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AMERIKA O LAS CONFESIONES DE UN MUERTO VIVIENTE » 17

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—Creí que a estas alturas usted ya lo sabría. ¿Qué tiene eso que ver con que la historia de Tourneur sea mentira?

—Todo —dije, en un susurro que dejaba traslucir mi consternación, si no mi rabia—. Me parece que en la vida de Rilke ya hay demasiadas casualidades como para pensar que esto también lo es.

—Puede ser —replicó la anciana—. Quizá tenga usted razón y la historia de Tourneur sea mentira. O quizá el señor Rilke descubrió aquella anécdota y eso lo animó a creer que había algo más profundo detrás de esa historia, en el hecho de que alguien hubiera sido tan dichoso como él en el mismo pueblecito donde pasó los momentos más felices de su vida. No es tan raro.

—Pero ni usted misma se va a tragar eso, ¿verdad?

La anciana me miró, desafiante. Pero no dijo nada.

—¿Sabe una cosa? Nunca dejo de tener la impresión de que hablar con usted es como meterse en una conversación empezada. Siempre estoy a la espera de que me diga cuál es el dato que me falta, y tengo que confesarle que la sensación que me produce no es demasiado agradable.

—Nunca ha sido mi intención hacerle sentir así —replicó.

—Entonces dígame qué es lo que no sé. Olvídese por un momento de las órdenes de Rilke y dígamelo de una vez.

—Usted ya lo sabe —dijo—. El problema es que aún no sabe que lo sabe.

—Váyase al cuerno —repliqué—. Ahora es usted la que habla como Rilke.

La anciana sonrió de nuevo, pero era una sonrisa resignada, como si se dispusiese a amonestar a un alumno en el que hubiera depositado una montaña de esperanzas que este se obstinaba en derribar con su conducta caprichosa; luego, con esa expresión resuelta de los ancianos que se saben transitando las últimas revueltas del camino, volvió la mirada hacia aquel jardín enharinado por la luz tenebrosa de los faroles:

—Creo que ya se lo he dicho antes —murmuró—. Soy una muerta. Pero cuando no lo soy, tampoco necesito que el señor Rilke me ordene nada para saber lo que debo decir o no. Lo conozco mejor de lo que me conozco a mí misma como para tener que hacerlo. Haga lo que haga y diga lo que diga, nunca podría esconderse de mí. Después de todo, eso es lo que ocurre cuando solo tienes ojos para el amor de tu vida.

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