Alien

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Capítulo 12

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Los cuatro miembros sobrevivientes de la tripulación del Nostromo se reunieron ante la mesa. Ya no parecía un lugar limitado, sofocante. Había adquirido un espacio que los cuatro aborrecían. Y les daba recuerdos que luchaban por disipar.

Parker llevaba dos lanzallamas y dejó caer uno sobre la mesa.

Ripley le dirigió una mirada triste:

—¿Dónde estaba?

—Lo encontramos tirado allí, en el suelo de la cámara de mezclado, debajo de la acera —dijo el ingeniero con voz cansada—. Ninguna señal, nada de sangre, nada.

—¿Y el enemigo?

—Lo mismo. Nada. Tan solo un agujero abierto en el complejo central de refrigeración. A través del metal; no creí que fuera tan fuerte.

—Nosotros tampoco. Ni Dallas. Pero hemos estado demasiado confiados desde que trajimos aquella mano a bordo. Eso tiene que cambiar. En adelante supondremos que es capaz de todo, incluso de invisibilidad.

—Ninguna criatura conocida es invisible —contestó Ash.

Ripley lo miró con rudeza.

—Ninguna criatura conocida puede arrancar tampoco una coraza de tres centímetros de espesor.

Ash no respondió.

—Ya es tiempo de que nos demos cuenta de contra qué estamos enfrentándonos.

Hubo un silencio alrededor de la mesa.

—Ripley, esto te deja al mando —dijo Parker mirándola a los ojos—. Por mí, está bien.

—De acuerdo —dijo Ripley como estudiándolo, pero ni en sus palabras ni en su actitud notó el menor sarcasmo. Por una vez había dejado su eterna amargura.

«¿Y ahora qué?», se preguntó Ripley. Tres rostros la miraban expectantes, aguardando sus instrucciones. Ella se escudriñó el cerebro, buscando frenéticamente algo claro, brillante; solo encontró incertidumbre, temor y confusión: precisamente las mismas sensaciones que sin duda estaban experimentando sus compañeros. Ella empezó a comprender un poco mejor a Dallas; pero ya era inútil.

—Eso está decidido, entonces. A menos que alguien tenga una idea mejor de cómo enfrentarse al enemigo, seguiremos con el mismo plan de antes.

—Y terminaremos del mismo modo —dijo Lambert meneando la cabeza—. No, gracias.

—Entonces, ¿tienes una idea mejor?

—Sí, abandonar la nave. Podemos tomar la navecilla de emergencia, e irnos de aquí. Correr nuestros riesgos de llegar a la órbita de la tierra y de que alguien nos recoja. Una vez de vuelta en el espacio por el que pasan naves, alguien tiene que oír un S.O.S.

Ash habló entonces en voz baja, con palabras que más habría valido callar. Lambert se las había sacado por la fuerza.

—Estás olvidando algo: Dallas y Brett quizás no estén muertos, es una posibilidad horrible, lo reconozco, pero no es una seguridad. No podemos abandonar la nave hasta que estemos seguros, de un modo u otro.

—Ash tiene razón —convino Ripley—; tenemos que darles una oportunidad. Sabemos que el enemigo está utilizando los respiraderos. Busquémoslo nivel por nivel. Esta vez sellaremos con el láser todo mamparo y ventilación tras de nosotros, hasta que lo hayamos acorralado.

—De acuerdo con eso —dijo Parker, echando una mirada a Lambert. Ella no respondió y pareció desalentada.

—¿Cómo están nuestras armas? —le preguntó Ripley.

El ingeniero revisó durante un momento los niveles y el combustible de los lanzallamas.

—Las líneas y los cañones aún están llenos. Por lo que puedo ver, están trabajando bien.

Luego, con un gesto, señaló al incinerador de Dallas, que yacía sobre la mesa.

—Podríamos utilizar el combustible de ese —dijo sombríamente—, aunque él usó una buena cantidad.

—Entonces más vale que te dediques a reemplazarlo. Ash, tú irás con él.

Parker miró al científico. Su expresión era impenetrable.

—Yo puedo hacerlo.

Ash asintió con la cabeza; el ingeniero abrazó su propia arma, se dio vuelta y partió.

Los demás permanecieron sombríos alrededor de la mesa aguardando el regreso de Parker. Incapaz de soportar el silencio, Ripley se volvió hacia el científico.

—¿Alguna otra idea? Sugestiones, indicaciones, de ti o de Madre…

Ash se encogió de hombros y pareció disculparse.

—Nada nuevo; aún estoy recabando información.

Ella lo miró con dureza.

—No puedo creer eso. ¿Estás diciéndome que con todo lo que tenemos a bordo de esta nave, en materia de información registrada, no podemos sacar nada mejor que esto contra el enemigo?

—Así es como parece ¿verdad? Pero ten presente que no estamos enfrentándonos a un enemigo conocido y predecible. Tú misma dijiste que era capaz de cualquier cosa. Posee cierta cantidad de reservas mentales, al menos tantas como un perro y probablemente más que un chimpancé. También ha demostrado capacidad de aprender. Desconociendo por completo el Nostromo, pronto ha logrado aprender cómo desplazarse por la nave sin ser notado. Es silencioso, potente y astuto. Es un depredador como nunca habíamos encontrado. No me sorprende que hayan fracasado nuestros esfuerzos en su contra.

—Parece que estuvieras dispuesto a abandonarlo todo.

—Solo estoy repitiendo lo obvio.

—Esta es una nave moderna bien equipada, capaz de viajar por el hiperespacio y desempeñar toda una variedad de funciones complejas. ¿Tú estás diciéndome que todos nuestros recursos son incapaces de enfrentarse a un solo animal de gran tamaño?

—Lo siento, capitana. Solo he dado una evaluación de la situación tal como la veo. Por lo demás, no he querido alterar los hechos. Un hombre armado con un fusil puede perseguir a un tigre durante el día con ciertas probabilidades de éxito. Apágale la luz, pon al hombre en una selva, de noche, rodéalo de lo desconocido y todos sus temores primitivos volverán. La ventaja es para el tigre. Estamos operando en las tinieblas de la ignorancia.

—Muy poético, pero no útil.

—Lo siento —dijo Ash, pero no pareció sentirlo mucho—; ¿qué quieres que haga?

—Trata de alterar algunos de esos hechos de que estás tan seguro. Ve a ver a Madre —le ordenó—, y no dejes de hacerle preguntas hasta que obtengas algunas respuestas mejores.

—Muy bien, lo intentaré. Aunque no sé qué esperas. Madre no puede ocultar información.

—Prueba con distintas preguntas; si bien recuerdas, yo tuve buena suerte trabajando por medio de ECIU, con aquella llamada de auxilio que resultó falsa.

—Ya recuerdo —dijo Ash, mirándola con respeto—. Quizás tengas razón.

Y salió del lugar.

Lambert se había sentado. Ripley fue a colocarse junto a ella.

—Trata de no alejarte. Tú sabes que Dallas habría hecho lo mismo por nosotros. Nunca habría abandonado la nave sin asegurarse de que ya no estábamos con vida.

Lambert no pareció aplacada.

—Todo lo que yo sé es que nos estás pidiendo quedarnos hasta ir desapareciendo uno tras otro.

—Te prometo que si parece que nuestro sistema no funcionara, pronto saldremos de aquí. Yo seré la primera en la pequeña nave.

Había tenido una idea súbita. Era una idea peculiar, extrañamente fuera de lugar y, sin embargo, pertinente, de alguna manera inexplicable, a todas sus preocupaciones del momento. Echó una mirada a Lambert; su compañera tenía que responder con sinceridad, o la pregunta no tendría objeto. Ripley decidió que aunque Lambert podía ser quisquillosa en otras cuestiones, sobre este tema en particular, ella, Ripley, podía confiar en su respuesta.

Desde luego, una respuesta en un sentido o en otro, probablemente no significaría nada. Simplemente era como una maligna burbuja mental que empezaría a crecer y llegaría a dominar sus pensamientos hasta que explotara. No tenía verdadero sentido.

—Lambert ¿alguna vez has dormido con Ash?

—No.

La respuesta fue inmediata, sin ninguna vacilación ni ideas ocultas.

—¿Y qué me dices de ti?

—No.

Ambas guardaron silencio durante unos cuantos minutos antes de que Lambert hablara voluntariamente.

—Nunca tuve la impresión de que él sintiera algún interés —dijo con indiferencia.

Aquel era el fin de la cuestión por lo que hacía a la navegante. Y casi era el fin por lo que hacía a Ripley. No habría podido decir por qué continuaba dando vueltas a la idea. Pero se negaba a salir de su cerebro, atormentándola.

Parker revisó el nivel del primer cilindro de metano, y se aseguró de que la botella de gas de alta compresión estaba llena. Hizo lo mismo con la segunda, que se hallaba cerca. Luego levantó los dos pesados recipientes y echó a andar de vuelta por el pasillo.

El puente B estaba tan solitario como abajo. Cuanto antes se reuniera con los demás, mejor se sentiría. En realidad, lamentaba haber ido. Ahora le habría gustado la compañía de Ash. Había sido un estúpido al haber salido solo en busca de los cilindros. Todas las víctimas del enemigo habían sido sorprendidas solas. Trató de avanzar con un poco más de rapidez, a pesar del peso de las botellas.

Tomó una curva del corredor, se detuvo y estuvo a punto de soltar uno de los recipientes. Enfrente se hallaba la principal entrada de aire. Detrás de él, pero no muy lejos, algo se había movido. ¿O habría sido una impresión falsa?

Era un buen momento para imaginar cosas, y Parker parpadeó, tratando de aclararse la mente y los ojos.

Estaba a punto de volver a echar a caminar, cuando aquella como sombra de movimiento se repitió. Hubo como una vaga indicación de algo alto y pesado. Mirando a su alrededor, Parker vio uno de los ubicuos micrófonos de comunicación. Ripley y Lambert aún debían de estar en el puente. Con el pulgar, activó el interruptor que había detrás de la reja.

Algo indescifrable pareció emanar del altoparlante que había en el tablero de Ripley. Al principio, ella pensó que solo eran ruidos atmosféricos. Luego le pareció reconocer una o dos palabras.

—Aquí, Ripley.

—Habla en voz baja —cuchicheó el ingeniero, con voz tensa ante el micrófono. Frente a él, el movimiento en el corredor había cesado súbitamente. Quizá la criatura lo había oído.

—No puedo oírte —dijo Ripley intercambiando una mirada de sorpresa con Lambert; pero cuando volvió a hablar ante el micrófono, mantuvo baja la voz como se le había pedido.

—Repite… ¿por qué debo hablar en voz baja?

—El enemigo —susurró Parker, sin atreverse a levantar la voz—. Está fuera de la cámara de estribor. Sí, ahora mismo. Abre la puerta lentamente. Cuando yo te diga, ciérrala con toda rapidez, y echa el cerrojo interior.

—¿Estás seguro?

Parker la interrumpió rápidamente.

—¡Te digo que lo tenemos! ¡Haz lo que te digo!

Con un esfuerzo se obligó a calmarse.

—Ahora, abre, lentamente.

Ripley vaciló, luego empezó a decir algo y vio que Lambert asentía con la cabeza vigorosamente. Si Parker se equivocaba, no tenían nada que perder más que una minúscula cantidad de aire.

En cambio, si sabía lo que estaba haciendo… encendió un interruptor. Abajo, Parker trataba de pegarse a las paredes del corredor cuando sonó un leve rechinido. La puerta interna del respirador se apartó, la criatura salió de las sombras y avanzó hacia allí. Varias luces brillaban dentro de la cámara. Una era de un verde esmeralda especialmente brillante. El ser extraño la miró con interés y avanzó para colocarse en el umbral.

«¡Vamos! ¡Maldición!» pensaba el ingeniero frenéticamente. «¡Mira la linda luz verde! ¡Así! ¿No quieres esa linda luz para ti? ¡Claro que la quieres! Simplemente, entra y toma el juguetito verde. Un par de pasos adentro y será tuyo para siempre. ¡Solo dos pasitos! ¡Por Dios, dos pasitos!».

Fascinado por el indicador que brillaba intermitentemente, el ser extraño penetró en la cámara. Ya estaba casi dentro de ella. No por mucho, pero ¿quién podría saber si de pronto iba a aburrirse o a desconfiar de algo?

—Ahora —susurró ante el micrófono—, ¡ahora!

Ripley se preparaba a cerrar la puerta de emergencia, su mano ya iba rumbo al interruptor, cuando la bocina de emergencia del Nostromo aulló, pidiendo atención. Ripley y Lambert se quedaron heladas. Se miraron la una a la otra, y solo vieron su temor personal reflejado en el rostro de su compañera. Ripley movió el interruptor; pero también el extraño había oído la bocina. Sus músculos se contrajeron y saltaron hacia atrás, dejando libre el umbral de la cámara, en un solo salto increíble. La cerradura se cerró con estrépito, una fracción antes. Un apéndice quedó atrapado entre puerta y pared.

Un líquido empezó a salir del miembro aplastado. El ser extraño emitió un quejido, como si alguien pereciese bajo el agua. Logró arrancarse hacia atrás, dejando el miembro atrapado entre el metal. Luego se dio vuelta y huyó por el pasillo, ciego de dolor, casi sin ver al ingeniero paralizado al que empujó hacia un lado antes de desvanecerse tras la curva más cercana. Por encima de Parker, desplomado, una luz verde brillaba iluminando las palabras COMPUERTA INTERIOR CERRADA.

El metal de la cerradura continuaba burbujeando y fundiéndose cuando la escotilla interior se abrió violentamente. Una bocanada de aire brotó de la compuerta, cuando la atmósfera que había estado contenida en el interior salió al espacio.

—¡Parker! —gritó Ripley, ansiosa, ante el micrófono; luego manipuló un interruptor y ajustó una pantalla—. ¡Parker! ¿Qué ocurre allí?

De pronto su atención fue captada por una luz verde que parpadeaba continuamente en el tablero.

—¿Qué ocurre? —dijo Lambert inclinándose fuera de su asiento—. ¿Resultó?

—No estoy segura. El cerrojo interior está cerrado, pero el cerrojo exterior ha sido arrancado.

—Bueno; pero ¿qué hay de Parker? No lo sé. No puedo obtener una respuesta de él. Si lo logramos, debiera estar gritando de alegría hasta romper los magnavoces.

Luego tomó una decisión:

—Iré abajo a ver, tú quedas al mando.

Se deslizó entonces de su silla y corrió por el pasillo.

Dos veces estuvo a punto de caer. Una vez tropezó contra un mamparo y estuvo a punto de perder el conocimiento. De algún modo logró mantener el equilibrio y siguió corriendo, vacilante. El enemigo no ocupaba toda su mente. En cambio, lo ocupaba Parker, otro ser humano: un artículo bastante raro a bordo del Nostromo.

Descendió corriendo la escalera hasta el pasillo B y se encaminó hacia la cámara de presión. Estaba vacía, salvo por una forma inerte extendida a través del puente: Parker.

Ripley se inclinó sobre él. Estaba mareado, apenas consciente:

—¿Qué pasó? Tienes muy mal aspecto. ¿Fue…?

El ingeniero estaba tratando de articular palabras, pero tuvo que contentarse con señalar vagamente hacia la cámara de aire. Ripley guardó silencio y miró en la dirección indicada. Vio entonces el agujero en la puerta de la cámara; el cerrojo aún estaba abierto, al parecer después de haber lanzado al enemigo hacia la nada. Ripley empezó a levantarse.

El ácido estaba pasando ya de lado a lado de la puerta.

Se oyó el estrépito del aire que estaba saliendo a presión, y un pequeño huracán los envolvió a ambos. El aire aullaba al salir del vacío. Una señal roja apareció en varios puntos de las paredes del corredor.

DESPRESURIZACIÓN CRITICA.

La bocina estaba sonando ahora más histéricamente, y por mejores razones. Las puertas de emergencia se cerraron en toda la nave a partir de la sección dañada. Parker y Ripley debían encontrarse a salvo en una sección cerrada del corredor, pero la puerta presurizada que los separaba del vestíbulo de la cámara de aire se había trabado en uno de los cilindros de metano.

El viento seguía azotando a Ripley, mientras ella buscaba algo, cualquier cosa, con qué luchar. Solo había un tanque a su alcance. Lo levantó y lo utilizó como martillo contra el cilindro trabado. Si alguno de los dos se rompía, una ligera chispa de metal contra metal podía hacer estallar el contenido de ambas botellas, pero si no se liberaba pronto, la completa despresurización la mataría de todos modos.

La falta de aire ya estaba debilitándola. La sangre se agolpó en su nariz y sus oídos. La baja de presión hizo que las heridas de Parker volvieran a sangrar.

Ripley levantó la botella contra el cilindro atrapado, y lo golpeó por última vez. Se liberó tan fácilmente como si nunca hubiese habido dificultad. La puerta se cerró con estrépito, y el aullido del viento cesó.

Un aire como confuso siguió girando alrededor de ella durante varios minutos.

En el puente, Lambert había visto la ominosa advertencia en su tablero:

CASCO ROTO: MAMPAROS DE EMERGENCIA CERRADOS.

Activó entonces el intercomunicador:

—¡Ash, trae algo de oxígeno! Reúnete conmigo en el puente principal ante la última de las puertas cerradas.

—De acuerdo, allí estaré.

Ripley se puso en pie trabajosamente, luchando por cada bocanada en la sección desprovista de atmósfera. Se encaminó luego a la salida de emergencia colocada dentro de cada puerta de mamparo. Había allí un aparato que podía abrir la puerta trasera, hacia la siguiente sección sellada, con aire fresco.

En el último instante, cuando se disponía a oprimir el botón rojo, vio con horror que no estaba luchando con la puerta que conducía al corredor, sino hacia el vestíbulo vacío, fuera de la compuerta. Se volvió, trató de orientarse y casi cayó contra la puerta opuesta. Necesitó preciosos minutos para localizar el panel que había en ella. Los pensamientos giraban en su cerebro y se disolvían como aceite en agua.

El aire que la rodeaba estaba volviéndose enrarecido, lleno de aroma de rosas y de lilas.

Ripley oprimió el aparato; la puerta no se movió. Entonces, vio que estaba oprimiendo un control equivocado. Vacilando contra la puerta, tratando de apoyarse y de ayudar a sus piernas vacilantes, reunió sus fuerzas para un nuevo intento. No quedaba ya mucho aire que respirar.

Un rostro apareció enmarcado en la puerta. Estaba deformado, sanguinolento y, sin embargo era familiar. Le pareció que conocía aquel rostro desde hacía tiempo. Alguien llamado Lambert vivía tras aquel rostro. Ahora estaba muy cansada, y empezó a deslizarse lentamente hacia la puerta.

Por su cabeza pasaron pensamientos airados y distantes, al verse privada de su último apoyo. La puerta se deslizó hacia el techo, y su cabeza chocó contra el piso. Una bocanada de aire limpio, inefablemente dulce y refrescante azotó su rostro. La niebla empezó a disiparse ante sus ojos, aunque aún no en su agotado cerebro.

Una bocina anunció el regreso de la completa presurización interna, cuando Lambert y Ash se les unieron.

El científico corrió a auxiliar a Parker, que se había vuelto a desplomar por falta de oxígeno, y apenas empezaba a recobrar la conciencia.

Los ojos de Ripley estaban abiertos, pero su cuerpo no se movía. Manos y pies, brazos y piernas, se hallaban despatarrados en posiciones grotescas a través de su cuerpo y del puente, como los miembros de un muñeco mal armado. Su aliento era trabajoso y jadeante.

Lambert colocó uno de los tanques de oxígeno junto a su amiga. Puso la máscara transparente sobre la boca y la nariz de Ripley y abrió la válvula. Ripley inhaló. Un perfume maravilloso llenó sus pulmones. Sus ojos se cerraron por simple placer, y así permaneció inmóvil, inhalando a pleno pulmón el oxígeno puro. La única sensación de su sistema fue de deleite.

Finalmente apartó el respirador, y permaneció durante un momento respirando normalmente. Observó que había recuperado toda la presión. Las puertas de los mamparos se habían retirado automáticamente, con el retorno de la atmósfera normal.

Ripley sabía que para recuperar la atmósfera, la nave se había visto obligada a vaciar sus tanques de almacenamiento. Ya se enfrentarían a aquel nuevo problema a su debido tiempo.

—¿Te encuentras bien? —estaba preguntando Ash a Parker—. ¿Qué ocurrió finalmente aquí?

Parker se limpió una costra reseca del labio superior, y trató de despejar su cerebro.

—Sobreviviré.

Por el momento, no hizo caso a la pregunta del científico.

—¿Qué le pasó al enemigo? —volvió a preguntar Ash.

Parker meneó la cabeza, y su rostro se contrajo de dolor.

—No lo atrapamos. La bocina tocó, alarmándolo, y de un salto volvió al corredor. Le atrapó un brazo, o como quieras llamarlo, en la puerta interior. Pero se libró de un tirón, como una lagartija que deja su cola.

—¿Por qué no? —murmuró Ash—. Con esa capacidad que tiene para la regeneración…

El ingeniero siguió hablando; en él se notaba la decepción que sentía.

—Ya lo teníamos, al maldito. ¡Lo teníamos!

Hizo una pausa y luego añadió:

—Cuando se liberó dejando su miembro, sangró por todo el lugar; quiero decir, el miembro. Creo que el muñón curó rápidamente por fortuna para nosotros, porque el ácido ya estaba corroyendo las cerraduras. Eso causó la despresurización.

Con un dedo tembloroso señaló la puerta que aislaba el vestíbulo del resto del corredor.

—Probablemente puedes ver el agujero en la puerta desde aquí.

—No te preocupes por eso —dijo Ash levantando la mirada—. ¿Quién hizo sonar la sirena?

Ripley lo miró fijamente.

—Dímelo tú.

—¿Qué significa eso?

Ripley se limpió la sangre de la nariz y sorbió.

—Creo que la sirena sonó por sí sola. Esa parece la explicación lógica ¿no? Sencillamente una falla temporal, muy poco oportuna.

El científico se levantó y contempló a Ripley tras sus párpados entornados. Ella se había asegurado de que el restante cilindro de metano estuviese a su alcance antes de hablar. Pero Ash no avanzó hacia ella. Ella sencillamente no le entendía.

Si él era culpable, debía haber saltado sobre ella mientras estaba debilitada y Parker estaba peor. Si era inocente, tenía que estar bastante loco para hacer lo mismo. Pero no estaba haciendo nada, y eso la tomaba desprevenida.

Por lo menos, las primeras palabras de respuesta de Ash fueron predecibles. Pareció más airado de lo habitual.

—Si tienes algo que decir, dilo. Estoy harto de estas constantes insinuaciones veladas, de que me acusen.

—Nadie te está acusando.

—¡Estoy harto!

Ash se sumió en un silencio hosco. Durante un largo rato, Ripley no dijo nada; finalmente, con un gesto señaló a Parker.

—Llévatelo a la enfermería y que lo parchen. Por lo menos, sabemos que eso puede curarlo el automédico.

Ash tendió una mano al ingeniero, tomó el brazo derecho de Parker por el hombro, y lo ayudó a alejarse por el corredor. Pasó junto a Ripley sin dedicarle una mirada.

Cuando Ash y su carga habían desaparecido tras la primera curva, Ripley tendió la mano hacia abajo. Lambert se la tomó y echándose hacia atrás miró, preocupada, cómo Ripley se ponía vacilante sobre sus pies.

Ripley sonrió y soltó su mano.

—Me pondré bien.

Luego se limpió enérgicamente las manchas de los pantalones.

—¿Cuánto oxígeno nos costó ese episodio? Necesitaré el dato exacto.

Lambert no contestó, y solo siguió mirándola, meditabunda.

—¿Hay algo malo en ello? ¿Por qué me miras así? ¿Los datos del oxígeno no son ya para el consumo público?

—No me estés provocando —replicó Lambert, pero sin rencor; su tono era de incredulidad—. Estuviste acusándolo; en realidad, lo acusaste de hacer sonar la alarma para salvar al enemigo.

Luego meneó la cabeza lentamente.

—¿Por qué?

—Porque creo que está mintiendo, y si puedo obtener las cintas grabadas, lo demostraré.

—¿Qué probarás? Aun si de alguna manera pudieras demostrar que él es el culpable de que sonara la alarma, no podrías demostrar que no había sido un accidente.

—¡Valiente momento para ese tipo de accidente! ¿No crees?

Ripley guardó silencio durante un momento y luego añadió, en voz baja.

—Aún crees que me equivoco, ¿verdad?

—No lo sé.

Lambert parecía más cansada que deseosa de discutir.

—Ya no sé nada. Sí, creo que podría decir que estás equivocada. Equivocada o loca. ¿Por qué querría Ash o alguien proteger al enemigo? Si lo atrapa, lo matará, como a Dallas o a Brett. Si es que ellos están muertos.

—Gracias. Siempre me gusta saber de quién puedo depender —dijo Ripley; luego se apartó de la navegante, y avanzó resueltamente por el corredor hacia la escalera.

Lambert la observó irse; luego se encogió de hombros y se puso a recoger los cilindros. Trataba al metano con tanto cuidado como al oxígeno; ambos eran igualmente preciosos para su supervivencia…

—¿Ash, estás ahí? ¿Parker?

Cuando no le llegó ninguna respuesta, Ripley entró cautelosamente en el anexo de la computadora central. Durante un tiempo indeterminado, tuvo al cerebro del Nostromo completamente a su merced.

Sentándose ante la cómoda central, activó el tablero e hizo correr el pulgar insistentemente sobre las placas de identificación. Las pantallas de datos volvieron a la vida.

Hasta entonces había sido fácil. Ahora, Ripley tenía que trabajar. Pensó durante un momento y luego marcó un código de cinco dígitos que pensó que podía generar la respuesta que necesitaba. Las pantallas permanecieron en blanco, aguardando la pregunta indicada. Probó entonces una segunda combinación, poco usual, con igual falta de éxito.

Furiosa, profirió una maldición. Si se veía reducida a probar combinaciones aleatorias, podía estar trabajando allí hasta el día de su muerte; la cual, a la velocidad con que el enemigo estaba reduciendo la tripulación, acaso no estuviese muy distante.

Probó entonces una combinación terciaria, en lugar de una primaria y se quedó asombrada cuando las pantallas pronto se aclararon, dispuestas a recibir y a informar. Pero no apareció ninguna petición de insumo. Eso significaba que el código había tenido éxito solo a medias. ¿Qué hacer?

Ripley echó una mirada al tablero secundario; estaba al alcance de cualquier miembro de la tripulación, pero no disponía de información confidencial o de mando. Si pudiera recordar la combinación, usaría el segundo tablero para plantear preguntas al banco central. Rápidamente cambió de asiento, y probó otro código con la esperanza de que fuera el correcto, y mecanografió la primera pregunta. Sería la clave si el código era aceptado sin preguntas. La aceptabilidad se manifestaría por la aparición de su pregunta en la pantalla. Distintos colores parecieron perseguirse durante un momento. Luego, la pantalla se aclaró.

¿QUIÉN ENCENDIÓ EL SISTEMA DOS DE ADVERTENCIA?

La respuesta apareció debajo:

ASH.

Ripley permaneció sentada, asimilando la respuesta; era la que había esperado, pero tenerla allí, fríamente impresa para que cualquiera la leyese, le hizo captar súbitamente su importancia. Así pues, había sido Ash. Ahora, la cuestión crítica era: ¿Todo el tiempo había sido Ash el culpable?

Imprimió rápidamente la pregunta siguiente:

¿ESTA PROTEGIENDO ASH AL ENEMIGO?

Aquel parecía ser el día de las respuestas breves:

SÍ.

También ella podría ser breve. Sus dedos corrieron por el teclado.

¿POR QUE?

Tensamente se inclinó hacia adelante. Si la computadora decidía no darle más información, ella no conocía ningún otro código que le diera las respuestas. También existía la posibilidad de que realmente la computadora no tuviese contestación a los extraños actos del científico. Sin embargo, la tuvo.

ORDEN ESPECIAL 937.

PERSONAL DE CIENCIA VE TAN SOLO INFORMACIÓN LIMITADA.

Bueno, hasta allí había llegado. Podría evitar aquellas limitaciones. Estaba empezando, cuando una mano cayó junto a ella, hundiéndose hasta el codo en el terminal de la computadora.

Girando en su silla, después de que su corazón dio un vuelvo. Ripley vio no a la criatura, sino una forma y un rostro que ahora eran igualmente hostiles a ella.

Ash sonrió ligeramente. Pero en sus labios no había alegría.

—El mando parece un poco excesivo para ti. Pero, de todos modos una buena guía siempre es difícil en estas circunstancias. Creo que no se te puede culpar.

Ripley lentamente se echó atrás en su silla, manteniéndola cuidadosamente entre ambos. Las palabras de Ash podían ser conciliadoras. Pero sus actos no lo eran.

—El problema no es la buena guía, es la lealtad.

Manteniéndose de espaldas a la pared, empezó a avanzar hacia la puerta. Siempre sonriente, Ash se dio vuelta para quedar frente a ella.

—¿Lealtad? No veo dónde ha faltado.

«Ahora se muestra conciliador», pensó ella.

—Creo que todos hemos estado haciendo lo que hemos podido, Lambert se ha vuelto un poco pesimista, pero siempre supimos que ella era demasiado emotiva. Es muy competente para trazar el curso de una nave, pero no es tan buena planeando su propio curso.

Ripley seguía girando a su alrededor, y obligándose a sonreír a su vez.

—En este momento no me preocupa Lambert, me preocupas tú.

Empezó a girar para quedar frente a la puerta abierta, sintiendo que los músculos de su estómago se habían puesto tensos.

—¿Otra vez toda esa paranoia? —dijo Ash, tristemente—. Necesitas un poco de descanso.

Dio entonces un paso hacia ella, como para ayudarla.

Ella dio un salto, luego se agachó bajo los dedos abiertos de él. De pronto estuvo en el corredor, corriendo con todas sus fuerzas hacia el puente. Estaba demasiado concentrada para solicitar ayuda, y necesitaba el aliento.

En el puente no había nadie. De alguna manera volvió a rodearlo, moviendo interruptores de emergencia mientras corría. Las puertas de los mamparos respondieron, cerrándose cada una, siempre un segundo demasiado tarde para librarla de Ash.

Finalmente Ash la atrapó en el comedor. Parker y Lambert llegaron segundos después. Las señales enviadas por las puertas al cerrarse les habían dado la alerta, avisándoles que algo andaba mal en las proximidades del puente, y ya iban hacia allá cuando encontraron a perseguidor y perseguida.

Aunque no era aquel el tipo de experiencia que habían esperado encontrar, ambos reaccionaron bien. Lambert fue la primera. Se lanzó sobre la espalda de Ash. Sorprendido, este soltó a Ripley, asió a la navegante, y la lanzó al otro lado de la habitación. Luego volvió hacia su tarea anterior: tratar de quitar la vida a Ripley. La reacción de Parker fue menos inmediata, pero mejor pensada. Ash habría sabido apreciar el razonamiento del ingeniero. Parker levantó uno de los pesados rastreadores y lo colocó detrás de Ash que estaba concentrado tratando de asfixiar a Ripley. El ingeniero blandió el rastreador con todas sus fuerzas.

Se oyó un ruido sordo. El rastreador continuó su arco mientras la cabeza de Ash salía en una dirección diferente. No hubo sangre. Tan solo aparecieron cables y circuitos, que brotaban de las terminales que podían verse en el cuello cercenado del científico. Ash soltó a Ripley; ella se desplomó en el suelo, ahogándose y llevándose las manos a la garganta. Las manos de Ash representaron una pantomima macabra sobre sus hombros, buscando el cráneo faltante. Luego, se echó hacia atrás, recuperó el equilibrio y comenzó a buscar en el puente la cabeza separada…

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