Algo

Algo


Arabescos

Página 37 de 40

A

R

A

B

E

S

C

O

S

I

¡Qué escándalo ha precedido

a la invención del vestido!

Y ¡qué delitos tan graves

a la invención de las llaves!…

II

El siglo diecinueve,

nació cabeza abajo

y el corazón se le saltó del pecho

y, resbalando, le cayó en el cráneo.

Y por esta razón, sólo por ésta,

los hijos de este siglo caminamos

llevando el corazón en la cabeza.

III

¿Quién sabe ¡oh ciencia ignota!,

cuántos mundos encierra cada gota

de la sangre que corre por mis venas?

Tal vez cuanto en el cielo contemplamos,

junto con el planeta que habitamos,

tan sólo un poro llena

de un grano microscópico de arena

del fondo de los mares de otro mundo,

que se agita á su vez en lo profundo

de un átomo de polvo de granito

de otro mundo…, y así hasta el infinito…

IV

¡Oh delicia brahmínica: los mundos

ver correr en tropel por los profundos

espacios del vacío;

ver, tras de un sol, de mil, el ígneo carro

y estarme yo, al mirarlo, taciturno,

sentado en un anillo de Saturno

fumándome un cigarro!…

V

El verbo gozar, creo

que es defectivo,

pues no tiene presente

de indicativo.

VI

La envidia y la emulación

parientas dicen que son;

aunque en todo diferentes,

al fin también son parientes

el diamante y el carbón.

VII

Huele una rosa una mujer dichosa

y aspira los perfumes de la rosa;

la huele una infeliz

y se clava

una espina en la nariz.

VIII

Cansose de trabajar

Dios en arreglar el mundo,

y de un puntapié, al profundo

espacio lo echó á rodar;

y con rara ligereza

tanto ha rodado y rodado,

que de puro marcado

ha perdido la cabeza.

IX

Nunca puede el ignorante

ser feliz, siempre me dices:

¡cuántos hombres hay felices

que no saben quién fué el Dante!…

X

¡Soy Dios! Al nacer creé el mundo,

di luz al sol al mirarle,

dicté la palabra al hombre

y los cantos á las aves;

por mí estrellas tiene el cielo

y tienen flores los valles,

y las almas sentimientos

y belleza las beldades.

¡Vive para mí, Universo,

que cuando mi vida acabe

tú morirás, y mi tumba

encerrará tu cadáver!

XI

El último alquimista,

cuando hubo ya agotado su tesoro,

encontró una manera de hacer oro:

inventó el accionista.

XII

Esos que buscan leyes en la historia

o crean leyes y hechos

y se quedan después tan satisfechos,

¿me sabrían decir qué fuera hoy día

de la Europa moderna y su cultura

si en vez de ir con ventura

(y que á Colón acompañó es muy cierto),

a descubrir la América nosotros

los de allá nos hubiesen descubierto?…

(Diréis que es imposible, mas no acierto

a ver por qué razón

no podía nacer allá Colón.

Y es natural reírse de esta idea,

porque es muy natural que quien se crea

ser rey del Universo, se eche á reír

al pensar que le pueden descubrir).

XIII

En una gota de agua

que era su todo,

se reunieron en junta

tres infusorios,

y allí acordaron:

que fuera de la gota

no había espacio;

que lo que ellos creían

era lo cierto;

que eran de lo absoluto

únicos dueños,

reyes de todo.

He aquí lo que acordaron

tres infusorios.

XIV

Dios es un juez para el vil

a quien juicio y oro sobre;

para el malo, tonto y pobre,

Dios es un guardia civil.

XV

El que pierde á su padre

llora afligido,

y el que pierde dinero

se pega un tiro.

XVI

Lo que abunda se mira con desprecio;

cuanto es rara una cosa, tanto es cara;

por eso damos tan inmenso precio

a la virtud, por esto…, por lo rara.

XVII

No temes ningún desastre

ni la tempestad te arredra,

tu corazón, que es de piedra,

sirve á tu pecho de lastre.

Con la pasión al luchar,

tú siempre llegas á puerto:

si ves el tiempo cubierto

arrojas el lastre al mar.

XVIII

Esta moneda y esa espada, creo

que son lo más notable del museo;

ambas antigüedades

son restos de las bárbaras edades.

Su origen el catálogo ya aclara:

lástima que decir también no pueda

cuál de las dos más crímenes causara,

la espada ó la moneda.

XIX

Y me dijo el reloj: —Esta cadena

tu ser une á mi ser, no el mío al tuyo;

cuando el goce más puro te enajena,

en vano quieres detenerme. Huyo.

Sufriendo vivirás, y de rodillas

me has de pedir que vuele apresurado,

y entre estas dos pequeñas manecillas

morirás fatalmente estrangulado.

XX

Oyendo hablar á un hombre, fácil es

acertar dónde vio la luz del sol;

si os alaba á Inglaterra, será inglés,

si os habla mal de Prusia, es un francés,

y si habla mal de España, es español.

XXI

Si miro al cielo en estas noches bellas

en que mi alma se eleva al infinito,

en caracteres mágicos de estrellas

nunca el nombre de Dios sé ver escrito.

Creo que si á alguien Dios dejó encargado

trazar algunos versos alusivos,

no supo qué escribir, poco inspirado,

y lo llenó de puntos suspensivos.

XXII

De un escritor, de un artista

de genio, podemos siempre,

para deplorarlo tristes,

saber el día en que muere,

y nunca el día en que nace

para celebrarlo alegres.

XXIII

Si elevan un monumento

a un genio los que le admiran,

por poco que lo deseen

piedras les dará la envidia,

pues basta con que recojan

las que ésta le arrojó en vida.

XXIV

Del mar las olas, cuya furia inquieta,

cuando la tempestad Dios no sujeta,

la nave estrellan con su atroz vaivén,

las olas á su Dios le dan sus gracias…

los náufragos también.

XXV

Pulsaba Apolo la celeste lira

a orillas de la mar, y una sonora

armonía al tañer, cayó en la arena

la lira; por las cuerdas él cogiola;

las cuerdas y las yemas de los dedos

en la arena imprimiéronse; las olas

respetaron las huellas delicadas,

y halláronse el pentagrama y las notas.

XXVI

En el mundo hay poca

felicidad pura

y á cada uno toca

escasa ventura.

¡Quién tiene bastante

con su cantidad

insignificante

de felicidad!

Es fuerza, aun con lucha,

a quien de nosotros

quiere tener mucha,

robarla á los otros.

Si viese algún día

feliz á un mortal,

yo le formaría

causa criminal.

XXVII

Toda negación implica

la afirmación del contrario;

he aquí un sabio corolario

que á los suicidas se aplica.

Éstos en la muerte ven

el término de su mal,

lo que, al contrario, es igual

al principio de su bien.

Estar bien en la otra vida

nadie á pensarlo se atreve,

pues si hay Dios, castigar debe

con gran rigor al suicida.

Otra tontería es creer

en la muerte hallar la calma,

que allí nada siente el alma,

que la muerte es el no ser.

Luego es una estupidez

probar medio tan fatal.

Si la prueba sale mal

¿Cómo ensayarla otra vez?

XXVIII

Tal vez dentro de mi cerebro escondo

capas de superpuestos sentimientos,

de ansias en otras épocas sentidas,

que, cual indestructibles sedimentos,

dejaron de mi espíritu en el fondo

los tempestuosos mares de otras vidas.

(Así á creer indúcelo la ciencia:

del cuerpo es el espíritu la esencia

y éste y aquél debieron

adquirirse en la lucha por la vida

y perpetuarse por la ley de herencia).

Un resto del espíritu del triste

siervo de la edad media en mí subsiste,

y de él habré heredado

el odio á los poderes de la tierra,

y el monstruoso legado

del torpe fanatismo

en que un día su mente halló el reposo

que transformado siento yo en mí mismo,

que hoy es el poderoso

profundo sentimiento religioso.

Pienso no creer en nada,

y al penetrar en el severo templo,

a mi pesar se dobla la rodilla,

y á mi pesar se humilla

mi orgullosa cabeza,

y extático contemplo

y aspiro lo ideal de su grandeza;

un sentimiento inexplicable, intenso

se apodera de mí, y entre la nube

trémula y vacilante del incienso,

a lo alto mi alma sube,

los muros espesísimos esquiva,

y vacilante y trémula en su vuelo

al azulado cielo

huye, á través de la calada ojiva.

En una inferior capa de mi mente

el viejo celta acaso

marcó indeleblemente

las salvajes señales de su paso.

Y por más que yo creo que es la guerra

el mayor de los crímenes, que hermanos

somos todos los hombres de la tierra,

que la idea de patria, limitada

a su país, es torpe y es nociva;

al mirar á mi patria amenazada,

por ella ciego de furor combato

y el fuego, el mismo fuego, en mí se aviva

que un día el corazón latir hiciera

a Indíbil y á Mandonio y á Viriato.

Ir a la siguiente página

Report Page