Amnesia

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Primera parte » Capítulo 4

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4. LLEGADA

Salieron del restaurante después de tomar un café. Cruzaron la calle y vieron que unas nubes oscuras iban apagando el día, como si aquel derroche de luz de las últimas semanas tuviera que acabar antes o después. A pesar de todo, el calor no se había atenuado, la sensación de bochorno era mucho mayor. Sharon sudaba por todas partes a pesar de llevar el uniforme de verano y el doctor Sullivan notaba la chaqueta pegada a la espalda y tenía la sensación de que la corbata que llevaba alrededor de su cuello parecía una soga que le cortaba la respiración. Entraron en el edificio y caminaron con paso acelerado hasta la planta superior, sus pisadas retumbaron en todo el edificio. El doctor abrió la puerta con sus llaves y entraron en la habitación. La mujer estaba tumbada en la cama, como si el calmante que le habían inyectado unos minutos antes ya hubiera comenzado a hacer su efecto.

—Parece que duerme, tal vez será mejor… —dijo la policía mientras entraban en la habitación.

La mujer se incorporó en la cama y por primera vez vio en su rostro una expresión angustiada. Sin duda estaba comenzando a recordar.

—No, me encuentro bien. El calmante me ha relajado un poco.

El doctor se sentó en la silla y la agente permaneció de pie, mirando a la mujer desde su posición.

—¿Recuerda lo que me dijo esta mañana?

—Sí, por desgracia. Es una de las pocas imágenes que tengo fijas en mi mente, todo lo demás es un gran vacío, una especie de interminable masa de oscuridad —dijo la mujer agachándose hacia delante y colocando las manos en las sienes, como si aquel único recuerdo le taladrara el alma y convirtiera su vida en un infierno.

—Antes de enseñarle las fotos tendrá que cumplir una serie de normas. Debemos asegurarnos de que no estemos provocando falsos recuerdos o interpretando las imágenes por ella. A veces los recuerdos son falsos o están mezclados con cosas que nos han contado o que hemos visto. Los vídeos e imágenes se mostrarán de uno en uno y de forma cronológica. ¿Entendido? —comentó el doctor.

—Sí, claro —dijo la agente, después sacó de una funda un ordenador portátil, introdujo un pendrive y se puso de rodillas frente a la mujer. Colocó el ordenador sobre la cama y buscó la imagen más antigua.

La mujer miró a la pantalla con los ojos todavía borrosos por las lágrimas, pero logró ver la primera fotografía. Se veía a un hombre negro de mediana edad, muy bien parecido, con un bigotito fino sobre unos labios gruesos. Llevaba el pelo muy corto y vestía con un elegante traje hecho a medida. La paciente observó la imagen un minuto, pero negó con la cabeza.

—¿Conoce a este hombre?

—No lo he visto nunca, no logro recordarle. ¿Debería?

—Lo siento —dijo la policía mientras miraba al psiquiatra—. No debemos darle ninguna información sobre las imágenes, aunque la realidad es que nosotros sabemos tanto como usted. Estas imágenes aparecieron en su teléfono junto a unos vídeos, pero no sabemos mucho más. Verá que la fecha de la foto es diciembre de 2015 y parece que van a una fiesta.

—¿Parecemos? ¿Cuántos éramos? —preguntó extrañada la mujer.

Sharon pasó a la siguiente foto y apareció la mujer con el hombre, los dos estaban abrazados y sonreían a la cámara. Estaban en un salón moderno y funcional, pero sin duda de una casa de alto nivel económico.

La mujer frunció el ceño, como si no entendiese nada.

—¿Qué es lo que recordó? —preguntó Sharon a la paciente. Le sorprendía que no reconociese al hombre de las fotos. Ella imaginaba de quién se trataba, pero no podía decirle nada.

—Bueno, cuando me enseñó ayer el osito. ¿Recuerda? No le encontré ninguna relación conmigo, pero me quedé algo inquieta. A medianoche tuve una pesadilla, estaba en una barca en el lago, algo malo sucedía, una niña viajaba conmigo, a veces la llevaba en brazos. Me desperté sobresaltada y entonces lo recordé. Charlotte, mi pequeña, ella estaba conmigo en esa barca. No sé por qué, tampoco qué hacíamos allí, pero ella estaba a mi lado.

—Entonces, eso quiere decir que no vino sola al parque nacional. Puede que viniera con más gente —dijo la agente mientras mostraba la pantalla del ordenador.

—Eso es especular, puede que el recuerdo sea muy anterior, lo importante es que sabe que tiene una hija pequeña y ha logrado traerlo a la memoria —comentó el hombre.

La mujer comenzó a llorar de nuevo.

—También es bueno que exprese sus sentimientos, romperá el bloqueo emocional que tiene —dijo el doctor pasándole un pañuelo de papel.

—Gracias. Lo siento, pero tengo miedo por ella. No sé dónde está. Espero que se encuentre a salvo —dijo la paciente mientras se secaba las lágrimas.

—¿Por qué comenta eso? ¿Se encontraban en peligro? ¿Recuerda algún tipo de amenaza o situación violenta?

La mujer comenzó a hiperventilar y el doctor intentó tranquilizarla.

—Es demasiado para un mismo día —dijo el hombre mientras apartaba el ordenador.

—Necesitamos… —empezó a decir la agente, pero no quiso terminar la frase, no era buena idea volver a bloquear a la mujer. El doctor tenía razón, el recuerdo podía ser muy anterior a su viaje a los lagos.

—Lo siento —dijo la mujer de nuevo, aunque su voz parecía ahogarse con el llanto. Comenzó a temblar y se recostó un poco en la cama.

—Una última cosa: ¿Charlotte es esta niña? —dijo la agente señalando la pantalla del ordenador.

La mujer abrió mucho los ojos, después extendió los brazos en un acto de desesperación y comenzó a gritar:

—¡Charlotte! ¡Charlotte! No te preocupes, nos iremos antes de que llegue.

—¿Que llegue quién? —preguntó la policía.

La mujer miraba al vacío, como si su mente estuviera en aquel momento reproduciendo un recuerdo.

—No te hará daño. ¡Yo te protegeré! —gritó la mujer mientras abrazaba el vacío.

—¿Quién no le hará daño? —insistió Sharon.

La paciente se giró hacia ella y le lanzó una mirada de odio. Después le gritó a la cara:

—Tú lo sabes bien, maldita bruja, todos vosotros lo sabéis.

La policía no estaba preparada para aquella reacción y dio un respingo asustada. La mujer parecía fuera de sí, como si estuviera poseída. El doctor la tomó por los brazos e intentó calmarla, pero comenzó a patalear y gritar hasta que el hombre le inyectó un calmante en el brazo. Un par de minutos más tarde cayó en un profundo sueño.

Salieron de la habitación y cerraron la puerta, no comenzaron a hablar hasta que estuvieron algo alejados.

—¿Qué quería decir? ¿Por qué se dirigió a nosotros de aquella manera?

—Es posible que pensara que éramos otras personas. Estaba viviendo una especie de alucinación. Está claro que le sucedió algo muy grave, tal vez terrible y que su mente ha creado una barrera de autoprotección. Tenemos que abrirla, pero sin dañar su equilibrio emocional, de otra manera su amnesia podría convertirse en crónica. ¿Lo comprende?

—Sí, pero tengo el temor de que una familia o al menos una niña pequeña esté perdida por los bosques.

—Es posible, pero debemos esperar un poco más. Estoy planteándome hipnotizarla. De esa manera podríamos meternos en su memoria sin dañar sus recuerdos ni su psique.

—¿Lo ha probado antes? —preguntó la policía.

—Hace muchos años, aunque es una técnica que tiene sus riesgos. Por la hipnosis lograríamos hacer una especie de regresión. Llegar al momento traumático, desbloquearlo y eso podría hacer que recordase todo de repente. El riesgo es que puede bloquearse para siempre, que nunca más logre recordar, que el mecanismo de defensa que ha creado su mente nos cierre para siempre el camino a sus recuerdos.

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