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Definitivamente tenía que seguir investigándola, no me podía permitir bajar la guardia a tan solo unas semanas de la boda, eso sí era considerado un delito, porque si su motivo era quedarse con el novio, yo lo tendría que impedir a toda costa.

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Nos despedimos de Mía y Connor, y en silencio les agradecí su discreción. Robert y yo caminamos en dirección a su coche, mientras mi cerebro trabajando en la mejor forma de abordar el tema.

«¡Vamos, Ally!, piensa en algo grandioso que decir y ni se te ocurra hacer una típica escena de celos, de todas maneras no lo encontraste haciendo algo indecoroso, sólo conversando casual, en una barra de un famoso Club de intercambios». Pensé mientras él conducía hasta el apartamento.

—Estas muy callada.

—¿Yo? Nada, imaginaciones tuyas —me acomodé en el asiento—.Estoy bien, ¿y tú? —pero aunque tratara de ocultarlo, el tono de mi voz sonó irritado.

—Aja, imaginaciones mías —repitió—.¿Cómo supiste donde encontrarme? ¿Has estado espiándome?

—No te espiaba, sencillamente pasé frente a tu despacho y logré escuchar un pedazo de la conversación. Pero de espiar… —negué con el dedo índice—.¡Que va! De eso nada. No soy de ese tipo.

Rió con ironía, antes de encender la radio, evidentemente no quería seguir con la conversación y allí es cuando mi muy macabro cerebro, comienza a imaginar una historia de engaños en mi cabeza.

Al llegar al estacionamiento del edificio, Robert, apagó el motor girándose para tomar mi barbilla buscando mí mirada.

—¿Desconfías de mí?

Su pregunta me desarma, sus ojos están clavados en los míos y su voz está cargada de sinceridad.

Me había estado haciendo esa misma pregunta desde que los vi juntos la primera vez, la misma pregunta que taladraba mi cerebro todas las noches desde que ella apareció. ¿Acaso debo desconfiar de mi prometido? ¿Es normal que lo haga? O, ¿son los nervios de la boda?

Y aunque suene absurdo, no tenía una respuesta fundamentada. Una respuesta que no me hiciera quedar como una novia paranoica a unos días de su boda, una verdadera respuesta que lograra romper ese compromiso.

—No lo sé. —aparté mi rostro porque ya no soportaba más ver esa expresión de desilusión en su rostro—.Y tú, ¿confías en mí?

Solté con amargura, escuchando como mi voz se quebraba. Logré abrir la puerta para salir del auto a tomar una bocanada de aire, me sentía enferma, sofocada. No deseaba escucharlo, no deseaba continuar con ese tema por esa noche, había tenido suficiente.

Caminé asegurando mi abrigo, aferrándome a la cartera, pero me detuve en seco por unos instantes al sentirlo abrazarme por la espalda.

—Claro que confío en ti —murmuró en mi oído.

—No me mientas, Robert. Por favor, no lo hagas… aunque ninguno de los dos quiera admitirlo ninguno lo hace…

Me solté de su abrazo antes de permitirle a mis lágrimas salir. Atravesé la puerta de cristal para correr a las escaleras, no deseaba pasar un segundo más a su lado, por lo menos no por esa noche, necesitaba el refugio de mi hogar, tranquilizar mis sentimientos y un poco de soledad.

A lo lejos escuché su voz gritar mi nombre, entre una mezcla de desesperación con tristeza. Pero yo seguí y cuando iba en la segunda planta me detuve a descalzar mis pies para continuar mi camino hasta el quinto piso.

Al entrar al apartamento, en seguida me dirigí a la ducha y aprovechando el sonido de la regadera al caer, me desplomé en el piso dándole rienda suelta a un llanto que era necesario sacar de mi cuerpo.

Antes de meterme en la cama, ya mucho más calmada, revisé el móvil dándome cuenta de los nueve mensajes de texto de Robert:

 

Robert: Allison déjame explicarte.

Robert: Por favor contesta mi mensajes.

Robert: Lo confieso, estoy celoso con la aparición de tu ex, por eso no quiero que se vean a solas.

Robert: No te molestes conmigo por favor.

Robert: Claire no significa nada para mí, te lo juro.

Robert: Contesta Ally, cualquier cosa.

Robert: Esta bien, necesitas espacio para organizar tus ideas, lo entiendo, seré paciente.

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Robert:

 

Sonreí como una idiota, al leer el último mensaje del corazón, él nunca usaba los emoticonos. Yo también lo amaba, pero necesitaba unos días para asegurarme a mí misma que esta boda funcionaría.

 

Allison: Dame el resto de la semana para organizarme, pasado mañana salgo de viaje a Chicago, de regreso aclararemos lo de mi ex y lo de Claire… Yo también te amo Robert, tampoco lo olvides.

Robert: Son muchos días, es imposible que me mantenga alejado de ti sabiendo que te vas de viaje. Mañana hablaremos ¿de acuerdo?

Allison: No, Robert. Mañana voy a lo del vestido.

Robert: Entonces pasado mañana.

Allison: Robert…

Robert: Allison…

 

***

Después del trabajo tomé un taxi en dirección a Weddings, una de las tiendas más exclusivas de vestidos de novia de toda la ciudad. Se encontraba en el centro de Manhattan. Allí me estaban esperando: mi madre, Mía y Esther, y al llegar las encontré en la entrada. Todas sonreímos al vernos, totalmente emocionadas.

—¡Qué alegría, hija! —comentó mi madre, al abrazarme.

Le devolví el abrazo con afecto, para girarme a saludar a Esther y Mía, con un beso en la mejilla. Al entrar en el almacén, una de las vendedoras, con quién ya teníamos una cita nos saludó y nos condujo a un salón más privado.

—Por las descripciones que me dio por teléfono, le he apartado varios modelos diferentes para que vea cuál le va mejor, ¿qué le parece?

—Me parece perfecto —le digo nerviosa.

Mamá, Esther y Mía, asienten sonriendo mientras se sientan en un largo sofá de piel color hueso.

—Sígame por aquí, señorita Lowen.

Señaló un pasillo lateral con su brazo, invitándome a seguirla. De inmediato me despedí de las chicas. Una serie de diferentes modelos de vestidos y degradaciones del color blanco se encontraban colgados de un perchero. Me acerqué al primero, pero lo encontré muy recargado de pedrería.

Pasé la mano por el segundo modelo, pero el tono del blanco me pareció muy inocente y sencillo.

El tercero, ni siquiera llamó mi atención. El cuarto era muy tipo princesa. El quinto muy sexy y transparente.

Resoplé desilusionada ante mi mala suerte, ninguno era el perfecto para mí. Desilusionada por la selección, me giré hacia la vendedora, quién no paraba de hablar explicando cada uno de ellos, nombre de las telas, tipos de brocado y pedrerías, hasta el apodo del diseñador. Información que poco me importaba, mientras no encontrara el que me enamorara a simple vista.

—Lo siento, pero no me ha gustado ninguno —comenté irritada a la pobre vendedora que se quedó con la boca abierta.

—Señorita Lowen, por lo menos pruébese uno, de lo contrario nunca sabrá cuál es su estilo —suspiré al escucharla.

—Muchas gracias, pero prefiero enamorarme al verlo para luego atreverme a probármelo.

—Pero… Seño… —alcé la mano interrumpiéndola.

—No insista, le agradezco su tiempo.

Me giré para encontrarme con las chicas, que al verme aparecer sin un vestido encima, fruncieron el ceño.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Mía.

—No me gustó ninguno de los que me seleccionaron, será mejor seguir buscando en otro almacén.

—¿Estás segura, Allison? En la vitrina se ven vestidos hermosos —intervino Esther, animada—.Te aseguro que lo encontraremos querida, ánimo que esta es una tarea compleja.

«Esther tenía razón, porque además de compleja era agotadora y frustrante.»

—Hija, sólo dinos cuál es tu estilo, y lo buscaremos entre todas.

Justo en ese momento, apareció la vendedora con una sonrisa amistosa, de seguro estaba acostumbrada a tratar con novias nerviosas. Apenada ante mi reacción, me sonrojé.

—No se preocupe por nada, señorita Lowen, encontraremos lo que anda buscando. Siéntese mientras le traigo algo de tomar.

Las chicas aplaudieron y me abrazaron animándome a seguir con la búsqueda del vestido de mis sueños. Luego después de una copa de champaña, nos levantamos animadas para seguir adelante, nuestra misión era encontrarlo. Ahora la selección era más a mi gusto, así que se hizo mucho más fácil la tarea de probarlos hasta decidir un ganador, ese que me sacaría lágrimas de alegría.

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Dos horas, tres copas de champan y cinco vestidos de novia más tarde… lo encontramos. En cuanto salí del probador y me situé frente a la inmensa pared de espejo, pude ver mi reflejo de novia feliz.

Lágrimas se agolparon en mis ojos y una inmensa sonrisa iluminó mi rostro. Mi madre se llevó la mano al corazón mientras lloraba en silencio. Mía y Esther, se abrazaban sonriendo con exageración, asintiendo con la cabeza al mismo tiempo.

Este era mi vestido, con él me casaría con Robert. Aunque todavía nos faltaba aclarar nuestros asuntos, supe por su reacción de anoche que me amaba, así que con la cabeza en alto y con una actitud de comerme al mundo, empezaría una nueva vida a su lado, una vida que me merecía, con la que había soñado desde que era una niña.

—Hija, es precioso —comentó mamá, con voz entrecortada.

—Sí, Allison, este vestido es perfecto para ti —agregó, Esther.

—Espera… aún falta algo —dijo Mía, mientras tomaba de las manos de la vendedora un largo velo—.Déjame ponértelo.

Mi amiga, lo aseguró de mi coronilla, dándole ese toque especial que le faltaba al atuendo. Yo como una chica sentimental que soy, no paraba de llorar por la emoción.

—¡Lo hemos encontrado!

Sentencié determinada, girándome hacia las chicas para verlas sonreír en aprobación.

Una vez que la vendedora lo ajustó, para darle los últimos toques de perfección, lo dejamos en la parte de alteraciones, dónde me prometieron que estaría listo en una semana.

Para celebrar nos fuimos a comer a un pequeño restaurante italiano cerca del apartamento. Mi madre y Esther, no paraban de hablar de los preparativos que faltaban y de comentar que sólo tenían tres semanas para terminar. Mía y yo comenzamos a mandarnos mensajes de texto:

 

Mía: ¿Se reconciliaron? Cuéntame.

Allison: Le pedí unos días.

Mía: ¿Unos días?

Allison: Quiero hacerlo sufrir un poco.

 

Mi madre se aclaró la garganta, sacándonos de nuestra pequeña burbuja:

—¿Se puede saber por qué no nos incluyen en su conversación? —comentó mirándonos a las dos con desaprobación—.Esther y yo estaremos viejas, pero no somos tontas. ¿Nos quieren contar que está pasando?

Mía y yo, soltamos una risa nerviosa, para luego intercambiar una mirada cómplice antes de tener que explicarnos.

—Lo siento —comencé—.Anoche Robert y yo, tuvimos nuestra primera discusión —confesé dándole un trago a la copa de vino.

—Eso es muy normal que pase unos días antes de la boda —explicó mi madre cariñosamente colocando su mano sobre la mía—.¿Nos quieres contar, hija? Quizá Esther, o yo, podamos darte un concejo.

—Sé que va a sonar un poco estúpido, pero lo cierto es que estoy celosa de una antigua amiga de Robert, que apareció hace unos días —alcé la vista buscando los ojos de mi futura suegra—.Pueda que usted la conozca Esther, se llama Claire Ferguson.

—Allison, no pierdas tu energía en esa mujer —comenzó—.Ella nunca ha significado nada en la vida de mi hijo. Te lo aseguro.

—Te lo dije, amiga —intervino Mía, emocionada.

Esther, tomó de mi otra mano apretándola suavemente, mientras negaba con la cabeza.

—Ahora entiendo el comportamiento y mal humor de mi hijo, pero como te dije querida, no hay nada de qué preocuparse. Robert sólo tiene ojos para ti.

«Eso era todo lo que necesitaba escuchar para asegurarme de hacer lo correcto esta vez, sólo me quedaba hacerme la dolida por unos días más y por supuesto no dejárselo tan fácil. Su explicación de todo lo que había ocurrido con esa mujer era necesaria todavía». Pensé mientras le daba otro sorbo a la copa de vino.

—Gracias, Esther, me quedo más tranquila. Anoche le dije a Robert, que me diera unos días para que resolviéramos lo de esa mujer.

—Eso está muy bien, hazlo sufrir unos días. A los hombres les hace falta.

Las cuatro soltamos una carcajada tan fuerte que los integrantes de la mesa de al lado nos dedicaron una mirada de curiosidad, para luego retomar el tema de la boda.

Ellas se encargaron de recordarme, que sólo nos quedaban un poco más de dos semanas para la ceremonia. Las dos se irían en un par de días a Tampa, para terminar de finiquitar los últimos detalles con respecto a la comida y la decoración.

Esa noche, mi prometido, volvió a comunicarse conmigo por medio de un mensaje de texto:

 

Robert: ¿Puedo bajar a tu apartamento?

Allison: Estoy ayudando a mamá con su maleta.

Robert: Mi madre llegó muy contenta. Pero se niega a contarme nada.

Allison: Ella es una mujer maravillosa. Hablaremos en cuanto vuelva de Chicago.

Robert: Allison, por favor…

Allison: Buenas noches.

 

***

Una semana más tarde, con un humor y actitud completamente recuperada, me fui al trabajo después de despedirme de la Nana y las gemelas.

Estaba dejando todo en orden en la oficina y delegando tareas antes del gran día de la boda. Me encontraba, imprimiendo unos documentos de último minuto cuando mi secretaria me avisó que Robert, se encontraba en la recepción.

Emocionada y nerviosa por volver a verlo, me fui al espejo a verificar mi imagen antes de hacerlo pasar. Ya habían pasado ocho días, aunque entre sus miles de llamadas diarias y mensajes de texto, siempre estuvimos en contacto

Me había mantenido inflexible a la hora de vernos en persona. Pero ni él ni yo aguantábamos más ese absurdo castigo que yo misma impuse, por supuesto arrastrada por mi orgullo herido.

—Déjalo pasar —respondí a mi secretaria, Roxy, alisándome la falda.

—Pasa —anuncié al verlo asomarse en la puerta, sonriéndole contenta.

—Gracias por recibirme, señorita Lowen —suspiré y negué con la cabeza, mientras él aseguraba la puerta.

—Robert… —lo llamo cariñosamente al verlo acercarse con cara de depredador, dedicándome una sonrisa torcida.

—No he dejado de pensar en ti todos estos días —dijo mientras sus dedos llegaban hasta el botón de mi blusa, desabrochándolo sin dificultad—.Me parece que es hora de levantarme el castigo. He venido para hacer las paces.

—Sólo fueron unos pocos días… —comenté mordiéndome el labio inferior y él sin inmutarse sigue en su tarea soltando otro botón.

—Así que ocho días te parecen pocos días… Te extraño, Ally —sus dedos encuentran el cierre frontal del sujetador y lo abre con la misma facilidad con la que ha desabrochado la blusa, que ahora está a punto de caer al suelo—.Te deseo, preciosa.

Lo único que quiero es cerrar los ojos y rendirme bajo su tacto, pero no puedo.

—No estas siendo justo, Robert —digo forzando el tono de mi voz, para que suene normal.

Roza el contorno de mi seno con delicadeza, para luego con las dos manos desabrocharme la falda, bajándola de un tirón. Y en lo que mi cuerpo queda medio desnudo, a su merced, deja escapar un suspiro.

—Mira quién habla de justicia… —comenta acariciando mis muslos—.Eres una obra de arte, Allison Lowen.

—Detente, Robert. Estoy en mi trabajo…

Excitada por sus palabras y mi desnudez, cierro los ojos, mientras lo siento acariciarme entera con la punta de sus dedos. Me toma por la cintura y me arrastra hacia él. Su agradable fragancia masculina me embriaga, volviéndome más vulnerable a sus caricias.

De repente lo siento arrodillarse mientras baja el bikini de mis caderas, dejándome aún más expuesta ante su oscura mirada.

—¿No me has extrañado Ally? Si supieras cuanto me excitas —abro los ojos, embriagada por sus palabras.

—Claro que te extraño, pero antes debemos aclarar lo de Claire…

Es lo único que alcanzo a pronunciar en cuanto se levanta, porque siento sus dedos introducirse en mi sexo, rozándolo con delicadeza, lo suficiente para olvidarme de lo que estaba a punto de decir.

—Me encanta lo receptiva que estas —su voz se ha vuelto ronca.

Pero con lentitud, después de una muy deliciosa tortura, se aleja unos pasos para contemplarme y lo escucho contener su respiración cuando sus ojos llegan a mi intimidad perfectamente depilada.

Se saborea los dedos llenos de mi esencia y se acerca a mí para adueñarse con intensidad de mi boca. Nos devoramos en un beso intenso y muy apasionado.

Yo quiero comérmelo entero, su presencia, su tacto, su olor, su voz, todo él me hacen perder el control, me aturde con delicia. Deseaba desvestirlo, presionarme contra él para sentir su piel contra la mía. Pero no lo hago, porque me recuerdo que estoy en mi oficina, en mi lugar de trabajo, entonces me quedo allí sin moverme, esperando que él se detenga.

—Yo también te deseo, Robert —le susurro sobre los labios—.Pero…

—No más peros, Ally.

Cambia su actitud, lo noto harto de que lo continúe rechazando, pero no puedo bajar la guardia, menos ahora. «Debo ser firme», me repito mentalmente.

Él se gira y decide sentarse en una de las butacas doblando una pierna. Mientras sigue cada uno de mis movimientos yo me visto con manos temblorosas, aún afectada de ese asalto tan intenso y apasionado.

—Yo tampoco quiero más peros entre nosotros y si mal no recuerdo, has sido tú quien ha dejado que las cosas lleguen a este punto.

—No quiero seguir discutiendo, preciosa —se levanta acomodándose la chaqueta de su traje—.Esta noche es la presentación en la galería de Claire. Paso por ti a eso de las siete.

—¡No iré!

—Iremos juntos y aclararemos todo lo que quieras. Basta de celos, te he dicho mil veces que no tienes motivos para desconfiar.

Se acercó para tomar mis manos entre las suyas, clavando sus hermosos ojos azules en los míos, pero justo en ese instante el sonido de la puerta nos alertó:

—Adelante —comenté separándome de Robert.

—Tiene una llamada, señorita Lowen.

—Toma el mensaje, Roxy por favor.

—La persona que llama dice que es urgente.

—¿Quién me llama?

—Josh Mccoy —

Robert, suelta un fuerte bufido, mientras nuestras miradas se cruzan. Luego asiente con la cabeza para que acceda a tomarla, aunque se le notaba irritado.

—Pasa la llamada, Roxy.

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—No me voy hasta no saber que quiere.

—Deja la paranoia, Robert.

Mi sexto sentido me decía que no movería ni un músculo de su cuerpo hasta saber que era lo que Josh tenía que decirme.

—Pulsa el altavoz, quiero escucharlo.

Rodeo el escritorio, irritada ante la llamada de Josh y la actitud celosa de Robert. Sin embargo, me siento y hago lo que me pide, es hora de aclarar cualquier duda que pueda tener. Oprimo el botón y los dos nos sentamos a oírlo, ya quiero terminar con ese tema de una buena vez.

—Dime Josh, ¿cuál es la urgencia? —mi tono irónico es evidente. No obstante Robert no aparta sus ojos de mí ni por un segundo.

—Gracias por tomar la llamada, primero que nada… —lo interrumpo apurándolo.

—Al grano Josh, estoy trabajando —Robert asiente con la cabeza aprobando y hasta me dan ganas de reír, pero me contengo.

—Quería disculparme por la manera en la que me presenté en tu casa.. Mi intensión nunca ha sido amenazarte y mucho menos molestarte —la expresión en el rostro de Robert, se ha vuelto dura, se levantó arreglando la chaqueta de su traje afectado ante el comentario.

—Entonces… —lo animo a continuar.

—Soy un imbécil, siempre lo he sido. Nunca te merecí y cometí muchos errores contigo, errores de los que no me siento orgulloso. Pero ahora he cambiado y esta vez no quiero volver a fallar —Robert se posiciona a mi lado con las manos en las caderas. Lo siento a punto de explotar.

—¿Qué es lo que realmente quieres?

—La oportunidad de ser parte de la vida de mis hijas otra vez y de que conozcan a mi futura esposa, Laura, ella está embarazada y es justo que incluya a las gemelas en mi nueva familia.

Robert y yo nos miramos sorprendidos ante la confesión de Josh, «Algo me decía que este cambio tan radical en su comportamiento era obra de otra persona».

Con los ojos abiertos como platos, contesté:

—¿Qué propones?

—Las quiero invitar a la boda, puedes traer a tu arrogante prometido si quieres —estuve a punto de soltar una carcajada cuando vi a Robert, apuntándose así mismo incrédulo.

—Me alegro por ti. Mándame la invitación y te prometo que le buscaré un espacio en mi agenda.

—Allí es donde está el problema, la boda es este sábado.

—Josh, cuanto lo siento, pero…

—Por favor Allison, has una excepción, significa mucho para mí…

Suspiro desanimada, nosotros nos estábamos yendo el sábado a la Florida, para terminar de ayudar con los últimos detalles de la boda.

La mano de Robert sobre mi hombro, me saca de mis pensamientos, alzo la cabeza, y lo veo asentir. Pulsa el botón para silenciarnos:

—Dile que vamos, salgamos de una vez de esto, tus hijas se lo merecen.

—¡Allison! ¿Sigues en la línea? —escucho a Josh a lo lejos, así que de inmediato y sin darle muchas vueltas, descuelgo el teléfono.

—De acuerdo, cuenta con nosotros y mi gruñón prometido —le guiño un ojo a Robert, sonriéndole con picardía.

—Gracias.

—Por cierto Josh. Felicidades.

Terminé la llamada, posando mis ojos en el magnífico rostro de Robert.

—¿Y bien?

—¿Bien qué? —le contesto mientras me levanto y llego hasta él, colocando una mano en la solapa de su traje.

—Tenemos una boda para el fin de semana —murmura cerca de mi oído con sensualidad.

Automáticamente su humor cambió al darse cuenta de las intenciones de Josh, ese problema estaba resuelto para él. Coloca con ternura suaves besos en el área de la clavícula y el cuello, arrancándome un gemido.

De pronto se detiene y con voz cálida me comunica mientras se aparta de mí:

—¿De verdad quieres que me mantenga alejado de ti? —pregunta tan serio como si me estuviera anunciando que estoy a punto de morir.

—Robert, es sólo hasta aclarar todo respecto a Claire. Mira como tú has cambiado al saber que Josh no busca nada conmigo —baja la mirada al suelo.

—Pero no estas siendo justa conmigo, ¿Te he dado motivos para desconfiar?

Me alejo de sus brazos molesta, ante lo que acaba de insinuar.

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