Amnesia

Amnesia


ESH

Página 83 de 89

ESH

John terminó de ver el vídeo con lágrimas en los ojos.

—Lo siento —dijo Paula mientras bloqueaba el móvil y se lo guardaba en su regazo—. ¿Lo sabías? —preguntó tímidamente.

Él la observó como si ella acabara de materializarse a su lado.

—Siempre creí que fue mi padre.

Paula asintió. Y entonces hizo la pregunta que verdaderamente la había llevado a Carnival Falls.

—¿Es verdad lo que dice, que tu madre lo ansiaba?

John se limpió las lágrimas.

—Sí, es cierto. Mi madre también me lo pidió a mí, sólo que yo era demasiado ingenuo para comprenderlo. Me dijo que le pusiera una almohada encima del rostro. Más tarde, cuando se llevaron a mi padre, lo entendí todo. Era un niño pero no estúpido.

—Cuando encontré el vídeo, no supe qué pensar —dijo Paula en tono de disculpa—. Él…, bueno, confiesa un ase…

—No fue un asesinato —la interrumpió John.

John se puso de pie y caminó por el salón. Paula se limitó a observarlo.

—Mi madre se lo pidió —dijo John más para sí que para Paula—. Hizo lo que debía.

Estaba anocheciendo. ¿Cuánto tiempo llevaban hablando? John miró la botella sobre la mesa y se maravilló ante la perspectiva de no recordar nada de lo que estaba sucediendo.

—Ya tienes tu respuesta —dijo John volviéndose de repente, algo había cambiado en sus ojos—, quiero que me entregues ese vídeo y dejes en paz a mi hermano.

—Por supuesto, ésa es la razón por la que he venido. Si tú estás en paz con esto, es todo lo que importa. Entiende que mi única preocupación cuando encontré el vídeo era que tú lo supieras, y que juzgaras por ti mismo. Tu padre fue a la cárcel y se quitó la vida por algo que…

—¡No tienes que explicármelo!

—Lo siento.

Paula bajó la vista.

John volvió a sentarse. Apoyó una mano en el hombro de Paula.

—No es por ti —se disculpó—, estoy en shock.

Ella asintió.

John se cubrió el rostro con las manos y se dejó engullir por la oscuridad.

—¿No voy a recordar nada de esto? —dijo con voz amortiguada.

—No.

Volvió a mirar a Paula.

—Agradezco lo que has hecho.

La habitación se oscureció de golpe.

—¿Te sientes bien? —preguntó Paula.

John se incorporó.

—Estoy bien. ¿Cuánto tiempo hace que…?

Paula consultó el reloj del móvil y frunció el ceño.

—Una hora y veinte minutos. El efecto debería durar un poco más.

—Entonces terminemos con esto de una vez.

Paula buscó el vídeo en el móvil y lo borró.

—Hice dos copias —explicó a continuación—, una estaba en mi móvil y acabo de borrarla. La otra está en un servidor remoto.

Accedió a Google Drive y seleccionó la copia del vídeo. Eligió la opción para borrarla, todo bajo la atenta mirada de John.

—El vídeo ya no existe, por lo menos en lo que a mí respecta.

John no tenía más remedio que creerla. Sabía que Paula podría haber hecho una o cien copias más y él no tendría modo de saberlo.

Paula se puso de pie.

—Necesito que borres el resto —dijo John.

Paula se estaba colgando la mochila al hombro. Se detuvo.

—Éstas eran las dos únicas copias —dijo ella sorprendida—, una en mi móvil y una remota. Lo justo y necesario.

—Me refiero al resto de los vídeos y documentos del ESH que has robado de Meditek y que conciernen a la investigación.

La sonrisa de Paula se desvaneció.

—Eso no tiene nada que ver contigo. No es la razón por la que he venido.

Un chorro de tinta negra nubló el campo visual de John. La mancha remitió rápidamente pero Paula ya se había alejado unos pasos, retrocediendo en dirección a la puerta. John se apresuró y rodeó el sofá en la dirección opuesta, llegó a la salida y se aferró al mueble para no caer. Buscó el arma y la empuñó.

Paula se detuvo en seco.

—No voy a usarla —dijo John.

—Entonces guárdala.

—Quiero que borres el resto de los documentos.

—¿Y si tengo otras copias?

—¿Las tienes?

—Vamos, John, he venido a ayudarte, a mostrarte la verdad sobre lo que le sucedió a tu madre. Te he dado la oportunidad de elegir.

—Y te lo agradezco. Lo que no entiendo es por qué no quieres borrar el resto de los vídeos. Pensé que no estabas de acuerdo con chantajear a mi hermano.

Paula sacudía la cabeza.

—¡No has entendido nada!

—Si no vas a utilizarlos, entonces quiero que los borres, tan simple como eso.

Paula había pasado de la preocupación a la ira en apenas un instante.

—¡Crees que no hubiera podido chantajearlo con esa confesión! —espetó Paula.

John mantenía el arma a media altura. ¡Dios, cómo pesaba!

—¿Qué vas a hacer con los documentos? —dijo John en un tono pausado.

—¿Qué crees? Voy a filtrarlos, por supuesto. Tu hermano e Ian Martins están planeando vender el ESH a un laboratorio coreano, el gobierno está detrás, por supuesto. El ESH se transformará en un proyecto secreto y vete tú a saber cómo lo van a usar ¡Es injusto! Si eso no sucede, entonces una fundación privada de un tipo que nadie ha visto en años se hará con las patentes y todo lo demás. ¡Será casi lo mismo!

—No eres tú la que debe decidir eso.

—¿No?

—No.

—¿No estás cansado de que otros tomen las decisiones por ti?

—Es el proyecto de Mark… —El mundo se detuvo—. Es él quien debe decidir.

—Conozco a tu hermano. Le haré un favor.

—¿Por qué no se lo preguntas?

Paula miró al techo, como si tratar de explicárselo a John fuera una pérdida de tiempo. Y posiblemente lo era.

—Tu hermano está atado de pies y manos —dijo Paula con vehemencia. Se acercó unos pasos—. ¿No lo entiendes? Está abrumado por las deudas…, no tiene más remedio que vender. Si exponemos el ESH, los laboratorios tendrán que ceder, es la única forma. No podemos permitir que un descubrimiento así quede en la oscuridad. Para eso me he arriesgado robando esos documentos y las píldoras. Tengo más dosis. ¿No lo ves?

—No importa lo que vea o deje de ver. No voy a decidir por mi hermano. Y tú tampoco lo harás.

—Tengo copias impresas de estos documentos —dijo Paula exhibiendo el móvil.

—No te creo —la desafió John.

Apenas terminaba de decir la frase cuando su pierna derecha falló y se desplomó hacia un costado. Estiró el brazo con el que sostenía el arma y consiguió apoyar el codo para no terminar de caer. Con enorme esfuerzo se irguió, pero seguía con los ojos cerrados. Extendió el arma, y al abrir los ojos vio que Paula se había acercado peligrosamente.

—¡Alto!

Paula tenía las palmas extendidas, el cuerpo ligeramente agachado. No dejaba de avanzar.

—Voy a salir por esa puerta ahora mismo. Nuestra reunión ha terminado. Tú me dejarás salir y esto quedará atrás.

Sin dejar de moverse, Paula mantenía la distancia con John, describiendo un arco que la acercaba cada vez más a la puerta. John se limitaba a girar sobre sí mismo, siguiendo a Paula como si ella fuera un satélite orbitando alrededor de un planeta. Un planeta sin vida.

Los párpados le temblaron.

Paula hacía algo con su móvil.

—¿Qué haces?

Ella no respondió. Seguía deslizando el dedo por la pantalla del móvil.

—¡¿Qué haces?!

Paula exhibió el móvil. Lo señalaba con el dedo índice.

—Ésta es una carpeta remota con toda la información del ESH. Cuando le dé a este botón la compartiré con un grupo de hackers enorme. Ellos saben qué hacer con ella.

John hizo acopio de fuerzas y se ubicó entre Paula y la puerta de salida. El arma se había convertido en un ancla de acero.

—Voy a salir, John —dijo Paula.

Los párpados de John estaban a media altura. Un hilo de coherencia le decía que si resistía, Paula entraría en razón. Ella no iba a enviar los documentos. Estaba tirándose un farol. Quiso decir algo pero no pudo. Su cerebro envió la orden a las cuerdas vocales pero éstas no respondieron.

Paula estaba dirigiéndose a la puerta y él no podía hacer nada al respecto.

Entonces se produjo un ruido ensordecedor. Un disparo. Paula se desmoronó como una marioneta sin dueño.

Las piernas de John fallaron y cayó. Intentó amortiguar la caída extendiendo el brazo pero no pudo. La pistola salió despedida.

Justo antes de cerrar los ojos vislumbró una silueta moviéndose furtivamente.

Ir a la siguiente página

Report Page