Alex

Alex


Capítulo 11

Página 13 de 26

 

11

 

El sexo oral no solía entrar en sus prácticas favoritas, pero con él era diferente, desde luego.

Se agarró a los barrotes de la cama y dejó que Alex la llevara al máximo de su resistencia con esa lengua juguetona y experta que tenía. Separó más las piernas y empezó a jadear de gusto y a experimentar una descarga eléctrica brutal por todo el cuerpo.

Estaba que no podía respirar, pero no dejaba de sonreír, y elevó las caderas sintiendo la vagina completamente entregada, y sus pezones erectos a punto de estallar, hasta que un orgasmo descomunal la mandó a otro universo, a otro mundo, con él entre sus piernas y sonriendo de oreja a oreja.

—Eres el mejor polvo que he tenido nunca.

Le dijo buscando sus ojos y él movió la cabeza, la agarró por los muslos con energía, tiró de ella y la penetró haciendo que se arqueara otra vez. Gimió al sentir como la llenaba, y le acarició el pelo mientras él le lamía los pechos, y onduló las caderas y quiso devorarlo entero, tanto, que acabó mordiéndole los hombros primero y después la boca con tanta pasión que en medio de los besos empezó a sentir el sabor de su sangre. Un descalabro más en medio de esas sesiones maratonianas y perfectas de sexo a pleno día.

—¡Jesucristo! —exclamó Alex eyaculando y desplomándose sobre ella empapado de sudor, y ella lo abrazó besándole el cuello.

—Creo que te he mordido muy fuerte, lo siento mucho.

—Gajes del oficio, Moonlight, ya me tienes acostumbrado —se apartó tocándose el labio herido y le guiñó un ojo antes de echarse a su lado mirando el techo.

—¿A todas las chicas se lo haces así?, porque no entiendo cómo pueden dejarte escapar.

—Tú me dejaste escapar.

—No fue decisión mía, tú te enfadaste conmigo y…

—Déjalo, Moonlight, ya pasó. ¿A qué hora has quedado con tus primos?

—Biológicamente son más primos tuyos que míos, pero… en fin… hemos quedado a las ocho en Circular Quay, están en el Hotel Marriott.

—Ok, liberaré el reservado del Lucios para que podáis cenar y luego tomar unas copas tranquilamente todo el tiempo que os apetezca.

—¿No vas a venir con nosotros?

—¿No es una reunión familiar?. Mejor no, mejor te veo más tarde, ¿de acuerdo?

—¿No tienes curiosidad por conocer a Ewan y a Kyle?, tienen tu misma sangre, un montón de rasgos comunes contigo y…

—No, cielo.

Saltó de la cama y Sashi lo siguió con los ojos admirando ese cuerpazo sano y bronceado que tenía. No era muy de gimnasios, pero sí de hacer mucho deporte bajo el sol, de practicar surf casi a diario, de andar en bicicleta o de hacer footing, y estaba buenísimo.

—Qué lástima, me encantaría que los conocieras, son estupendos, seguro que te caerían genial. La madre de Oliver también se ha apuntado y Jackson ha dicho que dejaría un rato los libros para saludarlos y…

—No voy a ir a cenar con tus primos escoceses, Sashi —se detuvo en la puerta del cuarto de baño, se giró y la miró muy serio—. ¿Podemos dejarlo?

—Solo una cosa más.

—¿Qué?

—Ellos están deseando conocerte.

—No se pierden nada.

Le sonrió, entró al baño y puso en marcha la ducha. Sashi se desplomó sobre las almohadas y miró la hora, las cinco de la tarde, aún tenía tiempo para convencerlo, pero no pensaba presionar, no pensaba hacerlo porque llevaban dos semanas de ensueño, juntos y alejados de todo el mundo, viéndose a diario y durmiendo muchos días en la misma casa. Estaban otra vez en un momento óptimo de su no-relación, y no pensaba estropearlo, aunque se muriera de ganas de que conociera a Ewan y a Kyle MacIntyre, sus primos de Edimburgo, que estaban en Sydney de paso y por trabajo.

En Escocia, durante las navidades, ya habían hablado largo y tendido sobre Alex y Oliver, los hijos secretos del tío John que habían aparecido el día de la lectura de su testamento, y habían descubierto que en realidad no eran tan secretos para Fiona, la madre de los MacIntyre, la hermana pequeña de Arthur y John, que era perfectamente consciente de su existencia.

La tía Fiona conocía muy bien los misterios de su hermano, pero le había guardado el secreto durante casi cuarenta años, nunca lo había comentado con nadie y había esperado a que William visitara Edimburgo para reconocer oficialmente que sabía quiénes eran Alexander y Oliver. A partir de ese momento los dos “nuevos primos” australianos habían pasado a formar parte de sus conversaciones habituales, especialmente Oliver, que era una estrella mundial del rugby.

Ewan y Kyle, por lo tanto, estaban deseando conocerlos y pasar tiempo con ellos. Llevaban solo veinticuatro horas en Australia y ya habían visto a Oliver, porque había ido con ella a recogerlos al aeropuerto, pero con Alex el asunto se planteaba difícil y le había tocado excusarlo y explicar que él vivía en otro universo muy lejano al de la familia Campbell, algo que los dos habían acatado sin hacer preguntas.

—Moonlight, tengo que irme. Me he saltado la reunión de las dos, pero no puedo escaquearme más de la oficina.

—Claro —Esperó a que se acercara a la cama y se inclinara para darle un beso, y lo sujetó por la pechera de la camisa para mirarlo a los ojos—. Tienes unos primos majísimos, y unos genios en los negocios. Ya sabes quién es Ewan MacIntyre, es un tío extraordinariamente brillante, y Kyle dirige sus empresas, es otro portento, sé que os caeríais genial. No diré nada más.

—Vale, tengo que irme —Ignoró el comentario y caminó hacia la puerta—. Llámame.

—Me gustaría mucho que me acompañaras a la cena, pasar solo una noche como una pareja normal —soltó eso de forma inconsciente y se sintió incómoda de inmediato. Se sentó en la cama y le dijo adiós con la mano—. Luego te llamo.

—Vale… —Le sostuvo la mirada unos segundos, giró y le dio la espalda para salir con prisas del dormitorio.

No tenía ni idea de por qué había soltado aquello, porque lo último que le preocupaba en el mundo era tener una pareja normal, así que se sintió fatal, se levantó regañándose por ser tan idiota, y acabó poniéndose el bikini un poco cabreada para bajar a la playa, que a esas horas solía estar más tranquila y despejada de gente.

 

—Alguien tenía que quedarse para defender el castillo —soltó Kyle MacIntyre con su fuerte y precioso acento escocés y Oliver asintió—. Mary y Anne tienen mucho trabajo y encima, veinticuatro horas de vuelo solo por una semana aquí, no era de recibo.

—Ya te digo, el viaje es una tortura, me canso solo de pensarlo.

Opinó Liz, la madre de Oliver, y Sashi le sonrió observando la mesa de ese lujoso restaurante con vistas a la bahía, una de las joyas de la corona de Alex, dónde estaban cenando sin William, que había tenido que atender una urgencia de última hora en el hospital.

Él se había descolgado, pero sí habían llegado Sophie, Oliver, Liz, Jackson, Kyle y el silencioso Ewan, que siempre había sido bastante introvertido, algo que compensaba con creces su simpático y guapísimo hermano pequeño.

—Cuando trabajaba en el mundo de la moda me instalé a vivir en París, porque los viajes a Europa empezaron a matarme. Creo que no he vuelto en quince años.

—Es una locura, aún peor con niños pequeños, así que ya volveremos más adelante con la familia y con más tiempo.

—¿Cuántos niños tienes, Kyle?

—Uno de un año y otro en camino.

—¿Y tú Ewan?

—Tenemos dos, un adolescente de dieciséis años y un enano de cuatro.

—Me ha dicho Sashi que tu mujer es médico de urgencias, Kyle —preguntó Jackson y Kyle asintió.

—Sí, en el Royal Infirmary Hospital de Edimburgo. ¿Qué especialidad vas a elegir tú?

—Me gusta la cirugía cardiovascular, como a William, pero ya veremos…

—Hola, buenas noches…

Oír de repente la voz de Alex a su espalda, en medio de la animada charla familiar, le provocó un pequeño vértigo, a la vez que una alegría inmensa, y se giró hacia él para mirarlo con una enorme sonrisa. Él, que iba guapísimo vestido de negro, le guiñó un ojo, tocó el hombro de Jackson y luego se acercó con la mano extendida para saludar a Ewan y a Kyle, que al verlo se habían puesto de pie de inmediato.

—Encantado, soy Alex, Alexander Campbell.

—No tienes que jurarlo —susurró Kyle sin quitarle los ojos de encima y Ewan dio un paso atrás sin disimular la sorpresa.

—Vaya, te pareces muchísimo al tío John, impresiona verte.

Soltó Ewan con total sinceridad y en la mesa se hizo un silencio gélido, ella se esperó una respuesta impertinente o guasona por parte de Alex y lo miró con la espalda tensa y esperándose lo peor, pero contra todo pronóstico él se limitó a sonreír y a girarse para buscar una silla y ponerla a su lado.

—¿Qué tal va la cena?, ¿estáis comiendo bien?

—De maravilla —intervino Sophie resoplando—. Tienes un chef espectacular aquí, Alex, es increíble.

—Ya, este año esperamos la tercera estrella Michelín.

—Ewan y Kyle vienen a liquidar la filiar de su empresa de inversiones en Australia, papá —comentó Jackson y los hermanos MacIntyre asintieron sin poder quitarle los ojos de encima.

—¿Y eso por qué?

—Ewan está dedicado a la investigación y al mundo académico, su mujer y yo llevamos MacIntyre Enterprise desde Edimburgo lo mejor que podemos, pero hemos decidido acotar mercado e inversiones para situarnos en un ámbito más europeo.

—Supongo que eso es muy bueno para vosotros, no sé si tanto para Australia.

—No cerramos del todo en Sydney, tenemos muchas ofertas para pasarla íntegramente a otras manos, para eso hemos venido, para resolver las cuestiones legales y aceptar alguna oferta.

—¿Por qué no te la quedas tú, hermano? —le preguntó Oliver y él sonrió.

—Creo que mi empresa de inversiones es bastante más humilde, estamos muy lejos del nivel de MacIntyre Enterprise.

—Eso no es verdad —lo interrumpió Jackson—. Es muy modesto, no le creáis. Su empresa gestiona hostelería, ocio nocturno y actividades de turismo de aventura por toda Australia, Nueva Zelanda y la Costa Oeste de los Estados Unidos, en los últimos diez años ha crecido como la espuma y…

—Ok, quédatela tú —soltó Ewan volviendo a su plato de carne asada y Kyle asintió—. Si te apetece, claro.

—Tendré que presentar una propuesta y…

—Si se queda en tus manos, se queda en la familia, no necesitamos ninguna propuesta —Lo interrumpió y Alex pegó la espalda al respaldo de la silla, giró la cabeza para mirarla a ella y ella extendió la mano y la posó sobre su muslo.

—Vaya, yo…

—Está saneada y creciendo, si te interesa es tuya y nos quitas a nosotros un montón de trabajo —Opinó Kyle y Sashi le sonrió—. Consúltalo con la almohada y lo hablamos mañana temprano. ¿Te parece?

—Genial, brindemos por eso y por la familia. ¡Por nuestra nueva familia!

Exclamó Oliver levantando la copa y todos se sumaron al brindis sonriendo. Sashi observó a Alex, que por una vez en su vida se había quedado completamente fuera de juego, y le acarició la pierna. Él la miró de reojo, extendió el brazo, la agarró por el cuello y la besó.

Ir a la siguiente página

Report Page