Alex

Alex


Primera parte » Capítulo 15

Página 18 de 69

15

Le ha venido a la cabeza una frase que ha oído en algún sitio. Cuando se ve una rata, es que hay diez. Y ya ha visto siete. Se han peleado por la posesión de la cuerda, pero sobre todo por las croquetas. Curiosamente, las más gordas no son las más voraces. Más bien parecen ser las estrategas. Dos, en particular. Impasibles ante los juramentos y los gritos de Alex, permanecen un buen rato sobre la tapa de la jaula. La horroriza ver que adoptan una posición vertical sobre sus patas traseras y olisquean en derredor. Son desmesuradas, monstruosas. A medida que pasa el tiempo, algunas se muestran más osadas, como si hubieran comprendido que Alex no representa un peligro. Se envalentonan. Al anochecer, una de ellas, de tamaño mediano, ha intentado pasar por encima de una de sus congéneres y ha caído dentro de la jaula, sobre la espalda de Alex. Ese contacto repulsivo la ha hecho gritar y entre la colonia de ratas ha habido unos instantes de vacilación, pero esa perturbación no ha durado demasiado. Unos minutos más tarde habían regresado, cerrando filas. Hay una, Alex cree que joven, muy osada y ávida, que se acerca mucho a ella para olfatearla; por más que Alex retroceda, la rata no deja de avanzar. Solo se bate en retirada si grita con todas sus fuerzas, hasta escupirle encima.

Hace tiempo que no ve a Trarieux, un día por lo menos, o dos, o tal vez más. Ahora desfila ante ella un nuevo día, y daría cualquier cosa por saber qué hora es, qué día… Le parece extraño que no aparezca, que falte a su cita. Teme quedarse sin agua y la raciona; afortunadamente, ayer apenas bebió y le queda casi media botella, pero contaba con él para aprovisionarse. Las ratas están menos excitadas cuando tienen croquetas, y cuando se les acaban se ponen nerviosas y se impacientan.

Paradójicamente, Alex siente pánico ante la idea de que Trarieux la abandone. Que la deje en la jaula para que muera de hambre y sed ante los ojos ansiosos de las ratas, que no tardarán en aventurarse aún más. Las más gordas la observan ya con una inquietante mirada que revela sus intenciones.

Desde que apareció la primera, nunca han pasado más de veinte minutos sin que una u otra se pasee sobre la jaula y trepe por la cuerda para comprobar que ya no quedan croquetas.

Algunas se balancean en la cesta y la miran fijamente.

Ir a la siguiente página

Report Page