Amnesia

Amnesia


Agradecimientos

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Agradecimientos

En la medianoche del 1 de abril de 2016, mi hermana Ana me llamó por teléfono para avisarme de que nuestro padre estaba hospitalizado. Había sufrido una descompensación a raíz del tratamiento de quimioterapia que estaba llevando adelante. Hacía poco tiempo le habían diagnosticado un cáncer de lengua descubierto muy tempranamente, por lo que las perspectivas de recuperación eran altas. Yo estaba a una hora de viaje de mi ciudad natal, de modo que le pregunté a Ana si creía necesario que fuera a ver a mi padre en ese momento. Me respondió que no, que él estaba fuera de peligro, consciente y hablando con ellos con normalidad, y que podría visitarlo al día siguiente.

Un rato después volvió a sonar el teléfono. Mi hermana lloraba. «Se murió, Fede.»

A las tres de la madrugada viajé a mi ciudad, inmerso en ese loop de incredulidad y tristeza que nos atrapa cuando nos deja un ser querido. El comienzo de este libro ya estaba en mi cabeza en ese tiempo, pero fue durante ese viaje cuando terminó de gestarse. La historia llegó, así de repente. Mi padre está presente en este libro de diversas formas, se ha colado en muchos personajes con pequeños gestos y costumbres que muchos reconocerán.

Mi padre fue una de las personas que más me animó y se enorgulleció con cada pequeño logro en mi carrera. Mis hermanos me contaron que el día de su internación le dijo a todos los doctores y enfermeros que su hijo era escritor y que tenían que leer La última salida. A una de las enfermeras incluso le anotó el título en un papel para que no se le olvidara.

Gracias, pa. Gracias por tu ejemplo.

Ese mismo año, casi como una ley de compensación universal, llegó a mi vida una mujer extraordinaria, a quien amo y admiro, que no sólo me entendió cada vez que necesité horas para la materialización de Amnesia, sino que además aportó ideas que se abrieron paso en la historia. Gracias, Sole. ¡Somos equipo!

Esta novela no sería lo que es sin el invaluable aporte de Maria Cardona, mi agente, que con sus numerosas lecturas fue capaz de marcarme el camino correcto. Gracias, Maria. A ésta casi te la aprendes de memoria.

Todo el equipo de la agencia literaria Pontas ha sido de gran ayuda. Anna Soler, por supuesto, pero también Marina, Ricard y Leticia. A ellos, toda mi gratitud.

A mis amigos Ariel Bosi y Guillermo Ramundo, que me apoyan desde el primer momento, y a María Laura Ganzó, que leyó el manuscrito original en tiempo récord y me dio su valiosa opinión.

Y por supuesto a mi madre, Luz, y a mis hermanos, Ana y Gero. Gracias por todo.

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