Amerika

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AMERIKA O LAS CONFESIONES DE UN MUERTO VIVIENTE » 11

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Desenvainando otra sonrisa, Axel se despidió de mí y enfiló el pasillo en dirección a su cuarto. Lo hizo con un andar indeciso, como temeroso de dejarse arropar por la noche, preguntándose quizá si aquella sería la noche del demonio, en la que el tiempo que se le había asignado desde que se dejó atrapar por la telaraña de Rilke tendría que tocar a su fin. Cerré en cuanto lo perdí de vista, y fue al dirigirme de nuevo a la cama cuando reparé en el sobrecito que alguien había colado por debajo de mi puerta.

Aquello me hizo olvidar a Axel Elander, a Rilke y a su conquista de América, y me borró de un plumazo todas las preocupaciones que me habían embargado desde que regresé a la parte habitada de la casa. Era una notita de Swanee. La había escrito de su puño y letra, y decía: «Ya te estaba echando de menos». Y, por supuesto, me sentía tan feliz que ni de lejos se me hubiera ocurrido pensar que también aquello podía ser otro misterio.

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