Alex

Alex


CAPÍTULO 3

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CAPÍTULO 3

 

 

-Será mejor que te lleve a tú casa -dijo Alex, no mucho después.

-Pero si acabamos de llegar –protestó Emily. Por tonto que sonara, estaba pasando un buen rato. Alex no era tan malo ahora que lo conocía mejor, por mucho que fuera tan mayor y eso la asustara un tanto.

-Sí, lo sé –murmuró él-. Pero es un poco tarde –indicó.

-Son solo las cuatro –contestó Emily. ¿Era su impresión o Alex estaba ansioso por irse?

-Ya... –dijo, mirando hacia un lado, cuando volvió a mirar hacia ella, daba la apariencia de que estaba un tanto nervioso-. Es que tengo una reunión de trabajo -explicó y se señaló a sí mismo-. Diez años mayor, recuerda –agregó.

Emily se rió. Estaba bastante consciente de ello. No iba a olvidarlo nada pronto.

-Lo tengo claro, Alexander -replicó. Él hizo una mueca al oír su nombre y Emily sonrió para sus adentros, le gustaba la mueca que él hacía cuando la oía decirlo, prefería que él siguiera pensando que le decía así porque aún lo consideraba un extraño.

-Alex -la corrigió, pero ella sacudió la cabeza al igual que todas las anteriores veces.

-De acuerdo –dijo, pasado un momento y él sonrió-. Llévame a casa, Alexander –agregó y el rostro de Alex volvió a arrugarse en una mueca.

Se puso de pie y tras pagar Alex, salieron del lugar y se dirigieron al estacionamiento, donde el auto de Alex se encontraba. Y era absolutamente increíble. Era una camioneta grande, excesivamente; y negra por completo. Se detuvo para observarla un segundo, pero se recobró al instante y siguió su camino.

En realidad le asustaba un tanto. No, más bien le intimidaba ver la cantidad de dinero que tenía y lo imponente que eran tanto él como su auto. Él, más que todo. Todo él era una figura imponente que no hacía más que hacerla sentir pequeña.

Es decir, una cosa era estar acostumbrada al dinero de Lilian y otra muy diferente conocer a alguien nuevo con probablemente más dinero que su mejor amiga.

Alex le abrió la puerta y cuando estuvo sentada, la cerró y se dio la vuelta para subir al asiento del piloto. Estaba extrañamente callado, cosa que no parecía normal en él. Emily entrelazó sus dedos en su regazo y miró por la ventana.

Su fuerte voz la sacó de sus pensamientos.

-Tienes que decirme dónde vives -dijo él y Emily se giró a mirarlo-. A menos que quieras que te lleve a mi casa –sugirió, una sonrisa burlona apareciendo en su rostro.

-Definitivamente no –contestó Emily, rápidamente y dirigió su vista al frente-. Además, tienes una reunión –agregó-. ¿Recuerdas? –preguntó.

Lo vio agarrar con más fuerza el timón y Emily sonrió sin poderlo evitar. Le gustaba hacerlo enojar.

Él se aclaró la garganta.

-Anda, dime tu dirección -repitió, pasado un momento.

Y ella se la dio. Y se sintió un tanto extraña dándosela, pero no tenía otra forma de llegar a su casa, así que realmente no le quedaba de otra.

-¿Ahora que he comido contigo me dejarás en paz? -preguntó, un tanto después, mientras él estacionaba algunas casas más atrás de la suya.

Alex, por algún extraño motivo, sonrió.

-¿Segura de que quieres eso? -le preguntó.

Ella se rió. ¿Es que no se cansaba?

-Lo lamento, es que no suelo salir con viejos –dijo, rápidamente.

Y con esto se bajó del auto y emprendió su camino hacia su casa. Escuchó una de las puertas del auto abrirse y, sonriendo, se giró para observar a Alex bajando.

-¿Me has dicho viejo? -le preguntó él, llegando hasta donde ella se encontraba.

Ella fingió mirarlo de arriba abajo, como si estuviera estudiándolo.

-Es la verdad –dijo finalmente, encogiéndose de hombros.

Él sacudió la cabeza, pero lucía divertido.

-Eres tan graciosa –murmuró, más para sí mismo que para ella-. Bueno, supongo que ya me voy -dijo y empezó a retroceder. Emily asintió-. Estoy yendo a mi auto -agregó y ella volvió a asentir. ¿A qué venía aquello?-. Estoy por subir a mi auto - prosiguió y ella se rió, pero volvió a asentir.

Estaba comportándose como un niño. Y era tierno… pero no tenía sentido que ella pensara de esa forma.

Entonces él resopló.

-Que difícil eres -murmuró y se giró, abriendo la puerta de su auto e ingresando. Ella sonrió y corrió a su casa, entrando y cerrando, haciendo el menor ruido posible.

Su mamá no estaba en casa y suspiró, estaba salvada de que la hubiera podido ver. Estaba segura de que verla con aquel chico, corrección: hombre, no le habría gustado nada. Su mamá podía parecer muy buena a simple vista, pero en realidad era sumamente estricta y decidida con todo lo que tenía que ver con Emily. Que si su peinado era muy formal para una reunión, que si su pantalón ya estaba muy usado, que si sus uñas estaban disparejas, que si su ropa no era para la ocasión. Para su madre, las cosas salían mal con el más mínimo error que cometiera.

Así que estaba segura de que apenas se enterara de que conocía a aquel chico, corrección de nuevo: hombre, se volvería loca por hacerla cortar cualquier relación que tuviera con él. Por eso, no iba a dejarla enterarse... tampoco es que fuera a verla con él alguna vez, no creía que Alex volviera a buscarla.

En primer lugar, parecía ese tipo de hombres que lo único que querían era llevarse a cualquier cosa que tenga tetas a la cama, cosa que jamás iba a pasar con ella.

Segundo, se había dado cuenta, pues había sido excesivamente obvio, de que apenas él se había enterado de su edad había querido salir corriendo del lugar. Estaba más que claro que no acostumbraba a salir con chicas tan menores. Probablemente le gustara que fueran de su edad, o más bien, mayores que él. Sip, definitivamente las que eran mayores que él.

Sacudió la cabeza y fue a su cuarto, para empezar a leer el nuevo libro que tenía. Sonrió ampliamente. Había valido la pena comer con Alex, aquel libro deseaba tenerlo hacía mucho tiempo.

 

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-¡Cuéntamelo todo y exagera! -gritó Lilian en su oído, apenas ingresaron a su casa

-Dios mío mujer, que me rompes el tímpano –replicó Emily, haciendo su camino escaleras arriba y sentándose en la cama de su mejor amiga en cuanto llegó a su enorme habitación.

Lilian corrió a sentarse a su lado.

Lo siento –se disculpó-.  ¡Es que en serio quiero saber! -volvió a gritar.

Emily rodó los ojos. Siempre tan loca.

-Solo acepté comer con él por el libro –dijo, antes de que su mejor amiga saltara a conclusiones.

Lilian se puso de pie y caminó por la habitación.

-Sé que es posible –murmuró-. Los libros son lo que más amas en este mundo –continuó, girándose hacia Emily-. Una cita no era nada comparada a un libro.

Emily rodó los ojos.

-No era una cita –puntualizó. Y Lilian estuvo a punto de hablar, pero ella rápidamente continuó-. Además, era un libro que realmente moría por tener en mis brazos –finalizó, sacando el libro de la bolsa.

Lilian abrió los ojos como platos.

-¡Lo conseguiste! –exclamó.

Lo habían buscado en casi todas las librerías y no lo habían podido encontrar, apenas había salido el libro, se habían vendido todos. Se había convertido en un fenómeno excesivamente rápido.

-¡Lo sé! –gritó, emocionada-. Era mi oportunidad.

-¡Qué suerte! –dijo Lilian, lanzándose sobre su cama, finalmente-. Muero por ese libro –continuó-. Espero que me lo prestes.

-Envídiame -dijo Emily, sacándole la lengua y Lilian le lanzó una de sus veinte almohadas-. Claro que te lo prestaré, tonta –agregó.

Estar en la casa de Lilian era una de las cosas que más le gustaba a Emily, no por el hecho de que parecía que estaba en una mansión, sino porque ahí era libre de hacer y ser lo que quisiera, no había nadie que le dijera que lo que hacía estaba mal, ni nadie que le reclamara lo que tenía puesto.

Ahí era totalmente libre.

Y claro también porque ambas podían comer a montones sin que hubiera alguien para detenerlas.

Normalmente Emily se quedaba a dormir en la casa de Lilian todos los fines de semana, eran pocas las veces que su madre no le daba permiso, esto sucedía solo por el hecho de que ambas familias se conocían desde que ellas eran solo unas niñas.

Además, Emily le tenía más confianza a la mamá de Lilian, Anastasia, que a su propia madre. Sabía que le contase lo que le contase, ella nunca la juzgaría y nunca le daría la espalda; y que la apoyaría fuese lo que fuese. Sin decirle nada a su madre, claro está.

-Hay que comer algo –sugirió Lilian, sacándola de sus pensamientos-. Y tengo planeado un buen fin de semana para nosotras -agregó, guiñándole un ojo.

Emily alzó una ceja. ¿Qué se traía entre manos aquella vez?

-Espero que no tengas planeado algo muy descabellado -le advirtió Emily, caminando con ella hacia la cocina.

-Este fin de semana no te salvas, Em –replicó su mejor amiga y sin dejarla contestar, tiró de ella hacia la cocina, el lugar favorito de Emily de toda la casa.

 

 

 

 

 

 

 

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