Amnesia

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Segunda parte » Capítulo 14

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14. SOSPECHAS

La historia de Victoria y su familia le parecía demasiado asombrosa para ser cierta, aunque no del todo descabellada. Había muchos contrabandistas en la zona y en los últimos años se habían producido algunos casos violentos. Todo el parque nacional era muy tranquilo. Minnesota se caracterizaba por ser un estado seguro y pacífico: era más fácil morir devorado por un oso o atrapado por una tormenta de nieve que por el disparo de un arma de fuego. Sharon escuchó a la mujer y cuando esta comenzó a llorar le puso un brazo en el hombro. Aquella historia no era incompatible con que ella hubiera perdido la cabeza, al parecer tenía todo un historial de inestabilidad emocional. ¿Podía ese incidente haber roto su frágil equilibrio interno? ¿Cómo debía actuar con ella?

—¿No me cree? ¿Verdad?

—No es tan sencillo. Entiendo que esté aterrorizada, sobre todo porque no recuerda qué sucedió después. Únicamente ha logrado recordar hasta que esos hombres llegaron a la cabaña y su esposo se había marchado a pedir ayuda. Pero sería mucho mejor que fuéramos al pueblo y hablásemos con el sheriff, si no se fía de él, yo misma llamaré al FBI y la policía de Canadá. ¿Ustedes les informaron de todo esto? ¿Es así?

La mujer puso cara de extrañeza.

—Que yo recuerde no.

La agente se quedó pensativa, su jefe le había comentado que la familia había denunciado todo ante las autoridades y que la policía de Canadá los estaba buscando.

—Un momento —dijo apartándose de Victoria.

Se fue a la cocina y consultó su teléfono. Buscó en la web de la policía de Canadá, si habían denunciado su desaparición tendría que estar colgado en alguna parte. Estuvo un buen rato indagando, pero no había ninguna orden de búsqueda de la familia.

¿Por qué le había mentido su jefe? Y, lo que era aún más preocupante. ¿Cómo sabía los nombres y datos de la familia?

Regresó al comedor y guardó de nuevo el teléfono.

—¿Todo bien? —le preguntó la paciente.

—Sí, quería comprobar una cosa.

La luz mortecina de la tarde comenzaba a caer y tenía que tomar una decisión cuanto antes. En una hora ya no habría luz y tendrían que pasar la noche allí. Entonces vieron un reflejo en la ventana. La agente se asomó discretamente y contempló destellos entre los árboles. Sin duda un grupo de hombres con linternas se aproximaba.

—¿Qué sucede?

—Creo que nos han localizado —dijo la agente.

—¡Dios mío!

—Apague las luces. El lago está cerca y conozco muy bien esta zona. Mi hermana y yo siempre jugábamos con mi abuelo por toda esta zona. Nos gustaba asustarle. Debajo de la cocina hay una trampilla, lleva a la parte baja de la casa. Las cabañas en esta zona no se construyen sobre el suelo por la humedad, eso sirve de cámara. Venga —dijo la mujer mientras atrancaba la puerta principal.

—No podremos huir.

—No se preocupe.

Bajaron por la trampilla y la volvieron a cerrar, Estaba tan disimulada que dudaba que aquellos hombres pudieran encontrarla. Se arrastraron a cuatro patas hasta la parte trasera. Vieron las luces acercarse y después entrar en la casa.

—Ahora es el momento —dijo la agente. Quitó una trampilla y salieron a la parte trasera. Corrieron hacia el lago, escucharon unas voces. No sabían si alguien las habría visto.

En medio de la casi total oscuridad lograron llegar a las inmediaciones del agua.

—¿Y ahora qué haremos? —preguntó Victoria. Escuchaban los ladridos de los perros y las voces a lo lejos.

—Tenemos que entrar en el agua. A unos quinientos metros hay una pequeña isla. Podremos llegar nadando, mi hermana y yo lo hacíamos en verano.

—¿Nadar medio kilómetro? No lo conseguiré —dijo la mujer asustada.

—No lo sabremos si no lo intentamos —dijo la agente mientras la empujaba al agua.

Los perros y las voces se escuchaban cada vez más cerca. Comenzaron a nadar con todas sus fuerzas. El agua estaba helada, apenas sentían los miembros, sus cuerpos temblaban en medio de la oscuridad, tenían la sensación de estar nadando sobre un cielo sin estrellas.

Sharon intentó nadar a la par de la mujer. No estaba segura de si lograría llegar a la otra orilla. A medio camino Victoria se quedó parada, respiraba con dificultad y temblaba de frío.

—Ya queda poco —la animó la agente.

—No puedo más. Déjeme aquí.

—Y ¿qué pasará con su familia? ¿Cree que podrán sobrevivir si se rinde ahora?

—No puedo más, no tengo más fuerzas —dijo la mujer sollozando, con la respiración entrecortada.

—Siempre podemos intentarlo.

Sharon comenzó a nadar hacia el islote, si se quedaba quieta se congelaría y ella tampoco lograría llegar al otro lado.

Miró hacia atrás, pero ya no la vio.

—¡Maldita sea! —dijo retrocediendo. Aquella era una manera estúpida de morir. Sola, en medio de un lago, intentando salvar a una perturbada. Aunque en cierto sentido sabía que en el fondo no estaba allí por ella. Se debía algo a sí misma y sobre todo a su hermana desaparecida. Mucho tiempo antes había fallado a la persona que más amaba en este mundo. Desde entonces había vivido por inercia, dejándose llevar por las circunstancias, llevando la dura carga de la culpa, el miedo y la muerte. La única forma de liberarse era enmendando sus errores, por eso se había hecho policía.

Nadó y la buscó por todas partes. ¿Dónde diablos estás? Se dijo mientras miraba la completa oscuridad que la rodeaba, pero la única respuesta que tuvo fue el silencio inquietante de la noche y la sensación de que si no salía de allí cuanto antes, no tendría fuerzas para llegar a tierra firme.

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