Amnesia

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Cuarta parte » Capítulo 31

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31. LOCURA

Una semana antes, en las proximidades de Internacional Falls.

Victoria remaba de forma mecánica, apenas era consciente de lo que hacía. Tenía la sensación de que algo en su cerebro había hecho clic y que ya no era capaz de pensar con claridad. El hombre no dejaba de apuntarla con el fusil mientras ella miraba al horizonte, contemplando aquellos majestuosos bosques que se habían convertido en su peor pesadilla.

—Bueno zorrita, creo que antes de encontrar a tu hija nosotros dos nos lo vamos a pasar muy bien. Ya he probado a la hija, lo justo es que ahora lo haga con la madre.

Las palabras de aquel sádico asesino ya no le alcanzaban, no le importaba lo que le pudiese hacer, su capacidad de sufrimiento ya había sido traspasada con creces.

—Rema hacía allí —le indicó con el brazo.

La mujer dócilmente se aproximó a la orilla, el hombre se lanzó al agua en la zona que hacía pie y dejó a un lado la embarcación. Ella dio un salto y pisó la orilla, el hombre le fue dando empujones hasta un prado cercano.

—Túmbate —le dijo.

Se echó boca arriba y la luz del sol le dio directamente en la cara. El hombre dejó a un lado el rifle y se colocó sobre ella, le apartó un poco los pantalones cortos y le arrancó con fuerza los botones de la blusa, la mujer se aferró al osito de su hija e intentó pensar en otra cosa, alejarse de allí lo más posible. Recordó los días felices con su esposo en Londres, los sueños y planes que habían imaginado durante años. Ahora todo eso parecía casi una absurda burla. Su familia no existía, todo lo que antes tenía importancia y le daba sentido a su vida había desaparecido para siempre.

El hombre jadeaba sobre ella cuando estiró el brazo y sus dedos chocaron con una piedra plana. La tomó con la mano derecha y le golpeó con fuerza en la cabeza, el hombre se sorprendió al notar el golpe y ver chorrear la sangre por su frente.

—¡Maldita zorra! —gritó furioso y comenzó a estrangularla.

Al principio se dejó hacer, le comenzó a faltar el aire, pero por alguna extraña razón experimentó la paz que siempre precede a la muerte. Entonces le vino la imagen de su hija y reaccionó, comenzó a agitarse y el hombre tuvo que emplearse a fondo para no perder el control. Al final le quitó la piedra de la mano y comenzó a golpearle con ella la cabeza. La sangre comenzó a brotar entre el pelo rubio y largo, al principio el dolor la embargó, pero después empezó a adormecerse.

—Reúnete con tu marido —dijo el hombre golpeándola por última vez. Después se puso en pie y se tocó la herida.

Miró a la mujer tendida, con la ropa medio bajada, el oso de peluche a un lado y la cabeza ensangrentada. Escuchó unas voces que se acercaban y se asustó. Pensó en esconder el cuerpo, pero se limitó a dejarlo entre unas cañas. Más tarde regresaría para hundirlo en el agua.

Corrió hacia la barca y comenzó a remar con todas sus fuerzas; la última vez que se dio la vuelta para observar el lugar en el que había dejado el cuerpo, vio a dos pescadores que comenzaban a preparar sus utensilios al lado del agua. No sabía qué les iba a explicar a los demás. Tendría que inventar algo, tal vez que la mujer intentó escapar y tuvo que terminar con ella. Entonces comenzó a silbar y miró el cielo azul. Pensó que era un día perfecto para pescar y que tenía mucha hambre. Después su barca se perdió de vista en medio del lago y las aguas volvieron poco a poco a calmarse tras su paso.

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