de una vida mejor.

Su madre se colocó en una fábrica de pieles donde fabricaban toda clase de productos, bolsos, chaquetas, sombreros.

También le iba bien y en poco tiempo se hizo con un puesto de trabajo fijo, y su hermano pequeño se adaptó muy bien a su nueva escuela y a sus compañeros.

Todo iba a pedir de boca pero a Pep le faltaba lo más importante Arlet. Estuvo tentado muchas veces de escribirla pero ella se lo dejó bien claro " si te vas olvídame". Y así fue pasando el tiempo, no conoció a ninguna chica que le llenase el vacío que le había dejado Arlet.

Sus compañeros de trabajo y los de la academia se desvivían por distraer al joven, los sábados y domingos salían por la ciudad, a las salas de baile más concurridas, donde la juventud se reunía para pasarlo bien. Tonteó con dos o tres chicas pero nunca acababa de cuajar la relación. A todas les sacaba un pero.

Cierto que era joven, solo tenia veintitrés años, pero a veces se preguntaba si no encontraría a una mujer para poderla amar como amaba a Arlet.

Pep se habituó a la lectura y muchos sábados por la mañana iba a la biblioteca cercana a su casa, le encantaba ver tantos libros. Prefería las aventuras y en poco tiempo se leyó " La vuelta al mundo en ochenta días " cada día leía un poquito antes de dormir. Luego vino " Veinte mil leguas de viaje submarino " y así sucesivamente. Cada sábado aparecía por la biblioteca para dejar los libros leídos y hacerse con alguno nuevo.

Ese sábado iba decidido a buscar " Viaje al centro de la tierra" ya sabía donde estaba situado pues siempre iba a la misma estantería, algún día intentaría leer otro tipo de novela pero de momento Julio Verne lograba distraerlo y lo llevaba a otros mundos. Pep cogió el libro y en vez de irse a casa se sentó a leer.

En una parte de la sala había un rinconcito como si fuese la sala de estar de cualquier casa. Se sentó en unas de las butacas donde algunas personas, sobre todo señores de edad se sentaban a leer el diario.

Llevaba un ratito sentado cuando un anciano le dio los buenos días al ocupar la butaca contigua a él. Pep subió la mirada para contestar al hombre y en el fondo del pasillo la vio.

Su cuerpo se paralizó, mientras su mente le decía que se levantase y corriese, su cuerpo se resistía a moverse.

Tres mujeres jóvenes se reían intentando no levantar revuelo, miraban un libro y reían sin cesar y allí estaba Arlet.

Cuando Pep reaccionó, las jóvenes habían salido del edificio.

El muchacho no se lo podía creer como había ido a parar Arlet a Argentina, y parecía llevar tiempo allí pues ya tenía amigas, era ridículo sin duda se había confundido seguramente su deseo de verla le había jugado una mala pasada a sus ojos. No pudo seguirla. Para cuando él había salido a la calle ya no había ni rastro de las chicas.

Esa visión fue un tormento para Pep toda la semana. Iba a trabajar y al llegar a casa, cenaba y se iba a dormir para que pasase otro día lo antes posible, esperando el sábado.

El sábado llegó y Pep se levantó, almorzó un tazón de café con leche y pan. Después se fue directo a la biblioteca. En su ansia por ver si volvía a ver a la chica no acertó a ver que era demasiado pronto, aun faltaba casi media hora para que abriesen la biblioteca. El muchacho se fue a un bar cercano y se tomó otro café con leche. A las diez empunto estaba en la puerta de la biblioteca, justo cuando un conserje vestido impecablemente con un traje azul marino abría las puertas del edificio.

Fue el primero en llegar, estuvo mirando estanterías, leyó el diario ojeó varias revistas y andaba de acá para allá sin saber muy bien que hacer.

La bibliotecaria, una señora de unos cincuenta años, muy bien llevados observaba al joven. Ahora ya lo conocía era el chico español que se estaba tragando todo lo habido y por haber de Julio Verne. La mujer se preguntaba que le pasaría, parecía intranquilo, normalmente el joven venía cogía el libro que deseaba y se marchaba o se estaba un ratito en las butacas leyendo. Pero ese día no paraba quieto, no tenía ningún libro en sus manos y no dejaba de mirar hacia la puerta de entrada.

La mujer llena de curiosidad fue hacia él.

_ Te puedo ayudar,_ Le preguntó muy amablemente_

_ No, no gracias es que…_ Respondió titubeante Pep_

La mujer se percató que esperaba a alguien y se lo hizo saber.

Pep muy cortésmente y con algo de reparo le pregunto por el grupo de chicas que el sábado pasado reían en el pasillo central.

Amanda que así se llamaba la mujer le explicó que esas jóvenes venían una vez al mes consultaban unas revistas que venían de Paris, para hacerse ropa con sus patrones. El muchacho se entusiasmó pensando que eran costureras, entonces era Arlet seguro que era ella.

Inmediatamente le preguntó cuando llegaba la próxima entrega de las revistas. Amanda le respondió que el primer sábado de cada mes, el chico ya se iba cuando Amanda le llamó.

_ Joven, espere un momento-

_ Si dígame_ Respondió el joven_

_ Es evidente que le interesa ver alguna de esas jóvenes. ¿Cierto?

Pep se ruborizó y asintió con la cabeza. La mujer le dijo, bueno antes del sábado del mes que viene, tienen que venir a devolver las revistas.

El chico se derrumbó como iba a saber él cuando devolverían las revistas las chicas. Amanda que supo leer muy bien en la cara de Pep lo que estaba pensando le dijo.

_ ¡Oye! no pongas esa carita " viste" Este miércoles sobre las seis estarán aquí.

Al chico de nuevo se le iluminó la cara y se fue dándole un beso en la mejilla a la mujer.

Ahora fue ella quien se ruborizó no esperaba esa muestra de alegría y de agradecimiento.

La mujer se tocó el rostro como si hiciese mucho tiempo que nadie la hubiese besado así.

Pep se fue a casa con la esperanza de verla en tan solo cuatro dias, pero de pronto pensó. ¿Cómo iba a verla si el miércoles a las seis estaría trabajando? De nuevo llegó la decepción a su vida, como podría hacerlo para poder verla, debía idear alguna cosa, seguro que algo se le ocurriría.

Arlet seguía con la duda de que debía hacer, hasta tres veces fue a la telefónica para llamarlo pero a última hora no se atrevía y volvía a salir sin conseguir su propósito.

Ella sabía que seguía amándolo pero ¿Como amarlo en la distancia?

Y por otra parte en su cabeza ahora la única idea que daba vueltas era su reflejo, ella sabía muy bien lo que había visto y tenía que averiguar como era posible tanto parecido.Jamas sus padres le hablaron de ninguna hermana gemela, ni mayor ni menor pero estaba segura que había alguna explicación y pensaba dar con ella. Por un momento pensó que debía preguntarle a su padre, pero si nunca le había dicho nada no iba a hacerlo ahora y por otra parte si le ponía sobre aviso quizás le entorpeciese la búsqueda.¡ No ! primero intentaría averiguar algo por su cuenta.

Sabía en el hospital que había nacido. Así pues iría hasta allí para ver que podía averiguar.

Había estado muchas veces allí, de pequeña su madre y ella iban a buscar a su padre al acabar su jornada de trabajo.

Ahora hacía años que no lo pisaba. Al llegar allí se dirigió a recepción, una señorita muy amable le preguntó que podía hacer por ella. Arlet le expuso su caso.

Deseaba saber como había ido el parto de su madre, pero hacía veintitrés años y los archivos habían sufrido algunos daños.

Hacía unos dos años, hubo en la planta baja del edificio una inundación que echó a perder la mayoría de expedientes que allí se guardaban. Sería muy difícil de encontrar y además no tenían personal suficiente como para destinar una persona a tan ardua tarea. Entonces se dio a conocer.

_ Soy la hija de Artur Grimau, trabajó en intendencia hasta que se jubiló hace ahora tres años. Si fuese tan amable yo misma me dedicaría a buscar, por favor. Es muy importante para mí.

La recepcionista, le pareció una buena chica y además se podría decir que era de la casa, ella no había conocido personalmente a Artur pero si había sentido hablar de él en casa, a su padre y a su hermano. Así pues dio permiso a Arlet para que bajase al sótano y buscase el expediente de su madre.

Arlet se lo agradeció y se dirigió a las escaleras que daban al sótano. En las paredes aun se podía apreciar el desastre de la inundación. Justo delante suyo vio una puerta, en ella había un rotulo que decía " Archivo".

Arlet abrió la puerta, encendió la luz y miro la cantidad de estanterías que había allí, seria como buscar una aguja en un pajar. Sin pensárselo más se puso manos a la obra. En los cajones que llenaban las estanterías habían señalado los años correspondientes, buscó hasta encontrar el suyo 1942 hasta seis cajones destinados a ese mismo año. Sacó el primer expediente que encontró eran unos análisis de un soldado, había llegado del frente con heridas de arma .Arlet lo guardo no estaban ordenados correlativamente, tendría que mirar uno por uno, repasó tres de las cajas pero miró su reloj y vio que se le hacía tarde, eran casi las doce y a las dos tenía que estar en el taller de costura. Apartó las cajas para no confundirlas la próxima vez que volviese, porque volvería. Si, volvería una y otra vez hasta que diese con el maldito expediente.

Arlet subió hasta la planta baja del hospital y fue donde la chica que la había atendido.

_ Mañana si no tiene inconveniente volveré hay mucho que mirar._ Dijo Arlet con un tono de desanimo_

_ Está bien creo que necesitaras más de dos ó tres días está todo muy abandonado.

_ Si bien, gracias hasta mañana. _ Se acabó despidiendo la joven_

Arlet salió del hospital desilusionada y con dolor de cabeza ya que tuvo que leer y leer con escasa luz. Al llegar a casa se tomaría dos pastillas de " Obtalidon" y comería un poco a ver si se le pasaba el dolor antes de ir a trabajar.

Su padre estaba en casa sentado en una silla en la terraza mirando hacia la calle estaba como ido, a veces Arlet pensaba que debería llevarlo al medico no hacía nada durante el día y últimamente apenas comía, parecía que se dejase morir.

Arlet se acercó y le llamó.

_Papá, papá no me oyes entra que vamos a comer_ Le llamó la muchacha_

Pero su padre no se movía, Arlet vio que su padre no estaba bien, se fue al salón levantó el teléfono y llamó al hospital militar, se identificó y pidió una ambulancia para su padre.

Tuvo que esperar unos quince minutos antes de que la ambulancia llegase.

Después de varias horas de espera un doctor salió a hablar con Arlet. Su padre había tenido una ambolea cerebral, tenía paralizada toda la banda izquierda del cuerpo y había perdido el habla.

Además tenía el corazón bastante delicado, el doctor le dijo que no sabía cuanto podría durar en ese estado, deberían esperar unas horas para ver como evolucionaba.

A las diez de la noche, Violeta y Javier se acercaron al hospital para saber como seguía Artur, vieron a Arlet en la sala de espera de pie mirando por la ventana, al sentir la voz de su amiga se giró y se fundió en un abrazo con ella, Javier le dio un beso en la frente y le cogió las manos fuertemente.

Estuvieron acompañándola más de una hora, después les pidió que se marchasen pues allí tampoco podían hacer nada.Violeta no quería dejarla sola en esa circunstancia, pero Arlet y Javier la convencieron de que era lo mejor.Arlet le prometió que si había alguna novedad les llamaría.

Estuvo tomando café hasta que el estomago le dijo que ya no más. Y a pesar de la cafeína el sueño la venció y se quedo dormida sentada en una silla y allí la encontró el doctor cuando fue a hablar con ella.

_ Señorita Grimau, perdone la he despertado._ Le dijo el doctor con mucha delicadeza_

_ Si al final me he dormido, dígame doctor está mejor mi padre.

_ No señorita acaba de padecer otra ambolea y su estado es crítico. Si quiere verlo ahora es el momento, no creo que le quede mucho tiempo. ¡Lo siento!

La joven se puso a llorar, aunque no había buena sintonía con su padre, era su padre y lo quería y además era lo único que le quedaba. Arlet siguió al doctor hasta la sala donde se encontraba su padre.

Se acercó a él le cogió las manos y le besó la frente. El hombre parecía dormir, le costaba respirar, su hija lo miraba y le pasaba la mano cariñosamente por el pelo de la cabeza, estuvo así unos minutos y después como si él sintiese que ya se había despedido de su hija, dejó de respirar.

Pep sabía que no estaba bien lo que iba ha hacer, pero también sabía que debía hacerlo porque había pasado los últimos días con la única obsesión de encontrar a aquella muchacha, era Arlet estaba seguro y debía encontrarla.

Pep estaba en el taller y de pronto se sintió indispuesto, se dirigió a ver el encargado del taller para pedirle si podía marcharse a casa pues no se encontraba nada bien. El hombre le pregunto que le ocurría y el joven le explicó que se sentía mareado y con nauseas, quizás le había sentado mal la comida o se le había cortado la digestión, pero no estaba bien para continuar allí.

El encargado de taller, padre de tres hijos sabía muy bien lo que era trabajar después de pasar una mala noche ó con gripe, se apiadó de él y le dijo que se fuese a casa y que se mejorase. Si al día siguiente, no mejoraba que se pasase por la visita del medico y les comunicase el resultado de la visita.

El muchacho se lo agradeció y salió rápidamente del taller.

No fue al medico, lógicamente salió disparado directo a la biblioteca y allí esperó hasta que la vio aparecer.

¡Dios era Arlet! Como no le había dicho que iba a venir a Buenos Aires y ¿Por qué había venido?

Sabía por Javier que su madre había muerto y era verdad que no congeniaba mucho con su padre, pero no como para dejarlo solo. ¿Que hacía Arlet allí? se lo preguntaba una y otra vez mientras la miraba de lejos, como si estuviese esperando reunir el valor suficiente para enfrentarse a ella.

Las jóvenes se fueron a unos de los pasillos donde estaban todas las revistas de moda, se las sentía hablar, era curioso todas ellas tenían el acento típico argentino, ¿Cómo no podía sentir la voz de Arlet?. Se preguntaba el chico. Sin esperar más fue hacia el pasillo donde se encontraban las jóvenes y se plantó delante de Arlet.

_ Bueno, a ti que te pasa ¿Que haces ahí parado?_ Le dijo la chica_

_ Arlet yo…_Fue lo único que él acertó ha decir_

_ ¿Pero que dices boludo, que demonios te pasa?_ Le respondió ella extrañada y molesta_

La chica no sabía quien era aquel joven y por qué la llamaba Arlet, sin duda se había confundido.

Él la miraba y la miraba y no se atrevía a decir nada. Fue una de las amigas de la joven quien se dirigió a él.

_ Estas molestando ¡vistes!

_ Perdón, yo quiero hablar contigo._ Dijo Pep dirigiéndose a la joven que él daba por supuesto que era Arlet_

_Vos estás loco, yo no te conozco de nada, ¿Que querés?

_ Arlet…_ Volvió a repetir él_

_ Que yo no me llamó Arlet pelotudo, ¿Vos os escapasteis de un loquero?_ El enfado de la chica crecía por momentos_

_ Soy Pep, ¿No me recuerdas?_ Insistía él una y otra vez_

_ Mira pive, yo no te conozco de nada, nunca te vi._ Le dijo ella subiendo el tono de voz y el enfado_

_ ¿Cuanto hace que llegaste a Buenos Aires?_ Seguía preguntando él como si no quisiese escuchar lo que la joven le decía_

_ ¡Ja! yo nací aquí, ¿Pero a vos que os pasa, estás loco?

Pep sacó de la cartera una foto de Arlet y se la pasó a la joven, las otras chicas que acompañaban a la chica se arremolinaron junto a ella, para ver la foto que le había dado el muchacho.

Todas se quedaron con la boca abierta, la joven levantó la cabeza y le miró.

_ Pero ¿Que broma es esta? ¿Como conseguiste ponerle mi cara a este retrato? ¿Quien sois vos ¡ha! ?_ Ahora si que estaba realmente enfadada y un poco asustada de pensar que aquel loco la espiaba y le hacía fotos_

_ Eres tú hace cinco años, ¿No lo recuerdas?_ Le contestó él convencido de lo que estaba diciendo_

_ No, no soy yo, yo nunca estuve en ese parque, nunca tuve esa ropa y..… Pero ¿Que pasa boludo, me estáis gastando una broma? ¿Es eso?_Fue la única explicación que encontró la chica a lo que le estaba sucediendo_

_ Arlet...

_ Que no me llamo Arlet, yo soy Mar, entendistes, Mar.

El joven no sabía que decir, la chica lo miró de nuevo y le devolvió la foto, después se fue con sus amigas a toda prisa, las jóvenes salieron de la biblioteca y Pep se quedó allí parado, sin entender nada de lo que había ocurrido hacía tan solo unos momentos. Quizás había tenido un accidente y ahora no sabía quien era, pero como había logrado hablar como una verdadera argentina. Pep no sabía que responder a todas esas preguntas y ahora su desasosiego era aun mayor.

Salió del edificio con la moral por los suelos, todos sus sueños y esperanzas se habían disipado en un instante. Sin darse cuenta fue recorriendo el camino hasta casa y al llegar recordó que no había ido al medico, ¿Como iba a justificar su marcha del trabajo? Pero lo cierto era que t Arlet preparó el funeral, y pidió que escribiesen una esquela en el diario. Su padre sería enterrado en el cementerio de Collserola, a las once de la mañana del día siguiente.

La joven sintió una sensación de desamparo, primero perdió a su madre y ahora su padre. No le quedaba nadie, ¡Bueno! tenía unos tíos por parte de padre, su tío Manel y su mujer Tresa y su tía Roser y Andréu su marido, pero no tenía mucho contacto con ellos, realmente hacía años que no veía a ninguno de ellos y sus primos los hijos de Manel, habían emigrado a Alemania y ni los conocía ya que eran mayores que ella. En fin que estaba sola, completamente sola y eso mismo le dijo a su amiga Violeta. Violeta la abrazó y le dijo que jamás estaría sola que la tenía a ella y que jamás se separarían.

Arlet sintió cierto consuelo al oír las palabras de su amiga, pero en su corazón seguía sintiéndose sola, muy sola.

El día amaneció radiante, como si el sol le quisiese decir que la vida continuaba y que ella debía seguir su camino.Arlet se vistió para la ocasión, volvió a sacar del armario la ropa negra que había hecho servir en el luto por su madre.

Se miró al espejo y lloró desconsoladamente, estuvo así un buen rato hasta que sonó el timbre de la puerta y fue a abrir. Era Violeta y Javier, venían para ir con ella al sepelio.

Violeta vio la pena que consumía a su amiga e intentó ponerle un poquito de alegría a su vida dándole una noticia que había sabido la noche anterior.odo le daba igual, su sueño se había esfumado y nada valía la pena.

_ Arlet este es un momento muy triste, pero quiero hacerte un poquito feliz, que compartas con nosotros la alegría que sentimos.

Violeta daba la mano a su marido y le miraba con amor e ilusión. Aret los miraba, con cara de sorpresa y cuando Violeta le dijo que estaba esperando un bebé, Arlet no pudo por menos que sonreír.

_ Por Dios que alegría es justo lo que necesitaba sentir, ¿Para cuando lo esperas?_ Le preguntó la chica realmente ilusionada _

_ Estoy de tres meses, me alegro de que te haga feliz.Javier y yo hemos pensado que si es niño se llamará Artur, es como si la providencia, quisiese que al marchar un ser querido, llegue otro nuevo. Espero que no te importe, pero Artur además de ser el nombre de tu padre es un nombre de rey y él sin duda alguna será nuestro rey.

Arlet abrazó a su amiga primero y después al marido de esta. Les felicitó y les hizo saber que estaría encantada de recibir al nuevo Artur.

El cementerio estaba repleto de gente, a muchos no los conocía eran amigos o compañeros de su padre que seguramente se habrían enterado por la esquela del diario.

Cuando hubo acabado todo y su padre reposaba en el panteón familiar junto a su madre, tuvo que atender a todos los presentes que querían presentarle sus respetos y darle el sentido pésame.

No conocía a la mayoría de ellos, pero si conoció a Evarist el compañero de trabajo de su padre.

Evarist se acercó y le dio un abrazo y un beso, le dijo lo mucho que sentía la pérdida de su padre y se ofreció por si necesitaba alguna cosa, el hombre le cogió las manos fuertemente y se despidió. Cuando Arlet se dio cuenta sintió algo en la palma de su mano, era un papelito doblado que sin duda alguna se lo había dejado Evarist.

¿Que era y por qué le dejaba mensajes a escondidas?

La muchacha comprendió que si él no había querido que se supiese debía ser discreta, lo guardó con disimulo en el bolso y sacó un pañuelo con el que se secó las lagrimas.

Cuando Arlet abrió la puerta de su casa, le asaltaron un montón de recuerdos, entró en el recibidor y colgó la chaqueta en el perchero, caminaba como por inercia realmente no veía nada de lo que tenía a su alredor. Se sentó en el sillón que había ocupado su padre hasta hacía pocos días, le acarició los brazos como si tratase de sentir el contacto del hombre por última vez.

Entonces recordó el papel que le había entregado Evarist, se levantó del sillón y fue a coger el bolso que había dejado encima de la mesa del comedor buscó el trozo de papel, lo sacó del bolso y lo desplegó.

La nota era escueta y lo suficientemente reveladora para crear interés en ella.

"Arlet, cuando te encuentres mejor ven a verme, deberíamos hablar. Es respecto a algo que pasó hace tiempo y que creo que debes saber."

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