Amnesia

Amnesia


44

Página 46 de 89

44

Me encontraba pintando cuando una sombra ocultó parcialmente el sol que entraba por la ventana. Había estado ensimismado, pero la presencia no me sobresaltó. Al volverme vi a Ross, que tenía la costumbre de entrar por la parte de atrás desde que era un crío y no la había cambiado. Me saludó con la mano en alto y le hice un gesto para que entrara. Unos segundos después llegó al estudio y se quedó mirando las ilustraciones ya terminadas y la que estaba en proceso.

—He traído las hamburguesas —dijo Ross—. Creí que Jennie ya estaría aquí.

Cerré la puerta del estudio y lo seguí.

—Morgan la traerá en un rato. El idiota sigue en rol controlador.

—La última vez que vino te encontró vomitado en el porche.

—Jaja… Muy gracioso.

Ross se dio la vuelta. Me clavó un dedo en el pecho.

—Lo tenías controlado, Johnny. Lo tienes controlado, sé que es así. Si es necesario me instalo aquí contigo, o te vienes a mi casa. Prométeme que al más mínimo pensamiento traicionero me llamarás.

—Lo prometo.

Ross hablaba en serio.

—Fue toda esta situación de mierda, Ross. Ya sabes cómo es…, cualquier excusa es válida. Es como si una parte de ti lo estuviera esperando.

—Lo sé.

Su mano se deslizó hasta mi cuello, lo aferró con fuerza. Me miró a los ojos.

—No volverá a suceder. Lo tienes bajo control, Johnny.

Asentí. Yo también estaba convencido. Salimos de la casa por el frente.

—¿A qué hora vendrá Maggie?

—No lo sé. En un rato, supongo.

—¿Cómo te sientes…, con ella?

Me encogí de hombros.

—No lo sé.

—Empieza a pensarlo, porque se quedará en Carnival Falls.

—¿Te lo ha dicho?

—No, pero no hace falta.

Dio media vuelta y lo vi desaparecer en la esquina de la casa. Todavía no me había acostumbrado a la idea de que Maggie podía quedarse en Carnival Falls. Así como la familiaridad entre nosotros había regresado con asombrosa rapidez, casi como si el tiempo no hubiese transcurrido, sabía que existía la posibilidad de que pudiera marcharse de un momento a otro.

Seguí a Ross hasta la parte trasera. Sobre la mesa de madera había dos bolsas de papel.

Ross abrió la barbacoa.

—Sé que a ti te encanta limpiarla —dije antes de que mi amigo pudiera hacer algún comentario.

Me senté sobre la mesa, los pies en el banco de madera, y observé cómo Ross iba en busca de los utensilios para limpiar la barbacoa. Regresó con un balde con agua, líquido desengrasante, cepillo de metal y guantes.

—¿Has sabido algo más de Lila?

—No.

Ross cepillaba la parrilla.

—No termino de convencerme de que haya sido una casualidad que esa noche viniera a tu casa.

—Lo fue, porque rompimos ese mismo día.

—No sé.

—A veces las cosas simplemente pasan, no todo tiene que estar relacionado con todo, como en esas novelas que tú lees.

—Y, sin embargo, Mark ha descubierto una pastilla que te borra la mente. Una pastilla que alguien ha utilizado contigo para cargarte la muerte de esa chica.

Miré en todas direcciones.

—¿Podemos no hablar de eso aquí afuera?

En ese momento escuchamos el bramido de la furgoneta de Morgan. Me dirigí a la parte principal justo a tiempo para su llegada. El nuevo marido de Tricia hizo su entrada triunfal por el camino privado. Jennie estaba sentada en el asiento trasero.

Levanté la mano en señal de saludo.

Morgan me observaba con sus gafas espejadas, escrutando todo como si de ello dependiera que apagara el motor o no. Finalmente lo hizo.

—¡Papi!

Jennie tiraba de la palanca interior para abrir la puerta. Me acerqué y la abrí desde fuera. Mi hija se debatió entre salir de la furgoneta y agarrar la bolsa de juguetes que había traído. Se apeó con cuidado y me abrazó. Me agaché para devolverle el abrazo pero entonces se zafó y me señaló la bolsa en el asiento trasero.

—Estaba un poco indecisa, así que ha traído casi todo —dijo Morgan, ahora de pie junto a la furgoneta.

Cerré la puerta con un poco más de fuerza que la necesaria y le entregué a Jennie sus juguetes.

—En la parte de atrás está el tío Ross. ¿Quieres que yo lleve los juguetes?

Jennie negó con la cabeza y empezó a caminar, esforzándose para no arrastrar la bolsa.

Era evidente que Morgan tenía algo que decirme porque no se movía. Era la primera vez que nos veíamos desde que me había tomado la fotografía.

—Creo que tenemos que hablar —dijo con solemnidad.

No estaba de acuerdo pero preferí callar.

—Lo que sucedió allí —señaló el porche—, lo hice por ti.

Me rasqué el cuello. Era eso o golpearlo.

—No, Morgan… ¿sabes qué hubieras hecho si realmente yo te importase algo? Me hubieras despertado…, me hubieras obligado a darme un baño, a vestirme y a ir a ver a mi hija. Después me hubieses preguntado qué me llevó a ello. En lugar de eso me tomaste una fotografía y fuiste corriendo a tenderme una trampa con Tricia.

—Lamento que lo veas así. No me parece bueno tapar las cosas.

—No es tapar las cosas, es lo que hacen los amigos para ayudarse. No es tapar los problemas, es ayudar de la forma correcta. Esa fotografía ha sido una puñalada por la espalda, así que no me vengas con mierdas de «lo hice por ti».

—¿Por qué no podemos hablar como dos personas sensatas?

—Por cosas como éstas, precisamente. Desde que te conozco no has hecho otra cosa que complicar mi relación con Tricia y con Jennie.

—Lamento que lo veas así, John.

—Si vuelves a decirme otra vez «lamento que lo veas así», voy a darte un puñetazo. La única razón por la que tomaste esa puta fotografía fue para demostrarle a Tricia que tenías razón y que yo iba a cagarla otra vez. Acepta eso y podemos empezar a hablar de verdad, Morgan.

No respondió. Posiblemente lo único que se le ocurrió fue repetir que lamentaba que yo lo viera de esa forma.

—Pasaré por Jennie cuando quieras, sólo avísame.

—No será necesario, yo la llevaré.

Morgan asintió y se metió en aquel monstruo de acero. Cuando la furgoneta maniobraba para regresar, el coche del padre de Maggie hizo su aparición, con ella al volante. Se cruzaron y pude advertir la curiosidad de Morgan al verla llegar.

—¿Quién era? —Maggie se apeó del coche. Llevaba puesto un vestido floreado que me dejó sin habla.

—Morgan —dije en piloto automático.

Empieza a pensar en qué sientes por ella, porque se quedará en Carnival Falls.

En el porche trasero las cosas estaban mucho más animadas. Ross había dejado a punto la barbacoa y Jennie colocaba los platos en su sitio. Cuando nos vio llegar se escondió debajo de la mesa.

—¿Quién es esa niña tan bonita? —dijo Maggie.

—La niña bonita es un poco vergonzosa —replicó Ross mientras colocaba el carbón.

—Ven a saludar a Maggie.

Los dedos de Jennie asomaron por la mesa, luego sus ojos.

—¿Recuerdas que te hablé de ella cuando fuimos al pantano de las mariposas? Maggie y Ross eran mis amigos cuando éramos pequeños.

Mi argumento no convenció a Jennie, que siguió debajo de la mesa.

Ir a la siguiente página

Report Page