Alien

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Capítulo 7

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—¿Qué piensas?

Parker estaba inclinándose tanto como podía, sudando junto con Brett mientras este trataba de sellar las delicadas conexiones últimas dentro de los límites estrechos del módulo doce.

Estaban tratando de realizar un trabajo que normalmente requería los servicios de un remoto trazador automático y las instalaciones de una banda sinfín computarizada. Como no tenían banda ni trazador, se verían obligados a enfrentarse al problema con instrumentos no diseñados para ese fin.

«Los instrumentos que no son, para el trabajo que no debiera ser», pensó Parker airado; de algún modo, debían hacerlo. A menos que el módulo doce quedara propiamente reparado y en condiciones de funcionar, la pasarían muy mal tratando de despegar. Y por alejarse de aquel mundo Parker habría hecho las reparaciones internas con los dientes, de ser necesario.

Sin embargo, en aquel momento a Brett le había tocado el turno de enfrentarse a partes mecánicas indóciles. Como cualquier otro instrumento que hubiera a bordo del Nostromo, el módulo utilizaba refacciones selladas por la fábrica, que entraban de un solo golpe. El truco consistía en quitar las partes dañadas sin interrumpir otras funciones críticas ni causar daños en partes aún más delicadas de los controles de la nave. Las nuevas partes debían entrar fácilmente, con solo librarse del material carbonizado.

—Creo que ya lo tengo —dijo finalmente su compañero—. Pruébalo.

Parker se echó hacia atrás, oprimió dos botones de un tablero por encima de su cabeza y luego echó una mirada, esperanzado, al monitor portátil más cercano. Probó los botones por segunda vez, sin ningún éxito. El monitor permaneció silencioso.

—Nada.

—¡Maldita sea! Yo estaba seguro de que era esto.

—No lo es. Prueba el siguiente. Ya sé que todos parecen bien, salvo el número 43, que ya hemos reemplazado. Eso es lo malo con estas malditas células de partículas. Si el regulador se sobrecarga y quema algunas, hay que meterse y encontrar las que han fallado al vacío.

Hizo una pausa y luego añadió:

—¡Ojalá tuviésemos un trazador!

—Lo mismo digo.

Unos sonidos de metal raspando el plástico sonaron dentro de la unidad.

—Tiene que ser la siguiente —dijo Parker, tratando de mostrarse optimista—. No tenemos que revisar a mano cada célula. Madre nos lo redujo hasta aquí. Hay que agradecer los pequeños favores.

—Los agradezco —respondió Brett—. Quedaré agradecido cuando despeguemos de esta roca y estemos de vuelta en el hipersueño.

—Deja de pensar en Kane.

Parker tocó los dos botones y maldijo en silencio.

—Otro en blanco. Trata el siguiente, Brett.

—De acuerdo.

Brett se movió para hacerlo, reemplazó la célula que acababa de revisar en su lugar. Parker ajustó varias palancas por encima de su cabeza. Quizás pudiesen estrechar el daño un poco más. El módulo contenía cien de las minúsculas partículas de aceleración de las cámaras de células. La idea de verificar manualmente así fuese una de ellas para encontrar la que había fallado, lo ponía de un humor de romper las cosas. Precisamente en el momento inoportuno, una voz llamó desde el altoparlante más cercano:

—¿Qué está pasando?

«Maldita sea», pensó Parker. «Es Ripley. ¡Esa maldita mujer! Yo le diré qué está ocurriendo».

—Estamos trabajando —le informó secamente y luego añadió varias palabras por debajo del nivel de sonido que podía captar el magnavoz—. Sigue trabajando —dijo a su compañero.

—De acuerdo.

—¿Qué fue eso? —dijo Ripley—. No entendí.

Parker se apartó del módulo. Una palanca activó la ampolla del comunicador.

—¿Quieres saber qué está pasando? Lo que pasa es que estamos haciendo un trabajo de perros, verdadero trabajo. Debieras venir aquí y probar alguna vez.

La respuesta de Ripley fue instantánea, muy compuesta.

—Yo tengo el trabajo más arduo de esta nave.

Parker rio, burlón.

—Yo tengo que escuchar estupideces —dijo Ripley.

—Deja de estar fregando.

—Dejaré de estarlos fregando cuando el módulo doce esté listo, pero no antes. Cuenten con eso.

Hubo un «click» en el otro extremo, antes de que Parker pudiera hacer ningún comentario.

—¿Qué pasa? —dijo Brett, inclinándose fuera del módulo—. ¿Se están peleando de nuevo?

—No. Una tipa que se cree lista, eso es todo.

Brett vaciló y luego hizo una pausa para examinar la célula abierta del momento:

—Correcto. Probemos de nuevo.

Parker oprimió los botones y examinó el monitor; pensó en pulverizarlo con el puño mientras imaginaba que se trataba de la cara de cierta oficial. Desde luego, no había nada melodramático. Aunque de mal carácter, tenía bastante sensatez para comprender cuánto necesitaba al monitor… y a Ripley.

Ash estaba probando toda una nueva batería en el estado comatoso de Kane. Le dio información adicional acerca de su estado. Nada de ella era demasiado útil. Pero para el científico, era igualmente fascinante.

El interior del cuerpo de Kane fue inmediatamente visible para cualquiera que quisiese entrar en la enfermería y echar una ojeada a la pantalla médica principal. Kane no estaba en posición de objetar aquella invasión de su intimidad.

Ripley entró y tomó nota de los datos. El estado del paciente no había cambiado desde que ella lo viera por última vez. No esperaba que hubiese cambiado. El extraño ser permanecía fijo a su cara. Ripley estudió los datos menores, y luego tomó el asiento vacío contiguo al de Ash. Él reconoció su llegada con una ligera sonrisa, pero no desvió la mirada de su tablero.

—Estoy haciendo ciertas pruebas distintas con él —le informó—. Por si algo sucede.

—¿Cómo qué?

—No tengo ni la más vaga idea. Pero si algo pasa, quiero saberlo en cuanto empiece.

—¿Alguna novedad?

—¿Con Kane? —dijo Ash, cuidando sus ideas—. Sigue siendo lo mismo, se mantiene igual; no, mejor que eso. Se mantiene fuerte, no ha cambiado para empeorar.

—Y ¿qué me dices de la criatura? Ahora sabemos que puede soltar un ácido y cicatrizar inmediatamente. ¿Hay algo que no sepamos?

Ash pareció complacido consigo mismo cuando respondió:

—Como te lo dije, he estado haciendo pruebas. Como no podemos hacer nada por Kane, me pareció lo más sensato aprender lo más que podamos acerca de la criatura. Nunca se sabe qué descubrimiento en apariencia insignificante puede conducir a un triunfo final.

—Eso ya lo sé —dijo ella, revolviéndose impaciente, en su asiento—. ¿Qué has descubierto?

—Tiene una capa superior de lo que parece ser polisacáridos proteínicos; al menos eso es lo que supongo. Es difícil de saber sin una pieza para su análisis detallado; y tratar de quitar aun la muestra más pequeña puede causar más escurrimiento de ese fluido. No podemos arriesgarnos a que disuelva una parte del automédico.

—No claro que no —dijo ella, secamente—. Ahora mismo, esa máquina es la única oportunidad de Kane.

—Exacto. Lo más interesante de ello es que constantemente está mudando de células dentro de una dermis secundaria e interna, remplazándolas por silicatos orgánicos polarizados. Parece tener una piel doble, con ese ácido que corre entre las dos capas. También el ácido parece estar corriendo bajo alta presión. Es bueno que Dallas no cortara profundamente con ese cuchillo, o creo que habría inundado toda la enfermería.

Ripley pareció debidamente impresionada.

—La capa de silicato ha demostrado una estructura molecular única, muy densa; hasta la creo capaz de resistir al rayo láser. Ya sé, ya sé —añadió en respuesta a su mirada de incredulidad—, eso parece absurdo, pero esta es la pieza más dura de material orgánico que haya visto en mi vida. La combinación en que están alineadas esas células con el material de que están compuestas equivale a algo que desafía todas las reglas de nuestra biología. Por ejemplo, esas células silicadas. El resultado es lo que da tal resistencia a condiciones ambientales adversas.

—¿Algo nuevo, aparte de los silicatos y de la doble dermis?

—Bueno, aún no tengo idea de qué respira, o de si respira, como nosotros pensamos en una respiración normal. Sí parece estar alterando la atmósfera que la rodea, quizás absorbiendo todos los gases que requiera, por medio de innumerables poros de superficie. Ciertamente, no tiene nada que se parezca a una nariz. Como fábrica química viva, sobrepasa a todo aquello de lo que he oído hablar; algunos de sus órganos internos no parecen funcionar, mientras que otros hacen cosas que yo ni siquiera puedo imaginar. Es posible que los órganos visualmente pasivos tengan funciones defensivas. Ya lo descubriremos si tenemos que volver a provocarlos.

Ash le dirigió una mirada expectante:

—¿Con eso te basta?

—Me sobra.

«No debieron subir a Kane a bordo», pensó ella. Habían debido dejarlo fuera, con la criatura. Ash era el único responsable de que se encontraran dentro.

Sin ser advertida, estudió al científico, observándolo con sus instrumentos, archivando resultados y descartando los que no le parecían útiles. Era el último miembro de la tripulación al que ella habría creído capaz de un gesto dramático, y sin embargo era él quien había tomado la súbita decisión de dejar que los exploradores volvieran a bordo, contra todos los procedimientos establecidos.

Ella tenía que corregirse. Además de Ash, Dallas y Lambert también se habían puesto contra los procedimientos al pedir entrada. Y la vida de Kane había estado en juego. ¿Y si Ash hubiese obedecido sus órdenes y dejado a los tres afuera? ¿Estaría Kane aún con vida? ¿O sería ya solo una estadística de la nave? Sin embargo, eso habría significado una cosa: ella no tendría que enfrentarse con Kane, ni tendría que explicarle por qué había tratado de negarle la entrada a él y a los otros.

Ash advirtió su expresión y pareció preocupado:

—¿Te pasa algo?

—No —dijo ella, sentándose más rígida—. Resume todo para mí. Hazte la idea que soy tan tonta como a veces me siento. ¿Qué significa todo esto? ¿Dónde estamos?

—Una combinación interesante de elementos y de estructura nos hace prácticamente invulnerables, dada nuestra actual situación y recursos.

Ella asintió con la cabeza.

—Eso es exactamente como yo lo veo, si tus resultados son precisos.

Él pareció avergonzado.

—Lo siento. Muy bien, entonces es invulnerable.

Ella lo observaba de cerca:

—¿Por eso los dejaste pasar?

Como siempre, el científico no se dejó tentar. No mostró nada parecido a resentimiento cuando replicó:

—Yo obedecí una orden directa del capitán, ¿recuerdas?

Ella se obligó a contenerse para no levantar la voz, sabiendo que Ash solo respetaba la razón.

—Cuando Dallas y Kane están fuera de la nave, yo soy la de más alta graduación. Soy la comandante hasta que uno u otro vuelva a poner pie en la nave.

—Sí, desde luego, se me olvidó, eso es todo. La emoción del momento…

—¡Al demonio!

La atención de Ash permaneció fija en los diferentes datos.

—Las emociones nunca te hacen olvidar nada a ti —le dijo Ripley; eso hizo que Ash levantara la cabeza.

—¿Tú crees conocer todo respecto a mí? Y todo respecto a ti… Estás segura de conocer exactamente la clase de persona que soy. Déjame decirte algo, Ripley: Cuando abrí la escotilla interior, sabía muy bien lo que estaba haciendo, es cierto. Pero eso de quién está al mando… bueno, soy capaz de olvidarlo, como cualquier otro. Mi memoria es buena, pero puede fallar, como la de cualquiera. Hasta una memoria mecánica como la de Madre puede perder de vista una información.

«Una falla, desde luego», pensó ella. La falla selectiva. Sin embargo, el científico podía estar diciendo la verdad. Más le valdría a ella ver a cuántos de sus compañeros había insultado. Ya Parker y Brett no sentían precisamente amor hacia ella, y ahora estaba a punto de hacerse un enemigo en Ash.

Pero ella no podía librarse de su desconfianza. Casi deseaba que Ash se enfureciera en su contra.

—Te las arreglaste para olvidar la básica ley de cuarentena de la división de ciencias, algo que se enseña a todo oficial de nave desde la escuela de vuelos.

—No.

«Al fin», pensó Ripley, una declaración, una declaración que ella podría creer.

—No olvidé eso —dijo Ash.

—Ya veo, no lo olvidaste.

Ripley hizo una pausa para dar énfasis.

—Entonces, sencillamente seguiste adelante y la violaste.

—Crees que lo hice a la ligera, que no consideré las posibles consecuencias de mi acción.

—No, Ash, nunca pensé eso.

Una vez más, él no reaccionó a la provocación.

—No me gustó tener que hacerlo, me pareció que no tenía alternativa —explicó Ash suavemente.

—¿Qué habrías hecho tú con Kane? Su única oportunidad de seguir con vida parecía ser la entrada en la enfermería, donde el automédico podría atenderlo lo antes posible. Su estado se ha estabilizado; me inclino a dar crédito de eso a la máquina y a su rápido tratamiento, a la aplicación inmediata de antiseptia y de alimentación intravenosa.

—Te estás contradiciendo, Ash. Hace un minuto dijiste que era la criatura la que lo mantenía con vida, no el automédico.

—Sí, parece que la criatura está haciendo una contribución, pero en la atmósfera y en el medio de Kane. No tenemos modo de saber qué habría pasado si la dejábamos con él allá afuera. Aquí podemos observar de cerca su sistema, y estamos listos a compensar lo que sea necesario si la criatura da señales de actuar hostilmente contra él. No podríamos hacerlo si aún estuviese afuera.

Hizo una pausa, movió un interruptor y verificó su lectura.

—Además, era una orden directa.

—¿Quiere decir eso que tú obedeces a Dallas por encima de mí, sea cual sea la situación?

—Quiero decir que el capitán es el capitán, y el hecho de que estuviera un metro fuera del corredor en lugar de dentro no es razón suficiente, a mi parecer, para pasar por alto sus decisiones.

Ella apartó la mirada, furiosa contra él y contra ella misma.

—Violando los procedimientos de cuarentena, has puesto en peligro la vida de todos, no solo la de Kane.

Ash se movió tranquilamente para perforar una petición al tablero de la computadora, y contempló solemnemente la información recibida. Luego habló sin mirar a la insistente Ripley.

—Crees que esa decisión fue fácil para mí. Conozco bien las reglas respecto a la cuarentena y las formas extrañas de vida. Posiblemente mejor que tú. Tuve que contraponerlas con la vida de un hombre. Quizás debí dejarlo morir ahí afuera, quizás he puesto en peligro a todos los demás. Pero sé una cosa: los que hacen las reglas siempre las redactan en seguridad y con comodidad, afuera del campo, donde esos mismos absolutos supuestamente habrán de aplicarse. Pero ahí hemos de depender de nuestra inteligencia, de nuestros sentimientos. Y eso fue lo que hice. Hasta ahora la criatura no ha hecho ningún gesto amenazador hacia él o hacia ninguno de nosotros. Quizás lo haga más tarde y entonces se enfrentará a un grupo de seis, preparado y ya dispuesto y no a un solo hombre desprevenido, en la cámara oscura de una nave desconocida. Estoy dispuesto a contrapesar ese riesgo contra la vida de Kane.

Los dedos de Ash danzaron por el tablero.

—No dudo de tus sentimientos personales —dijo Ripley, cambiando su peso sobre su pierna izquierda y luego levantándose—. Estoy diciendo, sencillamente, que no tienes derecho ni autoridad para imponerlos a los demás. Quizás nosotros no estemos dispuestos a correr el mismo riesgo.

—Eso ya no importa. Kane está a bordo… y vivo. Los acontecimientos partirán ahora de esa realidad, no de alternativas pasadas. Es perder el tiempo discutirlas.

—Entonces, ¿es esa tu posición oficial como hombre de ciencia? No es exactamente la que prescribe el manual.

—Estás repitiendo las cosas, Ripley. ¿Por qué? ¿Para provocarme? Ya he anotado mis actos en la bitácora oficial, y me someteré a cualquier decisión que la Compañía tome sobre el asunto. Sí, es mi posición oficial. Recuerda que la primera consideración de la ciencia es la protección y el mejoramiento de la vida humana. Eso es algo que nunca voy a contravenir.

—No, pero tu idea de lo que mejora la vida humana puede diferir de la de otros.

Por alguna razón, eso hizo que Ash se volviera y la mirara abiertamente, cuando otras preguntas no habían obtenido respuesta.

—Yo tomo mi responsabilidad de oficial en ciencias tan seriamente como tú tu cargo. Eso debiera bastarte. Estoy cansado de eso. Si tienes alguna acusación específica que hacer, ve a decírsela a Dallas —Ash se volvió entonces a sus amados instrumentos—. Si no, haz tu trabajo, y yo haré el mío.

Ripley asintió con la cabeza.

—Me parece justo.

Dándose vuelta, se encaminó hacia el corredor aún insatisfecha, sin saber ya muy bien por qué. Las respuestas de Ash tenían el sello de la validez y eran difíciles de rebatir. Eso no era lo que estaba preocupándola.

Era el hecho de que el acto de Ash, abrir la escotilla para dejar entrar a los exploradores, violaba mucho más que las reglas: iba contra toda faceta de la personalidad del científico, contradecía directamente su profesionalismo, demostrado en otras cuestiones. Ripley no lo conocía desde hacía mucho, pero hasta aquel incidente, Ash había dado la impresión de que para él no había nada por encima del manual del oficial en ciencias.

Ash afirmaba que había hecho aquello por salvar la vida de un hombre. Ella se había puesto del lado oficial. ¿Estaba ella en un error? ¿Estaría Kane de acuerdo con ella?

Ripley se dirigió al puente, muy preocupada. Pequeñas coincidencias giraban por su cabeza, ahogando todos sus pensamientos. Y había algo que faltaba, que hacía imposible unir todas aquellas coincidencias.

Ahora no quedaba en el Nostromo más que esperar. Esperar a que Parker y Brett terminaran su trabajo, esperar un cambio del estado de Kane.

En el puente, Lambert estaba haciendo jugar al gato Jones con unos hilos. Se suponía que aquellos hilos tan solo estaban a bordo para divertir a Jones, pero el gato sabía demasiado. Ocasionalmente le tocaba a él entretener a los humanos. Parecían obtener considerable diversión con los manazos y las piruetas que hacía mientras ellos manipulaban las cuerdas con sus manos torpes.

Lambert llamaba aquello el juego del gato; Jones le llamaba el juego de la gente. Era un gato muy concienzudo y hacía todo lo que podía por mantener de buen humor a la navegante. A veces se volvía solemne. Era un empleo difícil para un gato. Pero Jones era concienzudo. Continuaba trabajando para complacer a los humanos, pensando en alimentos, en ratones cálidos y gordos.

—¿Qué piensas? —dijo Brett, levantando la mirada por encima de su tablero.

Parker ajustó un control y se enjugó el sudor de la frente.

—Por poco… otro medio grado y habríamos quedado listos. Quizás eso satisfaría a Ripley.

El técnico en ingeniería hizo un ruido procaz.

—¿No lo sabías? Es imposible satisfacer a Ripley.

Unos zumbidos surgieron tras la pantalla que estaba trabajando.

Parker echó una mirada al silencioso magnavoz de comunicación y preguntó:

—Si no nos dan participación plena de esto, presentaré una queja. Nos hemos ganado paga doble. Probablemente esto pueda considerarse como azar. Esta vez, más le valdrá a la Compañía portarse a la altura, o presentaremos nuestra queja al gremio. No soportaremos más.

—De acuerdo —dijo Brett.

Una mano se extendió hacia adentro del tubo donde estaba asegurada la pantalla.

—El sellador N.º 3 debiera hacerlo.

Parker metió la mano en una caja de plástico bien sellada, pero sucia, extendió a su compañero un pequeño esténcil cuadrado, pintado de gris y de rojo y volvió a mirar a la intercomunicación.

El ritmo era primitivo, sencillo, y la grabación había perdido la brillantez con la edad y el mucho uso, pero Dallas se echó hacia atrás y disfrutó de la música como si se hubiera encontrado presente en la antigua sesión de grabación. Un pie llevaba el compás silenciosamente, en increíble contrapunto con la melodía.

El comunicador pidió comunicación con un «bip», lo hizo tres veces, antes de que el capitán se diera cuenta. Exhalando un suspiro de resignación, tendió la mano y apagó la música; luego encendió un interruptor.

—Aquí Dallas.

—Aquí Ash. Creo que debieras echarle una ojeada a Kane. Ha ocurrido algo.

Dallas hizo girar sus piernas por encima del asiento y se enderezó rápidamente. La voz de Ash no era de preocupación, lo cual era alentador. Pero parecía confuso, lo cual no lo era.

—¿Algo grave?

—Algo interesante.

—Voy ahora mismo.

Dallas se puso de pie y apagó la grabadora; con tristeza vio apagarse la luz verde en su costado.

Ash había dicho «interesante». Eso podía significar que muchas cosas, no necesariamente buenas, habían ocurrido.

Sintió cierto alivio pensando que Ash habría dicho algo muy distinto si Kane hubiera muerto. Aquello significaba que el ejecutivo aún estaba con vida… En un estado «interesante».

Tal como resultaron las cosas, Ash ni siquiera estaba refiriéndose a Kane. Había llamado a Dallas al descubrir la condición de otra cosa.

Dallas encontró al científico en el corredor ante la enfermería con la nariz oprimida contra el cristal. Se dio vuelta al acercarse el capitán.

—¿Qué pasa? —dijo Ripley apareciendo súbitamente al otro extremo del corredor; su mirada pasó rápidamente de Ash a Dallas y de vuelta—.

Oí algo por un monitor abierto.

—¿Curioseando? —dijo Dallas, mirándola sorprendido.

Ella hizo un gesto.

—No hay otra cosa que hacer en esta nave. ¿Por qué? ¿Alguna objeción?

—No. Simple curiosidad.

Dallas miró a través del grueso cristal de la enfermería y habló a Ash al no notar nada extraño.

—¿Bueno?

—Kane —dijo el científico, señalándolo con el dedo—. Míralo bien. Todo su cuerpo.

Dallas miró, entornando los ojos y luego notó de qué estaba hablando Ash; o mejor dicho, no lo notó.

—Se ha ido.

Una rápida inspección de la enfermería no mostró señales del ser extraño. Kane permanecía inmóvil en la plataforma médica. Su pecho subía y bajaba tranquilamente. Al parecer estaba respirando con normalidad y sin esfuerzo, pese a la ausencia de la criatura. Una inspección más detallada reveló unos pequeños puntos negros dispersos por el borde de su rostro.

—Habrá plantado algo en él —dijo Dallas, casi retrocediendo ante aquel pensamiento repulsivo.

—No —respondió Ash, con seguridad y Dallas quiso creerle; tenía que creerle. De todos modos, los documentos personales decían que la visión del científico de a bordo era la más aguda de la nave.

—Son indentaciones, no protuberancias. Apuesto a que son marcas que le dejaron las ventosas.

Hizo una pausa, y luego añadió:

—Por lo demás, Kane parece ileso.

—Quizás todavía no haya pasado todo —intervino Ripley—. La puerta está sellada. El ser debe de estar dentro aún.

Su voz pareció confiada, pero en realidad ocultaba sus verdaderos sentimientos. El solo pensar que aquella especie de araña, especie de mano, con su ojo fijo que no parpadeaba, estuviera arrastrándose ahí dentro, le atemorizaba más de lo que quería mostrar.

—No podemos abrir la puerta —dijo Ash, pensativo—. No podemos dejarlo salir. Lo último que necesitamos es tenerlo libre por la nave.

—No podría estar más de acuerdo —dijo Ripley, mirando el piso de la enfermería, y no viendo más que su metal brillante y pintado.

—No podemos asirlo ni matarlo desde lejos. Así, ¿qué podemos hacer?

—Cuando tratamos de quitarlo del rostro de Kane —dijo Dallas—, lo cortamos, le hicimos una herida. Quizás si no lo hubiésemos amenazado tan claramente no habría opuesto resistencia. Quizás habríamos podido cogerlo simplemente.

Visiones de espectaculares elogios por la Compañía, quizás un ascenso, ciertamente una bonificación, pasaron por su cabeza. Luego volvió a ver el cuerpo inconsciente de Kane, y se sintió culpable.

Ripley seguía estremeciéndose ante aquel solo pensamiento.

—Puedes tratar de cogerlo; yo vigilaré la puerta.

—Creo que esa idea no es mala —dijo Ash, apartándose del cristal. Es un espécimen inapreciable. Ciertamente, debemos capturarlo vivo y sano.

Tocó el interruptor que controlaba la puerta. La enfermería era un buen lugar para tratar de atrapar al intruso. Tenía paredes dobles y, salvo las entradas de aire, era el compartimiento mejor sellado del Nostromo.

La puerta se deslizó ligeramente. Ash echó una mirada a Dallas, quien asintió con la cabeza. Nuevamente alguien tocó el control y la puerta se desplazó otros pocos centímetros. Ahora había espacio para que un hombre se deslizara con cuidado. Dallas fue el primero en entrar, cautelosamente seguido por Ripley. Ash entró el último; rápidamente tocó una palanca e hizo que la puerta se cerrara tras ellos.

Permanecieron muy unidos frente a la puerta, escudriñando la habitación. Ni la menor señal de la criatura. Dallas se mordió los labios y luego emitió un ligero silbido. Eso no afectó a la criatura, pero hizo que Ripley riera nerviosamente.

Examinando los lugares ocultos, Dallas echó a caminar hacia un gabinete. Aquel parecía un escondite excelente. Pero una inspección minuciosa del interior solo mostró abastecimientos médicos, bien arreglados, intactos.

Si se proponían atrapar a la criatura con otra cosa que sus manos, necesitaban algo sólido. Dallas escogió el primer objeto de buen tamaño que vio, una bandeja de acero inoxidable. Al volverse para echar a andar, tuvo plena conciencia de que si la criatura se sentía amenazada, podría abrirse paso a través de aquella bandeja tan fácilmente como de las manos de Dallas. Pero su peso le daba confianza.

Ash estaba inspeccionando el rincón opuesto de la enfermería. Ripley llegó a aburrirse junto a la puerta. La cerró, entró y miró bajo la plataforma que sostenía a Kane, pensando que la criatura acaso se hubiese aferrado a la parte baja. Cada músculo del cuerpo de Ripley estaba tenso, dispuesto a saltar al menor vislumbre del pequeño invasor. No sintió más que alivio cuando vio que la parte baja de la plataforma estaba vacía.

Enderezándose, pensó dónde buscar enseguida. Al hacerlo, rozó un mamparo. Algo sólido aterrizó sobre su hombro. La cabeza de Ripley giró y se encontró mirando, a unos cuantos milímetros, unos largos dedos esqueléticos, y un ojo gris como un cabujón.

De alguna manera, logró emitir un solo grito. Sus músculos se relajaron, y ella se contrajo terriblemente. Al hacerlo, la criatura cayó pesadamente sobre el suelo. Allí permaneció, inmóvil.

Dallas y Ash habían acudido a toda prisa al oír su grito. Ahora, los tres contemplaban aquella forma inerte, a sus pies. Los dedos se habían contraído, y parecían, de manera horrible, la mano de un muerto. Tan solo los dedos extras, la cola y el ojo muerto, sin párpados, rompían aquella ilusión.

La mano derecha de Ripley yacía sobre su hombro, donde aquella cosa se había depositado. Estaba inhalando aire; la adrenalina brotaba de todo su sistema. Aún podía sentir sobre su cuerpo el peso del ser extraño.

Estiró entonces su pierna con la bota, y tocó al ser extraño, que no se movió ni opuso resistencia.

Además de la parte del brillo del ojo, la piel, como de cuero, parecía encogida y seca. Ripley volvió a empujarla con el pie y le dio vuelta. El tubo se destacaba en medio de la palma, casi completamente encogido.

—Creo que está muerto —dijo Dallas, estudiando aquel cadáver no previsto un momento antes. Luego levantó la mirada hacia Ripley—. ¿Estás bien?

La lengua y la laringe de Ripley volvieron a la vida.

—Sí. No me hizo nada. Creo que ya estaba muerto cuando cayó sobre mí.

Ripley avanzó hacia un gabinete abierto y escogió un largo fórceps de metal. Un toque a los dedos encogidos no provocó ninguna reacción, tampoco un piquete en el ojo. Dallas mantuvo en alto la bandeja. Con el fórceps, colocó en ella al extraño ser petrificado y rápidamente cerró la tapa brillante.

Se dirigieron a una mesa cercana. El ser extraño fue cuidadosamente tomado de la bandeja y colocado en la superficie lisa. Ash enfocó sobre él una luz brillante. La iluminación intensificó la palidez repugnante de la cosa. Ash escogió una pequeña sonda y con ella empujó y picó a la cosa, que no opuso resistencia.

—Miren esas ventosas.

Con la sonda indicó la serie de pequeños y profundos agujeros alineados en el interior de la palma de la criatura. Se extendieron completamente a su alrededor.

—No me sorprende que no pudiésemos quitársela a Kane; entre esto, los dedos y esa cola que tenía alrededor del cuello…

—¿Dónde está la boca? —dijo Dallas, que tuvo que apartar su mirada del ojo único. Aun en la muerte, la órbita poseía una especie de atracción hipnótica.

—Debe ser ese órgano como un tubo, allí arriba. Eso es lo que le había metido por la garganta. Pero nunca dio ninguna señal de alimentar.

Con la sonda, Ash volteó al ser extraño sobre su dorso. Con el fórceps tomó el tubo, y por la fuerza lo arrancó parcialmente de la palma. Al sacarlo, una mayor parte del tubo cambió de color, para ponerse uniforme con el resto del cuerpo.

—Se endurece en cuanto entra en contacto con el aire —dijo Ash, que luego movió la minúscula forma sobre un cristal, la colocó bajo la lente y ajustó los controles. En unas pequeñas pantallas aparecieron unos números y palabras, cuando Ash oprimió cierto botón.

—Eso es todo —informó a los demás—. Se acabó, está muerto. Ninguna señal de vida. Quizás no sepamos mucho acerca de él, pero no es tan extraño que no podamos determinar si está vivo o muerto.

El hombro de Ripley le produjo un cosquilleo.

—Muy bien, librémonos de él —dijo.

Ash levantó la mirada y la contempló, incrédulo.

—Estás bromeando, desde luego; muy chistoso.

Ella sacudió la cabeza.

—¡Claro que no!

—Pero… tenemos que llevar esto —dijo Ash, con voz excitada—. Es nuestro primer contacto con una criatura como esta. No hay nada semejante en nuestros catálogos, ni siquiera los hipotéticos. Se debe hacer con él toda clase de pruebas.

—Muy bien —dijo Ripley—. Entonces haz tus pruebas y luego nos desharemos de él.

—Requiere todas las instalaciones de un laboratorio biológico completamente equipado. Yo solo puedo registrar los detalles más someros de su construcción y composición. Ni aún puedo empezar a hacer suposiciones sobre cosas tan críticas como su historia evolutiva. No podemos arrojar uno de los más grandes descubrimientos xenológicos de la última década como si fuera un pedazo de basura. Yo, personalmente y en mi capacidad de oficial en ciencia, protesto. Y Kane haría lo mismo.

—Esa cosa emitió ácido y casi perforó un agujero a través de la nave —dijo Ripley, señalándola con un movimiento de la cabeza—. ¡Dios sabe lo que podrá hacer ahora que ha muerto!

—No ha hecho nada —replicó Ash—. El fluido acídico probablemente ha sido absorbido por las células muertas y ha perdido toda fuerza. No ha hecho nada.

—Aún no.

Ash dirigió una mirada implorante a Dallas:

—No se ha movido, ni resistió cuando lo picamos por todas partes, aun en el ojo. Nuestros instrumentos dicen que está muerto, y en mi opinión bien se puede suponer que no es un zombie. Dallas, tenemos que conservar este espécimen.

Cuando Dallas no respondió, Ash siguió hablando.

—Por una parte, si no podemos sacar del coma a Kane, el equipo médico que va a tratarlo necesitará la criatura que le indujo ese estado. Si la arrojamos, también estaremos arrojando el secreto para reanimar a Kane.

Finalmente, Dallas habló:

—Tú eres el científico. Es tu departamento, y la decisión depende de ti.

—Entonces, está tomada —dijo Ash, echando una mirada de codicia a su adquisición—. La sellaré en un tubo de estasis. Esto anulará toda posibilidad de revivir. Podemos encargarnos de él.

—Eso fue probablemente lo que pensó Kane —murmuró Ripley.

Dallas le dirigió una mirada, y ella apartó la vista.

—Supongo que aquí hemos dado cuenta del monstruo —dijo ella indicando la plataforma—. ¿Y qué me dicen de Kane?

Ash volvió su rostro para contemplar la camilla. Tras un breve examen del ejecutivo y un estudio de su rostro marcado por las ventosas, el científico activó varios instrumentos en el tablero médico. El automédico hizo varios ruidos, y empezaron a aparecer datos.

—Tiene fiebre.

—¿Muy alta?

—No, nada que su sistema no pueda absorber. La máquina le reducirá la temperatura. Aún está inconsciente.

—Eso podemos verlo.

Ash levantó la mirada hacia Ripley.

—No necesariamente; podría estar dormido, lo que es distinto.

Ripley iba a contestar, pero fue interrumpida por una airada respuesta de Dallas:

—Ustedes dos, basta ya de peleas.

Como si no tuviera bastantes problemas, ahora debía enfrentarse a una tensión entre miembros de la tripulación. Considerando la tensión mental que todos habían padecido recientemente, podían esperarse tales conflictos, pero Dallas solo toleraría el mínimo necesario. Un antagonismo abierto era algo que debía evitar a toda costa. No tenía tiempo de enfrentarse con camarillas que «congelaran» a alguno.

Para que Ash dejara de pensar en Ripley y viceversa, volvió la conversación hacia Kane.

—Inconsciente y con fiebre ligera. ¿Algo más?

Ash estudió sus datos:

—Nada que aparezca aquí; sus signos vitales siguen siendo fuertes.

—¿Tu pronóstico a largo plazo?

El científico vaciló.

—Yo no soy médico; el Nostromo no es lo bastante grande para llevar uno.

—O lo bastante importante. Eso ya lo sé. Pero tú eres lo más parecido a un médico que tenemos. Simplemente, deseo tu opinión. No pasará a la bitácora y, ciertamente, no te haré responsable.

Su mirada se volvió hacia Kane, compañero de tripulación y amigo.

—No quiero parecer demasiado optimista —dijo Ash lentamente—, pero basado en su estado actual y en lo que me dicen los monitores, me atrevo a decir que saldrá adelante.

Dallas sonrió, y luego asintió con la cabeza lentamente:

—Ya es bastante. No habría podido pedir más.

—Espero que tengas razón —añadió Ripley—. A veces estamos en desacuerdo, pero esta vez espero que tengas razón.

Ash se encogió de hombros.

—Quisiera hacer más por él; pero, como lo he dicho no estoy preparado para esto. Queda en manos del automédico. Precisamente ahora estaba recibiendo algunos datos extraños, pero no hay ningún precedente para que la máquina pueda atacar. Todo lo que podemos hacer es esperar hasta que descifre lo que le hizo la criatura extraña. Entonces podrá prescribir y comenzar un tratamiento.

Súbitamente pareció desanimado.

—Desearía estar calificado en el aspecto médico. No me agrada esperar a las máquinas.

Ripley pareció sorprendida.

—Es la primera vez que te oigo decir algo contra la máquina, Ash.

—Ninguna máquina es perfecta; debieran ser más flexibles. Necesitamos aquí un hospital completo, no simplemente este pequeño automédico. No ha sido designado para enfrentarse a algo como… bueno, como este ser extraño. El problema puede estar por encima de su capacidad. Como cualquier máquina, simplemente es tan eficaz como la información programada en ella. Quisiera saber más de medicina.

—Esta también es la primera vez que te he oído expresar sentimientos de inadecuación —le contestó Ripley.

—Si no se sabe todo, siempre se siente uno incompetente. No veo cómo podría uno sentirse de otro modo —dijo Ash, contemplando de nuevo a Kane.

—Ese sentimiento se amplifica cuando el universo le pone a uno frente a algo que está totalmente fuera de la propia experiencia. Si no tengo conocimientos para enfrentarlo del modo adecuado, entonces me siento impotente.

Maniobrando cuidadosamente con el fórceps, levantó al ser extraño con dos dedos y lo transfirió a un largo tubo transparente. Oprimió entonces un control colocado en el interruptor del tubo, y lo selló. Un resplandor amarillo llenó el tubo.

Ripley había observado con mirada intensa todo el procedimiento. Casi esperaba que la criatura de pronto se disolviera para escapar del tubo de estasis y los amenazara a todos. Finalmente convencida de que ya no la amenazaría más que en sus pesadillas, dio vuelta y se encaminó a la salida de la enfermería.

—No sé qué opinen todos ustedes —dijo por encima de un hombro—. Pero a mí me vendría bien un poco de café.

—Buena idea —dijo Dallas, y luego miró a Ash.

—¿Te quedarás aquí solo?

—¿Quieres decir solo con esto? —repuso Ash, señalando con un pulgar en dirección del recipiente sellado, y respondió—: soy un hombre de ciencia. Cosas como esta aceleran mi curiosidad, no mi pulso. Me quedaré bien, gracias. Si algo ocurre o si el estado de Kane muestra señales de cambio, les avisaré inmediatamente.

—Hecho.

Dallas miró a Ripley, que esperaba.

—Busquemos ese café.

La puerta de la enfermería se deslizó silenciosamente tras ellos y echaron a andar hacia el puente, dejando que el automédico se encargara de Kane, y que Ash trabajara con el automédico.

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