Alex

Alex


Capítulo 6

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—¿Otra vez no puedes quedar?

Se asomó a la terraza y miró la playa sin saber qué hacer, porque nunca se había encontrado en una situación semejante, y se sentó en una tumbona pasándose la mano por la cara.

—Tengo mucho trabajo, me voy mañana a Wellington y…

—Precisamente porque te vas una semana a Wellington pensé que nos veríamos esta noche.

—Lo siento, Sashi, es imposible.

—¿Imposible?, tendrás que cenar y dormir, digo yo… puedo ir a tu casa o…

—No, no puede ser, y ahora, si me disculpas…

—¿No quieres volver a verme, Alex?, ¿prefieres que no te llame nunca más?. ¿Es eso?, dímelo y dejo de darte la lata.

—Mira, yo… —respiró hondo y a ella no le hizo falta oír nada más.

—Ok, mensaje recibido. Adiós.

Le colgó, tiró el teléfono contra un sofá y se levantó un poco desesperada.

Hacía dos semanas que la estaba esquivando, justo después de la cena en casa de Oliver, cuando Will y Sophie habían aparecido allí por sorpresa, él se había largado de forma bastante descortés, y ella había optado por no seguirlo, porque no había podido seguirlo. Aunque hubiesen ido juntos, como le había reprochado al día siguiente por teléfono, no había podido porque no le parecía bien su actitud, ni su falta de consideración con Oliver y su madre, y mucho menos la aspereza con la que enfrentaba a William cada vez que lo tenía delante. Eso no le parecía justo, ni medianamente educado, y por esa razón había optado por quedarse, por no irse con él, y esa decisión le había costado su relación, o no-relación, o como quisieran llamarlo.

El caso es que al fin se había mudado a Sydney tras diez años en el Territorio Norte, inspirada por la necesidad de cambiar de aires y trabajar en nuevos proyectos, porque quería estar cerca de su familia y también por Alexander Campbell, no pensaba negarlo, sin embargo, ahí estaban, residiendo en la misma ciudad, pero más alejados que cuando vivía en Darwin y necesitaban sortear miles de horas de vuelo para verse.

El destino era caprichoso, y las personas mucho más, decidió, cogiendo sus cosas para ir a ver a Sophie, que siempre estaba en casa trabajando, y salió a la calle para esperar un Uber, porque aún no había sido capaz de comprarse un coche.

Llevaba ya demasiados días de bajón por culpa de la dichosa discusión con Alex, y también por la última con William, que seguía sin comprender lo que veía en ese tío que no hacía más que vilipendiar a su familia. Eso le había dicho muy enfadado, que Alexander vilipendiaba la memoria de su padre y que solo por eso no debería verlo, mucho menos tener algo más que una amistad, o lo que tuviera, con él, y aquella opinión había desembocado en un enfrentamiento muy tenso, como nunca antes habían tenido, y necesitaba subsanarlo de inmediato, porque sin William en su vida sí que no podía vivir.

Se subió al coche llamando a Sophie para avisarle que iba a verla, le colgó y de pronto pensó en su infancia de ensueño con sus padres adoptivos, Arthur y Mia, que la habían rescatado de un orfanato de Bombay cuando aún era una bebé, y que le habían regalado amor y seguridad, y todo lo que una niña podía desear hasta los seis años, cuando un accidente de coche se los había llevado por delante. Huérfana por segunda vez, John y Edith Campbell, sus tíos y padrinos, se habían hecho cargo de ella, la habían colmado de afecto, se habían esmerado en que superara la pérdida de sus padres, le habían procurado un hogar maravilloso e incluso le había regalado un hermano, William, su adorado primo William, que era solo seis años mayor que ella, pero que siempre se había portado como un segundo padre.

William, el chico más guapo y listo del mundo; el estudiante brillante, el orgullo de sus padres y de ella misma, el más dulce y afectuoso de los mortales, el mejor amigo, y el mejor hermano que alguien podía desear; nunca, jamás, se había apartado de ella, siempre había estado allí, para lo bueno y para lo malo, siempre había sido su apoyo y su cómplice, y no pensaba, bajo ningún concepto, contrariarlo por su relación con Alex, eso lo tenía clarísimo.

Aunque en la vida le iba a permitir que se metiera en sus relaciones personales, cosa que nunca había hecho en el pasado, lo de Alex Campbell obviamente superaba sus propios límites, lo vio de repente muy claro, y fue capaz de aceptar que lo mejor que le podía pasar en ese momento de retorno a Sydney era distanciarse de Alex y dejar de verlo.

Total, tampoco es que fuera su pareja oficial o el hombre de su vida, solo era un folla-amigo muy sexy que la volvía loca entre las sábanas, pero nada más, y nada menos.

 

—¡Hola chicos!

Llegó a la casa de Will y Sophie y se detuvo a saludar a sus dos perros, que la recibieron locos de felicidad en el jardín antes de permitirle avanzar hacia el taller de Sophie.

—Hola, Sashi, ¿qué tal?

—Hola, cielo —Levantó la vista para observarla y ella le hizo un gesto para que la siguiera a la casa principal.

—¿Quieres un té helado?, acabo de prepararlo.

—Ok, es pronto para una cerveza ¿no?

—Como quieras. ¿Te quedas a cenar? William dice que llega pronto hoy, haré tortilla de patatas y…  —se giró y le clavó los ojos azules—. ¿Estás bien?

—Sí, ¿por qué?

—No sé, te veo un poco cansada.

—Estoy bien, pero la mudanza y… en fin… tengo que comprarme un coche…

—¿Y? —Abrió la nevera para sacar una jarra de té helado sin dejar de escudriñarla y Sashi movió la cabeza.

—Alex se ha enfadado conmigo y no quiere ni verme.

—¿Por qué?

—Principalmente porque en casa de Oliver, esa noche cuando llegasteis para tomar una copa, me quedé con vosotros en lugar de marcharme con él. Habíamos ido juntos y… ya sabes cómo son los tíos. Le sentó fatal, discutimos por teléfono, me dijo que era desleal, que él me importaba un pimiento, etc. Se puso bastante borde y yo le dije de todo, claro.

—¿Habíais ido juntos?

—Sí, pero no habíamos hablado de largarnos tan rápido. Lo estábamos pasando muy bien, tranquilamente y muy a gusto, y de repente, que se pusiera de pie como un resorte y quisiera huir de allí en cuando vio a Will en la puerta, me pareció horrible, por eso no lo seguí como un corderito.

—Ya, en realidad, fue un poco violento, pero a William le hizo un favor, tampoco lo soporta, ya lo sabes.

—Ellos podrán llevarse como el perro y el gato, pero a mí no me parece bien, ni comulgo con ellos, y no pienso salir corriendo detrás de Alex a la más mínima. Es absurdo.

—Eso sí, pero…

—Encima, Sophie, es completamente inaudito que no se soporten si apenas se han tratado. No se han sentado jamás a charlar, a intentar acercar posiciones. Nunca han estado más de cinco minutos en la misma habitación. Toda esta animadversión que se traen entre manos no tiene ninguna justificación.

—Te recuerdo que la inició Alex, cuando en la lectura del testamento de su padre se dedicó a soltar impertinencias contra John, cuando William ni siquiera sabía de qué iba todo ese asunto. Fue muy imprudente e injusto, y William solo responde a su mala actitud.

—De acuerdo, pero ha pasado más de un año de aquello, todos conocemos ya la historia de cada uno, y con un poco de mano izquierda, tal vez, podrían al menos tolerarse.

—Por supuesto, pero tampoco lo veo necesario. Yo creo que no hay que forzar las cosas. Hay millones de hermanos que apenas se tratan, mi propia hermana Paloma apenas me habla, ¿por qué estos dos, que se acaban de conocer, necesitan tolerarse o mantener una relación familiar?

—Pero…

—A menos que te hayas enamorado de él y necesites que tu primo lo acepte, yo…

—¡¿Qué?!, ni de coña —exclamó muy ofendida y Sophie movió la cabeza sonriendo—. En serio, no hay nada de eso. Me encanta, nos lo pasamos genial juntos, pero no hay nada más. Nada en absoluto.

—Vale…

—En serio.

—Te creo —le hizo un gesto de disculpa para contestar al móvil y Sashi guardó silencio oyendo como saludaba a su marido—. Hola, mi amor… sí… Sashi ha venido a vernos… se lo pregunto… Sashi ¿te apetece cenar fuera? Oliver tiene un reservado en ese restaurante del que tanto habla y nos invita a todos.

—Claro, si no hay que ir muy elegante, porque no voy vestida para…

—No te preocupes por eso. Ok, dice que sí. ¿Te vemos allí? Genial, mi vida, sí… yo también te quiero. Adiós.

—¿Me prestas algún trapito? —la miró y ella asintió.

—Sí, lo que quieras, subamos y eliges algo mientras me doy una ducha.

Subieron a la segunda planta charlando sobre el bebé, Sean, que había empezado a dar sus primeras pataditas, y se metió en su vestidor para buscar algún vestido o alguna blusa más adecuada para cenar en un restaurante de moda. La habitación, que era preciosa, olía de maravilla y tenía todo en perfecta armonía, era una verdadera gozada, así que por un rato se olvidó de todo.

 

—Dios mío, cuánto te he echado de menos —susurró William en la puerta del restaurante acercándose a su mujer para darle un abrazo—. ¿Estáis bien?

—Sí, hoy también se ha movido muchísimo, pero he podido acabar la acuarela —contestó ella dejando que le acariciara la tripa con la mano abierta, y lo besó en la boca—. Estás muy guapo, ¿tenías esta chaqueta en la consulta?

—Sí, no sé desde cuándo. Hola, Sean, hola, hijo ¿has echado mucho de menos a papá? —Se inclinó para besarle la tripa y Sashi bufó—. Hola, prima, ¿qué tal estás?

—No tan bien como vosotros, pero bien. ¿Ya ha llegado Oliver?, me muero de hambre.

—Sí, está dentro con Jackson, me lo encontré en el hospital y le dije que se viniera.

—¿Jackson?

Preguntó, pensando en el hijo de Alex, que estudiaba medicina y tenía mucho contacto con William, y por una milésima de segundo pensó en que no le apetecía nada verlo, pero espantó la idea de inmediato y siguió a la parejita feliz hasta llegar al reservado dónde Oliver los esperaba con Jackson y una chica muy guapa, su nueva novia, supuso, tomando unos aperitivos.

—Queremos ir a surfear a Nazaré, lo organizaré en cuánto tenga un hueco y nos llevaremos el avión del equipo. Me lo han cedido y pienso aprovecharlo —apuntó Oliver y la miró a ella— ¿Te vienes, prima?

—Depende de las fechas, acabo de cambiar de trabajo.

—Nosotros por descontado este año no —intervino William—, pero para después del nacimiento del bebé seguro que nos apuntamos.

—Con vosotros no contaba esta vez, pero Sashi, a ti te mandaré las fechas para que te animes. ¿Te apuntas, Jackson?, ¿has surfeado alguna vez en Portugal?

—No, aún no, mi padre lleva años prometiendo que iríamos juntos, pero nunca hemos encontrado el momento.

—Genial, le diremos a Alex que se venga también. Será un viaje familiar, los Campbell cazando olas en el Atlántico. Tú también puedes venirte, Alison —miró a su chica y ella asintió mirándolo con verdadera devoción.

—Gracias, cariño, nunca he estado en Europa, aunque sí he surfeado en California, en Santa Cruz.

—Mi padre ha surfeado mucho en Santa Cruz —Intervino Jackson con la misma voz de su padre, su abuelo y sus tíos—. Tiene negocios en California y antes iba bastante, dice que es de los mejores sitios en los Estados Unidos para llevar la tabla.

—Lo es, y el ambiente es espectacular —opinó Alison cogiendo la mano de Oliver—. Tengo muchas amistades allí, te encantaría, Oli.

—Ahora mismo tenemos una invitada de Santa Cruz en casa —continuó Jackson con total naturalidad y Sashi le prestó atención—. El fin de semana pasado la llevamos a surfear a Tamarama. Mañana se va con mi padre a Nueva Zelanda y se quedarán en Airport Reefe.

—No es de mis lugares favoritos en Nueva Zelanda, pero está muy bien… —Intervino Sophie mirándola de reojo y ella sintió claramente como le bajaba la tensión y se mareaba un poco.

—Sí, bueno, para los turistas está bien y la amiga de mi padre tampoco es que sea una experta, en realidad, viene para estar con él, lo del surf es secundario.

—Di que sí…

Soltó Alison levantando su copa de vino y Sashi clavó la vista en el plato sintiendo los ojos de Sophie, William y Oliver encima, pero no hizo ningún caso y siguió comiendo con normalidad, asumiendo que Alex estaba en ese momento con una californiana, y que se iba de viaje a Nueva Zelanda con ella.

Le había mentido, o al menos, le había ocultado el particular, pero no tenía nada que reprocharle, porque no tenía ningún compromiso con ella. No era nada suyo, al parecer ni siquiera un buen amigo, así que no pensaba perder ni un segundo más de su tiempo pensando en él.

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