Amnesia

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Cuarta parte » Capítulo 27

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27. SOBREVIVIR

Una semana antes, en las proximidades de Internacional Falls.

Victoria se sacudía sobre la cama como un barco zarandeado por el viento. Debía desatarse y ayudar a sus hijos antes de que fuera demasiado tarde. Logró caerse de la cama y con el filo de una de las patas cortó la cuerda de las manos, se desató los pies y corrió escaleras abajo. Miró a su alrededor y la única arma potencial que logró encontrar fue uno de los hierros de la chimenea con una punta afilada. Se asomó por la ventana y vio al gigante que besaba en el cuello a su hija.

—Cerdo —susurró.

Abrió la puerta muy despacio, el gigante parecía tan entretenido que no se percató de que se acercaba por su espalda. La mujer blandió el hierro con las dos manos y le golpeó con fuerza en la cabeza. El tipo giró la cara y puso un gesto de furia, que le hizo temblar, le volvió a golpear y la sangre comenzó a salir a borbotones de su cabeza. Aun así, el tipo tiró a la chica al suelo, se puso en pie y comenzó a acercársele.

—¡Maldito hijo de puta! ¡Muérete de una vez! —gritó mientras le clavaba el hierro en la tripa. El gigante agachó la vista y se sacó el hierro arrojándolo a un lado.

La mujer le miró sorprendida. Aquel tipo parecía inmune a todos sus ataques. Cogió a Victoria por el cuello con una sola mano y la levantó. La mujer se aferró a los dedos del hombre, pero no logró hacer nada. El tipo la mantenía en el aire mientras ella agitaba los pies. Se estaba quedando sin aire y sin fuerzas.

Entonces el gigante notó un fuerte dolor en la espalda. Isabelle había tomado el pincho y se lo había hincado a la altura de los riñones. El gigante soltó a la mujer que cayó ruidosamente sobre el suelo del porche y fue a por la chica. Esta logró clavarle de nuevo el pincho en la tripa, pero el gigante logró atraparla y comenzó a zarandearla en el aire. Parecía una muñeca de trapo sacudida por un niño violento.

Victoria logró ponerse en pie y medio aturdida vio el fusil que estaba apoyado al lado de la puerta. Lo tomó, comprobó que estaba cargado y apuntó.

—¡Maldito monstruo, suelta a mi hija de inmediato!

El gigante lanzó a la chica por los aires que cayó a pocos metros. Después comenzó a caminar hacia la mujer, pero antes de que lograra alcanzarla, le disparó en un hombro y el tipo siguió caminando; y le volvió a disparar rozándole el cuello y justo cuando alargaba las manos, le dio en plena cabeza. Los sesos del tipo se desparramaron por el suelo y el cuerpo se derrumbó como una torre asediada.

La mujer soltó el fusil, estaba agotada, llena de magulladuras, pero en cuanto vio a su hija en el suelo corrió hacia ella.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras la ayudaba a levantarse.

—Mamá, sácame de aquí, por favor —le suplicó cubierta la cara de sangre.

La mujer la ayudó a incorporarse, puso su brazo rodeando la espalda y comenzaron a correr hacia el coche. La chica apenas levantaba la cabeza. La dejó en uno de los asientos y se puso en el del conductor. No quería dejar a Steve, pero debía de salvar a Isabelle. Arrancó el coche y lo sacó a toda velocidad del sendero, logró llegar hasta la carretera principal y a pocos kilómetros de allí se cruzó con un coche de policía, frenó en seco y comenzó a tocar el claxon. El coche de policía se dio la vuelta y paró a su lado. Un hombre mayor se acercó por el lateral y miró por la ventanilla.

—¿Se encuentran bien? —les preguntó.

—Necesitamos ayuda —dijo la mujer.

—Están a salvo, soy el sheriff de Internacional Falls —contestó el hombre.

Victoria se aferró al volante y comenzó a llorar. Parecía que aquella horrible pesadilla estaba llegando a su fin. Se abrazó a su hija que también comenzó a llorar.

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