Alice in Wonderland

Alice in Wonderland


Alice in Wonderland

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La villa estaba situada en el campo, cerca de una colina. El pequeño sendero de entrada antes de la casa estaba sin vegetación. Había tan pocas plantas y flores que no veían a un jardinero desde la antigüedad.

La puerta principal de la villa tenía la pintura descascarada y arruinada por el clima.

Wade dio un paso adelante y tocó a la puerta, esperando una respuesta.

Nos quedamos en el umbral, respirando una atmósfera surrealista. Parecíamos los únicos en visitar ese lugar, más o menos, desde el mismo tiempo del jardinero.

La puerta chirrió y, finalmente se abrió lentamente. Unos dedos delgados y curvados surgieron desde la jamba. Al darnos la bienvenida vimos un rostro demacrado y triste, como las plantas en el jardín. Descolorido por el tiempo y por algún tipo de dolor.

"¿A quién desean ver?" Comenzó la anciana mujer con el cabello graso y descuidado.

Mi cabeza se inclinó hacia el interior de la puerta. "Alice Liddell, señora. ¿Aún vive aquí? "

"Me temo que sí," murmuró.

Era el turno de Rupert. "Bueno, bueno, bueno, ¿podemos hablar con ella?"

Ella se puso muy ácida. "¿Para decirle qué?"

"Disculpe, señora. Somos viejos amigos de Lewis Carroll, "intervine con timidez. "Nos gustaría hablar con la señora Liddell sobre el escritor."

No sentí ninguna necesidad de decirle que éramos los personajes de su libro. No, en absoluto. Sobre todo, por el hecho que no sabíamos quién era esa mujer.

La mujer se llevó una mano a la sien. "Charles... todo lo que sabía de él ha sido comentado en varios periódicos de Londres. ¿Qué más quieren? "

"¿Usted lo conocía, entonces? ¿Usted sabe decirnos dónde podemos encontrar a Alicia? "

Nos miró con resignación. "Yo soy Alice Liddell."

Sentí un golpe agudo en el pecho. Esa mujer era Alice, increíble. Sí, sabía que había crecido; Sin embargo, nunca habría imaginado de verla tan vieja y cansada. Se veía como un árbol sin hojas y sin fuerzas vitales. Y se estaba apagando.

Nos hizo pasar. También el ambiente interior me decepcionó. Era el perfecto reflejo de la sombra que nos había recibido en la puerta. Una casa desnuda, triste, pobre. Un olor a naftalina y moho jadeaba por la habitación, como si tuviera una vida propia, porque a veces era insoportable y a veces vagamente soportable.

Nos hizo sentar en una mesa toda desvencijada, roída hasta los pasadores por las termitas.

"No puedo ofrecerle té porque vendí el servicio bueno. Vendí también el de todos los días. Y aunque lo hubiera, no podría ofrecérselo como quiera, terminé las bolsas de té”.

Estaba claro que la mujer estaba en miseria. Me parecía extraño, ella era Alice Liddell.

Alice nos informó que, tras la muerte de sus padres, se habían producido muchas otras desgracias en su vida. La muerte de su marido y de dos de sus hijos. Se encontraba en ese estado, porque nadie se preocupaba por ella y había tenido que completar diversos gastos. Vivía con el último de sus hijos, Caryl.

"Ah, no hagan caso al estado en que se encuentra la casa." Miró de un lado al otro de la modesta sala de estar. "He recibido una oferta por la primera copia de Las aventuras de Alicia en el Bajo suelo. Charles me lo regaló cuando era pequeña. Creo que la podré vender en unas quince mil libras. Y entonces, sí que los invitaré a regresar. Entonces, ¿qué me querían preguntar? “Se sentó en la silla que crujió.

La miré fijamente durante mucho tiempo, preguntándome si también mi existencia iba a ser la misma si me hubiera quedado en el mundo real. No hubiera podido soportarlo. Ella a lo mejor no había tenido posibilidad de escoger, pero yo sí. Ya no tenía ninguna duda sobre mi viaje de regreso, no quería terminar como ella.

Por un momento tuve la idea de llevarla con nosotros en Wonderland. Pero pensé que no podía hacerlo, ya que Alice había inspirado el libro, pero nunca había sido parte de él. ¿Y si su entrada hubiera reducido en cenizas a nuestro mundo o algo así? No podía correr el riesgo. Además todavía tenía a su hijo allí con ella y, a su edad, un choque como la revelación de la existencia del País de las maravillas podría ser fatal.

Pero tenía que admitir que, a pesar de todo, en sus ojos había aún un brillo de victoria, de energía. El valor de un ser humano se mide por la fuerza que necesita para levantarse después de cada caída. Caer es como un rendirse y la verdadera victoria es levantarse otra vez, incluso si todo a tu alrededor ya está perdido. Alice demostraba plenamente todo eso. Fue suficiente un pequeño destello en sus ojos.

Edmund pareció percibir mis mismas sensaciones porque la observaba con admiración y, al mismo tiempo, angustia. ¿Y si en su cabeza se estaba imaginando que yo me iba a quedar así en un futuro? ¿Y si estaba pensando que yo, en realidad era la Alicia equivocada? Pero no... Nosotros crecimos juntos. La verdadera Liddell nunca lo había conocido. Me encontré a albergar celos hacía una mujer que podría haber sido su abuela.

Le sonreí. "Nosotros, bueno... necesitaríamos de un objeto que le regaló Lewis, o Charles, como usted prefiera. "Me di cuenta que para ella Lewis nunca había existido, siempre había sido sólo Charles, el hombre que contaba a las pequeñas Liddell increíbles historias." ¿Qué objeto?"

"Estamos dispuestos a pagar por él", agregó Rupert.

"Sí, pero ¿qué?"

"Un espejo".

"¿Ustedes también?"

"¿Qué quiere decir con ustedes también?", pregunté.

"Ya vino alguien a comprarlo. Se lo vendí a él. "

"Adivinen quién..." dijo Edmund, con sarcasmo.

"¿Pero cómo pudo venderlo?", dijo Wade.

"Me ofreció una buena cantidad de dinero, además no necesito espejos que reflejen la miseria de mis días. Lo vendí, como era justo que hiciera."

"¿Puede describirnos a ese hombre?", preguntó Lawrence.

"¡Oh, pero vamos! ¿Por qué es tan importante? "

"Por favor. ¿Pudiera decirnos a quien se lo vendió? ", le pregunté nuevamente.

"No me acuerdo de su cara. Es todo tan confuso en mi mente. Y les digo la verdad, no estoy mintiendo".

Me di cuenta de que Alice estaba diciendo la verdad. Nos miramos entre todos y, al mismo tiempo ya teníamos la solución que Edmund había intuido antes que todos.

El espejo lo había comprado Algar. Él lo sabía desde el principio.

No era cierto que ya no lo volvería a ver. ¿Quién nos iba a regresar al portal, de lo contrario

Capítulo 25

Lasciammo casa Liddell e dopo un viaggio tortuoso tornammo Salimos de casa Liddell y después de un complicado viaje regresamos al laboratorio de Rupert, en Londres.

Tan pronto como entramos por la puerta, recibimos una sorpresa inesperada. Leonard, la liebre marzolina, y todos los demás compañeros de Wonderland habían regresado.

"Hemos escuchado tu llamada. Nos despertamos del letargo y nos acordamos de nuestros orígenes. Afortunadamente sabíamos dónde encontrar a Rupert y el caso quiso que estuvieran ustedes también", dijo Leonard. Me había hecho mucha falta, él era uno de los locos. Olía a cuero y ceniza. Esos aromas picantes me sacaban hasta las fosas nasales, eran tan fuertes como para sugerir a mi mente la imagen de él sentado, fumando una pipa y curtando las pieles de los cinturones de cuero. Leonard nos habría comentado después que había encontrado trabajo como zapatero y curtidor. Él, que odiaba la caza de zorros y más de las liebres.

Dio un salto y se lanzó sobre Edmund, abrazándolo con entusiasmo.

"Mi amigo", exclamó.

Los ojos de Edmund se humedecieron de emoción.

"Hey, aquí estoy yo también", dijo, bostezando Gaylord, el Lirón.

"¿Qué tal... una taza de té?" Sugirió la liebre.

"No les permito usar mi servicio", dijo Rupert.

Todos nos reímos.

Ver todas sus caras me llenó de determinación. Ahora tenía una razón más para volver a casa, como si las mías ya no fueran lo suficientemente convincentes. Pero tenía que hacerlo por ellos. Les contamos de nuestro viaje y todas las vicisitudes que tuvimos que enfrentar, hasta llegar a Algar y el espejo.

"Bueno, vamos por él entonces," sugirió Leonard.

Edmund era inusualmente silencioso, tenía su puño cerrado contra su barbilla y tenía la mirada perdida. No quería tener otro enfrentamiento con Algar. Lo peor era no sólo la rivalidad que había estallado entre los dos, si no el hecho de que, un tiempo habían sido buenos amigos.

Por fin ya no tenía momentos vacíos en mi mente y todo estaba claro para mí, como si observara desde el vidrio impecable de un cristal. Entendí todo su resentimiento, su aflicción y su odio. Porque yo también los tenía. Yo albergaba sentimientos diferentes y no podía racionalizar nada. Quién decía que todo sale desde la cabeza no había contado con el corazón. Nada es manejable con la mente si esa está luchando contra el alma. Y la mía estaba en las garras de una violenta guerra.

Me acerqué al Sombrerero y lo abracé. Sin mirarme en la cara, me tomó la mano y se la llevó a su pecho.

Mis compañeros decidieron que algunos de ellos iban a regresar a Villa Carroll para recoger el espejo, por las buenas o las malas. Yo estaba preocupada. A pesar de todo, no quería que lastimaran a Algar.

El laboratorio y la casa de Rupert rebosaban de máscaras de Wonderland, tanto que algunos de nosotros se adaptaron a vivir en otros alojamientos. Posadas, en su mayoría.

Esa noche Edmund y yo hablamos por mucho tiempo y lloramos juntos.

"¿Qué vas a hacer entonces?"  Me preguntó él, apoyando los codos en el parapeto de la claraboya.

Las estrellas eran encantadoras en ese cielo de primavera con olor a esperanza.

"¿De qué estás hablando?"

"Bueno, ahora ya te acordaste de todo ¿verdad?"

"Sí, ¿y con eso?"

"Me preguntaba... Alice, ¿tú lo amas? Vi tus ojos mientras te estábamos alejando de él. Te lo ruego, no me mientas”.

El tiempo se detuvo. Las lágrimas se detuvieron entre la conciencia y el espíritu de conservación. Hubiera podido decirle que no, pero no podía mentirle. Podía engañar a Lewis, a Algar, a Rupert, pero no a mi Sombrerero.

Me acerqué a él y tomé sus manos entre las mías. "Mira, Ed, no sé cómo pudo suceder. Pero sí, yo lo amaba. Algar ha creado una realidad alternativa en la que yo podía vivir con él el amor que yo tengo para ti. Bajo el techo de la Villa Carroll, para mí él era solo un amigo. Pero ahí afuera, en el mundo donde todos estábamos desnudos y expuestos, las cosas cambiaron. No porque yo lo quisiera, sino porque yo no recordaba nada de mi pasado. Ahora es diferente. Y créanme, ahora siento ira absoluta hacia él. Se robó el amor que era para ti".

"¿Alguna vez te besó?"

Di un grito ahogado. "Ha pasado, sí."

De repente retiró sus manos y volvió la espalda hacia mí.

"No es mi culpa, ¿puede entenderlo? Yo estaba hechizada por su opio azul y cada vez pensaba en vivir una vida que no era la mía”.

"Pero, ¿cómo pudiste olvidarte de mí?"

"¡No lo sé!"

"Tú lo has dejado entrar en tu corazón, dejándome a mí."

"Santo cielo, Edmund, no digas tonterías! Sólo piensa en esto: cada vez que me encontraba con él en cada una de mis nuevas vidas, no recordaba nada de él. Entre nosotros ha sido suficiente un solo roce. Recuerdo el primer día en la sastrería de Masetti. Desde ese entonces te convertiste en mi obsesión y la razón que me llevó a escaparme de casa de los Richardson, a pesar de amarlos. Y ha sido suficiente que te tocara apenas para que todo regresara a mi mente. Ya ves, ¿ahora entiendes la diferencia? Siempre nos hemos pertenecido, desde la primera salida de tinta de la pluma de Charles. Nos pertenecemos incluso antes de encontramos ".

"Pero todavía lo amas, ¿verdad?"

"El amor en todas sus formas no se disuelve como la nieve en la primavera. Sí, amo lo que me dejó. Me encanta el Algar de mis recuerdos. Pero la ira prevalece, y el amor es para ti".

"Si él no te hubiera mentido y no te hubiera plagiado, ¿te hubieras podido enamorar de él? ¿A quién hubieras amado? "

Me sentí con la espalda contra la pared. Traté de mantener la cabeza fría y ofrecer una respuesta sincera pero, en realidad, no tenía respuestas. Yo hubiera elegido a Edmund, con toda probabilidad. Pero el condicional no era insignificante. Si él no me hubiera mentido, ¿a quién habría elegido?

Era todo muy complicado. Resuélvelo hubiera dicho Algar. Eso es correcto.

Ah, si la verdad tuviera el mismo sabor de la ilusión... tener una vision tan clara de todo, paradójicamente, me confundía.

Me demoré quizá demasiado porque Edmund miró hacia abajo y empezó a alejarse. "¿Nunca te lo he dicho?..."

"¿Qué?"

"Alicia, ¿qué tienen en común un cuervo y un escritorio?"

"¡Pero eso que tiene que ver? No lo sé”.

"Usa tu imaginación."

"No sé." Tamborileé los dedos sobre mi barbilla. "Vamos a ver, el cuervo tiene las plumas y las plumas se utilizan para escribir, ¿tal vez sobre un escritorio?"

Él negó con la cabeza.

"Um, ¿el cuervo habita entre los árboles y el escritorio es de madera? No, esa solución era pésima. Ah, tal vez tiene algo que ver con Edgar Allan Poe? Él escribió ¿El cuervo sobre un escritorio? Por supuesto que sí. ¡Oh, vamos!  Dímelo tu".

Él sonrió, sacudiendo sus rizos. "Nunca existió ninguna solución. Como no existe ninguna para el amor. Te amo, Alice”.

Un terremoto sacudió el polvo de mi corazón y derritió mi alma en un mar de lágrimas.

Sollocé.

"Te amo cómo el temporal ama el otoño. Como la nieve ama el invierno. Como la abeja ama la primavera. Te amo de esta manera y en un sinnúmero de otras para las cuales no encuentro palabras adecuadas".

Levantó los ojos y me miró intensamente. Me vi temblar como una caña que vibra a la corriente del río. Me abrazó. El fuego líquido emitido por ese abrazo disipó cualquier tipo de duda.

Éramos dos cerillos prendidos en la oscuridad de la noche.

Capítulo 26

Rupert, Wade y los gemelos colocaron el Flujo Dimensional en el laboratorio.

Leonard, Lawrence y los demás habían ido a la Villa Carroll para recuperar el espejo.

Me habían preguntado si quería acompañarlos, pero yo no tenía el corazón para hacerlo. Además, no quería dejar a Edmund otra vez.

Al día siguiente, los chicos regresaron satisfechos con el portal.

"Veo que no han tenido muchos problemas para recuperarlo, ¿eh?", preguntó Wade.

"Más de lo esperado. Nos esperábamos que Algar hiciera resistencia. Al contrario... "

"¿Al contrario?"

"Ni siquiera estaba en casa. La puerta de la villa estaba abierta. El espejo estaba en el pasillo, apoyado en contra de la pared. En el suelo había esto. "Leonard sacó una nota desde el bolsillo de su chaleco y lo entregó a Rupert, que se puso las gafas.

Leí desde su hombro y reconocí la cuidadosa y lucida letra de Algar. Ahogué un sollozo.

La carta decía: Aquí está, se los dejo. Ya no dañaré a nadie más de ustedes. Vuelvan a Wonderland y no se preocupen por mí.

P.D. Alicia, todavía tienes tiempo para elegir... recuerda lo que fuimos. Sólo esto cuenta.

Edmund quitó el papelito de las manos de Rupert y la arrancó. Yo no lo podía culpar.

Me miró y yo lo tranquilicé con una sonrisa.

Por fin pude ver el espejo-portal. Era de forma ovalada y alto, más o menos unos sesenta centímetros. El marco estaba incrustado en madera y recubierto con elegantes hojas de oro. Un regalo bonito, si no se toma en consideración el inmenso poder oculto bajo la superficie.

"Oye, ¿pero sí están seguros que sea el verdadero espejo y que Algar no nos haya puesto una trampa?" Sugirió Wade.

"Veremos", dijo Rupert, que colocó el objeto sobre un caballete.

Dio un paso atrás y nos pidió hacer lo mismo. Se acercó a la maquinaría de Tesla y puso la mano sobre el botón de prendido.

Todos nos quedamos en silencio, esperando el momento en que todo empezara.

Tragué saliva y evité las lágrimas de conmoción.

"Cúbranse los ojos", nos dijo Rupert.

Y así le hicimos, escondiendo la vista con las gafas. Quien no las tenía usó las manos.

"¡Ok vamos!" Exclamó nuestro inventor, bajando la palanca. Un zumbido eléctrico recorrió el cilindro de cobre y explotó en la parte superior, dilatándose a través de la lente. El espejo fue golpeado en el centro por un haz de luz intensa. La superficie comenzó a agrietarse y balancearse.

Por último, el portal se abrió por completo.

"Casa", Lawrence suspiró, por la conmoción se había traído un pañuelo.

"Eres un chiflado", lo regañó Wade. "Entonces, ¿cómo sabemos si se trata de Wonderland?"

"Pon adentro tu cabeza y dale una mirada", sugirió Leonard.

"Un momento," dijo Rupert. "Nadie de nosotros va a atravesar el portal antes que Alicia."

Wade hizo una sonrisa que no había visto desde hace años. La súper risa le decíamos. La hacía cuando estaba muy contento por algo más allá de todos los límites. Bueno, íbamos a regresar a casa, por eso estaba tan contento. "Ah, bueno, es justo, antes las mujeres." Hizo una reverencia.

"No es por caballería. Wonderland no existe sin Alicia. El universo tomará forma solo cuando ella ponga un pie allí”.

Rupert tenía razón, Morgan nos los había dicho.

Tomé valor y, agarrando la mano de Edmund, me acerqué al espejo. Estiré los dedos hacia la superficie que parecía líquida y obscura, como el mar en la noche. La toqué con la punta del dedo, y sentí frío en todo el cuerpo. Hice lo mismo con los otros dedos, hasta que mi mano fue por el otro lado. La sensación de frío desapareció.

"Vamos, Alice. ¿Qué hay más allá? "Los ojos de Edmund temblaban de emoción. Ahora él también quería regresar a casa, Algar ya no era una amenaza.

Acerqué mi rostro y por primera fue la nariz para tocar la superficie. Luego fue el turno de los labios, la barbilla, y finalmente entré como cuando alguien se hunde bajo el agua. Pero no totalmente, sólo la cabeza.

Y lloré de alegría porque lo que veían mis ojos era exactamente Wonderland. Las flores cantaban y cuando me vieron, se regocijaron: "Alicia, Alicia está de vuelta"

"¿Quién?"

"Alice, Clavel".

"¿Hablas en serio, Margaret?"

"Sí, ¡es Alicia. Mírala!"

"Pero es menos Aliciosa."

"No, es siempre Aliciosa. Tal vez sea más alta".

"¿Demasiadas galletas crescintempo?"

Sus voces se sobrepusieron. Me había olvidado de cuanto ruido hacían.

Una libélula-caballo se posó en mi nariz. "¿Tu eres Alice?" Me preguntó.

Los árboles de corteza azul, púrpura y rosa se agitaron e hicieron bailar sus hojas para mí. Me acariciaron el rostro y casi me hicieron estornudar.

En la distancia se encontraba el castillo de Elfrida y un líquido sol flotaba en un cielo sin nubes.

Moví mi mirada a la dirección de otro ruido agitado. Sobre un arroyo brincaban pequeñas ostras. "Alice, te echamos de menos," dijo una. En coro llamaron mi nombre y me sentí mareada.

Un resplandor blanco casi me cegó, la luz de un unicornio brillaba detrás de los árboles. "Te estábamos esperando", dijo a mi mente.

"¿En serio, me echaron de menos?"

"Sí. Estábamos perdidos en otros mundos. Tan pronto tus dedos han tocado el espejo, un torbellino nos ha traído de regreso hasta aquí”.

Ellos también se habían ido a otro lugar. Era cierto. Ese lugar existía sólo conmigo y para mí.

Miré a mí alrededor en éxtasis, todo estaba como lo había dejado desde niña. No pude quedarme mucho tiempo así, quería de inmediato que mis amigos lo supieran.

Salí y exclamé. "Amigos, nos vamos de regreso a la casa."

Edmund lanzó su sombrero en el aire, Wade brincó a un metro del suelo y los gemelos dieron un salto mortal. Estábamos listos, todos.

Me volví hacía Rupert, con el corazón pesado, pesado. Él levantó la nariz arrugada incluso en este momento. Sus ojos de color rosa me miraban con alegría y, al mismo tiempo, una tristeza infinita.

"¿Estás seguro de que no quieres volver?", Le dije, abrazándolo.

"No totalmente, hija."

"Entonces ven conmigo!", Lo estiré de la manga.

"No, déjame aquí. Déjame intentar vivir la vida que soñaba entre los setos de Wonderland. Déjame descubrir, conocer. Permíteme cruzar los límites de los hombres. Y permíteme cambiar sus vidas. Pudiera llegar a ser un gran inventor".

"Lo sé, Rup ..."

"Soy un ser humano ahora y quiero evolucionar. No hay evolución en Wonderland. Nadie de ustedes envejecerá, nadie de ustedes cambiará. No puedo adaptar eso. La mejor metamorfosis es aquella que involucra una mera búsqueda de conocimientos. Es la propensión hacía el saber que nos permite evolucionar. Seríamos cascaras vacías sin conocimientos. Bueno, aprender es mi felicidad, mi fe. "

Él sollozaba mientras hablaba y lo abracé. “Te voy a extrañar, Conejo blanco" susurré.

"Yo también, Marianna. Acuérdate de mis guantes ", bromeó, guiñándome el ojo.

Todos pasamos a saludarlo y me preparé para entrar.

"Edmund, no me sueltes la mano. Entra junto conmigo”.

Él asintió con la cabeza y me apretó lo más fuerte que pudo.

Toqué la superficie del espejo y esta vez hice un brinco y me lancé adentro de él. Edmund me siguió y nos caímos en la hierba húmeda y verde. Nos quedamos abrumados por los colores y la vitalidad de nuestra tierra. Sobre los árboles florecieron flores y hojas de color púrpura, amarillo, rosa y naranja. Las flores se agitaron y volvieron a cantar.

Un erizo pasó en frente de nosotros. "Ya era hora", dijo, rodando por la pendiente.

"Edmund, estamos en casa...”

"Sí, Alicia está de vuelta."

Nos abrazamos y nos sentimos en el lugar perfecto, en el momento perfecto. Algo raro para nosotros dos.

Nos giramos hacia el espejo, esperando a los demás. "Vamos, muchachos. ¿Wade, Lawrence? "

Tuvimos que esperar varios segundos. Mi corazón dio un vuelco. ¿A lo mejor habían cambiado idea? El espejo se puso rígido y se convirtió en una placa de cristal impenetrable.

Toqué con los puños, pero no pasó nada.

"Y, el paso...”

"¿Qué?"

"¡Está cerrado!"

"¿Qué dices?"

Se acercó a mí y empezó a patear en contra del vidrio.

"Vamos a intentarlo otra vez, Ed. No puede ser."

Pegamos hasta el agotamiento, hasta que nos desplomamos exhaustos en la hierba.

"¿Alicia que está pasando?", me preguntó una flor.

"Sí, ¿qué pasa?" preguntó otra.

"Cállate, geranio, estoy tratando de entender."

"Cállate, tu, Petunia. Explícanos, Alicia”.

Las flores me confundían. Me hubiera gustado más, creo, que no hablaran, como las del mundo de arriba.

Un triste presentimiento amaneció en mi corazón. Temía con todas mis fuerzas que la máquina se hubiera dañado, dejando a todos los demás afuera y a nosotros dos confinados allí, en un mundo a la mitad, que no podía existir sin ellos.

Capítulo 27

No tenía otra opción.

Al último momento la locura había prevalecido sobre la racionalidad. No podía permitir que Alice estuviera junto con Edmund y desapareciera para siempre de mí.

Yo les había hecho creer que me había ido, de haber dejado libre la tutela del espejo, hasta de haberle dado incluso mi bendición. Pero no.

Me había regresado a Londres y había llegado al laboratorio. Aprovechando de su distracción, entré desde la puerta secundaria. Yo tenía la llave, después de todo. Había robado el cilindro de latón de Rupert, cuando estaba en la aeronave. Era muy fácil actuar cuando todos estaban bajo los efectos del opio azul.

Estaba escondido detrás de una masa de escombros y había estado esperando el momento adecuado.

Cuando el rayo se había puesto en funcionamiento y Alice había atravesado el espejo con Edmund, yo había bajado la palanca para apagar los circuitos.

El rayo se había interrumpido, bloqueando el paso a través de la otra dimensión.

Iba a encontrar el sistema de sacar a ese loco desde Wonderland para quedarme solo con ella, por la eternidad. Nadie nos habría obstaculizado. Iba a inventar otro mundo y esta vez sería para siempre, porque Alicia ya no tendría los elementos para acordarse de los demás y, sobre todo de él. El vacío iba a secuestrar cada lugar y recuerdo. Mi plan podría funcionar.

* * *

"Ed, ¿qué hacemos?"

Vi sus ojos asustados y llenos de miedo. Lo abracé fuerte y él me acarició en la cabeza. "No sé."

"¡Pero tiene que haber una manera!" Me puse de pie y fui de nuevo hacía el espejo.

"¿Y si realmente vamos a estar confinados aquí para siempre?"

"Ni siquiera lo pienses. Nunca voy a renunciar. Encontraré un sistema para salir”.

"Alicia, Siempre me ha gustado tu obstinación."

"Tengo miedo..."

"Lo sé. Yo también. Los temores persisten en los castillos de nuestra mente, haciendo que se colapsen. No permitas que tus ansiedades te traicionen. Vamos a enfrentarlas juntos".

Me daba confianza y valor, incluso en el peor momento. Sólo su visión sabía aplacar la furia de mi corazón en ese momento. Me abandoné entre sus brazos, en las lágrimas.

Gota a gota, mis lágrimas cayeron, rozando el césped. La hierba parecía casi aliviarse con ellas.

Edmund me acarició la mejilla y recogió una lágrima sobre su pulgar. "Sigue llorando."

"¿Eres un estúpido? ¿Por qué? "

"Sigue llorando, te digo. Piensa en cosas terribles".

"Qué, enloqueciste de forma definitiva." ¿El cerebro se le había convertido en humo? O regresar a Wonderland lo había hecho enloquecer otra vez. Era la única razón plausible.

"¿Recuerdas cuando lloraste en el Submundo y tus lágrimas crearon un océano?"

"Entonces, ¿Y con eso qué?"

"Llora, Alicia."

Tenía realmente la sensación de que ese había sido un shock para él. Siempre me decía que no llorara, incluso cuando estábamos en Wonderland, ¿y en ese momento cuando estaba realmente desesperada me sugirió hacerlo?

"¿Todavía no entiendes?" Agarró mi cara entre sus manos. "Tus lagrimas pueden permitirnos regresar atrás."

"Eso es imposible."

"No, no lo es. Confía en mí y en la incorruptible irracionalidad de algunas cosas. Tienes que creer en lo invisible. Lo tangible no es necesariamente real. ¿Quién y qué lo determina? ¿Debes creer en los sueños y en la alegría que mueve nuestros días, en lo tentador de alcanzarlos. Cree en esto, Alicia. Y todo será posible”.

Esa era una de las razones por las que lo amaba. Era la maravilla que el mundo todavía no había descubierto. Ahora era él que no quería rendirse. Los papeles se invirtieron.

"Pero ¿cómo puedes estar tan seguro?"

"A veces, el instinto es el más razonable de las guías. Inténtalo".

Y así le hice. Seguí a llorar como no lo hacía desde que tenía siete años de edad. Seguramente tenía la cara roja, los ojos hinchados y un aspecto indeseable.

Mi cabeza explotaba, era como si toda la energía del Flujo Dimensional estuviera adentro de mi.

Para mi sorpresa, una tras otra, las lágrimas se juntaban, como gotas de mercurio. Un pequeño depósito de agua había florecido en la hierba.

"Vamos, Alice."

"¿Pero, cómo es posible?"

"Estamos en Wonderland, no te sorprendas."

Continué hasta que sentí que mis ojos se escapaban junto a las lágrimas y finalmente nos encontramos, paradójicamente a mirar un río de lágrimas.

"Ahora, tenemos que ir a través de él," sugirió él.

"¿Cómo sabes que esto va a funcionar?"

"No lo sé, pero tenemos que intentarlo. No perdemos nada, ¿verdad? "

Nos dimos la mano, inspiramos profundamente y nos sumergimos.

Ni siquiera tocamos el fondo, y salimos del otro lado del espejo.

Edmund tenía razón.

* * *

"Estábamos muy preocupados", suspiró Rupert.

"¿Qué pasó con la maquina?", Preguntó Edmund.

"Se apagó, no sé cómo. Estábamos ahora mismo yendo para prenderla otra vez".

"¿Y porque te tardaste tanto?"

"Por mis bigotes, dame el tiempo para hacerlo. Cuando nos dimos cuenta que el rayo se había apagado, tuvimos miedo que se hubieran perdido quien sabe en donde, y yo ya estaba para prenderlo otra vez".

"Rupert, nos quedamos horas allí adentro."

"El tiempo no tiene medida en donde no hay ninguna razón"

Un momento de realidad era una eternidad en Wonderland, o viceversa. Recordaba la concepción abstrusa del tiempo que teníamos todos nosotros. Puede ser por eso que Rupert había empezado a estudiarlo y medirlo en el mundo real.

Una voz salió desde el fondo del laboratorio. "Siempre tuviste miles de recursos, Alicia."

Mis pelos se levantaron, porque yo sabía a quién pertenecía esa voz.

Algar.

Capítulo 28

"¡Tu maldito!" maldijo Edmund, corriendo hacia él.

Algar levantó una cortina de humo azul, soplado desde su pipa, que nos ocultó la vista.

"No vayan adentro del humo o se dormirán," reprendió Edmund. Se ocultó la boca y cerró los ojos, avanzando en la niebla.

Yo lo vi perderse más allá de la pared impalpable y esperé que saliera ileso. De repente me encontré tomando parte para ambos. No obstante todo.

"¡Déjamela!" Gritó Algar.

"No estoy tan loco como para permitírtelo," gruñó Edmund.

Rupert me abrazó y yo sollocé.

"Voy a darle una mano", dijo Wade, que cubriéndose los ojos, entró para alcanzar al Sombrerero.

"No ahora, pero llegará un día en que ella me reclamará a mi" La voz de Algar fue rota por el esfuerzo.

"¡No!" Se opuso Edmund.

"Tú sabes que es la verdad. ¿Tienes miedo?, ¿verdad? El miedo es un preludio de lo que va a pasar ", y se burló.

Mientras tanto, la barrera de humo se estaba bajando. Mostrando los cuerpos de los dos que estaban luchando con furia.

Wade intervino. "¡Basta ya!"

Edmund cargó un puño, pero el Gato de Cheshire lo bloqueó.

"¿Por qué?"

"Tú no eres como él... estarías arrepentido toda la vida. Ya basta, Ed. "

Mostró una sonrisa siniestra. "Yo me encargo."

No pude resistir más. Enterré mi cara en el pecho del Conejo Blanco.

Wade agarró a la Oruga por el cuello y lo aseguró al firme agarre de los otros.

Me acerqué, con el corazón palpitante. No tenía fuerzas para hablar y sin embargo lo hice. Estaba enfadada y decepcionada. "Nunca pensé que ibas a actuar de esa forma, Algar. ¿Por qué querías romper el portal? "

Se quedó en silencio.

Y en ese momento no me acordé ni de los motivos de quererlo tanto.

Wade y Leonard lo ataron a un pilar con una gruesa cuerda de cáñamo.

"Seguramente así atado ya no molestarás a nadie", dijo Wade, pegándole un codazo en el estómago.

Yo hice una mueca, y estaba a punto de llorar de nuevo. Este no era nuestro fin. No teníamos que ser hostil uno con el otro. Miré Algar, con la cabeza hacia abajo y su pelo cayendo a cubrirle la cara. Los hombros caídos. En total resignación.

Rupert arrancó otra vez el Fluido Dimensional y nos invitó a cruzarlo de nuevo. Lancé una última mirada a Algar que me miró con malicia. Yo no entendí el porqué.

Saludé a mis compañeros, a la espera de poderlos abrazar nuevamente. El espejo burbujeó y me prepararé para atravesarlo, apretando la mano de Edmund.

Un golpe fuerte me empujó dentro del espejo, mis dedos perdieron su agarre. Edmund se quedó atrás.

Empecé a voltearme..

* * *

Fue fácil deshacerse de las cuerdas. Había sido suficiente quemarlas con el encendedor que tenía en mi bolsillo.

Levanté nuevamente mi cortina de opio azul y, sin que se dieran cuenta, se durmieron.

Me quedé en frente del espejo y, con lágrimas que salían desde los ojos, dije: "¡Oh, mía, o de nadie!"

Destruí el portal.

Alice desapareció.

Por siempre.

Cuando los otros se despertaron yo ya estaba lejos, con el espejo destruido colocado en una maleta.

Me hubiera gustado ir a París, tal vez.

Una sonrisa se dibujó en mi cara. Pero la complacencia fue corta porque me di cuenta de haberme portado como un monstruo, esa criatura aterradora que Alice siempre había pensado que yo no era.

¿Qué había hecho?

El amor nos reduce a un espectro de nosotros mismos.

El amor dobla la razón.

El amor es un asesino cruel.

* * *

No podía creer que Algar me hiciera esto.

Yo estaba relegada en el espejo, sin esperanza de poder salir. Era como si estuviera dentro de la taza de un pez. Veía Wonderland, pero no podía alcanzarla. Así como veía el supra mundo. Las imágenes bailaban ante mis ojos, como si estuviera borracha. Yo estaba en total desesperación y desolación. ¿Cómo y cuándo iba a poder salir de allí?

Sin embargo no me quería resignar. Las palabras de Edmund resonaban en mi cabeza. Yo no me iba a perder de ánimo hasta que no hubiera regresado con él.

Y había entendido algo: ya no me importaba volver a Wonderland, cualquier lugar donde está el corazón es como una casa. Edmund era mi hogar. Que viviéramos bajo un puente o en una casa de campo en ruinas, a envejecer como mortales o un mundo puramente inventado más allá del universo, ya no tenía importancia.

Él era mi raíz y mis alas.

Pero, por ahora yo estaba allí, suspendida entre dos mundos.

La ausencia de Edmund era más voraz que la soledad a la que estaba forzada. Pero sentía que esa situación era temporal. Y no me importaba el tiempo, incluso unos pocos segundos eran suficientes para probar el infinito, porque yo los llenaba de las palabras de mi Sombrerero.

El instinto me había llevado hasta allí, el corazón me habría llevado en cualquier parte.

Después de todo, yo podía hacer lo que quería.

Yo era todo.

Yo soy Alicia.

––––––––

FINE

Y si...

Edmund y los demás despertaron de la hipnosis del opio azul. El Sombrerero se levantó tambaleándose, miró a su alrededor y no reconoció nada. Cuando se recuperó por completo, caminó con pasos medidos en el ambiente circundante. Se quitó el sombrero y se pasó una mano por el pelo. "¿Dónde estoy?", se preguntó.

Se fue en dirección del caballete sobre el que se encontraba apoyado el espejo. Las agujetas de sus zapatos pisotearon algo. El sonido estridente de vidrio roto le hizo mirar hacia abajo. Se agachó y recogió un trozo de vidrio desde el suelo.

Al examinarlo se cortó el dedo. "Maldita sea!" maldijo.

Una gota de sangre cayó sobre la superficie.

Una voz lo llamó. "Edmund!"

Miró a su alrededor, pero nadie de los presentes podría haber dicho su nombre.

Era una voz femenina y distante, como si estuviera en el otro lado del mar.

Edmund tenía un mareo y una chispa estalló en su mente.

Fragmentos de recuerdos azotaban y quemaban su vista. Un destello blanco le cegó y, finalmente, todo regresó a la claridad.

Alicia estaba atrapada en el espejo.

¿Y si hubiera una oportunidad de sacarla de este fragmento? Corrió a despertar los otros que frotándose los ojos se levantaron.

"Por mis bigotes, ¿quién eres tú y qué es lo que quieres?", Dijo Rupert, todavía aturdido.

"Escúchenme todos", explicó Edmund. "Levántense y traten de recordar."

"¿Qué?", preguntó Wade, mientras se estiraba con la elasticidad de un gato.

"Yo, ustedes. Alicia”.

Un zumbido corrió entre sus cabezas. El fuego de un cañón los activó y de inmediato se acordaron de todo.

"El flujo, Rupert. Dirígelo hacía este fragmento," le dijo Edmund.

"Chico, Nikola nos dijo que no rompiéramos el espejo o el viaje sería irreversible."

"¡Maldita sea, acciona el rayo!"

El Conejo blanco rápidamente se acercó a la máquina. Él bajó la palanca y el rayo se arrojó en contra de un pequeño fragmento que estaba en las manos de Edmund, que tuvo que voltearse para no quedar deslumbrado.

Rupert negó con la cabeza. "Nunca funcionará".

"Tiene que funcionar, no podemos dejarla ahí", dijo Edmund.

Wade y los otros recogieron más fragmentos y los acercaron al que tenía el Sombrerero. Crearon otro espejo, más pequeño. El Flujo también se irradió sobre las otras piezas, rebotando en el suelo, en el techo, en la claraboya, que se rompió sobre sus cabezas, haciendo llover una cascada de cristales rotos. Otro rayo de luz pasó a través de la vuelta y, finalmente, la maquinaria explotó, envolviendo todo el laboratorio en un rugido cegador.

"M-moriremos", tartamudeó Lawrence, tirándose al suelo, con la cabeza entre las manos.

Silencio.

Oscuridad.

Edmund se arrastró entre las astillas, rasguñándose y desgarrándose la ropa. Se levantó y trató de concentrarse, pero no veía nada. Todo el ambiente estaba envuelto en una oscuridad total.

La voz de Wade surgió desde la oscuridad. "Ed, yo veo en la oscuridad."

"Debe haber ocurrido un corto," dijo Rupert. "La energía del Flujo ha creado una sobrecarga de energía. Wade, controla si puedes prender el circuito central del laboratorio".

Wade entre dientes se dirigió hacia la palanca de encendido cerca de la puerta que daba hacía la tienda. La accionó y, después de algunas hesitaciones, donde la luz vibraba de forma intermitente en las bombillas de las lámparas, se prendió por completo.

"Es útil tener la vista de un gato, ¿eh?", Dijo Wade, audazmente.

Pero nadie le prestó atención, todos estaban ocupados con lo que estaba ocurriendo.

Los fragmentos del espejo se estaban recomponiendo por sí mismos, como imanes atraídos por un cuerpo metálico. Uno por uno se juntó, fundiéndose. Una masa líquida e incorpórea fluctuaba ante sus ojos. Desde el interior llegaban versos similares a chirridos o gemidos. Wade frunció los labios para el horror. "¿Qué diablos es esa cosa?"

Rupert se acercó entrecerrando los ojos. Lo tocó con un dedo, que se sumergió en la sustancia.

La masa siguió creciendo, hasta alcanzar la estatura de un ser humano e incluso tomó la forma de uno.

Edmund se puso la mano sobre él corazón. Podría reconocer esa figura en cualquier lugar.

El fluido se calcificó y finalmente se derrumbó, dejando bajo la corteza el cuerpo dormido de Alicia.

Edmund se lanzó hacia ella y la cogió en sus brazos, antes de que se cayera en el suelo. Temía que se pudiera destruir si se caía. La abrazó tan fuerte como pudo y lloró lágrimas de emoción sin límites.

Todos la rodearon, con la esperanza de verla abrir los ojos. Pasaron momentos interminables, durante los cuales cada uno de ellos temió lo peor.

La cara de Alicia estaba fría como el mármol, la respiración tenue.

Ella se había ido, por tercera vez.

Y esa vez, a lo mejor, para siempre.

"Al menos puedo abrazarla por última vez," sollozó Edmund, moviendo un mechón de pelo. Miró a sus compañeros, no menos tristes que él.

"¿Por qué por última vez?"

Sobresaltaron.

El Sombrerero bajó la mirada y vio los ojos de Alicia, abiertos y azules como un cielo de verano.

Ella le estaba sonriendo.

"Regresaste... " sospiró.

Alicia se levantó y miró a su alrededor con desconcierto.

"No, no me digas que no te acuerdas", dijo Wade.

"Oh, no. Recuerdo, al contrario. Es sólo que quería mirarlos. Los he echado de menos”.

"¿Cuánto tiempo te fuiste?"

"Un tiempo infinito."

Ellos corrieron a abrazarla.

"Ahora estoy en casa", agregó ella.

"Hija, Wonderland ya no existe", dijo, triste, Rupert.

"Wonderland está aquí. Es el lugar donde están ustedes, donde siempre quedará un resido de locura. Me tomó un tiempo inimaginable para entenderlo. Eso no sólo revela quiénes sean los otros, pero por encima de todo quiénes somos nosotros y qué necesitamos. Porque todos somos capaces de desear algo. Entender que es lo que realmente necesitamos es concesión para unos pocos. Y yo lo comprendí. No necesito reclamar una tierra. Sólo los necesito a ustedes”.

"¿Entonces, nada de mundoloco?", preguntó Wade.

"Hagamos de este un mundo loco," dijo Edmund. "La mayoría de los hombres pasa su tiempo a negar las posibilidades, sin darse cuenta que la locura es la única oportunidad de escaparse de las riendas de la realidad."

"Mi hermana," murmuró, con la voz entrecortada por las lágrimas Elfrida. Tenía en la mano el broche que tenía encarcelada a Rowena.

"¿Se ha quedado un poco de energía en el rayo?", preguntó Wade. Rupert negó con la cabeza. Bajó la cabeza y vio el cilindro de bronce en el suelo. Energía. A lo mejor solo necesitaba eso. Lo recogió y lo examinó para controlar si había daños. Lo direccionó hacía el broche en forma de rosa y esperó que los fajos de electricidad modificaran la materia del broche.

Así fue y Rowena volvió a ellos, en su forma humana.

Elfrida la abrazó. "Es la primera vez que estoy feliz de verte."

Y de la misma manera podían regresar a su forma original las piezas del ajedrez de Lewis.

"Bueno, bueno, bueno, ahora me dedicaré con más calma a mis invenciones," dijo Rupert.

Wade levantó una ceja. "¿Qué demonios te pasará por la mente ahora?"

"No sé", respondió él, mientras que sacaba de su chaleco un rollo de papel de pergamino. La abrió. "Pensaba... así como cruzamos los cielos, podemos replicar con los mares."

"¿Eh?" Dijeron los gemelos.

"Pasé años en el curtido de pieles, una aventura como pirata me gustaría mucho", intervino Leonard.

"Tenía de hecho aquí un pequeño proyecto para la construcción de un submarino. ¿Se lo pueden imaginar? Iremos hacia el océano para descubrir tesoros ocultos".

"Sí, y tal vez llegaremos a descubrir Atlantis", bromeó Wade.

"¿Por qué no?", dijo el Conejo Blanco.

"O tu pudieras encontrar de nuevo... Ya sabes, m-a-r." Lawrence dio una palmada amistosa en el hombro del gato de Cheshire, que se sonrojó.

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