Amnesia

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Segunda parte » Capítulo 10

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10. RECUERDO

Sharon se tropezó un par de veces mientras seguía a la paciente. En cambio, ella parecía esquivar fácilmente las ramas, las raíces de los árboles y las piedras del sendero a pesar de caminar descalza. Llegaron a una zona algo más despejada. Ya no se escuchaban las voces, la mujer parecía algo más calmada y daba la impresión de que la fatiga la había invadido de nuevo.

—¿Qué ha pasado? El doctor me llamó para que viniera de inmediato a la clínica, supuestamente le había vuelto la memoria, pero me encuentro con que han asesinado al doctor Sullivan y que unos hombres la buscan.

—Ya le comenté que nos acosaron…

—Sí, pero eso fue hace más de una semana. Un incidente aislado sin importancia.

—No, logré recordar un poco más. Esos hombres estaban descargando algo en una isla próxima a nuestra cabaña y nos siguieron hasta allí.

—¿Ya recuerda que no eran dos, sino cinco los componentes de su familia?

—Sí, claro. Mi esposo, mis dos hijas y mi hijo. ¿Por qué me pregunta eso?

—Antes únicamente recordaba a su hija pequeña, Charlotte, la llamaba.

—Pero están los otros dos niños, bueno ya son adolescentes. Steve e Isabelle son gemelos, aunque Isabelle se considera mayor que su hermano. Las mujeres maduran antes, ya lo sabe.

—¿Cómo se llama su marido? ¿Cuál es su apellido? Eso nos ayudaría mucho.

—Bueno, él se llama… —dijo la mujer pensativa.

—¿Qué sucede?

La mujer comenzó a golpearse en la cabeza.

—No me acuerdo, no sé qué me sucede.

La policía le pasó el brazo por la espalda, estaba temblando, empapada y confusa. Comenzaba a recordar el horror que había vivido y, cuanto más recordaba, más sabía que lo que le había sucedido a su familia era muy peligroso.

—No importa. ¿Sabe si le contó algo al casero? Tal vez fueron a la policía. Cualquier detalle me ayudaría mucho.

—Bueno, además de lo que le he comentado, no recuerdo nada —dijo la mujer mirándola a los ojos, aunque en medio de la oscuridad apenas los intuía.

—Será mejor que regresemos al pueblo. Iremos directamente a la oficina del sheriff, allí estará a salvo.

—No, prefiero quedarme aquí.

—¿Aquí? En medio del bosque, empapada hasta los huesos y con unos asesinos persiguiéndola, no creo que sea una buena idea.

—Él estaba con ellos —dijo la mujer, mientras le temblaba el mentón.

—¿Quién estaba con ellos?

—El sheriff, el doctor no la localizaba al principio y le llamó a él. Llegó muy rápido, como si estuviera esperando la llamada. Escuché que discutían fuera de la habitación.

—¿De qué hablaban? —preguntó nerviosa la ayudante del sheriff.

—El doctor le contó lo que yo lo recordaba. El sheriff le dijo que era mejor no dejar piezas sueltas, el doctor se puso furioso y comenzó a gritarle. Entonces escuché un golpe. Me asomé y vi que el sheriff le había derrumbado, me asusté mucho, pero no tenía escapatoria.

—¿Qué pasó después? —preguntó angustiada Sharon. Dudaba de la mujer, pero lo que le contaba parecía verosímil y la paciente no parecía alterada en ese momento.

—Bueno, el hombre entró. Me miró fijamente. Al principio no recordaba su rostro, pero luego me vino como una imagen. Le conocía, aunque no estaba segura dónde le había visto antes.

La agente buscó en su teléfono alguna foto de su jefe y después se la enseñó en la pantalla del teléfono.

—¿Es este hombre?

—Sí —contestó la mujer asustada.

Sharon notó cómo el corazón se le aceleraba y le faltaba la respiración. ¿Qué podía hacer? Si lo que decía la mujer era cierto, las dos estaban en peligro. Debía llamar al FBI o intentar ir al pueblo de al lado, para hablar con el sheriff de allí.

—¿Por qué la dejó escapar?

—No me dejó escapar. El hombre me apuntó con un arma. Le supliqué que no me matase y se me quedó mirando, impasible. Entonces me dijo: “Por el bien de tu familia será mejor que no hagas ninguna tontería…”.

—¿Tienen a su familia? —preguntó la agente.

—Eso creo, esa gente monstruosa tiene a mi familia. Si hablo la matarán, pero si me atrapan me pegarán un tiro.

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