Amadeus

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El decorado

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EL DECORADO

El decorado consiste básicamente en un gran rectángulo de madera decorada, asentado sobre un escenario de plástico azul-hielo. Esta superficie muda engañosamente bajo las diversas luces que se proyectan sobre ella, mostrándose de un tono gris metálico, o azul celeste, o verde esmeralda, y refleja los actores que están sobre ella. Todo el diseño es indiscutiblemente moderno, sin embargo sugiere hábilmente la era del rococó. Las suntuosas ropas y objetos son de la época.

El rectángulo representa, en general, Interiores: particularmente el salón de Salieri, la última vivienda de Mozart, diversos salones de recepción y teatros de Ópera. Al fondo se levanta un gran proscenio que luce querubines dorados soplando en largas trompetas, y soporta espléndidas cortinas azul celeste, que pueden abrirse y levantarse dejando ver un espacio cerrado casi tan ancho como la parte delantera del escenario. Dentro de este espacio cuelgan soberbios telones de fondo, o se proyectan magnificas imágenes que muestran los palcos escarlata de los teatros, o una encantadora logia masónica copiada de un plato de porcelana, etc. A este maravilloso escenario de fondo, que es en realidad un inmenso teatrito rococó, lo llamaremos a lo largo de este texto la “Caja de Luz”.

En el escenario, antes de que las luces de la sala se apaguen, el público podrá ver cuatro objetos. A la izquierda, en el rectángulo de madera, hay una mesita con una bandeja de pasteles y una campanilla. En el centro, un poco más hacia el fondo, una silla de ruedas del siglo XVIII, vuelta de espaldas al público. A la derecha hay un hermoso pianoforte con una caja de marquetería. Sobre el escenario cuelga un gran candelero con muchos globos de cristal opaco.

Los cambios de tiempo y lugar se efectúan mediante cambios de luz.

Al leer el texto es preciso recordar que la acción es totalmente ininterrumpida. Su fluidez queda asegurada mediante la utilización de criados con libreas del siglo XVIII, cuya misión es mover los muebles y piezas de atrezzo con naturalidad y corrección, mientras la acción continúa a su alrededor. Gracias a una deliciosa paradoja del teatro, su constante ir y venir llevando mesas, sillas o capas, debe hacerlos prácticamente invisibles y, por supuesto, poco notorios. Esto ayudará a que la obra se represente, de principio a fin, en su forma idónea: con la agilidad, la gracia y la energía por las que Mozart es tan especialmente celebrado.

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