Amnesia

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Cuarta parte » Capítulo 33

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33. SALIDA

Sharon intentó que el coche no se saliera del sendero, estaba perdiendo mucha sangre y si se estrellaba con alguno de los árboles se desangraría antes de que alguien pudiera ayudarla. Cuando llegó a la carretera principal dudó entre dirigirse hacia el pueblo o hacia la frontera. Al final optó por ir hacia Canadá, conocía a una veterinaria que tal vez podría curar sus heridas. Intentó no desvanecerse, debía mantener la atención, pero cada vez se encontraba más débil.

Salió de la carretera principal y se dirigió por un camino hasta la granja donde vivía Margot, la veterinaria. Era una mujer soltera, de unos cincuenta años de edad que se había trasladado desde Quebec para tener una vida más tranquila y apacible.

Cuando divisó la casa apenas le quedaban fuerzas, el coche bajó por la cuesta y cuando intentó pisar el freno ya no pudo. Afortunadamente no iba muy deprisa y el coche chocó con una valla blanca y se detuvo por completo. Su cuerpo cayó sobre el volante y comenzó a sonar el claxon.

La mujer salió de la casa a toda prisa, pensaba que se trataba de alguna emergencia, cuando vio la furgoneta tiroteada y la cabeza de la policía sobre el volante, le dio un vuelco el corazón. La examinó antes de bajarla del coche, no estaba segura de poder con su peso. Al final buscó una camilla la puso al lado de la furgoneta y colocó a la joven. Después corrió con ella hasta su pequeña sala de trabajo. La desinfecto bien, la colocó boca abajo y con cuidado limpió la herida. Antes de intentar extraer la bala le inyectó una potente anestesia.

Una media hora más tarde ya había sacado la bala y desinfectado la herida, pero no tenía sangre para la paciente y la policía había perdido mucha. Miró su grupo sanguíneo que figuraba en su chapa de agente y suspiró al saber que era compatible con la suya. Se extrajo sangre y después durante una hora le fue suministrando a la paciente una transfusión de sangre.

Pasó toda la tarde y la noche sentada al lado de la camilla; de vez en cuando le ponía alguna dosis más de antibiótico y un poco más de sangre. Por la mañana la paciente se despertó con un fuerte dolor en la espalda.

—¿Dónde estoy? —preguntó aturdida.

—En mi clínica; soy Margot, la veterinaria.

—Ahora recuerdo, tengo que ir a la policía de inmediato. Varias personas están en peligro.

—No te puedes mover, al menos en un par de días más. Yo misma te llevaría al pueblo, pero no creo que puedas soportar el viaje, la herida era profunda y has perdido mucha sangre.

La mujer hizo un amago por levantarse pero un fuerte dolor en la espalda le hizo retorcerse de dolor.

—Cálmate, lo único que conseguirás es que se te abran los puntos.

La policía se recostó de nuevo y la veterinaria le puso una inyección extra de calmante, que poco a poco consiguió relajarla de nuevo.

Sharon se quedó de nuevo dormida y cuando volvió a despertar era de noche.

—¿Cómo te encuentras?

—Bien. ¿Llamaste a la policía?

—No, estabas dormida y no hubiera sabido qué responderles.

—¿Tienes un teléfono?

—Lo tengo en el salón, será mejor que te ayude —dijo colocando a la agente en una silla de ruedas. La llevó hasta el salón y mientras le daba el teléfono puso la televisión.

Las noticias hablaban de diferentes temas de actualidad hasta que vio en un recuadro el nombre de su ciudad.

“Las autoridades informan de una serie de misteriosos crímenes en el condado. El sheriff ha acusado de estos horrendos sucesos a una de sus colaboradoras, la ayudante Sharon Dirckx. La policía del condado y la oficina del sheriff la buscan por la zona, aunque se temen que haya intentado huir a Canadá”.

La veterinaria la miró preocupada y la agente levantó ambas manos para calmarla.

—Todo tiene una explicación —dijo mientras comenzaba a sentir un fuerte dolor en la espalda. Respiró hondo antes de seguir y comenzó a contarle lo que había sucedido en aquellos últimos días. A medida que le describía los detalles del caso, se daba cuenta de lo increíble que parecía todo, pero a veces la verdad es extrañamente incomprensible.

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