Ally

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—Sí, Allison, este vestido es perfecto para ti —agregó, Esther.

—Espera… aún falta algo —dijo Mía, mientras tomaba de las manos de la vendedora un largo velo—.Déjame ponértelo.

Mi amiga, lo aseguró de mi coronilla, dándole ese toque especial que le faltaba al atuendo. Yo como una chica sentimental que soy, no paraba de llorar por la emoción.

—¡Lo hemos encontrado!

Sentencié determinada, girándome hacia las chicas para verlas sonreír en aprobación.

Una vez que la vendedora lo ajustó, para darle los últimos toques de perfección, lo dejamos en la parte de alteraciones, dónde me prometieron que estaría listo en una semana.

Para celebrar nos fuimos a comer a un pequeño restaurante italiano cerca del apartamento. Mi madre y Esther, no paraban de hablar de los preparativos que faltaban y de comentar que sólo tenían tres semanas para terminar. Mía y yo comenzamos a mandarnos mensajes de texto:

 

Mía: ¿Se reconciliaron? Cuéntame.

Allison: Le pedí unos días.

Mía: ¿Unos días?

Allison: Quiero hacerlo sufrir un poco.

 

Mi madre se aclaró la garganta, sacándonos de nuestra pequeña burbuja:

—¿Se puede saber por qué no nos incluyen en su conversación? —comentó mirándonos a las dos con desaprobación—.Esther y yo estaremos viejas, pero no somos tontas. ¿Nos quieren contar que está pasando?

Mía y yo, soltamos una risa nerviosa, para luego intercambiar una mirada cómplice antes de tener que explicarnos.

—Lo siento —comencé—.Anoche Robert y yo, tuvimos nuestra primera discusión —confesé dándole un trago a la copa de vino.

—Eso es muy normal que pase unos días antes de la boda —explicó mi madre cariñosamente colocando su mano sobre la mía—.¿Nos quieres contar, hija? Quizá Esther, o yo, podamos darte un concejo.

—Sé que va a sonar un poco estúpido, pero lo cierto es que estoy celosa de una antigua amiga de Robert, que apareció hace unos días —alcé la vista buscando los ojos de mi futura suegra—.Pueda que usted la conozca Esther, se llama Claire Ferguson.

—Allison, no pierdas tu energía en esa mujer —comenzó—.Ella nunca ha significado nada en la vida de mi hijo. Te lo aseguro.

—Te lo dije, amiga —intervino Mía, emocionada.

Esther, tomó de mi otra mano apretándola suavemente, mientras negaba con la cabeza.

—Ahora entiendo el comportamiento y mal humor de mi hijo, pero como te dije querida, no hay nada de qué preocuparse. Robert sólo tiene ojos para ti.

«Eso era todo lo que necesitaba escuchar para asegurarme de hacer lo correcto esta vez, sólo me quedaba hacerme la dolida por unos días más y por supuesto no dejárselo tan fácil. Su explicación de todo lo que había ocurrido con esa mujer era necesaria todavía». Pensé mientras le daba otro sorbo a la copa de vino.

—Gracias, Esther, me quedo más tranquila. Anoche le dije a Robert, que me diera unos días para que resolviéramos lo de esa mujer.

—Eso está muy bien, hazlo sufrir unos días. A los hombres les hace falta.

Las cuatro soltamos una carcajada tan fuerte que los integrantes de la mesa de al lado nos dedicaron una mirada de curiosidad, para luego retomar el tema de la boda.

Ellas se encargaron de recordarme, que sólo nos quedaban un poco más de dos semanas para la ceremonia. Las dos se irían en un par de días a Tampa, para terminar de finiquitar los últimos detalles con respecto a la comida y la decoración.

Esa noche, mi prometido, volvió a comunicarse conmigo por medio de un mensaje de texto:

 

Robert: ¿Puedo bajar a tu apartamento?

Allison: Estoy ayudando a mamá con su maleta.

Robert: Mi madre llegó muy contenta. Pero se niega a contarme nada.

Allison: Ella es una mujer maravillosa. Hablaremos en cuanto vuelva de Chicago.

Robert: Allison, por favor…

Allison: Buenas noches.

 

***

Una semana más tarde, con un humor y actitud completamente recuperada, me fui al trabajo después de despedirme de la Nana y las gemelas.

Estaba dejando todo en orden en la oficina y delegando tareas antes del gran día de la boda. Me encontraba, imprimiendo unos documentos de último minuto cuando mi secretaria me avisó que Robert, se encontraba en la recepción.

Emocionada y nerviosa por volver a verlo, me fui al espejo a verificar mi imagen antes de hacerlo pasar. Ya habían pasado ocho días, aunque entre sus miles de llamadas diarias y mensajes de texto, siempre estuvimos en contacto

Me había mantenido inflexible a la hora de vernos en persona. Pero ni él ni yo aguantábamos más ese absurdo castigo que yo misma impuse, por supuesto arrastrada por mi orgullo herido.

—Déjalo pasar —respondí a mi secretaria, Roxy, alisándome la falda.

—Pasa —anuncié al verlo asomarse en la puerta, sonriéndole contenta.

—Gracias por recibirme, señorita Lowen —suspiré y negué con la cabeza, mientras él aseguraba la puerta.

—Robert… —lo llamo cariñosamente al verlo acercarse con cara de depredador, dedicándome una sonrisa torcida.

—No he dejado de pensar en ti todos estos días —dijo mientras sus dedos llegaban hasta el botón de mi blusa, desabrochándolo sin dificultad—.Me parece que es hora de levantarme el castigo. He venido para hacer las paces.

—Sólo fueron unos pocos días… —comenté mordiéndome el labio inferior y él sin inmutarse sigue en su tarea soltando otro botón.

—Así que ocho días te parecen pocos días… Te extraño, Ally —sus dedos encuentran el cierre frontal del sujetador y lo abre con la misma facilidad con la que ha desabrochado la blusa, que ahora está a punto de caer al suelo—.Te deseo, preciosa.

Lo único que quiero es cerrar los ojos y rendirme bajo su tacto, pero no puedo.

—No estas siendo justo, Robert —digo forzando el tono de mi voz, para que suene normal.

Roza el contorno de mi seno con delicadeza, para luego con las dos manos desabrocharme la falda, bajándola de un tirón. Y en lo que mi cuerpo queda medio desnudo, a su merced, deja escapar un suspiro.

—Mira quién habla de justicia… —comenta acariciando mis muslos—.Eres una obra de arte, Allison Lowen.

—Detente, Robert. Estoy en mi trabajo…

Excitada por sus palabras y mi desnudez, cierro los ojos, mientras lo siento acariciarme entera con la punta de sus dedos. Me toma por la cintura y me arrastra hacia él. Su agradable fragancia masculina me embriaga, volviéndome más vulnerable a sus caricias.

De repente lo siento arrodillarse mientras baja el bikini de mis caderas, dejándome aún más expuesta ante su oscura mirada.

—¿No me has extrañado Ally? Si supieras cuanto me excitas —abro los ojos, embriagada por sus palabras.

—Claro que te extraño, pero antes debemos aclarar lo de Claire…

Es lo único que alcanzo a pronunciar en cuanto se levanta, porque siento sus dedos introducirse en mi sexo, rozándolo con delicadeza, lo suficiente para olvidarme de lo que estaba a punto de decir.

—Me encanta lo receptiva que estas —su voz se ha vuelto ronca.

Pero con lentitud, después de una muy deliciosa tortura, se aleja unos pasos para contemplarme y lo escucho contener su respiración cuando sus ojos llegan a mi intimidad perfectamente depilada.

Se saborea los dedos llenos de mi esencia y se acerca a mí para adueñarse con intensidad de mi boca. Nos devoramos en un beso intenso y muy apasionado.

Yo quiero comérmelo entero, su presencia, su tacto, su olor, su voz, todo él me hacen perder el control, me aturde con delicia. Deseaba desvestirlo, presionarme contra él para sentir su piel contra la mía. Pero no lo hago, porque me recuerdo que estoy en mi oficina, en mi lugar de trabajo, entonces me quedo allí sin moverme, esperando que él se detenga.

—Yo también te deseo, Robert —le susurro sobre los labios—.Pero…

—No más peros, Ally.

Cambia su actitud, lo noto harto de que lo continúe rechazando, pero no puedo bajar la guardia, menos ahora. «Debo ser firme», me repito mentalmente.

Él se gira y decide sentarse en una de las butacas doblando una pierna. Mientras sigue cada uno de mis movimientos yo me visto con manos temblorosas, aún afectada de ese asalto tan intenso y apasionado.

—Yo tampoco quiero más peros entre nosotros y si mal no recuerdo, has sido tú quien ha dejado que las cosas lleguen a este punto.

—No quiero seguir discutiendo, preciosa —se levanta acomodándose la chaqueta de su traje—.Esta noche es la presentación en la galería de Claire. Paso por ti a eso de las siete.

—¡No iré!

—Iremos juntos y aclararemos todo lo que quieras. Basta de celos, te he dicho mil veces que no tienes motivos para desconfiar.

Se acercó para tomar mis manos entre las suyas, clavando sus hermosos ojos azules en los míos, pero justo en ese instante el sonido de la puerta nos alertó:

—Adelante —comenté separándome de Robert.

—Tiene una llamada, señorita Lowen.

—Toma el mensaje, Roxy por favor.

—La persona que llama dice que es urgente.

—¿Quién me llama?

—Josh Mccoy —

Robert, suelta un fuerte bufido, mientras nuestras miradas se cruzan. Luego asiente con la cabeza para que acceda a tomarla, aunque se le notaba irritado.

—Pasa la llamada, Roxy.

 Capítulo 17

 

 

—No me voy hasta no saber que quiere.

—Deja la paranoia, Robert.

Mi sexto sentido me decía que no movería ni un músculo de su cuerpo hasta saber que era lo que Josh tenía que decirme.

—Pulsa el altavoz, quiero escucharlo.

Rodeo el escritorio, irritada ante la llamada de Josh y la actitud celosa de Robert. Sin embargo, me siento y hago lo que me pide, es hora de aclarar cualquier duda que pueda tener. Oprimo el botón y los dos nos sentamos a oírlo, ya quiero terminar con ese tema de una buena vez.

—Dime Josh, ¿cuál es la urgencia? —mi tono irónico es evidente. No obstante Robert no aparta sus ojos de mí ni por un segundo.

—Gracias por tomar la llamada, primero que nada… —lo interrumpo apurándolo.

—Al grano Josh, estoy trabajando —Robert asiente con la cabeza aprobando y hasta me dan ganas de reír, pero me contengo.

—Quería disculparme por la manera en la que me presenté en tu casa.. Mi intensión nunca ha sido amenazarte y mucho menos molestarte —la expresión en el rostro de Robert, se ha vuelto dura, se levantó arreglando la chaqueta de su traje afectado ante el comentario.

—Entonces… —lo animo a continuar.

—Soy un imbécil, siempre lo he sido. Nunca te merecí y cometí muchos errores contigo, errores de los que no me siento orgulloso. Pero ahora he cambiado y esta vez no quiero volver a fallar —Robert se posiciona a mi lado con las manos en las caderas. Lo siento a punto de explotar.

—¿Qué es lo que realmente quieres?

—La oportunidad de ser parte de la vida de mis hijas otra vez y de que conozcan a mi futura esposa, Laura, ella está embarazada y es justo que incluya a las gemelas en mi nueva familia.

Robert y yo nos miramos sorprendidos ante la confesión de Josh, «Algo me decía que este cambio tan radical en su comportamiento era obra de otra persona».

Con los ojos abiertos como platos, contesté:

—¿Qué propones?

—Las quiero invitar a la boda, puedes traer a tu arrogante prometido si quieres —estuve a punto de soltar una carcajada cuando vi a Robert, apuntándose así mismo incrédulo.

—Me alegro por ti. Mándame la invitación y te prometo que le buscaré un espacio en mi agenda.

—Allí es donde está el problema, la boda es este sábado.

—Josh, cuanto lo siento, pero…

—Por favor Allison, has una excepción, significa mucho para mí…

Suspiro desanimada, nosotros nos estábamos yendo el sábado a la Florida, para terminar de ayudar con los últimos detalles de la boda.

La mano de Robert sobre mi hombro, me saca de mis pensamientos, alzo la cabeza, y lo veo asentir. Pulsa el botón para silenciarnos:

—Dile que vamos, salgamos de una vez de esto, tus hijas se lo merecen.

—¡Allison! ¿Sigues en la línea? —escucho a Josh a lo lejos, así que de inmediato y sin darle muchas vueltas, descuelgo el teléfono.

—De acuerdo, cuenta con nosotros y mi gruñón prometido —le guiño un ojo a Robert, sonriéndole con picardía.

—Gracias.

—Por cierto Josh. Felicidades.

Terminé la llamada, posando mis ojos en el magnífico rostro de Robert.

—¿Y bien?

—¿Bien qué? —le contesto mientras me levanto y llego hasta él, colocando una mano en la solapa de su traje.

—Tenemos una boda para el fin de semana —murmura cerca de mi oído con sensualidad.

Automáticamente su humor cambió al darse cuenta de las intenciones de Josh, ese problema estaba resuelto para él. Coloca con ternura suaves besos en el área de la clavícula y el cuello, arrancándome un gemido.

De pronto se detiene y con voz cálida me comunica mientras se aparta de mí:

—¿De verdad quieres que me mantenga alejado de ti? —pregunta tan serio como si me estuviera anunciando que estoy a punto de morir.

—Robert, es sólo hasta aclarar todo respecto a Claire. Mira como tú has cambiado al saber que Josh no busca nada conmigo —baja la mirada al suelo.

—Pero no estas siendo justa conmigo, ¿Te he dado motivos para desconfiar?

Me alejo de sus brazos molesta, ante lo que acaba de insinuar.

—Y yo Robert, ¿te di motivos? —me giré dándole la espalda—.La última vez que los vi juntos fue en un club de intercambios. Creo que tengo motivos suficientes para estar celosa, que digo celosa… ¡furiosa! ¿No te parece?

Alzó las dos manos en señal de rendirse, para caminar hasta la puerta.

—Comprendo Allison.

—Robert, yo necesito sentirme segura de nosotros… ¿no te das cuenta? No me puedo dar el lujo de fracasar por segunda vez.

—No digas más preciosa… paso por ti a las siete.

Me quedé como una idiota y con la palabra en la boca, parada en medio de la oficina al verlo salir molesto o más bien ofendido. No lograba comprender su actitud, no me entraba en la cabeza que él no entendiera mi postura.

***

Las horas volaron el resto de la jornada y cuando ya estaba de salida, mi teléfono sonó avisándome de la entrada de un mensaje de texto, al revisar la pantalla pude constatar que se trataba de Mía.

 

Mía: Tengo noticias de última hora. Acepté la invitación de Claire, para tomarnos un café.

Allison: ¿En serio? Muero de ganas por saber.

Mía: Nos vemos en tu apartamento y así aprovechamos para arreglarnos juntas para la exposición. ¿Te parece?

Allison: Es perfecto. Te veo en un rato.

Mía: Por cierto, papá anda con un humor de los mil demonios. ¿Se pelearon otra vez?

Allison: ¿Andas con Robert?

Mía: Sí, vamos de camino al apartamento… te compró un regalo.

Allison: ¿Un regalo?, ¿pero no me acabas de decir que está de mal humor?

Mía: Repito, anda con un humor de los mil demonios, sin embargo no deja de pensar en ti. Ustedes son un caso para estudiar.

Allison: Dile que lo amo, aunque sea un gruñón.

Mía: Jajajajajaja.

 

Al llegar fui recibida por una lluvia de dulces, pegajosos besos y pequeños abrazos. Nana y las niñas estaban preparando un pastel de frutas. Un agradable olor a manzana flotaba en el ambiente, recordándome que no había almorzado. En seguida me fui a la cocina a buscar algo de comer.

—Huele riquísimo, voy a querer probar un pedacito antes de salir.

—Sí mami, nos ha quedado muy bueno el pastel —explicó Tara sonriendo.

—Mamá todavía le falta quince minutos más en el horno, pero eso no es mucho tiempo ¿cierto? —añadió Amy, mientras se lavaba las manos en el fregadero.

—Eso no es nada, cariño —le dije depositando un beso en su frente, caminando hacía el refrigerador en busca de un alimento.

—¿Tiene hambre? —pregunta Nana, negando con la cabeza.

—¡Muero del hambre! Nana.

—No puede pasar tantas horas sin comer, se va a enfermar señora Allison —comienza con su viejo sermón, mientras con eficacia me sirve un suculento plato de crema de espárragos.

—¡Eres mi salvadora! —sonrío llevándome la cuchara a la boca—.¡Eres la mejor!, por eso te adoro Nana Moritz.

Todas reímos ante mi exagerado comentario, y es en ese preciso instante cuando el timbre de la puerta nos anuncia que tenemos visita.

Las niñas corren gritando hacía la entrada, pero es la Nana quién se encarga de abrirla, dejando pasar a Mía, quién llegaba con una par de paquetes más grandes que ella.

 Capítulo 18

 

 

—¿Qué es todo eso? —pregunto limpiándome las manos.

—Regalitos, uno para mí y otro para ti de parte de papá.

Negando y sonriendo al mismo tiempo, me acerco a ella para saludarla. Las gemelas al darse cuenta de los paquetes sonríen divertidas.

—Ábrelo mami —me anima, Tara

—¿Lo podemos abrir nosotras? —pregunta, Amy.

Asiento con la cabeza, mientras Mía y yo, nos sentamos a observarlas abrirlos con cuidado. Tara por un extremo y Amy por el otro. Al dejar al descubierto la caja, sus pequeños ojos se abren con sorpresa.

—¡Mami!… Es un vestido de princesa —expresa Tara con la boca abierta, mientras Amy, se ríe.

Me levanto sonriendo por sus expresiones, aunque no lo niego, también estoy llena de mucha curiosidad. Al acercarme pude apreciar un vestido de noche color rosa palido, lo tomé de inmediato y al estirarlo colocándolo por encima de mi ropa, quedé enamorada de su hermoso y elegante diseño.

Nana, las niñas y Mía, me vieron girar emocionada por todo el salón, corrí hasta mi recámara para confirmar frente al espejo que era perfecto para mi tono de piel y color de cabello. Esa noche me vería regia y muy femenina.

—Es precioso —dijo Mía, en medio de un suspiro.

—Lo es amiga. ¡Una belleza! —lo coloqué sobre la cama y me fui a buscar el móvil, tenía que mandarle un mensaje a Robert.

—¿A dónde vas? —preguntó mi amiga entre risas al verme moverme con tanta rapidez.

—Busco el móvil, tengo que mandarle un mensaje a tu papá —contesto abrazándola emocionada con el teléfono en la mano.

—¡Están locos los dos! —exclama muerta de la risa.

 

Allison: Gracias, Robert. El vestido es precioso.

Robert: Tú eres preciosa, el vestido es solo un accesorio.

Allison: Eres un adulador. ¿Lo sabias?

Robert: Jajajaja. Ya me lo habían dicho antes. Te veo en una hora, no se tarden. Connor y yo las esperaremos abajo.

Allison: Estaremos listas.

 

—¿Y bien? —la pregunta de Mía, me devuelve a la realidad.

—Tenemos una hora —comento sonriendo—.Entonces, ¿me vas a contar lo de tu café con Claire?

—Claro, ella fue muy amable, aunque un poco insistente para mi gusto. Creo que se dio cuenta que si no me buscaba yo jamás la llamaría —comenzó mientras dejábamos todo en orden dentro de mi dormitorio—.Sabes que he querido dejar el tema de mi madre atrás y seguir adelante con mi vida y para mí Claire, había quedado en las páginas de ese diario, donde prefiero recordarla como la mejor amiga de mi madre.

—¿Y cómo hicieron para encontrarse?

—Imagínate, me fue a buscar al hospital y esperó a que terminara la guardia, ante tanta insistencia, no me podía seguir negando. Nos fuimos a la cafetería y la escuché.

—¡Estoy a punto de comerme las uñas!… dime que te dijo por favor…—las dos sonreímos mientras comenzamos a trabajar en el maquillaje.

—Básicamente se disculpó por no participar en mi vida, aunque su amiga se lo pidió en su lecho de muerte. La noté arrepentida y me confesó que fue ella quien tenía ese diario guardado todo este tiempo. Gracias al detective privado ¿lo recuerdas?...

—Claro, como olvidarlo, Robert estaba furioso.

—El mismo, en fin, fue él quien dio con ella, haciéndola recapacitar para que me fuera entregado —Mía, soltó un largo suspiro—.Sin embargo, siento pena por esa mujer.

—No tienes porqué amiga —me giro para mirarla a los ojos y verla asentir.

—Le pregunté acerca de mi padre… —su expresión cambió sonriendo abiertamente.

—¡Mía! ¿Qué te dijo? Espera ya sé su respuesta… —me interrumpe alzando la mano.

—No sabes nada amiga. Las dos hemos estado equivocadas con respecto a ella.

—¿De veras?, ¿no está interesada en Robert?

—Para nada. Ellos se encontraron en la gala benéfica del hospital por pura casualidad. Conversaron y el tema de sus amigos salió a flote. Al parecer, Claire posee una serie de fotos y negativos que eran de mi madre. De eso se trata la exposición de esta noche —nos abrazamos con afecto—. No tienes idea Ally, de cuan emocionada me siento. Al fin voy a poder ver sus rostros, amiga.

Esa última frase tocó mi corazón, era verdad yo no tenía la más mínima idea de lo que ella estaba sintiendo, pero si estaría a su lado para apoyarla en lo que necesitara. Pasé mi mano por sus espalda mientras las dos veíamos nuestro reflejo en el espejo, en silencio le aseguraba que todo saldría bien

***

Una vez listas, perfectamente vestidas, peinadas y maquilladas, bajamos a nuestro encuentro con los chicos que nos esperaban en la entrada del edificio.

Los dos lucían como recién sacados de la revista, GQ. Ambos en esmoquin negro, nos esperaban de pie en el vestíbulo. Robert, lucía soberbio, elegante, demasiado apuesto y con una sonrisa torcida me recibió ofreciéndome su mano.

—Estás espléndida —murmuró en mi oído, provocándome un delicioso escalofrío.

—Tú tampoco estás nada mal —comento con picardía, dejándome envolver por sus brazos y esa maravillosa fragancia que lo caracterizaba.

«Ahhh, cuanto lo extrañaba. Todo por mi desconfianza», pensé al recordar el cuento de Mía.

—Éstas preciosa, Mía —dijo Connor, en tono seductor, mientras se devoraba a mi amiga con la mirada.

No pude contener una carcajada al ver a Mía, sonrojarse hasta las orejas.

—Gracias… —le contesta antes de besarlo en los labios con delicadeza—.Estás guapísimo —agrega dejándose tomar de la mano.

Robert, se aclara la garganta para comentar:

—Es hora de irnos.

Connor y Mía, conversan de su día en el hospital. Mientras Robert y yo, permanecíamos en silencio en la parte trasera del todoterreno. No obstante, nuestras manos estaban entrelazadas sobre su regazo. De inmediato recordé la conversación con mi amiga, la que aclaraba todo el enredo entre nosotros.

—Lo siento —digo muy cerca de su oído.

Gira su rostro y clava sus hermosos ojos azules en los míos, ladeando la cabeza de un lado sin comprender.

—Explícate mejor.

—Siento que estemos peleados, siento no haber confiado en ti… ¡Oh, Robert! Estoy tan apenada —suelto sin apartar la mirada.

—Mi dulce damisela en apuros, no hay nada que disculpar, ni de que te debas avergonzar —dice en voz baja tomando mi rostro entre sus manos—.De todas formas no iba a dejar que un absurdo malentendido nos separara.

—Robert… soy una tonta y tú eres tan paciente conmigo —agrego bajando la mirada.

—Estamos enamorados —sentencia con dulzura, bajando su rostro, buscando mi mirada.

Asiento cautivada por lo que acaba de decir, Robert estaba en lo cierto, estábamos enamorados como unos chiquillos y…

—Te amo, Robert Watts —susurro sobre sus labios antes de besarlos con sensualidad.

Pero las risas de Mía y Connor, nos hacen separarnos, recordándonos que no estamos solos. Limpio el lápiz labial de su boca para luego enderezarme en el asiento, sin dejar de soltar su mano, mientras sonrío observando el paisaje por la ventana. Por un instante cierro los ojos, disfrutando lo feliz que me siento y agradeciéndole a la vida el que me haya dado esta segunda oportunidad.

Ahora tengo plena seguridad que al lado de Robert, voy a tener esa familia que tanto he soñado, porque él es el amor de mi vida, ese amor tan bonito y tan intenso que me llena completa, que me hace vibrar con sólo mirarme, con sólo tocarme, con que tan sólo esté cerca de mí.

 Capítulo 19

 

 

Una vez que cruzamos las puertas de la prestigiosa Galería Ferguson, nos encontramos con la famosa Claire, quien lucía como una estrella de cine, en un hermoso vestido largo hasta el piso en color gris plomo.

Su sonrisa se ensanchó en cuanto nos divisó, haciéndola moverse en nuestra dirección. Mía y ella se abrazaron con efusividad al verse, algo que en este punto de la historia, no me afectaba.

—Gracias a todos por venir. Para mí es un placer tenerlos en mi galería. Pero pasen, por favor —expresó Claire, con exagerada cortesía, mientras se llevaba a Mía de los brazos de su novio.

—Gracias a ti, Claire, por tener este detalle conmigo. No tenías que molestarte —contestó Mía al saludarla.

—No es nada. Para mí es un honor —se giró en dirección a Robert y a mí—.Adelante no debemos demorar la exposición.

Las dos mujeres caminaron hacia el interior, donde se exhibían las fotografías, todas gigantescas, enmarcadas con un estilo moderno. Pero lo más curioso era que habían sido procesadas en blanco y negro.

Mía, se volteó en busca de su padre, con los ojos llenos de lágrimas y una de sus manos puesta en su corazón.

—Anda, cariño, ve con tu hija —lo animé a acompañarla.

Robert me dedicó una sonrisa antes de alejarse. Connor y yo, nos dirigimos al otro extremo del salón para darles privacidad. Entendíamos a la perfección que ese era un momento muy especial para ella al descubrir los rostros de sus padres.

—¿Cómo están las cosas con Robert? —la pregunta de Connor, me sorprendió en el buen sentido, porque sabía lo mucho que él apreciaba a mi prometido.

—Estamos bien, gracias por preguntar.

—Me alegro mucho por ustedes —asentí dejándome guiar por su brazo.

—Y ¿cómo van las cosas con Mía? —reímos al mismo tiempo.

—Sólo te puedo decir una cosa, Allison. Tu amiga, me está enseñando el significado de la palabra paciencia.

Sin querer solté una carcajada, a la que él se unió sin protestar. Sabía lo terca que podía llegar a ser Mía. Pero ese también era su encanto, además los dos se adoraban como locos y para mí eso era suficiente.

—No puedes negar que eso es lo que más te gusta de ella… —dije en tono divertido.

—Se nota que la conoces muy bien —asentí sonriendo—.Es cierto, no puedo negar que por muy testaruda que sea, es la mujer más encantadora y divertida que he conocido jamás.

Justo en ese momento nos situamos ante una de las fotografías. Era una pareja de adolescentes, una chica de ojos brillantes y cabello largo y un chico apuesto de sonrisa traviesa y mirada enamorada. Ambos tenían los ojos clavados en el lente de la cámara, mientras estaban sentados en los escalones de la entrada de una casa.

—¿Verdad que hacen una pareja encantadora? —preguntó Mía, sonriendo colgándose del brazo de su novio.

—Muy bonita —dijo Connor, depositándole un beso en una de sus manos—¿Estás bien, preciosa?

—Sí, aunque jamás me los imaginé tan jóvenes —comentó con alegría y todos reímos.

Observé a Robert, conversando con Claire y el fotógrafo francés, con quién la había visto en la internet. Cuando andaba en mi faceta de investigadora privada. Faceta que dejaría en el olvido gracias al cielo.

—Allison, quiero presentarte al novio de Claire.

«¿Novio?, yo tenía entendido por los resultados de búsqueda en Google que el hombre estaba casado… bueno ya me enteraría más tarde con Robert».

—Allison Lowen, encantada.

—Gael Faurë, el placer es todo mío. Robert nos estaba contando que se casan la próxima semana, mis felicitaciones.

—Muchas gracias, Gael —asentí entrelazando mi mano a la de Robert, compartiendo una sonrisa.

En ese instante un cliente se acercó para hacerle una pregunta a Claire, quién se disculpó para ayudarlo.

—Vuelvo en seguida, quedan en buenas manos —le guiñó un ojo a su novio antes de alejarse.

—Así es —aseguré

El francés, era un hombre atractivo, agradable y conversador. Nos contó que él fue el encargado de revelar las fotografías, como también de hacerle los retoques necesarios. Mientras nos daba una clase magistral de las técnicas que usó, no podía dejar de pensar en la conversación pendiente que tenía con mi prometido.

Aunque Mía había aclarado mis dudas con respecto a Claire, esperaba que Robert me contara los detalles, lo importante era que debía mantener la calma y confiar en que los dos podríamos ser capaces de disculpar nuestra falta de confianza y enfocarnos en lo que era realmente importante… un futuro juntos.

***

Al despedirnos de Mía y Connor, en la entrada del edificio dentro del todoterreno, nos fuimos caminando tomados de la mano. Sin que ninguno de los dos pronunciara una palabra, hasta que llegamos a la sala de su apartamento.

El silencio era insoportable y yo sabía que Robert, me lo estaba haciendo difícil.

«¡Demonios! Me era duro aceptar lo injusta que había sido con él», pensé mientras me descalzaba sentada en el sofá.

—¿Quieres una copa? —la pregunta me hizo alzar la cabeza para verlo.

—Sí, por favor.

Se sacó la chaqueta y dobló las mangas de su camisa hasta los codos, con agilidad.

—¿Te dije que luces hermosa en ese vestido? —su pregunta me arrancó una sonrisa.

Me levanté del sofá para llegar hasta él, quien se encontraba de pie, junto a la encimera de la cocina tratando de abrir una botella de vino blanco. Llegué por detrás, rodeándolo por la cintura con mis brazos.

—¿Me perdonas, doctor Watts? —susurré con afecto.

Robert, deja la botella a un lado, para girarse, tomándome de la cintura. Clavando sus hermosos ojos en los míos.

—¿Y qué exactamente tendría que perdonarte señorita Lowen? —una perezosa sonrisa se asoma en su rostro.

—Lo absurda de mi comportamiento, mis ridículos ataques de celos, mi desconfianza… —suspiro enterrando mi cara en su cuello, aspirando su olor, sintiéndome en casa de nuevo—.!Oh, Robert! —exclamo con tristeza—.¿Volveremos a ser los mismos de antes?

Un suspiro se me escapa, mientras dejo reposar mi cabeza en su hombro, evitando su mirada.

—Hey, Ally. Mírame por favor —murmura despacio con voz cálida.

Alzo la cabeza para enfrentarme con sus ojos, que están llenos de comprensión y cariño, haciéndome sentir estúpida, inmadura y fuera de lugar, mientras.

—No tengo nada que perdonarte, preciosa. Yo también me porté como un cavernícola cuando apareció tu ex… temía perderte mi dulce damisela.

Lo observo completamente derretida por lo que acaba de decir, porque los dos habíamos sentido lo mismo, los dos habíamos desconfiado el uno del otro sin ningún motivo real más que el que nuestras mentes se inventaron.

—Te amo, Robert Watts y estoy loca porque me ayudes a salir de este vestido y me hagas tuya —sonreí con coquetería.

—Pensé que nunca lo dirías, Allison Lowen.

Esa noche me enteré de la historia de Claire y su novio entre comillas. Robert se tomó la molestia de explicarme al detalle desde el día que se encontraron en la gala del hospital, hasta la exposición en la galería.

Pasando por el club de intercambios, esa era la parte de la historia que más me interesaba escuchar. Al parecer ella invitó a Robert con la excusa de que la ayudara a escoger las fotografías para él show, pero cuando llegó a ese lugar, él se dio cuenta que Claire lo había engañado, porque sus verdaderas intenciones eran darle celos al francés, que nunca llegó. De allí la incomodidad de mi prometido esa noche.

«Todo había sido un tonto malentendido, producto de mi desmedida imaginación. En mi defensa intenté alegar que mis nervios con respecto a la boda me jugaron una mala pasada, pero al final no creo que me creyó», deduje, quedándome dormida entre sus brazos.

 Capítulo 20

 

 

Mis padres se encontraban en Tampa, junto con los de Robert, encargándose de los preparativos de la recepción. Mía, Connor y Emma, llegarían un día antes de la celebración, para la cena en familia que se daría la noche antes de la boda. Ellos se habían complicado para poder salir al mismo tiempo de vacaciones, ya que ambos trabajaban en el mismo departamento.

Al llegar al Resort en Palm Beach, donde se celebraría la ceremonia y el banquete, nuestros padres nos esperaban sonrientes en el vestíbulo. Los cuatro lucían impecables y muy sonrientes, no cabía duda lo felices que estaban de vernos. Tara y Amy, corrieron a saludarlos.

—Bienvenida hija, Esther y yo tenemos muchas cosas que enseñarles.

—Hola mamá —la abracé con efusividad—.Esther, gracias por todo, mira este lugar. ¡Es paradisiaco!

—¡Querida! —dijo saludándome con un abrazo—.Robert, ven aquí —lo llamó antes de que se fuera a la mano a los hombres, quienes estaban con las gemelas—.No me has saludado.

Esther acunó su rostro con afecto, depositándole un beso en la mejilla.

—Hola Mamá, luces hermosa como siempre. Pam, ¿Cómo estás?

—Estoy feliz de que al fin han llegado. Nos hemos encargado de todo. Desde hoy dormirán en habitaciones separadas, ¿cierto, Esther?

Robert y yo, compartimos una mirada comprensiva ante la emoción de nuestras madres.

—Así es, hijo. No podrán dormir juntos hasta que se hayan casado.

Decretó mi futura suegra con una sonrisa pícara en el rostro, giñándome un ojo.

—Hijo, aquí tienen un campo de golf que debemos conocer, Roger, también juega. Y en lo que llegue Connor, lo probaremos, ¿qué dices?

—Suena bien, papá.

Después de escucharlos por un rato, subimos a nuestras respectivas habitaciones, las niñas y yo en una, y Robert, en la de enfrente. Por suerte seguíamos en el mismo piso. Suspiré aliviada al confirmarlo. Desde que nos habíamos reconciliado, estábamos durmiendo juntos cada noche.

Una vez instaladas, bajé con mi madre para dejar a las niñas con mi papá, quien junto con Thomas las llevarían de paseo.

—Pórtense bien y no los cansen mucho —les murmuré a las gemelas.

—Mami, no te preocupes, estaremos bien con ellos —replicó Tara, dándome un beso.

—Estarán cansadas para cuando regresemos, así que no te preocupes Allison, aprovecha con Robert y hagan todo lo que necesiten.

Aseguró mi padre, depositándome un beso en la frente, las gemelas estaban contentas y eso era suficiente para mí.

Cuando me giré en dirección a las escaleras, me topé con la imagen de mi prometido, que bajaba con su estilo elegante. Traía unos Ray Ban, que le quedan fenomenal, pero lo que más me impresionaba era su sonrisa, la misma sonrisa con la que me hipnotizó el día que nos conocimos.

De pronto siento su mano tomar la mía, se siente suave como el algodón y cuando la presiona con firmeza, me estremezco. Sólo Robert tiene ese efecto en mí, sólo con él podría cometer la locura de casarme por segunda vez.

—¿Qué hay en la agenda para hoy? —preguntó cautelosamente, dedicándome esa sonrisa de lado que me derretía.

—Visita al salón de fiesta, recorrido por la playa dónde se llevará a cabo el evento y por último, verificación de los trajes de los novios. Llegaron ayer. ¿qué les parece?

Terminó mi suegra con su larga lista de cosas por hacer, mientras los dos, nos reímos.

—Suena fantástico, será mejor que empecemos, digo si queremos terminar hoy.

Todos nos reímos mientras nos dejábamos guiar de nuestras madres, quienes no paraban de hablar y de contarnos todo lo que habían hecho desde que llegaron a Palm Beach.

El recorrido al salón fue divertido, como era la única boda en esa semana, ya estaban trabajando en la decoración. Conocimos a la chica de las flores y al gerente del hotel quien nos garantizaba que todo saldría a la perfección.

Con una decoración en blanco y azul celeste, se vestiría el ambiente. Flores frescas adornarían las mesas en un largo jarrón, grandes lámparas de cristal le darían ese toque de ensueño. Mesas y sillas blancas decoradas con listones azules, le daban un toque elegante. Era hermoso y refinado sin ser exagerado. Justo como se los había descrito.

—Han hecho un trabajo impecable, es perfecto, ¿te gusta, Robert? —lo miré emocionada.

—Claro que me gusta, preciosa, y ahora más viéndote tan feliz.

Lo abracé, mientras nuestras madres daban instrucciones acerca de las flores.

—¿Qué les parece? —pregunta mi madre sonriendo acercándose a nosotros.

—Estupendo, Pam. No puedo esperar a ver el resto —comenta Robert con entusiasmo.

Del salón seguimos al área de la playa que cerraban de forma privada para este tipo de celebraciones. Estaban armando un imponente arco de madera, al que adornarían con telas blandas, que se moverían con suavidad por la brisa. En las mismas tonalidades, blanco y azul celeste.

Esther nos explicó que antorchas y farolillos delimitarían un pasillo central, para llegar al arco que haría de altar. Sillas blancas de madera a los laterales, dónde se sentarían los invitados, que eran alrededor de setenta personas. La mayoría amigos de Robert, familia y compañeros de trabajo.

El pasillo estaría iluminado, aunque habíamos escogido la hora de la puesta de sol, para que de esa forma el fuego le diera un aire sofisticado. Para completar… el paisaje natural del mar, la arena blanca y un espectacular cielo azul con tonos rojizos, serían el fondo perfecto, dándole un atractivo especial a la ceremonia.

El sonido del móvil avisándome la entrada de un mensaje de texto, me saca de mi ensueño, al revisar la pantalla sonrío al darme cuenta que es Mía.

—¡Es Mía! —expreso emocionada.

—¿Está al teléfono? —pregunta Esther, sonriendo.

—Es un mensaje de texto

—Entonces pregúntale por favor, cuando llegan. Ya deberían estar aquí. Por cierto Robert, ¿cómo va la relación con Connor?

Asiento y me alejo al escuchar el rumbo que estaba tomando la conversación:

 

Mía: ¿Llegaron a Palm Beach?

Allison: Sí, esta mañana. ¿Cuándo se vienen?

Mía: Con suerte mañana en la tarde, justo para la cena. No tienes idea de todo lo que ha pasado.

Allison: ¿Algo malo?, no me dejes en ascuas amiga.

Mía: No te preocupes por mí, asegúrate que todo quede como quieres para mañana.

Allison: Pero respóndeme, ¿estás bien?

Mía: No debí comentar nada, ya te imagino preocupada. ESTOY BIEN ALLY. Nos vemos pronto.

Allison: Hasta mañana entonces amiga. Buen viaje.

 

Siento los brazos de Robert rodearme por los hombros, recuesto la cabezo sobre su duro pecho escuchando los suaves latidos de su corazón, inhalando su agradable fragancia, que ahora unida al salitre de la playa era aún más irresistible.

Dejo salir un suspiro preguntándome: «Qué es eso que Mía, no se atrevió a contarme…?»

 Capítulo 21

 

 

—¿Qué te dijo?

—Me aseguró que llegaran mañana antes de la cena.

—¡Chicos!, es mejor que nos regresemos al hotel, tu padre me acaba de llamar avisando que las gemelas están hambrientas.

Robert y yo sonreímos al mismo tiempo, imaginándonos a las niñas volviendo locos a los abuelos.

—Allison, querida, ¿está todo bien con Mía? —preguntó Esther preocupada.

Caminé hacia ella, pasándole un brazo sobre los hombros y en tono confidencial, me encargué de tranquilizarla:

—Mañana estarán aquí, fue solo un inconveniente en el trabajo —asintió, al parecer mi estrategia había surtido efecto.

—¡Sabes Ally!, nunca había visto a mi hijo tan feliz. Me alegra ver cuánto se aman.

—¿Se nota mucho, Esther? —pregunto sonrojada de los pies a la cabeza.

—Es muy evidente, pero no te avergüences de ello. Un amor tan fuerte como el de ustedes es… sencillamente hermoso.

—¿Qué hablan ustedes con tanto misterio? —interviene Robert, en la conversación, colocándose en medio de nosotras.

—Del amor —suspira Esther, observándolo con afecto—.Le estaba comentando a Allison, lo feliz que me hacen al casarse.

—Ya vez, me atraparon —comenta riéndose, dedicándome una mirada apasionada—.Me atrapó la mujer más bella, inteligente y trabajadora de todo Nueva York.

Suspiro como una mujer enamorada que soy, mientras me dejo envolver por sus palabras. Hasta que un segundo más tarde diviso a las niñas corriendo hacia Robert, quién se había inclinado y abierto los brazos para recibirlas.

Esther y yo compartimos una mirada que lo decía todo y como siempre mi sentimentalismo me consume, mis ojos se llenan de lágrimas, porque me siento la mujer más feliz de la tierra.

***

La mañana siguiente se pasó como un relámpago, mientras nos ocupábamos por separado de probar nuestros trajes para cerciorarnos que todo marchaba sobre ruedas.

Los nervios comenzaron a invadirme, pero esta vez de una manera diferente, no paraba de sonreír y de aceptar cualquier propuesta, así que cuando recibí el mensaje de texto de Robert, para encontrarnos a solas en la barra situada en el área de la piscina, no dudé ni por un segundo en acceder.

 

Robert: Te espero en la barra que está en el área de la piscina.

Allison: Voy a intentarlo, no te prometo nada.

Robert: Inténtalo, dos noches sin ti sería un castigo muy grande.

Allison: Veré que hago, dame diez minutos.

Robert: Si no vienes iré por ti.

Allison: Jajajajaja. Eres un desesperado, por eso te adoro.

Robert: Estoy impaciente, preciosa.

 

Al terminar de leer el último mensaje, me giro sonriendo en dirección a mi madre y las niñas, pero me sorprendo al verlas abrazando a Mía. Corro emocionada en su dirección para saludarla.

—Amiga, es bueno verte en Palm Beach.

—Vayamos por una copa —me sonríe y se gira hacia mi madre—.¿Pam, te molestaría si me llevo a la novia por una copa antes de la cena?

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