Alex

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Capítulo 16

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Dos meses después

 

Se despertó, abrió un ojo y rogó porque su nueva amiga siguiera dormida. Se deslizó por las sábanas como un gato, se levantó de la cama y se metió al cuarto de baño con toda la precaución del mundo, porque lo último que le apetecía en ese momento era mantener una charla, o algo más, con Karen, esa chica guapísima y sexy con la que había pasado una noche espectacular, pero, que, en realidad, le interesaba más bien poco.

Se duchó rápido, se envolvió con un albornoz, regresó a la suite de ese hotel de Circular Quay donde la había invitado tras conocerse en uno de sus restaurantes, y cogió su ropa del suelo, se vistió a toda velocidad y salió de allí mandándole un mensaje de despedida al teléfono móvil.

Solo tenía veinte años, pensó entrando en el ascensor, era incluso menor que Jackson, y se sintió fatal, pero ya estaba hecho, ya era tarde para lamentaciones, y salió a la calle devolviendo una llamada a Marion, que le había dejado varios mensajes en el buzón de voz.

—¿Dónde te metes, jefe?, ¿no habrás olvidado la reunión con contabilidad? —Le soltó muy nerviosa y él movió la cabeza subiéndose a la moto.

—No lo he olvidado, no te preocupes, llego en unos quince minutos.

—¿Te pido el desayuno?

—Qué bien me conoces. Muchas gracias.

Le colgó e hizo amago de ponerse el casco, pero el teléfono le vibró anunciando una llamada de Oliver y la respondió mirando la hora.

—Hola, chaval.

—Hola, tío, ¿cómo estás?, últimamente no se te ve el pelo.

—Estoy muy liado, la fusión con MacIntyre Enterprise me ha multiplicado la faena —Mintió, porque no era el trabajo precisamente el que lo mantenía alejado de la “familia”, y tragó saliva—. ¿Qué tal tú?, habéis empezado muy bien la temporada.

—Sí, no nos podemos quejar. ¿Qué sabes de Sashi? 

—¿Yo?, nada, ¿por qué?

—Porque se vuelve al Kakadu National Park, se va a vivir a Darwin otra vez, igual quieres despedirte de ella.

—¿Cuándo se marcha?

—No lo sé, pero pronto. Ayer fue el bautizo de Sean, ceremonia católica y fiesta a la española, digna de la familia materna de Sophie, nos reunimos todos allí y me lo comentó.

—¿Cuántos selfies te pidieron?

—Unos cuantos, pero lo pasamos muy bien, y echamos de menos a Jackson. Me consta que estaba invitado, pero no apareció. Siento que se lo haya perdido. ¿Está bien?

—Está perfectamente, con exámenes.

—Dile que me llame, por favor, quería unas entradas para el próximo partido y las tengo reservadas, de paso podrías venirte tú y así nos vemos.

—Eso sería estupendo, gracias.

—¿Tú estás bien?

—Sí, muy bien. Ahora mismo con un poco de prisa, me esperan en la oficina, estoy en la calle y ya llego bastante tarde…

—Vale, te dejo, pero no desaparezcas, a ti también se te echa de menos. Hasta luego.

—Adiós, Oliver.

Le colgó, sintiendo ese hueco espantoso en el centro del pecho, ese que lo perseguía desde que Sashi había roto con él, y pensó en el bautizo del primogénito de Sophie y William, y en la necesidad de enviarle un regalo o unas flores a ella, que era una chica adorable y que siempre lo había tratado muy bien.

Sophie no tenía nada que ver con el conflicto que mantenía con su marido, siempre lo había dejado patente, incluso cuando el niño había nacido y él le había mandado unas flores al hospital, ella lo había llamado personalmente para agradecérselas, por lo tanto, aunque no lo hubiesen invitado al bautizo, no conociera al pequeño Sean, y no se trataran, lo correcto era felicitarla y cuánto antes mejor.

Aceleró hacia su despacho tratando de no pensar en ellos, muchos menos en Sashi, ni en nada relacionado con ella, pero no pudo evitarlo y sin querer se le contrajo el estómago, porque saber que se marchaba de Sydney y se volvía a Darwin lo partía por la mitad. Por supuesto, no se veían, sus buenas intenciones de ser amigos y llevarse bien habían quedado en nada, no habían vuelto a hablar ni por teléfono tras su ruptura, pero al menos sabía que ella andaba cerca, a su alcance, respirando su mismo aire, sin embargo, si se marchaba de vuelta al Territorio Norte era como si la perdiera de verdad y para siempre, y sabía que no podría soportarlo.

Jamás podría entender, ni perdonarse, el por qué la había dejado marchar sin abrir la boca, sin oponer resistencia, sin expresar lo que sentía, o al menos contarle las dudas que lo embargaban respecto a sus sentimientos por ella.

Tenía cuarenta y un años y se había comportado como un crío idiota, como solía hacer con las demás mujeres, poniendo barreras y distancias, sin contar con que ella no era como las demás mujeres, al contrario, ella era única, especial e irremplazable, pero no había tenido huevos para decírselo, y ahí estaba, dos meses después de aquello, después de que ella se le pusiera delante y le preguntara lo que sentía, desbordado por las dudas y la tristeza, y más solo de lo que recordaba haber estado nunca.

Cuando había estado con Oliver en Wellington él le había preguntado si alguna vez había estado enamorado de verdad, si había sentido que no podía respirar, si había deseado a alguien con todo tu cuerpo, aunque se acostara con otras personas intentando aplacar su ausencia, si se había sentido continuamente solo, aun estando rodeado de gente, porque la mujer a la que necesitaba no estaba a su lado… y no había sido capaz de contestar, sin embargo, sus pensamientos habían volado directamente hacia Sashi, y a lo que ella le hacía sentir, porque ya entonces era evidente que no podía vivir sin ella. No obstante, su coraza de precauciones y miedos, de protección y prejuicios, le había impedido aceptarlo y reconocerlo en voz alta, y sin proponérselo había puesto la primera piedra del principio del fin de su historia con ella, y se arrepentiría de ello el resto de su vida.

Tal vez si ese día, delante de Oliver, hubiese sido capaz de reconocer en voz alta lo que sentía por Sashi, unos días después, delante de ella, no se hubiese quedado callado como un idiota y todo habría sido diferente, y aún seguirían juntos.

Lástima que ya era tarde para arrepentimientos, porque ya no había nada que pudiera hacer, mucho menos si ella había decidido regresar a Darwin, así que más le valía pasar página de una puñetera vez y dejar de flagelarse.

—Marión, por favor, compra algo bonito y útil para el bebé de los Campbell de Point Piper —Llegó a la oficina y miró a su secretaria antes de entrar en su despacho—. Unas rosas para Sophie y algo para el pequeñajo, ayer fue su bautizo. Incluye una tarjeta de felicitación firmada por Jackson y por mí. Gracias.

—¿Para el bebé de tu hermano?

—Sí, se llama Sean y tiene casi tres meses. ¿Tienes sus señas?

—Creo que sí, pero no deberías tú escribirles algo.

—No, no hace falta —Miró la hora y sacó el móvil—. Tengo que hacer una llamada, ¿han traído el desayuno?

—Sí, lo tienes en la mesa de juntas.

—Mil gracias, Marion, eres la mejor.

Entró en su despacho, tiró la mochila en una silla y pasó directamente a la sala de juntas donde una bandeja térmica lo esperaba con el desayuno. La destapó oliendo el aroma del café recién hecho y tomó un sorbo llamando a Jackson. 

—Papá.

—Hola, ¿qué tal el examen?

—Acabo de salir, creo que ha ido bien, no puede ir mal, necesito la nota para las prácticas.

—Seguro que lo has bordado.

—¿Tú qué tal?, pasé esta mañana por casa y Juani me dijo que no habías ido a dormir.

—Todo bien, me entretuve en el centro. Me ha llamado Oliver, dice que tiene tus entradas para el próximo partido, que lo llames para confirmarlo.

—Genial, ahora mismo lo llamo.

—También me dijo que ayer se celebró el bautizo de Sean y que no apareciste.

—No dije que fuera a ir.

—¿Por qué?

—¿Por qué?, pues porque desde hace un tiempo prefiero mantener una relación estrictamente académica y profesional con el doctor Campbell.

—¿Doctor Campbell? —dejó de comer al oír que ya no lo llamaba William y frunció el ceño—. Mira, Jackson, no quisiera que…

—No me gustó lo que le oí decir de ti esa mañana en el hospital mientras increpaba a Sashi, ya te lo expliqué, no te sorprendas tanto de que ahora prefiera mantener una distancia prudencial con él. Lo admiro como médico, es el mejor y tendré que tragarlo porque sus prácticas son las más codiciadas del hospital, pero nada más.

—Ok, respeto tu decisión, y agradezco muchísimo esa muestra de lealtad hacia mí, pero creí que estaba claro que tú quedabas fuera de cualquier conflicto que yo tenga, haya tenido o pueda tener con él. Se trata de tu familia, me guste o no, es tu tío. Él y su mujer te han acogido con los brazos abiertos y, además, puede orientarte en tu carrera y…

—No me interesa, no lo necesito, soy un alumno de sobresaliente, papá, puedo salir a flote sin William Campbell, como todos los demás. Y a Sophie, como a Oliver o a Sashi, puedo verlos sin tratar con él, de hecho, lleva dos meses y medio disfrutando de su permiso de paternidad y no le hemos visto el pelo.

—Bueno, yo…

—No pasa nada, te lo digo porque me lo has preguntado, pero no tiene importancia, no hay de qué preocuparse. Más me preocupa a mí que tú no veas a Sashi.

—¿Disculpa? —soltó una risa al ver cómo tomaba las riendas de la conversación, y Jackson bufó.

—Estabas más tranquilo, más contento, llevabas una vida más ordenada y no dormías fuera de casa cuando estabas con ella, y si lo hacías, al menos avisabas a Juani, que la pobre se preocupa cuando no te ve en tu cama.

—No sé en qué momento he pasado de ser tu padre a ser tu hijo, Jackson.

—Es un intercambio de papeles justo, tú te has preocupado toda la vida por mí y yo me preocupo por ti de vez en cuando. En fin, tengo que dejarte, colega.

—Ok, no te olvides de llamar a Oliver. Adiós.

—Adiós.

Colgó con el corazón henchido de orgullo, porque Jackson no paraba nunca de sorprenderlo y de superarse así mismo, y sonrió terminando de desayunar, y viendo por los cristales como su equipo de contabilidad se acercaba a la sala de juntas.

Era un tipo muy afortunado, pensó de repente, padre de un hijo brillante, íntegro y maduro, con una vida bastante plena y un trabajo que lo realizaba a muchos niveles. No necesitaba de mucho más para ser feliz y estar agradecido a la vida. No lo necesitaba, podía darse por satisfecho, y pensaba hacerlo.

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