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—Y yo Robert, ¿te di motivos? —me giré dándole la espalda—.La última vez que los vi juntos fue en un club de intercambios. Creo que tengo motivos suficientes para estar celosa, que digo celosa… ¡furiosa! ¿No te parece?

Alzó las dos manos en señal de rendirse, para caminar hasta la puerta.

—Comprendo Allison.

—Robert, yo necesito sentirme segura de nosotros… ¿no te das cuenta? No me puedo dar el lujo de fracasar por segunda vez.

—No digas más preciosa… paso por ti a las siete.

Me quedé como una idiota y con la palabra en la boca, parada en medio de la oficina al verlo salir molesto o más bien ofendido. No lograba comprender su actitud, no me entraba en la cabeza que él no entendiera mi postura.

***

Las horas volaron el resto de la jornada y cuando ya estaba de salida, mi teléfono sonó avisándome de la entrada de un mensaje de texto, al revisar la pantalla pude constatar que se trataba de Mía.

 

Mía: Tengo noticias de última hora. Acepté la invitación de Claire, para tomarnos un café.

Allison: ¿En serio? Muero de ganas por saber.

Mía: Nos vemos en tu apartamento y así aprovechamos para arreglarnos juntas para la exposición. ¿Te parece?

Allison: Es perfecto. Te veo en un rato.

Mía: Por cierto, papá anda con un humor de los mil demonios. ¿Se pelearon otra vez?

Allison: ¿Andas con Robert?

Mía: Sí, vamos de camino al apartamento… te compró un regalo.

Allison: ¿Un regalo?, ¿pero no me acabas de decir que está de mal humor?

Mía: Repito, anda con un humor de los mil demonios, sin embargo no deja de pensar en ti. Ustedes son un caso para estudiar.

Allison: Dile que lo amo, aunque sea un gruñón.

Mía: Jajajajajaja.

 

Al llegar fui recibida por una lluvia de dulces, pegajosos besos y pequeños abrazos. Nana y las niñas estaban preparando un pastel de frutas. Un agradable olor a manzana flotaba en el ambiente, recordándome que no había almorzado. En seguida me fui a la cocina a buscar algo de comer.

—Huele riquísimo, voy a querer probar un pedacito antes de salir.

—Sí mami, nos ha quedado muy bueno el pastel —explicó Tara sonriendo.

—Mamá todavía le falta quince minutos más en el horno, pero eso no es mucho tiempo ¿cierto? —añadió Amy, mientras se lavaba las manos en el fregadero.

—Eso no es nada, cariño —le dije depositando un beso en su frente, caminando hacía el refrigerador en busca de un alimento.

—¿Tiene hambre? —pregunta Nana, negando con la cabeza.

—¡Muero del hambre! Nana.

—No puede pasar tantas horas sin comer, se va a enfermar señora Allison —comienza con su viejo sermón, mientras con eficacia me sirve un suculento plato de crema de espárragos.

—¡Eres mi salvadora! —sonrío llevándome la cuchara a la boca—.¡Eres la mejor!, por eso te adoro Nana Moritz.

Todas reímos ante mi exagerado comentario, y es en ese preciso instante cuando el timbre de la puerta nos anuncia que tenemos visita.

Las niñas corren gritando hacía la entrada, pero es la Nana quién se encarga de abrirla, dejando pasar a Mía, quién llegaba con una par de paquetes más grandes que ella.

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—¿Qué es todo eso? —pregunto limpiándome las manos.

—Regalitos, uno para mí y otro para ti de parte de papá.

Negando y sonriendo al mismo tiempo, me acerco a ella para saludarla. Las gemelas al darse cuenta de los paquetes sonríen divertidas.

—Ábrelo mami —me anima, Tara

—¿Lo podemos abrir nosotras? —pregunta, Amy.

Asiento con la cabeza, mientras Mía y yo, nos sentamos a observarlas abrirlos con cuidado. Tara por un extremo y Amy por el otro. Al dejar al descubierto la caja, sus pequeños ojos se abren con sorpresa.

—¡Mami!… Es un vestido de princesa —expresa Tara con la boca abierta, mientras Amy, se ríe.

Me levanto sonriendo por sus expresiones, aunque no lo niego, también estoy llena de mucha curiosidad. Al acercarme pude apreciar un vestido de noche color rosa palido, lo tomé de inmediato y al estirarlo colocándolo por encima de mi ropa, quedé enamorada de su hermoso y elegante diseño.

Nana, las niñas y Mía, me vieron girar emocionada por todo el salón, corrí hasta mi recámara para confirmar frente al espejo que era perfecto para mi tono de piel y color de cabello. Esa noche me vería regia y muy femenina.

—Es precioso —dijo Mía, en medio de un suspiro.

—Lo es amiga. ¡Una belleza! —lo coloqué sobre la cama y me fui a buscar el móvil, tenía que mandarle un mensaje a Robert.

—¿A dónde vas? —preguntó mi amiga entre risas al verme moverme con tanta rapidez.

—Busco el móvil, tengo que mandarle un mensaje a tu papá —contesto abrazándola emocionada con el teléfono en la mano.

—¡Están locos los dos! —exclama muerta de la risa.

 

Allison: Gracias, Robert. El vestido es precioso.

Robert: Tú eres preciosa, el vestido es solo un accesorio.

Allison: Eres un adulador. ¿Lo sabias?

Robert: Jajajaja. Ya me lo habían dicho antes. Te veo en una hora, no se tarden. Connor y yo las esperaremos abajo.

Allison: Estaremos listas.

 

—¿Y bien? —la pregunta de Mía, me devuelve a la realidad.

—Tenemos una hora —comento sonriendo—.Entonces, ¿me vas a contar lo de tu café con Claire?

—Claro, ella fue muy amable, aunque un poco insistente para mi gusto. Creo que se dio cuenta que si no me buscaba yo jamás la llamaría —comenzó mientras dejábamos todo en orden dentro de mi dormitorio—.Sabes que he querido dejar el tema de mi madre atrás y seguir adelante con mi vida y para mí Claire, había quedado en las páginas de ese diario, donde prefiero recordarla como la mejor amiga de mi madre.

—¿Y cómo hicieron para encontrarse?

—Imagínate, me fue a buscar al hospital y esperó a que terminara la guardia, ante tanta insistencia, no me podía seguir negando. Nos fuimos a la cafetería y la escuché.

—¡Estoy a punto de comerme las uñas!… dime que te dijo por favor…—las dos sonreímos mientras comenzamos a trabajar en el maquillaje.

—Básicamente se disculpó por no participar en mi vida, aunque su amiga se lo pidió en su lecho de muerte. La noté arrepentida y me confesó que fue ella quien tenía ese diario guardado todo este tiempo. Gracias al detective privado ¿lo recuerdas?...

—Claro, como olvidarlo, Robert estaba furioso.

—El mismo, en fin, fue él quien dio con ella, haciéndola recapacitar para que me fuera entregado —Mía, soltó un largo suspiro—.Sin embargo, siento pena por esa mujer.

—No tienes porqué amiga —me giro para mirarla a los ojos y verla asentir.

—Le pregunté acerca de mi padre… —su expresión cambió sonriendo abiertamente.

—¡Mía! ¿Qué te dijo? Espera ya sé su respuesta… —me interrumpe alzando la mano.

—No sabes nada amiga. Las dos hemos estado equivocadas con respecto a ella.

—¿De veras?, ¿no está interesada en Robert?

—Para nada. Ellos se encontraron en la gala benéfica del hospital por pura casualidad. Conversaron y el tema de sus amigos salió a flote. Al parecer, Claire posee una serie de fotos y negativos que eran de mi madre. De eso se trata la exposición de esta noche —nos abrazamos con afecto—. No tienes idea Ally, de cuan emocionada me siento. Al fin voy a poder ver sus rostros, amiga.

Esa última frase tocó mi corazón, era verdad yo no tenía la más mínima idea de lo que ella estaba sintiendo, pero si estaría a su lado para apoyarla en lo que necesitara. Pasé mi mano por sus espalda mientras las dos veíamos nuestro reflejo en el espejo, en silencio le aseguraba que todo saldría bien

***

Una vez listas, perfectamente vestidas, peinadas y maquilladas, bajamos a nuestro encuentro con los chicos que nos esperaban en la entrada del edificio.

Los dos lucían como recién sacados de la revista, GQ. Ambos en esmoquin negro, nos esperaban de pie en el vestíbulo. Robert, lucía soberbio, elegante, demasiado apuesto y con una sonrisa torcida me recibió ofreciéndome su mano.

—Estás espléndida —murmuró en mi oído, provocándome un delicioso escalofrío.

—Tú tampoco estás nada mal —comento con picardía, dejándome envolver por sus brazos y esa maravillosa fragancia que lo caracterizaba.

«Ahhh, cuanto lo extrañaba. Todo por mi desconfianza», pensé al recordar el cuento de Mía.

—Éstas preciosa, Mía —dijo Connor, en tono seductor, mientras se devoraba a mi amiga con la mirada.

No pude contener una carcajada al ver a Mía, sonrojarse hasta las orejas.

—Gracias… —le contesta antes de besarlo en los labios con delicadeza—.Estás guapísimo —agrega dejándose tomar de la mano.

Robert, se aclara la garganta para comentar:

—Es hora de irnos.

Connor y Mía, conversan de su día en el hospital. Mientras Robert y yo, permanecíamos en silencio en la parte trasera del todoterreno. No obstante, nuestras manos estaban entrelazadas sobre su regazo. De inmediato recordé la conversación con mi amiga, la que aclaraba todo el enredo entre nosotros.

—Lo siento —digo muy cerca de su oído.

Gira su rostro y clava sus hermosos ojos azules en los míos, ladeando la cabeza de un lado sin comprender.

—Explícate mejor.

—Siento que estemos peleados, siento no haber confiado en ti… ¡Oh, Robert! Estoy tan apenada —suelto sin apartar la mirada.

—Mi dulce damisela en apuros, no hay nada que disculpar, ni de que te debas avergonzar —dice en voz baja tomando mi rostro entre sus manos—.De todas formas no iba a dejar que un absurdo malentendido nos separara.

—Robert… soy una tonta y tú eres tan paciente conmigo —agrego bajando la mirada.

—Estamos enamorados —sentencia con dulzura, bajando su rostro, buscando mi mirada.

Asiento cautivada por lo que acaba de decir, Robert estaba en lo cierto, estábamos enamorados como unos chiquillos y…

—Te amo, Robert Watts —susurro sobre sus labios antes de besarlos con sensualidad.

Pero las risas de Mía y Connor, nos hacen separarnos, recordándonos que no estamos solos. Limpio el lápiz labial de su boca para luego enderezarme en el asiento, sin dejar de soltar su mano, mientras sonrío observando el paisaje por la ventana. Por un instante cierro los ojos, disfrutando lo feliz que me siento y agradeciéndole a la vida el que me haya dado esta segunda oportunidad.

Ahora tengo plena seguridad que al lado de Robert, voy a tener esa familia que tanto he soñado, porque él es el amor de mi vida, ese amor tan bonito y tan intenso que me llena completa, que me hace vibrar con sólo mirarme, con sólo tocarme, con que tan sólo esté cerca de mí.

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Una vez que cruzamos las puertas de la prestigiosa Galería Ferguson, nos encontramos con la famosa Claire, quien lucía como una estrella de cine, en un hermoso vestido largo hasta el piso en color gris plomo.

Su sonrisa se ensanchó en cuanto nos divisó, haciéndola moverse en nuestra dirección. Mía y ella se abrazaron con efusividad al verse, algo que en este punto de la historia, no me afectaba.

—Gracias a todos por venir. Para mí es un placer tenerlos en mi galería. Pero pasen, por favor —expresó Claire, con exagerada cortesía, mientras se llevaba a Mía de los brazos de su novio.

—Gracias a ti, Claire, por tener este detalle conmigo. No tenías que molestarte —contestó Mía al saludarla.

—No es nada. Para mí es un honor —se giró en dirección a Robert y a mí—.Adelante no debemos demorar la exposición.

Las dos mujeres caminaron hacia el interior, donde se exhibían las fotografías, todas gigantescas, enmarcadas con un estilo moderno. Pero lo más curioso era que habían sido procesadas en blanco y negro.

Mía, se volteó en busca de su padre, con los ojos llenos de lágrimas y una de sus manos puesta en su corazón.

—Anda, cariño, ve con tu hija —lo animé a acompañarla.

Robert me dedicó una sonrisa antes de alejarse. Connor y yo, nos dirigimos al otro extremo del salón para darles privacidad. Entendíamos a la perfección que ese era un momento muy especial para ella al descubrir los rostros de sus padres.

—¿Cómo están las cosas con Robert? —la pregunta de Connor, me sorprendió en el buen sentido, porque sabía lo mucho que él apreciaba a mi prometido.

—Estamos bien, gracias por preguntar.

—Me alegro mucho por ustedes —asentí dejándome guiar por su brazo.

—Y ¿cómo van las cosas con Mía? —reímos al mismo tiempo.

—Sólo te puedo decir una cosa, Allison. Tu amiga, me está enseñando el significado de la palabra paciencia.

Sin querer solté una carcajada, a la que él se unió sin protestar. Sabía lo terca que podía llegar a ser Mía. Pero ese también era su encanto, además los dos se adoraban como locos y para mí eso era suficiente.

—No puedes negar que eso es lo que más te gusta de ella… —dije en tono divertido.

—Se nota que la conoces muy bien —asentí sonriendo—.Es cierto, no puedo negar que por muy testaruda que sea, es la mujer más encantadora y divertida que he conocido jamás.

Justo en ese momento nos situamos ante una de las fotografías. Era una pareja de adolescentes, una chica de ojos brillantes y cabello largo y un chico apuesto de sonrisa traviesa y mirada enamorada. Ambos tenían los ojos clavados en el lente de la cámara, mientras estaban sentados en los escalones de la entrada de una casa.

—¿Verdad que hacen una pareja encantadora? —preguntó Mía, sonriendo colgándose del brazo de su novio.

—Muy bonita —dijo Connor, depositándole un beso en una de sus manos—¿Estás bien, preciosa?

—Sí, aunque jamás me los imaginé tan jóvenes —comentó con alegría y todos reímos.

Observé a Robert, conversando con Claire y el fotógrafo francés, con quién la había visto en la internet. Cuando andaba en mi faceta de investigadora privada. Faceta que dejaría en el olvido gracias al cielo.

—Allison, quiero presentarte al novio de Claire.

«¿Novio?, yo tenía entendido por los resultados de búsqueda en Google que el hombre estaba casado… bueno ya me enteraría más tarde con Robert».

—Allison Lowen, encantada.

—Gael Faurë, el placer es todo mío. Robert nos estaba contando que se casan la próxima semana, mis felicitaciones.

—Muchas gracias, Gael —asentí entrelazando mi mano a la de Robert, compartiendo una sonrisa.

En ese instante un cliente se acercó para hacerle una pregunta a Claire, quién se disculpó para ayudarlo.

—Vuelvo en seguida, quedan en buenas manos —le guiñó un ojo a su novio antes de alejarse.

—Así es —aseguré

El francés, era un hombre atractivo, agradable y conversador. Nos contó que él fue el encargado de revelar las fotografías, como también de hacerle los retoques necesarios. Mientras nos daba una clase magistral de las técnicas que usó, no podía dejar de pensar en la conversación pendiente que tenía con mi prometido.

Aunque Mía había aclarado mis dudas con respecto a Claire, esperaba que Robert me contara los detalles, lo importante era que debía mantener la calma y confiar en que los dos podríamos ser capaces de disculpar nuestra falta de confianza y enfocarnos en lo que era realmente importante… un futuro juntos.

***

Al despedirnos de Mía y Connor, en la entrada del edificio dentro del todoterreno, nos fuimos caminando tomados de la mano. Sin que ninguno de los dos pronunciara una palabra, hasta que llegamos a la sala de su apartamento.

El silencio era insoportable y yo sabía que Robert, me lo estaba haciendo difícil.

«¡Demonios! Me era duro aceptar lo injusta que había sido con él», pensé mientras me descalzaba sentada en el sofá.

—¿Quieres una copa? —la pregunta me hizo alzar la cabeza para verlo.

—Sí, por favor.

Se sacó la chaqueta y dobló las mangas de su camisa hasta los codos, con agilidad.

—¿Te dije que luces hermosa en ese vestido? —su pregunta me arrancó una sonrisa.

Me levanté del sofá para llegar hasta él, quien se encontraba de pie, junto a la encimera de la cocina tratando de abrir una botella de vino blanco. Llegué por detrás, rodeándolo por la cintura con mis brazos.

—¿Me perdonas, doctor Watts? —susurré con afecto.

Robert, deja la botella a un lado, para girarse, tomándome de la cintura. Clavando sus hermosos ojos en los míos.

—¿Y qué exactamente tendría que perdonarte señorita Lowen? —una perezosa sonrisa se asoma en su rostro.

—Lo absurda de mi comportamiento, mis ridículos ataques de celos, mi desconfianza… —suspiro enterrando mi cara en su cuello, aspirando su olor, sintiéndome en casa de nuevo—.!Oh, Robert! —exclamo con tristeza—.¿Volveremos a ser los mismos de antes?

Un suspiro se me escapa, mientras dejo reposar mi cabeza en su hombro, evitando su mirada.

—Hey, Ally. Mírame por favor —murmura despacio con voz cálida.

Alzo la cabeza para enfrentarme con sus ojos, que están llenos de comprensión y cariño, haciéndome sentir estúpida, inmadura y fuera de lugar, mientras.

—No tengo nada que perdonarte, preciosa. Yo también me porté como un cavernícola cuando apareció tu ex… temía perderte mi dulce damisela.

Lo observo completamente derretida por lo que acaba de decir, porque los dos habíamos sentido lo mismo, los dos habíamos desconfiado el uno del otro sin ningún motivo real más que el que nuestras mentes se inventaron.

—Te amo, Robert Watts y estoy loca porque me ayudes a salir de este vestido y me hagas tuya —sonreí con coquetería.

—Pensé que nunca lo dirías, Allison Lowen.

Esa noche me enteré de la historia de Claire y su novio entre comillas. Robert se tomó la molestia de explicarme al detalle desde el día que se encontraron en la gala del hospital, hasta la exposición en la galería.

Pasando por el club de intercambios, esa era la parte de la historia que más me interesaba escuchar. Al parecer ella invitó a Robert con la excusa de que la ayudara a escoger las fotografías para él show, pero cuando llegó a ese lugar, él se dio cuenta que Claire lo había engañado, porque sus verdaderas intenciones eran darle celos al francés, que nunca llegó. De allí la incomodidad de mi prometido esa noche.

«Todo había sido un tonto malentendido, producto de mi desmedida imaginación. En mi defensa intenté alegar que mis nervios con respecto a la boda me jugaron una mala pasada, pero al final no creo que me creyó», deduje, quedándome dormida entre sus brazos.

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Mis padres se encontraban en Tampa, junto con los de Robert, encargándose de los preparativos de la recepción. Mía, Connor y Emma, llegarían un día antes de la celebración, para la cena en familia que se daría la noche antes de la boda. Ellos se habían complicado para poder salir al mismo tiempo de vacaciones, ya que ambos trabajaban en el mismo departamento.

Al llegar al Resort en Palm Beach, donde se celebraría la ceremonia y el banquete, nuestros padres nos esperaban sonrientes en el vestíbulo. Los cuatro lucían impecables y muy sonrientes, no cabía duda lo felices que estaban de vernos. Tara y Amy, corrieron a saludarlos.

—Bienvenida hija, Esther y yo tenemos muchas cosas que enseñarles.

—Hola mamá —la abracé con efusividad—.Esther, gracias por todo, mira este lugar. ¡Es paradisiaco!

—¡Querida! —dijo saludándome con un abrazo—.Robert, ven aquí —lo llamó antes de que se fuera a la mano a los hombres, quienes estaban con las gemelas—.No me has saludado.

Esther acunó su rostro con afecto, depositándole un beso en la mejilla.

—Hola Mamá, luces hermosa como siempre. Pam, ¿Cómo estás?

—Estoy feliz de que al fin han llegado. Nos hemos encargado de todo. Desde hoy dormirán en habitaciones separadas, ¿cierto, Esther?

Robert y yo, compartimos una mirada comprensiva ante la emoción de nuestras madres.

—Así es, hijo. No podrán dormir juntos hasta que se hayan casado.

Decretó mi futura suegra con una sonrisa pícara en el rostro, giñándome un ojo.

—Hijo, aquí tienen un campo de golf que debemos conocer, Roger, también juega. Y en lo que llegue Connor, lo probaremos, ¿qué dices?

—Suena bien, papá.

Después de escucharlos por un rato, subimos a nuestras respectivas habitaciones, las niñas y yo en una, y Robert, en la de enfrente. Por suerte seguíamos en el mismo piso. Suspiré aliviada al confirmarlo. Desde que nos habíamos reconciliado, estábamos durmiendo juntos cada noche.

Una vez instaladas, bajé con mi madre para dejar a las niñas con mi papá, quien junto con Thomas las llevarían de paseo.

—Pórtense bien y no los cansen mucho —les murmuré a las gemelas.

—Mami, no te preocupes, estaremos bien con ellos —replicó Tara, dándome un beso.

—Estarán cansadas para cuando regresemos, así que no te preocupes Allison, aprovecha con Robert y hagan todo lo que necesiten.

Aseguró mi padre, depositándome un beso en la frente, las gemelas estaban contentas y eso era suficiente para mí.

Cuando me giré en dirección a las escaleras, me topé con la imagen de mi prometido, que bajaba con su estilo elegante. Traía unos Ray Ban, que le quedan fenomenal, pero lo que más me impresionaba era su sonrisa, la misma sonrisa con la que me hipnotizó el día que nos conocimos.

De pronto siento su mano tomar la mía, se siente suave como el algodón y cuando la presiona con firmeza, me estremezco. Sólo Robert tiene ese efecto en mí, sólo con él podría cometer la locura de casarme por segunda vez.

—¿Qué hay en la agenda para hoy? —preguntó cautelosamente, dedicándome esa sonrisa de lado que me derretía.

—Visita al salón de fiesta, recorrido por la playa dónde se llevará a cabo el evento y por último, verificación de los trajes de los novios. Llegaron ayer. ¿qué les parece?

Terminó mi suegra con su larga lista de cosas por hacer, mientras los dos, nos reímos.

—Suena fantástico, será mejor que empecemos, digo si queremos terminar hoy.

Todos nos reímos mientras nos dejábamos guiar de nuestras madres, quienes no paraban de hablar y de contarnos todo lo que habían hecho desde que llegaron a Palm Beach.

El recorrido al salón fue divertido, como era la única boda en esa semana, ya estaban trabajando en la decoración. Conocimos a la chica de las flores y al gerente del hotel quien nos garantizaba que todo saldría a la perfección.

Con una decoración en blanco y azul celeste, se vestiría el ambiente. Flores frescas adornarían las mesas en un largo jarrón, grandes lámparas de cristal le darían ese toque de ensueño. Mesas y sillas blancas decoradas con listones azules, le daban un toque elegante. Era hermoso y refinado sin ser exagerado. Justo como se los había descrito.

—Han hecho un trabajo impecable, es perfecto, ¿te gusta, Robert? —lo miré emocionada.

—Claro que me gusta, preciosa, y ahora más viéndote tan feliz.

Lo abracé, mientras nuestras madres daban instrucciones acerca de las flores.

—¿Qué les parece? —pregunta mi madre sonriendo acercándose a nosotros.

—Estupendo, Pam. No puedo esperar a ver el resto —comenta Robert con entusiasmo.

Del salón seguimos al área de la playa que cerraban de forma privada para este tipo de celebraciones. Estaban armando un imponente arco de madera, al que adornarían con telas blandas, que se moverían con suavidad por la brisa. En las mismas tonalidades, blanco y azul celeste.

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