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Esther nos explicó que antorchas y farolillos delimitarían un pasillo central, para llegar al arco que haría de altar. Sillas blancas de madera a los laterales, dónde se sentarían los invitados, que eran alrededor de setenta personas. La mayoría amigos de Robert, familia y compañeros de trabajo.

El pasillo estaría iluminado, aunque habíamos escogido la hora de la puesta de sol, para que de esa forma el fuego le diera un aire sofisticado. Para completar… el paisaje natural del mar, la arena blanca y un espectacular cielo azul con tonos rojizos, serían el fondo perfecto, dándole un atractivo especial a la ceremonia.

El sonido del móvil avisándome la entrada de un mensaje de texto, me saca de mi ensueño, al revisar la pantalla sonrío al darme cuenta que es Mía.

—¡Es Mía! —expreso emocionada.

—¿Está al teléfono? —pregunta Esther, sonriendo.

—Es un mensaje de texto

—Entonces pregúntale por favor, cuando llegan. Ya deberían estar aquí. Por cierto Robert, ¿cómo va la relación con Connor?

Asiento y me alejo al escuchar el rumbo que estaba tomando la conversación:

 

Mía: ¿Llegaron a Palm Beach?

Allison: Sí, esta mañana. ¿Cuándo se vienen?

Mía: Con suerte mañana en la tarde, justo para la cena. No tienes idea de todo lo que ha pasado.

Allison: ¿Algo malo?, no me dejes en ascuas amiga.

Mía: No te preocupes por mí, asegúrate que todo quede como quieres para mañana.

Allison: Pero respóndeme, ¿estás bien?

Mía: No debí comentar nada, ya te imagino preocupada. ESTOY BIEN ALLY. Nos vemos pronto.

Allison: Hasta mañana entonces amiga. Buen viaje.

 

Siento los brazos de Robert rodearme por los hombros, recuesto la cabezo sobre su duro pecho escuchando los suaves latidos de su corazón, inhalando su agradable fragancia, que ahora unida al salitre de la playa era aún más irresistible.

Dejo salir un suspiro preguntándome: «Qué es eso que Mía, no se atrevió a contarme…?»

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—¿Qué te dijo?

—Me aseguró que llegaran mañana antes de la cena.

—¡Chicos!, es mejor que nos regresemos al hotel, tu padre me acaba de llamar avisando que las gemelas están hambrientas.

Robert y yo sonreímos al mismo tiempo, imaginándonos a las niñas volviendo locos a los abuelos.

—Allison, querida, ¿está todo bien con Mía? —preguntó Esther preocupada.

Caminé hacia ella, pasándole un brazo sobre los hombros y en tono confidencial, me encargué de tranquilizarla:

—Mañana estarán aquí, fue solo un inconveniente en el trabajo —asintió, al parecer mi estrategia había surtido efecto.

—¡Sabes Ally!, nunca había visto a mi hijo tan feliz. Me alegra ver cuánto se aman.

—¿Se nota mucho, Esther? —pregunto sonrojada de los pies a la cabeza.

—Es muy evidente, pero no te avergüences de ello. Un amor tan fuerte como el de ustedes es… sencillamente hermoso.

—¿Qué hablan ustedes con tanto misterio? —interviene Robert, en la conversación, colocándose en medio de nosotras.

—Del amor —suspira Esther, observándolo con afecto—.Le estaba comentando a Allison, lo feliz que me hacen al casarse.

—Ya vez, me atraparon —comenta riéndose, dedicándome una mirada apasionada—.Me atrapó la mujer más bella, inteligente y trabajadora de todo Nueva York.

Suspiro como una mujer enamorada que soy, mientras me dejo envolver por sus palabras. Hasta que un segundo más tarde diviso a las niñas corriendo hacia Robert, quién se había inclinado y abierto los brazos para recibirlas.

Esther y yo compartimos una mirada que lo decía todo y como siempre mi sentimentalismo me consume, mis ojos se llenan de lágrimas, porque me siento la mujer más feliz de la tierra.

***

La mañana siguiente se pasó como un relámpago, mientras nos ocupábamos por separado de probar nuestros trajes para cerciorarnos que todo marchaba sobre ruedas.

Los nervios comenzaron a invadirme, pero esta vez de una manera diferente, no paraba de sonreír y de aceptar cualquier propuesta, así que cuando recibí el mensaje de texto de Robert, para encontrarnos a solas en la barra situada en el área de la piscina, no dudé ni por un segundo en acceder.

 

Robert: Te espero en la barra que está en el área de la piscina.

Allison: Voy a intentarlo, no te prometo nada.

Robert: Inténtalo, dos noches sin ti sería un castigo muy grande.

Allison: Veré que hago, dame diez minutos.

Robert: Si no vienes iré por ti.

Allison: Jajajajaja. Eres un desesperado, por eso te adoro.

Robert: Estoy impaciente, preciosa.

 

Al terminar de leer el último mensaje, me giro sonriendo en dirección a mi madre y las niñas, pero me sorprendo al verlas abrazando a Mía. Corro emocionada en su dirección para saludarla.

—Amiga, es bueno verte en Palm Beach.

—Vayamos por una copa —me sonríe y se gira hacia mi madre—.¿Pam, te molestaría si me llevo a la novia por una copa antes de la cena?

—Para nada, es más creo que la necesita, vayan tranquilas y disfruten —mamá me dedica una mirada afectuosa—.No te preocupes por las niñas, diviértete un rato con Mía. Nos vemos en la cena.

Nos despedimos de las gemelas llenándolas de besos y muchos abrazos, ellas también se habían medido sus vestidos, lucían encantadoras.

Abrazadas y muertas de la risa, nos fuimos caminando hacia el área de la piscina.

—Con toda la emoción que tengo de volver a verte, no te he preguntado por Connor —Mía baja el rostro, parecía triste—.¡Mía! ¿Y Connor? —ella suelta un largo suspiro antes de responderme.

—Tranquila, se quedó con mi padre en el área de la piscina.

—¿Está todo bien entre ustedes? —asiente y niega al mismo tiempo, apretando los labios, confundiéndome aún más—.Amiga, dime algo.

—¡Sí! ¡No! No lo sé. Creo que soy yo. Vamos a cumplir tres meses, sabes muy bien que nunca he pasado más de ese tiempo con ningún otro novio y sé lo ridículo que suena… —se detiene observándome y agrega—.No tienes porqué rodar los ojos de esa manera tan exagerada, Ally.

Suelto una carcajada de alivio, porque pensaba que estaban mal las cosas entre ellos, pero como siempre Mía no deja de sorprenderme y aunque quizá su problema es serio y de seguro requiere de ayuda psicológica, no puedo evitar que me cause mucha gracia.

—Lo siento amiga, no volveré a rodar mis ojos. Cuéntame que es lo que está pasando.

—Connor, me está presionando para que me valla a vivir con él. Y esto no está pasando desde ayer, está pasando desde el primer día que nos hicimos novios. Tu sabes que una cosa es pasar unas cuantas noches en casa de tu novio, pero otra muy diferente, es mudarme y convivir las veinticuatro horas del día con él. Además los dos trabajamos juntos. No lo sé, de seguro soy una tonta por no saltar corriendo a su apartamento a jugar a la familia instantánea. —se lleva la mano a la cabeza, se le notaba exasperada—.Otra cosa amiga, ¿te acuerdas del club de intercambios?... —asiento con los ojos abiertos.

—Claro, amiga, como olvidarlo.

—Connor me invitó la otra noche… y …

Mía, detiene sus palabras al escuchar voces masculinas que se aproximaban a nosotras, me volteo cerciorándome de que eran Connor y Robert, distraídos conversando acerca de la carrera de autos.

—Las estábamos buscando.

—Hola Connor y ¿dónde está Emma?

—Hola Allison. No la pude traer, se quedó muy molesta conmigo —me saluda con cortesía y añade—: Me disculpan pero me gustaría tomar una ducha antes de la cena, el viaje ha sido agotador.

—Entonces aprovechen —dijo Robert—.Tienen una hora.

—Te acompaño —comenta Mía, guiñándome un ojo.

—Nos vemos en el restaurante del hotel, allí hemos hecho la reservación.

Nos despedimos de ellos y seguimos nuestro camino, pero esta vez hacía la habitación de Robert.

Como dos adolescentes escapados de sus padres, entramos casi de puntillas al pasar frente a mi dormitorio. No queríamos llamar la atención de mi madre y mucho menos de las niñas.

Unas vez dentro, Robert se ocupó de rellenar un par de copas de champan, que se estaba enfriando en una hielera sobre la mesa.

—Habías planeado este encuentro —digo entre risas acercándome hasta llegar a él.

—Me gustaría decirte que no, pero te mentiría —me mira seriamente al hablar y aunque su tono resulta del todo inocente, no puedo evitar que un escalofrío me recorra la espalda.

—¡Vaya! ¿Y que más has planeado para hacer en una hora? —pregunto mordiéndome el labio inferior, dejándome arrastrar hasta su pecho con suavidad.

La atmosfera de su habitación era tan delicada como sensual, una suave luz entraba por los pliegues de la cortina. Robert, me entrega la copa para chocarla con la mía.

—Por los novios.

—Por los novios —le contesto, para dejarme envolver por su mirada, que me recorre entera, haciendo que mi piel reacciona ante la simple caricia de sus dedos sobre mis hombros. Era increíble.

—Eres hermosa —me dice con voz pausada.

—Robert… por favor…

—¿Por favor, qué? —pregunta mientras me presiona contra su cuerpo, sujetándome de las caderas.

Antes que tenga tiempo de responder, su boca cubre la mía. Me reclama, me devora. Mi mente queda en blanco, mis pensamientos se desvanecen y son sustituidos por el deseo, por la necesidad de que mi futuro esposo me haga suya.

Con los ojos cerrados, lo acaricio hundiendo los dedos en su cabello, atrayéndolo más hacia mí. A pesar de mi arranque apasionado, Robert, me separa con lentitud.

—Te extraño —digo colocando mis manos sobre sus fuertes hombros.

Su rostro se ilumina ante mis palabras, es imposible ignorar el brinco que ha dado mi corazón y siento como un ardor me invade, cuando me toma en sus brazos dirigiéndose a la gran cama.

—Vamos a llegar tarde a la cena —susurra en tono vencedor sobre mis labios, antes de besarme otra vez.

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—¡Allison! ¿Estás bien? —pregunta mi madre alarmada, al verme soñar despierta.

—Mamá, nunca he estado mejor en mi vida —le aseguro con cariño.

Ella entrecierra los ojos no muy convencida. Mientras las niñas corren por toda la habitación, gritando de felicidad. Mía, Esther, y mi madre, se dejan maquillar, por una profesional. Así que me dedico a comprobar mi peinado y maquillaje frente al enorme espejo que adorna la pared.

Pero el recuerdo de nuestro fogoso encuentro de la noche anterior, no lo podía apartar de mi mente:

 

Robert tenía dos dedos dentro de mi cuerpo, mientras que con su juguetona lengua seguía torturándome deliciosamente el clítoris. La dulzura de esa caricia, suave y delicada, me derretía, haciéndome olvidar la cena y de nuestros invitados que nos esperaban en el restaurante.

—No te muevas, preciosa —gemí extasiada al escuchar su voz ronca, aumentando mi excitación.

—¡Oh! Robert, qué delicia —exclamé abrumada.

Hervía de deseo cada vez que su lengua entraba en contacto con mi intimidad, suspiré extasiada con los ojos cerrados rendida por completo a la fantasía que mi adorado provocador me hacía sentir.

Robert era un amante fantástico, siempre asegurándose de complacerme, estimulándome al máximo con palabras y sensuales caricias. Le gustaba sentirse en control… y yo lo dejaba encantada.

—Quiero sentir tu orgasmo preciosa.

Se levantó para penetrarme con profundidad, moviendo sus caderas al ritmo de las mías. Después de unos cuantos movimientos, me dejé arrastrar por un orgasmo incontrolable. Enajenada por el placer que se apodera de mi cuerpo con violencia, grité de felicidad.

—¡Robert! ¡Oh… Robert!

Él sale de mí a los pocos segundos, dejando que me recupere por un par de minutos, acostándose a mi lado rozando con sensualidad el costado de mi cuerpo.

—Me gusta mirarte cuando gozas, mi dulce damisela —me susurra al oído, pero esta vez no me importa que me llame de esa forma, he aprendido que nada es importante mientras estoy en sus brazos.

Tomo una de sus manos y la llevo hasta posarla en uno de mis senos, Robert lo acaricia y lo aprieta hasta hacerme gemir, luego la desliza por encima de mi vientre, hasta encontrar mi sexo.

—¿Te he dicho que te amo? —le pregunto con coquetería.

—No hemos terminado todavía —afirma con una sonrisa de medio lado, mientras yo me remuevo entre las sábanas, haciéndome sentir deseada, lista para una segunda tanda.

—Te voy a poseer, Allison —anuncia antes de entrar de un golpe y con un bramido de placer en mi empapada intimidad.

Sorprendida por el asalto de Robert, arqueo mi cuerpo dejando escapar un largo gemido. Me llena entera con su virilidad al rodearlo con mis piernas por la cintura, provocando que su penetración se vuelva más intensa. Porque con cada movimiento de su pelvis, se entierra más profundo en mi vientre.

—¡Ahh! Encajamos a la perfección —declara Robert, aferrándose a mis nalgas con furor acelerando su movimiento.

—¡Ohh. Sí. Robert! —confirmo en la cima de mi excitación.

Se hunde en mí con ardor, repitiendo su sensual movimiento hasta que alcanzamos al mismo tiempo un maravilloso orgasmo. Mientras nuestros gritos se mezclan desaforados. En la habitación se escucha el sonido agitado de nuestras respiraciones como también se percibe el perfume embriagador de nuestros sexos.

Es así como después de ese grandioso encuentro sexual llegamos treinta minutos tarde a la cena. Luciendo desarreglados, vistiendo la misma ropa informal de la tarde y para rematar… yo me encontraba con la cara lavada, sin una gota de maquillaje. Sin embargo no me arrepiento, bien valió la pena.

Nuestros invitados, fingieron no darse cuenta de nada. Anunciándonos con gentileza que habían comenzado a ordenar las bebidas sin nosotros. Me sonrojé al notar la sonrisa de burla de Mía y Connor, a los que le guiñé un ojo antes sentarnos para brindar por los novios.

 

—Eres una novia adorable, Allison —me confirma mi futura suegra con los ojos llenos de lágrimas, trayéndome al presente.

—Esther, por favor … —la abrazo emocionada—.Me vas hacer llorar también, y no podemos dejar que este estupendo trabajo de maquillaje se arruine.

—Eres perfecta para mi hijo —agrega en medio de un suspiro conteniendo la emoción.

—Él es perfecto para mí. Amo a su hijo con locura y deseo con todas las fuerzas de mi corazón hacerlo muy feliz.

Se lleva la mano al corazón dedicándome una afectuosa sonrisa, podía notar lo satisfecha que estaba.

—Será mejor que me vaya, tengo que apurar a los hombres, de seguro Thomas y los demás siguen en el campo de golf.

—¡Abuela! Espera… —grita Mía, apurándose en llegar hasta ella—.Me voy a quedar con Allison, nos vemos en la playa.

Ella asiente, pero antes de desaparecer nos lanza un beso desde la puerta, tomo la mano de mi amiga, porque estoy feliz, tan feliz que siento miedo de que se pueda estropear.

«¿Pero qué cosas digo?, me merezco lo que me está pasando, merezco ser feliz con el hombre que amo, merezco ser parte de una familia tan bonita como lo son los Watts».

Por el rabillo del ojo, observo a mi amiga, revisando su móvil, moviendo sus dedos con agilidad, respondiendo un mensaje de texto.

—¡Allison!, es hora de vestirnos —su gran sonrisa es contagiosa—.Pam, ¿estás lista? ¿Dónde están los vestidos de las niñas? —suelto una carcajada al verla tan apurada.

—¿Acaso estas nerviosa, Mía? —comento caminando hacia el closet para buscar los vestidos de las niñas.

—¡Oh por Dios! —exclama mi madre—.Mía tiene razón, mira la hora… vamos Amy, ven conmigo, vamos a vestirnos de princesa.

—Yo me encargo de Tara —la interrumpe Mía, casi arrancándome el vestido de la mano—.Y tu amiga espera para que te ayudemos tu madre y yo con el traje de novia.

No sé si eran los nervios acumulados, la alegría que sentía o la felicidad que flotaba en el ambiente, pero no podía parar de sonreír al verlas moviéndose con tanta agilidad. Pero el sonido de un mensaje de texto, nos pone en alerta y al comprobar la pantalla, suelto un grito:

—¡Es Robert! —mi madre corre para quitarme el teléfono de la mano.

—¡Hija!, es de muy mala suerte. No debes hablar con él hasta después de la ceremonia —alegó determinada, provocándome otra fuerte carcajada.

—Pero, mamá, estamos en el siglo veintiuno, en el año 2016, los tiempos han cambiado.

Digo con dulzura tratando de recuperar el móvil. La curiosidad de saber que decía su mensaje me estaba matando. Sin embargo ella se mantiene en su posición… reacia a devolverme el aparato.

—Es por tu propio bien, Allison, hazme caso —se giró dándome la espalda, dejándome con la palabra en la boca.

Mía, quién le estaba subiendo la cremallera del vestido a Tara, se reía por lo bajo, me acerqué a ellas para contemplar a mis niñas, que estaban tan lindas con sus vestidos color hueso, que parecían sacadas de un cuento de hadas.

Me incliné quedando a la altura de sus lindas caritas y les deposité un beso a cada una en sus frentes.

—¿Quién me ayuda a cerrarme el vestido? —pregunta mamá, alisándose la falda de su fabuloso traje en color dorado.

Mandé a las niñas a sentarse mientras terminábamos de vestirnos, sabía que en lo que llegáramos a la playa sería una tarea imposible mantenerlas pulcras y arregladas.

—Yo la ayudo, Pam, venga por aquí —mi amiga llamó a mi madre sonriendo—.Luces regia, el color del vestido te resalta el tono de tu piel.

—Sí, mamá… te ves fantástica —opino llevándole una fina gargantilla de oro para completar el atuendo.

Una vez listas las niñas y las dos mujeres, era mi turno. Entrar en el vaporoso vestido de novia sería toda una odisea. Pero bien valía la pena. Mía por un lado, me ayudaba con la parte trasera, ajustando la cremallera. Mientras mamá se ocupaba junto con la maquilladora a colocar del velo… y es allí en ese preciso instante, cuando me llevan frente al gran espejo.

Con la mirada puesta en el suelo, siento mi corazón desbocado dentro de mi pecho, estoy tan nerviosa que me cuesta subir los ojos. Pero me armo de valor y con timidez comienzo con el borde de la falda, apreciando la delicada tela color crema que cubre mis zapatos de tacón.

Sigo subiendo sintiendo como se ensancha mi sonrisa, porque el vestido es tan hermoso que me hace sentir como una princesa y es hasta descubrirme entera bajo el elegante velo que ya no puedo contener las lágrimas agolpadas y a punto de salir… por suerte la maquilladora guiñándome un ojo, me asegura que me dejará como nueva. Y yo la adoro por salvarme la vida.

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—Allison, estoy muy orgulloso de ti —las palabras de mi padre me llenan de regocijo.

—Y yo de ti, papá —afirmo con una leve sonrisa.

Suspiro tomándolo del brazo, dispuestos a caminar por la arena hasta el arco de madera adornado con flores y trozos de tela blancas y azul celeste, que ondeaban por la ligera brisa.

Todos los invitados esperaban de pie aplaudiendo en cuanto las gemelas hicieron su gran aparición, esparciendo pétalos de flores a lo largo del pasillo central. Lucían radiantes, mi madre las esperaba en primera fila. Luego fue el turno de Mía, mi adorable dama de honor.

Ella llevaba un vestido en color turquesa, que le resaltaba a la perfección la tonalidad de su piel. Connor, la esperaba al lado de Robert, dedicándole una mirada cálida llena de amor. Ellos aunque mi amiga no lo terminara de aceptar hacían un hermosa pareja.

Pero quien se robaba toda mi atención era el novio: «¡Oh Robert!, lucía caliente como el infierno, en ese traje de tres piezas en dos tonalidades, blanco y beige… sencillamente fantástico». Permanecía junto al reverendo. Esbozando una enorme sonrisa, demostrándome cuanto me amaba y lo feliz que se sentía.

Un paso a la vez, llegué hasta el pequeño altar. Mi padre se despidió de mí, depositando mi mano en la de mi adorado prometido… y yo me sentía a punto de desmayarme como el primer día que lo conocí.

La calidez de su agarre me tranquilizó y sin soltar nuestras manos se llevó a cabo la ceremonia. El sol comenzaba a ponerse en el horizonte, al notarlo intercambiamos una mirada llena de satisfacción, todo estaba saliendo como lo había soñado, todo era perfecto.

—Allison Lowen. ¿Acepta por esposo a Robert Watts? —fue lo único que mi abrumada cabeza pudo retener.

Alcé mis ojos, buscando los suyos, ratificando lo que era obvio, Robert asintió recibiendo de las manos de Connor la pequeña caja donde se encontraba la alianza de oro blanco.

Al deslizarla sobre mi dedo anular, una fuerte descarga eléctrica recorrió mi cuerpo por completo.

—Acepto —confirmo sonriéndole a mi casi esposo.

—Robert Watts. ¿Acepta usted por esposa a Allison Lowen?

Mía, me toca el hombro para hacerme entrega del anillo, lo tomo con manos temblorosas, comenzando a deslizarlo por su dedo, cuando lo escucho:

—Acepto a Allison Lowen como mi esposa, hasta el último día de mi vida.

A punto de llorar de la felicidad, clavo mis ojos en los suyos, articulando la palabra: Te Amo, sin emitir ningún sonido.

—Entonces los declaro marido. Puede besar a la novia.

Un beso corto, pero muy apasionado cerró la ceremonia y entre abrazos de los invitados, besos y lágrimas de felicidad de nuestros padres, le dimos paso a la celebración dentro del salón de fiesta.

El ambiente era una mezcla de cuento de hadas y elegancia, los colores le daban un toque fresco y ligero. La banda en vivo de rock urbano que sonaba de fondo era extravagante, pero en el buen sentido.

Entre aplausos, me dejo llevar por mi recién esposo hasta el centro de la pista, para hacer nuestro primer baile de casados. Los dos sonreímos cuando los primeros acordes de nuestra canción favorita “A tan sólo una llamada”, de Chalie Puth, comienza a sonar.

—¿Te he dicho que te amo, mi adorada esposa? —dice seduciéndome con su sonrisa torcida.

—No, nunca lo has dicho esposo mío.

—Entonces, te lo diré otra vez... —suelta mi cintura, para tomar mi rostro entre sus manos—.Te amo Allison, con toda mi alma. —dejo que me bese con suavidad, totalmente embelesada.

Y son esas palabras las que me desarman con delicia, las que me erizan de pie a cabeza y me hacen agradecerle a la vida por haber puesto este hombre tan maravilloso en mi camino.

Son esas palabras las que quedaran grabadas con fuego en mi corazón, porque desde que lo conocí, se lo entregué sin darme cuenta… mi corazón tiene un solo dueño: Robert Watts.

 

 

FIN

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A.G. Keller, es una apasionada de la lectura, la buena comida, el vino, la música y el cine. Desde los doce años comenzó a escribir sus primeros relatos.

Reside en los Estados Unidos, desde el año 1995. Vive en un pequeño suburbio en las afueras de Dallas, Texas, con su familia.

Mía, es su primera novela auto publicada por Amazon, un sueño hecho realidad. Su segundo proyecto se titula: ADICCIÓN, siguiendo el mismo género de romance, un reto contado en dos voces. Y ahora nos presenta ALLY, su tercer proyecto, la historia de Allison y Robert, personajes secundarios de Mía.

Cualquier duda, crítica o sugerencia, la puedes dejar en su correo electrónico. Como también puedes seguirla en las redes sociales.

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