Alex

Alex


CAPÍTULO 5

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CAPÍTULO 5

 

 

-No estás comiendo -dijo Alex.

Ella hizo una mueca. ¿Y a él que le importaba?

-Realmente no tengo hambre –replicó, sin más.

Alex se frotó la barbilla, sus ojos clavándose en los de ella. Estaban sentados frente a frente en un restaurante casi vacío, a excepción de los meseros.

-Emily -dijo él, como saboreando su nombre-. Come –exigió.

-¿Te crees Christian Grey o qué? -preguntó, él frunció el ceño, aunque lucía ligeramente divertido con sus palabras.

-Puedo convertirme en él si eso te hará caer rendida a mis pies –replicó, finalmente.

Emily rodó los ojos. 

Siempre tan encantador.

-Ni así lo haría, Alexander –contestó, tranquilamente.

Él resopló, aparentemente exhausto.

-Alex -la corrigió, como tantas veces lo había hecho ya y ella sacudió la cabeza por millonésima vez-. Por favor, come –volvió a pedir, aquella vez sin sonar tan controlador. Y ella finalmente lo comenzó a hacer, a lo que él sonrió ligeramente-. Eres un tanto terca –confesó, entonces.

Emily se río.

-Me lo dicen a veces -dijo, encogiéndose de hombros.

Alex observo el menú, como si realmente le interesara, pero Emily se dio cuenta de que en realidad estaba ansioso por irse.

¿Por qué?

Eso si no lo sabía.

Siguió comiendo, pero sus ojos vagaron por el rostro de Alex de nuevo, sin que lo pudiera evitar. Era tan guapo que a ella ya no le quedaban fuerzas para seguir fingiendo que no le gustaba aunque sea un poco.

O quizás simplemente estaba demasiado borracha.

Decidió seguir comiendo para que el alcohol desapareciera de su cuerpo más rápido y dejara de alucinar tanto. Después de todo, ella nunca antes había tomado de aquella manera. Diablos, ni siquiera había tomado alguna vez en su vida. No estaba del todo segura que se le había venido a la mente para llenarse de tanto alcohol.

-Te demoras un siglo –murmuró Alex, de pronto, tan bajo que por un momento, Emily creyó haberlo imaginado.

-Lo siento –se disculpó, mirando su plato, de pronto se sentía triste.

¿Por qué? No estaba del todo segura, pero lo que sí sabía era que no quería llorar, no frente a él. Pero sentía la extraña necesidad de hacerlo.

Definitivamente demasiado alcohol en su cuerpo.

Nunca más iba a tomar. Jamás de los jamases.

-¿Estás bien? -le preguntó Alex y ella se apresuró en asentir, dándose cuenta de que se había distraído-. Emily -la llamó, pero ella no alzó la vista, terminó de comer rápidamente y se puso de pie, desesperada por dejar de estar bajo la mirada intimidante de Alex.

-Terminé -dijo y sin decir más, salió del lugar y se dirigió al auto, sin mirar atrás.

Oyó la alarma del auto sonar, indicando que Alex ya le había quitado la llave desde lejos, por lo que rápidamente abrió la puerta, entrando y cerrando tras de sí.

Esperaba que Alex entendiera que no tenía ganas de hablar más, porque no se sentía capaz de mirarlo a los ojos y decírselo. No cuando su mente estaba nublada por el alcohol.

Él subió al auto un momento después.

-Emily... -comenzó, pero ella sacudió la cabeza rápidamente. Al parecer no había entendido, después de todo.

-Por favor, solo llévame a casa –le pidió.

Él suspiró, claramente frustrado. Pero arrancó el auto, sin decir más y avanzó rápidamente por las calles. Emily quiso preguntarse como él sabía la dirección de Lilian, pero no se molestó en hacerlo. Era Lilian de quien se trataba, después de todo. De alguna forma tendría que haberle dado su dirección, o quizás ya eran conocidos, viéndose que ambos pertenecían al mundo del dinero.

Una lágrima resbaló por su mejilla y se sintió frustrada, por no saber el porqué de su repentina tristeza. Emily no solía perder el control de aquella manera, no solía ser tan insensata.

Alex aparcó, de pronto y Emily, por algún extraño motivo, ya no quería alejarse de él.

Y ahora estaba siendo bipolar. Genial. Simplemente, genial.

Sintió un dedo acariciar su brazo y bajó la vista a su regazo.

¿Por qué estaba tocándola?

-El alcohol a veces saca las cosas que tienes guardadas en lo más profundo de tu mente –susurró Alex, repentinamente.

¿Eso qué significaba, exactamente?

-No hay nada que tenga guardado y que me entristezca –replicó, pero sabía que estaba mintiendo.

Había algo: su madre. O su familia en general, quizás. Su madre que todo lo controlaba, absolutamente todo. Su padre que no hacía nada para hacerse respetar. Y Jimmy, que lamentablemente parecía estar perdiéndose.

De nuevo sintió los dedos de Alex acariciar su brazo delicadamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta.

Y como si supiera que ella le estaba mintiendo.

Pero era imposible. ¿Cierto? No había forma de que supiera lo que ella se estaba guardando.

Emily no pudo evitar voltear a mirarlo y él apoyó el brazo en el respaldar de su asiento, inclinándose hacia ella. Invadiendo su espacio personal. Pero a ella no le molestó, de hecho, le gustaba tenerlo tan cerca.

Y eso no era bueno.

Ni siquiera lo conocía. Un poco, nada más. Y ella nunca antes había estado con un chico. Era una inexperta se viera por donde se viera.

-Come conmigo –susurró Alex, entonces. Y Emily regresó a la realidad de inmediato.

¿Qué?

Frunció el ceño. ¿Cuándo sucedió eso?

-¿Ahorita? –preguntó, aunque sabía que probablemente no se refería a aquello.

-Lunes –contestó Alex, rápidamente.

Emily se río. Había estado bastante segura de que él no quería verla más, después de todo, parecía haberle afectado mucho saber lo menor que era.

Decidió hacerse la loca, porque no estaba segura de si iba en serio o de si estaba simplemente buscando la forma de burlarse de ella.

-¿Creías que estaba lo suficientemente borracha para aceptar? –preguntó, en un intento de no dejar ver que sí le gustaba la idea de verlo de nuevo.

Alex sonrió.

¿Se había ruborizado? Parecía que sí, dado a que había bajado la vista, aparentemente intentando cubrirlo.

-Parece que me equivoque –contestó, claramente intentando quitarle importancia al hecho de que prácticamente había sido rechazado.

Y Emily se sintió mal de inmediato. Porque él realmente había querido invitarla a comer. Y porque ella realmente quería ir con él.

Así que sonrió.

-Tengo escuela –dijo, antes de poder detenerse y lo lamentó.

De inmediato las manos de Alex cogieron con más fuerza el volante, sus nudillos tornándose blancos a causa de la fuerza que estaba aplicando.

-De acuerdo –lo escuchó contestar, pasados unos segundos-. Otro día será –agregó.

¿Qué problema tenía con su edad?

-Está bien -aceptó, pero él no pareció darse cuenta de que ella lo había hecho. Parecía estar teniendo alguna especie de batalla interna, aunque Emily nunca llegaría a estar del todo segura, porque de un momento a otro, él se giró en su sitio y se acercó a ella, clavó sus ojos en los de ella y cogió un mechón de su cabello, pasándolo por detrás de su oreja. Sus fríos dedos rozando la piel del cuello de Emily.

Ella sintió su cuerpo estremecerse y rogó que él no se hubiera dado cuenta del efecto que causaba en ella.

-No vuelvas a tomar así –susurró él, de pronto, regresándola a la realidad.

Emily trago saliva, aun sorprendida por su repentina cercanía.

-Está bien -se encontró a sí misma aceptando.

-Y la próxima vez dime donde estarás -continuó él-. Así podré estar tranquilo –agregó, a último momento.

Y de nuevo, Emily se encontró a si misma aceptando.

-Está bien –susurró, rogando que su voz no sonara tan temblorosa como creía que sonaba.

¿Tranquilo? ¿Realmente había estado preocupado por ella?

Intentó no pensar mucho en como su corazón había saltado en su pecho al darse cuenta de que él estaba preocupado por ella y resopló, preguntándose si Lilian ya estaría en casa. No podía llegar si ella no estaba, por más que no estuviera su madre ahí y su padre se hubiera ido de viaje, no tenía llave con la cual entrar.

Él la miró a los ojos unos segundos y Emily se preguntó por qué aun no le decía que se bajara del auto.

De pronto, él sacó su teléfono y marcó un número.

-¿Ya has llegado a casa? -preguntó y aguardó un momento antes de continuar-. Bien, esperaremos aquí –contestó y cortó.

-¿Lilian? -preguntó Emily.

Él asintió.

-Llegará en un rato -contestó-. Andando –agregó.

Y Emily lo siguió rápidamente, pues él ya había comenzado a salir del auto. De nuevo no se molestó en pensar demasiado en porqué Alex tenía el número de Lilian. Ahora le quedaba claro que era muy probable que Alex fuera conocido de los padres de Lilian. El mundo del dinero era así de pequeño, realmente.

-¿A dónde? –preguntó, en cuanto logró alcanzar a Alex.

-Adentro –contestó él, con tranquilidad y subió las escaleras del porche.

-Pero si no tenemos llave –argumentó Emily. Él no contestó y metió su mano en una de las macetas que había cerca a la puerta. Emily alzó una ceja, pero luego él sacó una llave de entre la tierra y ella se encontró a sí misma abriendo los ojos de par en par- ¿Por qué tú sabes dónde está la llave y yo no? –preguntó.

Alex se río, claramente divertido con la situación.

-Tendrás que preguntárselo a Lilian –contestó, metiendo la llave en la cerradura y abriendo la puerta.

Emily resopló, Lilian tenía que tener un buen motivo. O quizás Alex simplemente había adivinado donde estaba la llave y estaba intentando molestarla haciéndola creer que ya sabía que estaba ahí.

Alex se sentó en el sofá y ella se sentó a su lado. Aunque, aparentemente, se había sentado demasiado cerca de él, porque se dio cuenta de que él se alejaba un tanto, "disimuladamente".

Emily rodó los ojos y se puso de pie, resoplando.

-Idiota –no pudo evitar murmurar por lo bajo, sin saber muy bien porqué y rápidamente se dirigió a la cocina.

Sintió la mano de Alex cerrándose suavemente alrededor de su antebrazo e intentó ignorar la reacción de su corazón, antes de voltearse hacia él.

-Emily –comenzó él, suspirando-. Lo siento –continuó, pasado un momento de silencio. Ella alzó una ceja, indicando que no sabía del todo porqué se estaba disculpando con ella-. Por actuar así –se explicó él, finalmente-. Supongo que no me acostumbro a que seas tan... –siguió explicando, pero se detuvo un momento, claramente sin saber muy bien como continuar-. Menor –finalizó, entonces.

Emily no pudo evitar rodar los ojos.

-De nuevo con eso de que soy una niña -dijo, dándose la vuelta y zafándose de su mano, porque su corazón no se lograba tranquilizar cuando la estaba tocando-. No lo soy –puntualizó, cogiendo un vaso del lavadero y sirviéndose agua.

Él se apoyó en el repostero, a su lado.

Y muy cerca.

-Quiero decir -comenzó él, de nuevo-. Estoy acostumbrado a hacer las cosas sin importarme mucho las consecuencias que ocasione en los demás -se explicó. Y Emily se cruzó de brazos, tras dejar su vaso en el repostero y escuchando atentamente-. Pero contigo, simplemente... no puedo –finalizó.

Entonces el corazón de Emily volvió a dar un salto, pero intentó no dejarlo notar.

-¿Qué quieres decir? -preguntó, empezando a lavar el vaso que había usado y con su vista fija en este, porque no se atrevía a seguir mirando a Alex cuando le estaba diciendo cosas como aquella.

-Quiero decir –comenzó a decir, de nuevo-. Que me preocupa hacer algo que te pueda hacer daño –continuó, aunque se detuvo un momento-. O causarte problemas –agregó, volviendo a quedarse callado un momento-. O algo –dijo, nuevamente deteniéndose.

Ella frunció el ceño. Estaba actuando un tanto extraño, deteniéndose a cada momento, luego de decir una oración.

-¿Porqué? –preguntó, de todas formas y comenzó a secar el vaso.

-Porque –comenzó Alex, pero se detuvo de pronto y de un momento a otro cogió el vaso de entre sus dedos y lo puso a un lado, logrando que Emily alzara la vista hacia él, con los ojos abiertos como platos-. No hagas eso –le pidió, en voz baja.

Ella lo miró, aun completamente sorprendida.

-¿Hacer qué? –preguntó, lentamente, temiendo que su voz pudiera traicionarla y dejarlo ver lo nerviosa que lograba ponerla.

-Eso –dijo él, simplemente-. Actuar tan serenamente y no prestarme atención –explicó, cuando ella claramente seguía sin entender.

-Estoy prestándote atención –replicó, lo más tranquilamente que pudo, pues Alex se había acercado aún más a ella.

Él resopló y dejó que sus dedos se hundieran en su oscuro cabello. Un gesto que claramente indicaba su frustración.

-Intento decirte algo –dijo, finalmente.

Emily tragó saliva, no muy segura de querer saber que exactamente intentaba decirle. No confiaba demasiado en su corazón para ser capaz de soportarlo, porque lo que sí sabía era que lo que diría sería algo que la derretiría por completo.

-Está bien –aceptó, finalmente-. Lo siento –se disculpó.

Él la miró a los ojos y finalmente volvió a hablar.

-Quiero decir que –volvió a comenzar-. Eres diferente a cualquier otra chica que haya conocido antes y no es fácil no hacer lo que acostumbro hacer –explicó, rápidamente, como si hubiera tenido aquello guardado en su garganta por demasiado tiempo y sólo hubiera querido dejarlo salir como sea.

Emily lo procesó un momento.

-¿Y qué acostumbras a hacer? -preguntó, en un susurro, porque la curiosidad podía con ella.

O quizás simplemente quería una demostración.

¿Es que el alcohol no se había quitado aun de su sistema?

-Esto -contestó él, rápidamente y de un momento a otro, se encontraba frente a ella, poniendo una mano a cada lado suyo, sobre el repostero-. Y esto -continuó, acercando su rostro al de ella. Emily sintió sus labios dejar un delicado beso justo debajo de su oreja y trazó una línea de besos por su mandíbula, en su cuello y volvió a poner su rostro frente al de ella, luego de su dulce tortura. Emily estaba teniendo un mal rato intentando respirar correctamente-. Y esto –agregó Alex, su nariz rozó la de ella y su aliento rozó sus labios.

Y Emily supo que iba a besarla.

Y quería que lo hiciera.

Y lo hubiera podido hacer, si no fuera por qué la puerta de entrada se abrió de golpe en aquel momento, forzándolos a separarse, sobresaltados.

-¿Emily? -prácticamente gritó Lilian, desde la sala y un segundo después, entró a la cocina. Sus ojos se posaron en Emily y luego en Alex, volvieron a deslizarse sobre ella y finalmente se volvieron a posar en él-. ¿De qué diablos me perdí? –exigió saber, finalmente.

Emily y Alex se miraron unos segundos, hasta que él, claramente enfadado, salió sin decir más por la puerta de la cocina y cerró la puerta de la casa de un portazo. Un momento después se oyó el sonido de su auto arrancando y este se alejó rápidamente.

Se había ido.

Y a Emily le estaba resultando difícil convencerse de que no le afectaba que él se hubiera ido. Porque, no podía dejar de imaginarse cómo habrían terminado las cosas si Lilian nunca hubiera entrado a la casa.

O quizás simplemente seguía demasiado pasada de tragos.

 

 

 

 

 

 

 

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