Ally

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—Pero… Allison, he venido por las buenas, dame la oportunidad de volver a sus vidas sin tener que recurrir a la ley. Podría pelear la custodia de las niñas si no me dejas otra alternativa —nos desafiamos con la mirada por unos segundos.

—¿Me estas amenazando, Josh?

—Acepta que nos reunamos todos, acepta que mi prometida conozca a mis hijas.

—No tengo nada que aceptar. ¿Quién te crees que eres para aparecer en nuestras vidas después de tres años?

—Piénsalo Allison, por favor. Estaremos en la ciudad el resto de la semana, te llamaré —dijo caminando en dirección a la puerta—.No me hagas tomar medidas extremas.

Al escuchar el sonido de la puerta al cerrarse. Corrí a pasarle el seguro, llevándome las manos al rostro, cansada, enfadada y dolida ante semejante petición.

«¡Demonios! Esto era una putada».

El timbre de un mensaje de texto, me alertó, llegué hasta el móvil para cerciorarme que se trataba de Robert:

 

Robert: ¿Llegó la Nana?

Allison: Sí. No te preocupes por mí.

Robert: Eso es imposible. ¿Te das cuenta por qué quiero que estemos juntos cuanto antes?

Allison: ¡Oh, Robert!

Robert: ¿Sigue el IDIOTA, en el apartamento?

Allison: Ya se fue.

Robert: Muy bien, esta noche me cuentas.

 

 Capítulo 11

 

 

—¿Se encuentra bien, Allison? La veo preocupada —preguntó la Nana, mientras llegaba con las niñas a la cocina.

—No Nana. Nada está bien, pero no se preocupe por mí, ya arreglaré las cosas.

Sentencié dando el tema por zanjado, despidiéndome de las niñas para ir a mi trabajo. Gracias al cielo que lo tenía, porque en momentos como ese era lo único que me mantenía a flote para seguir afrontando la vida.

Pasé la mañana ocupadísima, debía salir en un par de días a Chicago, un viaje a última hora. Me aseguré de dejar todo arreglado para escaparme a la hora del almuerzo, y no regresar hasta el siguiente día, porque esa tarde iría a recoger a mi madre y a mi suegra al aeropuerto.

Así que me fui directo al hospital. Quería sorprender a Robert, con una invitación espontánea, un acto inesperado antes de ser invadidos por nuestras madres. Mi repentina partida de emergencia junto con la aparición de mi ex, eran un obstáculo que debía enfrentar.

Me detuve en la emergencia, antes de subir al consultorio de mi prometido, quería aprovechar para hablar con Mía, contarle todo el rollo de esa mañana, en fin, ponerla al corriente, lo normal entre dos amigas.

—¡Ally! ¿Qué haces aquí? —preguntó sonriendo antes de saludarme con un pequeño abrazo.

—¡Sorpresa! —le devolví la sonrisa—.Vine a secuestrar a tu papá para almorzar.

—¡Qué suerte! Vamos, te acompaño a su oficina, así hablamos un ratito —las dos sonreímos mientras ella le enviaba un mensaje de texto a Connor, para avisarle de su escapada.

—Tengo que contarte algo… —le comuniqué, mientras caminábamos en dirección al consultorio de Robert.

—Suéltalo rápido.

—Esta mañana, se apareció Josh Maccoy, mi ex, en el apartamento. Imagínate Mía, justo cuando Robert se estaba yendo.

—Amiga, pero ¿cómo es posible que se aparezca unas semanas antes de la boda?, espero que no sea una señal.

—¿Señal? No me asustes Mía —ella soltó una carcajada, pero yo no dejaba de darle vueltas a su comentario.

—Y, ¿qué quería?

—Dice que quiere ver a las niñas y que también tiene planes de casarse. ¿Lo puedes creer?, esto es insólito.

Mía no salía de su asombro, terminé de darle los detalles de la conversación, cuando sin darnos cuenta llegamos al consultorio de Robert. Dónde nos anunciamos como de costumbre con su secretaria.

Al girarnos para buscar donde sentarnos mientras esperábamos, se abrió la puerta del despacho. Robert salió acompañado de una mujer…

«Espera era la misma mujer con la que lo habíamos visto en el restaurante, la misma mujer que lo miraba con ganas de arrancarle la ropa… ¡Maldición! Era Claire, su vieja amiga de la juventud».

—Hola chicas, vine a entregarle las entradas a Robert, de la exposición de fotografía que les conté. No dejen de ir, se celebrará en un par de semanas —sonrió arreglándose el cabello para luego completar—.Me tengo que ir, ando apurada. Ha sido un placer volver a verlas.

—Allí estaremos —le aseguré.

Cada vez que la veía a su lado, la duda me invadía ¿Qué tal si Robert, decide ir sin mí? O ¿qué tal si mi absurdo comportamiento lo empuja a las garras de esa mujer? Pero sobre todo, ¿Qué es lo que ella busca, qué quiere de mi prometido? Debía apartar mi estúpido orgullo y actuar con inteligencia. Eso era lo que tenía que hacer de ahora en adelante.

Nos despedimos de ella con naturalidad, Mía también aprovechó para confirmar que había una entrada para Connor, porque sin su compañía estaba segura que ella no asistiría.

—¿A qué se debe esta grata visita sin anunciar? —preguntó Robert, sonriendo.

—Creo que acabo de olvidarlo —mi expresión de incomodidad, era demasiado evidente.

—Vayamos a almorzar —sentenció Robert, dándose cuenta de mi repentino cambio de humor.

—Sólo vine a acompañar a Ally, tengo que volver a la emergencia, gracias por la invitación papá —nos despedimos con afecto, quedando de acuerdo para vernos esa tarde.

De camino al restaurante en principio hablamos de frivolidades, para aligerar el ambiente. Pero enseguida abordó el tema de mi ex:

—Entonces. ¿Qué quiere Josh Mccoy?

—Dice que quiere volver a la vida de las niñas. Y que si no lo dejo, tratará de pelear la custodia.

—¡Es un hijo de puta! —gritó irritado, dándole un pequeño golpe al volante.

—Lo sé, Robert. —comenté resignada pero no continué al verlo tan ofuscado. El resto del camino lo hicimos en silencio.

Mientras nos atendían en el restaurante, comencé a recordar la escena en su consultorio, lo cómoda que se veía esa mujer a su lado, la forma en que él se condujo o era mi paranoia, mis celos me estaban consumiendo. No soportaba la idea de no saber las verdaderas intenciones de Claire.

—¿Le pasa algo a tu filete? —la pregunta de Robert, me trajo de vuelta al restaurante.

No había probado ni un bocado, mientras le daba vueltas a los vegetales con el tenedor, absorta en mis pensamientos.

—No, está delicioso.

—¿Qué tal el vino? —continuó,

—Estupendo, tomaré otra copa.

—Aja… —asintió con la cabeza sin creerme—.Tenemos que hablar —dijo acomodándose en la silla.

—¿Es acerca de Claire?, ¿me quieres contar que es lo que realmente busca ella de ti? ¿De eso se trata? —sin poder contenerme un segundo más le solté todo casi sin respirar.

Robert, colocó su mano sobre la mía, clavando sus hermosos ojos azules en los míos enseñándome una pequeña sonrisa.

—Has estado un poco distraída, eso es todo.

—¿Todo, Robert? —lo miré suplicando una explicación.

—Es la primera vez que te pones celosa.

—¿De qué hablas?, yo no estoy celosa. Estoy cansada, preocupada por la inesperada visita de Josh, y ahora esta vieja amiga tuya que aparece de repente. Y para completar los preparativos de la boda... ¡Pero celosa!... de eso nada.

Robert soltó otra carcajada, que aligeró el ambiente entre los dos, era tan genuina y contagiosa que sin darme cuenta lo imité.

—Está bien Ally, te creo —le dio un sorbo a su copa y continuó—.Tenemos que hablar de Josh Maccoy —el cambio de su reacción resultó instantáneo.

Es en ese momento cuando junto las piezas, los dos estamos molestos por el rumbo un tanto extraño que ha tomado todo de repente…

—¿Qué quieres saber?

—¿Qué quiere Allison? ¿Por qué no me contaste acerca de la llamada?

—No lo sé, Robert.

Es lo único que me atrevo a decirle, guardándome el hecho de que va a casarse y me ha amenazado para que me encuentre con él y su futura esposa antes que se termine la semana. De todas maneras es imposible que lo haga, mi repentino viaje a Chicago, ha cambiado mis planes por completo.

—No quiero que la presencia de tu Ex, se transforme en un problema. No te quiero ausente y preocupada. Por eso quiero pedirte que me dejes encargarme de él.

—¿Encargarte de él? —casi me ahogo con la comida, era la primera vez que lo escuchaba expresarse como un Gangster—.¿Qué quieres decir con eso? Me estas poniendo nerviosa. ¿Acaso perteneces a la mafia rusa? —sonrió abiertamente colocando su mano cálida sobre la mía.

«Este hombre sentado frente a mí, aunque era mi prometido, actuaba como un desconocido… esto sí que era una novedad.»

 Capítulo 12

 

 

—Nada de mafias. Es muy sencillo mi damisela en apuros. Soy yo quien hablará con él.

—Pero… Robert… —comencé a tartamudear ante mi sorpresa, sin embargo hago un esfuerzo por expresarme de manera coherente—.Creo que estás exagerando un poco.

—¿Exagerando, Allison? Francamente no lo creo. La forma en que se presentó en tu apartamento, dejó mucho que decir.

Lo miro estupefacta, pero me sorprendo al notar como el enfado crece dentro de él.

—Me gustaría intentar resolver este asunto por mi cuenta, si no te molesta.

—Claro que me molesta, no quiero que lo enfrentes sola, teniéndome a tu lado, déjame hacerlo. Déjame desempeñar mi papel.

—Pero… ¿quién eres, Robert? Desconozco esta actitud tan posesiva y dominante —sus rasgos se relajan ante mi comentario—.¿Dónde está mi prometido? ¿Dónde te lo has llevado? Exijo que me lo devuelvas —los dos sonreímos ante mi descabellado comentario.

—Será mejor que pague la cuenta. Debo volver a la consulta.

—¡Oh!, pensaba que te tomarías la tarde libre, para venir con nosotras al aeropuerto —niega con la cabeza colocando la copa en la mesa—.¿Quién buscará a Esther?

—Mía se encargará —contesta haciéndole señas al camarero—.Esta conversación no ha terminado señorita Lowen. Quiero que pienses lo que acabo de proponerte, por favor.

—Lo pensaré. Pero no te prometo nada. ¿Qué hay de esa mujer, Claire?, ¿Qué es exactamente lo que ella quiere?

Esta era mi gran oportunidad para ponerle fin de una vez y por todas a ese tema tan desagradable. Claire era un estorbo y no la quería cerca de mi prometido.

Robert alzó la vista y resopló con fastidiado ante mi pregunta, poco me importaba lo único que deseaba era que se sincerara conmigo.

—Volvemos con el tema.

—Sí, vuelvo con el tema, Robert. Porque cada vez que pregunto te escabulles con excusas, yo quiero que seas sincero conmigo. ¿Acaso te estas acostando con ella?

—¿¡Qué!? —alzó una ceja.

—Lo siento, si no he sido lo suficiente clara, ¿te la estas tirando? —insistí, harta de sus evasivas.

—¡Claro que no! —contestó de inmediato.

Exclamó con tanta fuerza, que parecía indignado, pero yo me sentía de maravilla al sacarme de mi pecho esa espina que no me dejaba vivir. Aunque sabía que una vez más me estaba dejando arrastrar por ese horrible sentimiento, una vez más estaba cayendo en la trampa que esa mujer había tendido para mí.

Robert, no pronunció una palabra desde que salimos del restaurante, hasta que llegamos en su auto a la entrada del edificio. Al abrir la puerta mi corazón latió a mil por hora. Era la primera vez que no estábamos de acuerdo en algo, era la primera vez que el silencio entre los dos se sintió incómodo y eso no me gustaba, no me gusta para nada.

—Te veo esta noche —alzó mi barbilla buscando mis ojos, para depositarme un beso sobre los labios antes de añadir—.No hay razón para que desconfíes de mí.

Se alejó en dirección al coche, dejándome aturdida ante sus palabras y yo me pregunto:

«¿Será verdad? ¿Estaré inventándome todo esto debido a la boda? O es que Robert, no es capaz de admitir que se está arrepintiendo de casarse conmigo».

La maldita duda cubre mi corazón y mi mente, como una niebla que no me deja ver las cosas con claridad.

***

A eso de las cinco de la tarde Mía, pasó a recogerme muy emocionada. Connor, le había al fin dejado su todoterreno para que fuéramos al aeropuerto. Esa tarde él se encontraba de guardia, por eso no nos acompañaba.

—¡Ally! Amiga, ¿por qué tienes esa cara?

—Nos hemos peleado —contesté soltando todo el aire retenido en mis pulmones.

—¿Qué pasó? —no dije nada, voltee mi rostro al cristal de la ventana—.Tienes que contarme. ¡Ah! Ya sé, es acerca de Claire —aseguró.

—Es la primera vez que discutimos —comienzo, pensando que quizá ella podría ayudarme a ver las cosas desde otra perspectiva—.Es acerca de Josh, Claire… no sé Mía, a veces pienso que Robert se está arrepintiendo.

—¿Arrepintiendo? Estas chiflada, Allison —alegó negando con la cabeza—.Mi papá, se muere de amor por ti. Además, ¿qué te hace pensar eso?

—Es que cada vez que trato de indagar acerca de ella, él se escabulle con excusas sin sentido, argumentando que yo no debo sentir ningún tipo de desconfianza. Y te soy sincera, no desconfío de Robert. Pero sí que lo hago de esa mujer que cada vez que lo mira, me hace sentir que lo quiere para ella. Esa mujer me lo quiere quitar Mía, y siento miedo, miedo de que yo con mi inmadura manera de reaccionar termine alejándolo y entregándoselo en bandeja de plata.

—Ally… —su tono es tan suave, que me conmueve y es cuando me doy cuenta que estoy llorando.

—Lo siento amiga, siento tanto todo lo que está pasando. Quizás son los nervios de la boda, quizás me estoy ahogando en un vaso de agua…

—Shhhh, no digas más. No te hagas daño —Mía, apagó el motor del impresionante coche en una de las entradas del aeropuerto Kennedy, y continuó—.Allison, no estás sola aprovecharemos que mi abuela nos cuente quien es esa mujer y trazaremos un plan de ataque. Ya verás que todo va a salir bien.

La miré a los ojos y sonreí queriendo creer en su actitud positiva, esa era la conducta que debía tomar y no dejarme arrastrar por el pesimismo. Debía luchar por Robert, no dejaría que esa arpía me lo quitara.

Sellamos nuestro pequeño pacto con un abrazo antes de bajarme a buscar a las dos mujeres que me ayudarían a terminar de planear la boda, como también de encontrar el vestido más hermoso de toda la ciudad de Nueva York.

***

Esa noche durante la cena, todo volvió a la normalidad. Robert, seguía tan atento y cariñoso como de costumbre. Actuaba como si el incidente que habíamos vivido horas atrás no hubiera ocurrido.

Intenté hacer lo mismo, pero entre mis cualidades no figuraba la de actriz, por desgracia para mí.

—¿Cómo van los preparativos, Allison? —la pregunta de mi futura suegra, me sacó de mis cavilaciones.

—Me temo que no van tan adelantados como me gustaría. Pero es que entre el trabajo y mis obligaciones como madre no me queda mucho tiempo —me excusé.

—Te entiendo, menos mal que hemos podido venir a ayudarte —le dirigió una mirada cómplice a mi madre—.¿Qué tienes en mente?

—Me gustaría una boda sencilla, en la intimidad de la familia y los amigos más cercanos, quizás en la playa. Pero desde que el diario lo anunció, creo que nos ha puesto un poco de presión con algo más grandioso —tomé la mano de Robert, buscando su apoyo.

—Ally, cariño, olvídate del diario. Tendremos la boda que tú consideres perfecta para los dos.

—Es cierto hija —mamá intervino—.Una boda junto al mar me parece muy romántica.

—Entonces no se hable más —comentó, Esther—.Déjamelo a mí querida, seré la encargada de encontrar un lugar precioso en Tampa. Sólo ocúpate de lucir hermosa ese día.

Resolvió Esther con una sonrisa que le abarcaba el rostro. Ambas mujeres comenzaron hablar de arreglos florales, el color de los manteles y hasta planificaron un menú tentativo para la recepción.

Fingí que prestaba atención, pero mi mente estaba en otro lado, mi mente estaba en mis problemas, mi mente estaba en la rubia de piernas interminables y mi ex, quienes habían irrumpido en nuestras vidas como si se tratara de una broma de mal gusto.

Me levanté, dejándolas conversando de quien sabe qué cosa, con la excusa de chequear a las gemelas, quienes se habían quedado dormidas en la habitación de Robert, quien se había excusado momentos antes alegando en responder un par de llamadas.

En mi camino de regreso a la sala, escucho su voz proveniente del despacho, estaba al teléfono. Mi curiosidad era tal que camino de puntillas para no hacer ruido. Quedándome ante la puerta para no interrumpirlo, pero sin querer atrapo algunos fragmentos de conversación que me entristecen.

—Espérame allí —hizo una pausa escuchando a su interlocutor—.No te dejaré sola, cuenta conmigo.

Lágrimas de impotencia se agolpaban en mis ojos, lo escuché despedirse y repetir el nombre del lugar. Pero cuando se giró percatándose de mi presencia, se creó un incómodo silencio entre ambos.

En un reflejo, parpadeo intentando que mis lágrimas no salgan. No quería que se diera cuenta de lo afectada que me encontraba, mucho menos que había estado escuchando su conversación sin ser invitada.

 Capítulo 13

 

 

—Me tengo que ir, se ha hecho tarde. ¿Podrías ayudarme con las niñas?

—Allison… —lo interrumpo alzando la mano, porque no deseo escuchar ninguna explicación, necesito mi espacio. Necesito privacidad para aclarar mis ideas.

—¿Me podrías ayudar? —le repito con tanta seriedad que en seguida se acerca y juntos caminamos hasta el dormitorio.

Robert, se encarga de Tara, mientras yo cargo a Amy, en mis brazos. Lo sigo de regreso a la sala donde las mujeres siguen charlando con entusiasmo. Pero al vernos con las niñas, de inmediato mi madre se levanta captando el mensaje.

—Mañana seguiremos con los preparativos, Pam. Cuéntale a Allison, a ver qué le parece ¿de acuerdo?

—Por supuesto Esther, hasta mañana.

—En seguida vuelvo mamá —comenta Robert.

—Tómate tu tiempo hijo, no te preocupes por mí.

—Gracias por todo, Esther, hasta mañana y buenas noches.

Me despido de ella, a la que no estoy segura si seguirá siendo mi futura suegra, porque después de lo que acabo de escuchar, ya no estoy segura de nada. Lo que si tengo claro, es que debo hablar con Mía. Ella, podrá ayudarme con la información que tengo en mis manos.

Una vez acostadas las niñas en su dormitorio, mi madre y Robert, se despiden en la sala. Los observo desde la puerta, sintiendo como mi corazón se aprieta en mi pecho ante la duda de su amor, ante la duda de que lo que sentimos sea tan fuerte que pueda superar esta prueba para poder seguir adelante.

—Buenas noches —dijo alzando mi barbilla, justo cuando nuestras miradas se cruzan, habría jurado ver tristeza en sus ojos.

—Que descanses —contesto desviando la vista, evitando mirarlo.

Siento sus labios sobre mi frente, y cierro los ojos a punto de desplomarme, pero me mantengo firme. Me dejo abrazar por unos instantes. Los dos sabemos que algo ha cambiado. Pero no lo queremos enfrentar todavía.

Cierro la puerta para ponerme manos a la obra, tengo que mandarle un mensaje de texto a Mía, pero antes tengo que hablar con mamá:

—¿Estás cansada? —le pregunto, buscando dentro de mi bolso el móvil.

—Sí, pero me gustaría tomar una ducha antes de acostarme.

—Siéntete como en tu casa, mamá. En el closet del baño encontrarás toallas limpias —ella asiente sin dejar de observarme.

—¿Estás bien? te he sentido distraída, hija. ¿Qué te preocupa?

«¿Qué me preocupa? Hay mamá si pudiera contarte», pienso mientras le doy un abrazo cariñoso.

—Un poco nerviosa por la boda —le digo acompañándola al baño—.Pero imagino que es lo normal en estos casos, ¿no crees?

—Te creo. Mañana será un mejor día hija —sonríe, al parecer la tranquilicé.

Mientras mi madre se duchaba le mandé un mensaje de texto a Mía:

 

Allison: ¿Dónde estás?

Me serví una copa de vino blanco, mientras esperaba la respuesta de mi amiga, quien al terminar de cenar con nosotros se fue al hospital a entregarle la todoterreno a Connor.

 

Mía: llegando al apartamento de Connor ¿Por qué?

Allison: Tenemos un código rojo.

Mía: ¿Codigo ROJO? ¿Estás segura?

 

Código rojo era una forma de referirnos en clave, que estaba siendo engañada por mi pareja.

 

Allison: No estoy segura. Necesito ayuda. Necesito que Connor, nos ayude.

Mía: Allison, me estas poniendo nerviosa. Llámame.

Allison: Mi madre está en la ducha, no me puedo arriesgar.

Mía: Cierto, lo había olvidado. Déjame preguntarle a Connor, si nos puede ayudar.

Allison: Estaré esperando, pero no te tardes tenemos una hora para llegar al lugar.

 

Las ideas se revuelven en mi cabeza, las palabras de Robert en el teléfono y sobre todo este ataque de celos que me hace dudar tanto. Pero algo si tengo claro, no estoy dispuesta a vivir otro fracaso y mucho menos a salir con mi corazón roto por culpa de un fantasma del pasado.

Apresurada enciendo la portátil, me siento en la mesa del comedor, mientras carga el sistema operativo. Rebusco un pedazo de papel y un lápiz. Estoy tan nerviosa, exasperada y confundida, pero al mismo tiempo decidida a buscar información, aunque mi talento para el espionaje, se limita a Google.

Mis dedos vuelan por el teclado, colocando con rapidez su nombre, C L A I R E F E R G U S O N, y me sorprendo al leer que ella es una personalidad, en el mundo de la fotografía y el diseño de interiores de La Gran Manzana.

El artículo también comenta que de lo único que se arrepiente, es de no haber incursionado en el modelaje. Algo que no me sorprende de hecho goza del físico perfecto para ello. Sigo bajando tratando de encontrar algún chisme jugoso que me pueda interesar, pero no encuentro nada fuera de lo normal para mí desgracia.

En una de las fotografías luce como siempre, falsa y con esa sonrisa practicada, estaba colgada del brazo de un fotógrafo francés, un tal: Gael Faurë. Se rumoraba que mantenían una relación. Aunque él estaba casado.

El sonido del móvil me alertó, con la llegada de un mensaje de texto:

 

Mía: Vamos en camino, estaremos allí en quince minutos, te esperaremos abajo.

Allison: Gracias.

 

«Quince minutos me dará tiempo de hablar con mi madre e inventarle una excusa por mi extraña salida», pero ni modo, tenía que averiguar en que andaba metido Robert y sobre todo confirmar que la llamada que había recibido era de Claire.

Después de todo yo era una mujer enamorada, estaba en mi derecho de averiguar y proteger lo que era mío. Apreté los ojos soltando un largo suspiro antes de apagar la portátil, con una duda dentro de mi pecho:

«¿En realidad, Robert, era mío?»

Le expliqué a mi madre, que tenía que salir con Mía, pero que pronto regresaría, tomé el abrigo, mi bolso, las llaves y el móvil, para salir del apartamento a mi encuentro con mis aliados de esa noche.

El resplandor de unas luces potentes me avisó que eran ellos, caminé hacia el imponente todoterreno, con el corazón palpitando en mi garganta. Los saludé con una sonrisa nerviosa antes de montarme en la parte trasera.

Me sentía dentro de una escena de una película de espionaje, dónde los protagonistas serían atrapados. La incertidumbre me estaba matando en carne viva.

—¿A dónde vamos? —preguntó Connor—.Mía, me contó que esto era un asunto de vida o muerte.

Solté todo el aire que tenía retenido en mis pulmones, sintiéndome abatida por lo que estaba a punto de decirles.

—Vamos a un lugar que se llama: Explotion. ¿Lo conoces? —Hice una pausa buscando el recorrido que había anotado en un papel dentro de mi bolso—.Tengo la dirección —agregué ofreciéndole el arrugado papel a Mía.

Connor, se giró en el asiento encarándome con sorpresa.

—¿Ustedes saben qué tipo de lugar es ese?

—¡No! —respondimos las dos casi al unísono.

—Es un club de intercambio de parejas —nos explicó Connor, con seriedad—.¿A quién estamos buscando?

—¡Oh!, por todos los cielos —exclamó Mía, tapándose la boca con una mano—.Mi papá —respondió tan abochornada como yo.

—Lo escuché sin querer —me sonrojé en el acto—.Escuché que le dijo a la persona con quien hablaba que lo esperara en ese lugar —al fin pude soltar lo que tanto me angustiaba.

—¿Estás segura Allison?

—No Connor. No estoy segura de nada. Pero tengo que saber qué es lo que está pasando con Robert, de una vez por todas. No puedo seguir adelante con la boda si descubro que me está engañando.

Él se giró en su asiento y puso en marcha el motor, yo traté de distraerme mirando por la ventana, pero era imposible concentrarse, porque Mía le estaba reclamando sobre el lugar al que visitaríamos a continuación.

 Capítulo 14

 

 

Una vez que llegamos, Connor se detuvo en un estacionamiento pero antes de apagar el motor se dirigió a las dos:

—¿Es realmente lo que quieren hacer? Digo, ¿entrar a un lugar como este? —nos observó con curiosidad—.Todavía estamos a tiempo de volver a casa.

—Ya estamos aquí, no puedo parar ahora.

—Estoy con Ally, salgamos de una vez de esta incertidumbre. No creo que mi padre te esté engañando amiga, pero nunca se sabe.

Nos encaminamos hasta la entrada del local y al llegar a la puerta uno de los porteros se dirigió a nosotros:

—En este Club, sólo se acepta la entrada de parejas. Una de las dos debe esperar afuera. Son las reglas.

—La pareja de ella —contestó, Connor, apuntándome—.La está esperando en la barra.

El hombre nos estudió de pie a cabeza, no muy convencido de nuestros atuendos para estar en un lugar como ese y agregó:

—Si es así, pueden pasar.

Al traspasar las puertas, Connor, nos dijo que lo siguiéramos. Mía y yo, nos tomamos de la mano intentando seguirle el paso a su novio. Atravesamos un largo pasillo de iluminación escasa. En el ambiente flotaba una agradable y sensual fragancia, una suave música de fondo y el murmullo de los miembros del Club, le daban ese toque misterioso al lugar.

Connor, se detuvo al final del camino que desembocaba en un gran salón, la estancia era enorme, decorada en colores oscuros, grandes cortinas, sofás de diferentes tamaños y formas, y luces tan diminutas que hacían dificultoso ver con claridad.

Al final se encontraba una inmensa barra, chicas y chicos a medio vestir hacían de camareros, todos con hermosos cuerpos, exceso de maquillajes y lociones de aceite.

Connor, barrió el lugar con detenimiento hasta que divisó a Robert:

—¡Chicas! —Llamó nuestra atención—.Acabo de encontrarlo. Es aquel que está al final de la barra, conversando con una rubia. ¿Lo ven?

En cuanto mis ojos se adaptaron a la suave luz, pude enfocarlo. Una oleada de adrenalina corrió por mis venas, el corazón se desbocó en mi pecho al ver su impecable rostro. Mis piernas se movieron solas dando unos pasos hacia delante, pero no lo suficiente para que se diera cuenta de mi presencia.

Sin embargo, Robert alzó la vista para toparse con nosotros. No muy sorprendido por encontrarnos allí. Asintió con la cabeza sacando su billetera del bolsillo al mismo tiempo, colocando un billete sobre la barra para dedicarle unas palabras a la mujer, que efectivamente era Claire, quien desde hoy era oficialmente mi única enemiga.

No obstante, la muy descarada, se voltea con gracia y nos saluda con la misma sonrisa practicada de las fotos de Google.

«¡Arrrrggg!» Me pongo furiosa por su fresca actitud y aunque suene ridículo y un tanto extraño, su gesto me hizo darme cuenta que no estaba dispuesta a perderlo y mucho menos dejárselo con tanta facilidad… Sin pelear.

—Ya nos vio. Quédense aquí. Y por favor, no se muevan vuelvo enseguida —dijo Connor, en tono conciliador.

—¡Connor! —lo tomé del brazo para que me mirara—.Lo siento, no puedo dar un paso más —confesé apenada.

—Robert sabe que estamos aquí, Allison. Así que terminemos de una vez con todo esto.

—¡Connor! —intenté detenerlo, pero era muy tarde, el murmullo de las personas junto con la música hicieron imposible que me escuchara.

—Espero que estemos haciendo lo correcto, Ally —comentó Mía, quién no me soltaba la mano.

Pude percibir por la manera en que Robert fruncía el ceño, que la conversación era tensa. Lucía incómodo y cuando Connor le dedicó unas palabras, la expresión de su rostro cambió a preocupación.

No sé si eran los nervios, la decepción o el enfado conmigo misma, por verme en una situación como esa, pero nunca me había sentido tan engañada en mi vida. Aunque él, no estaba haciendo nada comprometedor, el simple hecho de aceptar encontrarse con esa mujer en un lugar como ese, para mí era suficiente. Además, esta era la tercera vez que los veía juntos y no lo soportaba, sobre todo en ese ambienta tan cargado de sensualidad.

Mía colocó su brazo sobre mi hombro infundiéndome valor, dándome todo su apoyo:

—Por lo menos no lo encontramos haciendo nada malo —trató de defenderlo.

—Quizá es porque hemos llegado a tiempo —suelto con amargura.

—No digas eso, Ally. No lo creo capaz.

La escucho sin despegar mi contacto visual de Robert, y le respondo:

—Ya no sé qué creer, amiga. Pero esta noche me voy a jugar mi última carta con Robert. Sólo espero no arrepentirme —enderecé mis hombros y batí mis cabellos con soltura.

—Ánimo Ally, cuentas conmigo, no lo olvides.

—Mía, le he declarado la guerra a esa mujer —ella me observó con astucia.

—Pelearemos con las uñas.

Estaba decidida a todo, desde destrozar su perfecto peinado, hasta arrancarle las pestañas postizas y regarle el maquillaje… si era necesario claro.

—¿Ally, alguna vez has estado en un sitio como este? —la pregunta de Mía, me sorprende, pero su curiosidad es tan genuina que la miro a los ojos para responderle.

—¿Me creerías si te digo que es mi primera vez? —las dos sonreímos.

—Claro que te creo —me anima a caminar a su lado—.Se me ha ocurrido una idea. Actúa como si él te estuviera esperando… ¿qué dices?

—No me voy de este lugar, sin mi prometido.

—Así se habla, Ally —nos sonreímos siguiendo nuestro camino.

Los dos hombres nos esperaban de pie, a medida que nos íbamos acercando, pude darme cuenta cómo Robert recorría mi cuerpo con sus hermosos ojos azules. Me acerqué para depositarle un muy provocativo beso en los labios, sin dejar de observarlo. Mi intención era marcar territorio demostrándole a esa mujer que su presencia no me afectaba.

—Gracias por esperarme, amor. Tuve que pedirle a los chicos que me trajeran —le guiñé un ojo, para que me siguiera la corriente—.¿No te dijo Robert que venía? —me giré hacia ella clavándole la mirada.

—No, no lo mencionó —respondió abriendo su cartera sacando el móvil, al que revisó con nerviosismo—.Pues sean bienvenidos. ¿Les gusta el lugar chicas?

—A mí me parece un lugar tan divertido como cualquier otro. ¿Pedimos una copa? —dije animosa, aunque lo que quería era salir corriendo de allí.

—A mí también me gusta mucho, sobre todo la decoración —intervino, Mía.

—Pedimos otra ronda de tragos entonces —añadió, Claire, mientras leía la pantalla de su móvil—.Por lo visto mi acompañante llegará un poco tarde, si no es que me ha dejado plantada —comentó irritada.

—¡Nada de rondas! —exclamó Robert con firmeza—.Será mejor que nos vayamos —tomó una de mis manos con ternura —.Te llevo a casa preciosa, este sitio no es para ti.

Asentí soltando un suspiro apretándome de su agarre, necesitaba que se diera cuenta que era importante que me diera mi lugar frente a ella.

—¿Te quedas Claire? —Preguntó Mía, dejándose abrazar por su novio.

—Estoy esperando a alguien, pero no se preocupen por mí —le sonrió con afecto y agregó—.Y… ¡Mía!, recuerda que tenemos un café pendiente.

—Lo recuerdo. Lo dejaremos para después de la boda.

—¿¡Boda!? —expresó Claire, sorprendida.

—Sí, la boda de mi padre con Allison —comentó Mía, guiñándome un ojo— Estoy ayudándolos con los preparativos.

—Claro lo entiendo, no estaba al tanto de que era tan pronto —se acomodó en el asiento y continuó—.Por lo menos espero verlos en el show de fotografía, ¿cierto?

—Allí estaremos —le aseguré, desafiándola con la mirada.

Nos despedimos de ella, dejándola en la barra junto a su trago. Algo en el tono de su voz, me hizo sentir pena por esa mujer. Aunque su vida estuviera rodeada de glamour, éxitos y mucho dinero. Se le notaba que era una persona solitaria, triste, tal vez depresiva.

Definitivamente tenía que seguir investigándola, no me podía permitir bajar la guardia a tan solo unas semanas de la boda, eso sí era considerado un delito, porque si su motivo era quedarse con el novio, yo lo tendría que impedir a toda costa.

 Capítulo 15

 

 

Nos despedimos de Mía y Connor, y en silencio les agradecí su discreción. Robert y yo caminamos en dirección a su coche, mientras mi cerebro trabajando en la mejor forma de abordar el tema.

«¡Vamos, Ally!, piensa en algo grandioso que decir y ni se te ocurra hacer una típica escena de celos, de todas maneras no lo encontraste haciendo algo indecoroso, sólo conversando casual, en una barra de un famoso Club de intercambios». Pensé mientras él conducía hasta el apartamento.

—Estas muy callada.

—¿Yo? Nada, imaginaciones tuyas —me acomodé en el asiento—.Estoy bien, ¿y tú? —pero aunque tratara de ocultarlo, el tono de mi voz sonó irritado.

—Aja, imaginaciones mías —repitió—.¿Cómo supiste donde encontrarme? ¿Has estado espiándome?

—No te espiaba, sencillamente pasé frente a tu despacho y logré escuchar un pedazo de la conversación. Pero de espiar… —negué con el dedo índice—.¡Que va! De eso nada. No soy de ese tipo.

Rió con ironía, antes de encender la radio, evidentemente no quería seguir con la conversación y allí es cuando mi muy macabro cerebro, comienza a imaginar una historia de engaños en mi cabeza.

Al llegar al estacionamiento del edificio, Robert, apagó el motor girándose para tomar mi barbilla buscando mí mirada.

—¿Desconfías de mí?

Su pregunta me desarma, sus ojos están clavados en los míos y su voz está cargada de sinceridad.

Me había estado haciendo esa misma pregunta desde que los vi juntos la primera vez, la misma pregunta que taladraba mi cerebro todas las noches desde que ella apareció. ¿Acaso debo desconfiar de mi prometido? ¿Es normal que lo haga? O, ¿son los nervios de la boda?

Y aunque suene absurdo, no tenía una respuesta fundamentada. Una respuesta que no me hiciera quedar como una novia paranoica a unos días de su boda, una verdadera respuesta que lograra romper ese compromiso.

—No lo sé. —aparté mi rostro porque ya no soportaba más ver esa expresión de desilusión en su rostro—.Y tú, ¿confías en mí?

Solté con amargura, escuchando como mi voz se quebraba. Logré abrir la puerta para salir del auto a tomar una bocanada de aire, me sentía enferma, sofocada. No deseaba escucharlo, no deseaba continuar con ese tema por esa noche, había tenido suficiente.

Caminé asegurando mi abrigo, aferrándome a la cartera, pero me detuve en seco por unos instantes al sentirlo abrazarme por la espalda.

—Claro que confío en ti —murmuró en mi oído.

—No me mientas, Robert. Por favor, no lo hagas… aunque ninguno de los dos quiera admitirlo ninguno lo hace…

Me solté de su abrazo antes de permitirle a mis lágrimas salir. Atravesé la puerta de cristal para correr a las escaleras, no deseaba pasar un segundo más a su lado, por lo menos no por esa noche, necesitaba el refugio de mi hogar, tranquilizar mis sentimientos y un poco de soledad.

A lo lejos escuché su voz gritar mi nombre, entre una mezcla de desesperación con tristeza. Pero yo seguí y cuando iba en la segunda planta me detuve a descalzar mis pies para continuar mi camino hasta el quinto piso.

Al entrar al apartamento, en seguida me dirigí a la ducha y aprovechando el sonido de la regadera al caer, me desplomé en el piso dándole rienda suelta a un llanto que era necesario sacar de mi cuerpo.

Antes de meterme en la cama, ya mucho más calmada, revisé el móvil dándome cuenta de los nueve mensajes de texto de Robert:

 

Robert: Allison déjame explicarte.

Robert: Por favor contesta mi mensajes.

Robert: Lo confieso, estoy celoso con la aparición de tu ex, por eso no quiero que se vean a solas.

Robert: No te molestes conmigo por favor.

Robert: Claire no significa nada para mí, te lo juro.

Robert: Contesta Ally, cualquier cosa.

Robert: Esta bien, necesitas espacio para organizar tus ideas, lo entiendo, seré paciente.

Robert: Recuerda que te amo.

Robert:

 

Sonreí como una idiota, al leer el último mensaje del corazón, él nunca usaba los emoticonos. Yo también lo amaba, pero necesitaba unos días para asegurarme a mí misma que esta boda funcionaría.

 

Allison: Dame el resto de la semana para organizarme, pasado mañana salgo de viaje a Chicago, de regreso aclararemos lo de mi ex y lo de Claire… Yo también te amo Robert, tampoco lo olvides.

Robert: Son muchos días, es imposible que me mantenga alejado de ti sabiendo que te vas de viaje. Mañana hablaremos ¿de acuerdo?

Allison: No, Robert. Mañana voy a lo del vestido.

Robert: Entonces pasado mañana.

Allison: Robert…

Robert: Allison…

 

***

Después del trabajo tomé un taxi en dirección a Weddings, una de las tiendas más exclusivas de vestidos de novia de toda la ciudad. Se encontraba en el centro de Manhattan. Allí me estaban esperando: mi madre, Mía y Esther, y al llegar las encontré en la entrada. Todas sonreímos al vernos, totalmente emocionadas.

—¡Qué alegría, hija! —comentó mi madre, al abrazarme.

Le devolví el abrazo con afecto, para girarme a saludar a Esther y Mía, con un beso en la mejilla. Al entrar en el almacén, una de las vendedoras, con quién ya teníamos una cita nos saludó y nos condujo a un salón más privado.

—Por las descripciones que me dio por teléfono, le he apartado varios modelos diferentes para que vea cuál le va mejor, ¿qué le parece?

—Me parece perfecto —le digo nerviosa.

Mamá, Esther y Mía, asienten sonriendo mientras se sientan en un largo sofá de piel color hueso.

—Sígame por aquí, señorita Lowen.

Señaló un pasillo lateral con su brazo, invitándome a seguirla. De inmediato me despedí de las chicas. Una serie de diferentes modelos de vestidos y degradaciones del color blanco se encontraban colgados de un perchero. Me acerqué al primero, pero lo encontré muy recargado de pedrería.

Pasé la mano por el segundo modelo, pero el tono del blanco me pareció muy inocente y sencillo.

El tercero, ni siquiera llamó mi atención. El cuarto era muy tipo princesa. El quinto muy sexy y transparente.

Resoplé desilusionada ante mi mala suerte, ninguno era el perfecto para mí. Desilusionada por la selección, me giré hacia la vendedora, quién no paraba de hablar explicando cada uno de ellos, nombre de las telas, tipos de brocado y pedrerías, hasta el apodo del diseñador. Información que poco me importaba, mientras no encontrara el que me enamorara a simple vista.

—Lo siento, pero no me ha gustado ninguno —comenté irritada a la pobre vendedora que se quedó con la boca abierta.

—Señorita Lowen, por lo menos pruébese uno, de lo contrario nunca sabrá cuál es su estilo —suspiré al escucharla.

—Muchas gracias, pero prefiero enamorarme al verlo para luego atreverme a probármelo.

—Pero… Seño… —alcé la mano interrumpiéndola.

—No insista, le agradezco su tiempo.

Me giré para encontrarme con las chicas, que al verme aparecer sin un vestido encima, fruncieron el ceño.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Mía.

—No me gustó ninguno de los que me seleccionaron, será mejor seguir buscando en otro almacén.

—¿Estás segura, Allison? En la vitrina se ven vestidos hermosos —intervino Esther, animada—.Te aseguro que lo encontraremos querida, ánimo que esta es una tarea compleja.

«Esther tenía razón, porque además de compleja era agotadora y frustrante.»

—Hija, sólo dinos cuál es tu estilo, y lo buscaremos entre todas.

Justo en ese momento, apareció la vendedora con una sonrisa amistosa, de seguro estaba acostumbrada a tratar con novias nerviosas. Apenada ante mi reacción, me sonrojé.

—No se preocupe por nada, señorita Lowen, encontraremos lo que anda buscando. Siéntese mientras le traigo algo de tomar.

Las chicas aplaudieron y me abrazaron animándome a seguir con la búsqueda del vestido de mis sueños. Luego después de una copa de champaña, nos levantamos animadas para seguir adelante, nuestra misión era encontrarlo. Ahora la selección era más a mi gusto, así que se hizo mucho más fácil la tarea de probarlos hasta decidir un ganador, ese que me sacaría lágrimas de alegría.

 Capítulo 16

 

 

Dos horas, tres copas de champan y cinco vestidos de novia más tarde… lo encontramos. En cuanto salí del probador y me situé frente a la inmensa pared de espejo, pude ver mi reflejo de novia feliz.

Lágrimas se agolparon en mis ojos y una inmensa sonrisa iluminó mi rostro. Mi madre se llevó la mano al corazón mientras lloraba en silencio. Mía y Esther, se abrazaban sonriendo con exageración, asintiendo con la cabeza al mismo tiempo.

Este era mi vestido, con él me casaría con Robert. Aunque todavía nos faltaba aclarar nuestros asuntos, supe por su reacción de anoche que me amaba, así que con la cabeza en alto y con una actitud de comerme al mundo, empezaría una nueva vida a su lado, una vida que me merecía, con la que había soñado desde que era una niña.

—Hija, es precioso —comentó mamá, con voz entrecortada.

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