Alex

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Primera parte » Capítulo 18

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Le Guen se ha puesto en pie, ha estirado los brazos y ha dado algunos pasos por su despacho mientras Camille proseguía su informe; luego ha vuelto a sentarse y ha retomado su postura de esfinge pensativa y adiposa. Cuando el comisario volvía a su sillón, Camille ha visto que reprimía algo parecido a una sonrisa de complacencia: sin duda, la satisfacción de haber realizado su gimnasia cotidiana. Lo hace dos o tres veces por día: levantarse, caminar hasta la puerta y volver. A veces hasta cuatro veces. Su entrenamiento se basa en una disciplina férrea.

—Hay siete u ocho contactos interesantes en el teléfono de Trarieux —prosigue Camille—. A algunos los ha llamado varias veces. Siempre las mismas preguntas. Investigaba la desaparición de su hijo. Cuando iba a verlos, les mostraba la foto de su hijo en la feria con la chica.

Camille solo ha interrogado personalmente a dos testigos, de los otros se han encargado Louis y Armand. Ha pasado por el despacho de Le Guen para mantenerlo informado, pero su objetivo era otro: hablar con la exesposa de Trarieux. La gendarmería se ha ocupado de llevarla hasta allí.

—Sin duda, Trarieux pudo localizarlos a través de los correos electrónicos de su hijo. Hay un poco de todo.

Camille consulta sus notas.

—Una tal Valérie Touquet, de treinta y cinco años, una antigua compañera de clase a la que Pascal Trarieux trató desesperadamente de tirarse durante quince años.

—Es de ideas fijas.

—El padre la llamó varias veces para preguntarle si sabía qué había sido de su retoño. Según ella, ese chico es un auténtico colgado, «un palurdo». Y si esperas unos minutos, confiesa: «Era un desgraciado. Siempre trataba de impresionar a las chicas con gilipolleces». Vamos, un tonto del culo. Pero amable. En cualquier caso, no tiene la menor idea de qué ha sido de él.

—¿Qué más?

—Tenemos también a Patrick Jupien, conductor y repartidor de una lavandería, colega de apuestas de Pascal Trarieux. Él tampoco tiene noticias del hijo. La chica de la foto no le dice nada. Otro contacto es Thomas Vasseur, amigo del colegio, director comercial. Y también hemos hablado con un antiguo compañero de trabajo, Didier Cottard, un manipulador con el que trabajó en una empresa de venta por correspondencia. Todos explican lo mismo: el padre llama, va a verlos y los incordia. Y, naturalmente, nadie tiene noticias del hijo desde hace tiempo. Los más informados saben que hay una chica de por medio. Esa es la noticia bomba del año, Pascal Trarieux con una chica. Su amigo Vasseur se ríe abiertamente diciendo que «para una vez que tenía novia…». Su colega repartidor confirma que le dio el coñazo a todo el mundo con su Nathalie, pero Nathalie qué más, eso nadie lo sabe. Y tampoco se la presentó a nadie.

—Qué curioso…

—No, no es tan curioso. La conoció a mediados de junio y se largó con ella un mes más tarde. Eso no deja mucho tiempo para presentaciones.

Ambos se quedan pensativos. Camille relee sus notas con el ceño fruncido y de vez en cuando mira hacia la ventana, como si buscara la respuesta a sus preguntas, y vuelve a sumergirse en su cuaderno. Le Guen lo conoce bien; deja transcurrir unos instantes y dice:

—Venga, suéltalo.

Extrañamente, Camille parece incómodo.

—Pues, para serte sincero… Esa chica no me parece trigo limpio.

Entonces alza las manos y se cubre el rostro.

—¡Lo sé, lo sé! Lo sé, Jean. ¡Es la víctima! ¡No se toca a una víctima! Pero me preguntas qué pienso y te lo digo.

Le Guen se ha incorporado en su sillón, con los codos sobre la mesa.

—Es una locura, Camille.

—Lo sé.

—Esa chica está encerrada como un pajarillo en una jaula a dos metros del suelo desde hace una semana…

—Lo sé, Jean…

—… en las fotos puede verse claramente que está al borde de la muerte…

—Sí…

—El tipo que la secuestró es un hijo de puta analfabeto, brutal y alcohólico…

Camille se contenta con suspirar.

—… que la ha encerrado en una jaula y la ha dejado a merced de las ratas…

Camille opta por un doloroso asentimiento con la cabeza.

—… y que prefiere arrojarse al cinturón periférico antes que entregárnosla…

Camille cierra los ojos como quien pretende no ver la magnitud del desastre que ha provocado.

—… ¿y esa chica no es trigo limpio? ¿Lo has comentado con alguien más o me has dado la primicia?

Sin embargo, Le Guen sabe que algo sucede cuando Camille no replica, y peor aún, cuando no se defiende. Hay algo más. Tras un silencio, Camille dice lentamente:

—No entiendo que nadie haya denunciado la desaparición de esa chica.

—¡Con qué me sales ahora! Pero si hay mi…

—… les de casos así, lo sé, Jean, miles de personas a las que nadie reclama. Pero, al fin y al cabo…, ese tipo, Trarieux, es un imbécil, ¿estás de acuerdo?

—De acuerdo.

—Sin muchas luces.

—Redundante.

—En ese caso, explícame por qué odia tanto a esa chica y la maltrata de ese modo.

Le Guen no lo comprende y alza la vista. Camille continúa:

—Porque, a fin de cuentas, está investigando la desaparición de su hijo. Entonces compra las tablas, construye una caja, encuentra un local donde puede encerrar a la chica durante días y días y la secuestra, la enjaula, la cuece a fuego lento, la fotografía para asegurarse de que todo va según sus planes… ¡y crees que es un antojo!

—No he dicho eso, Camille.

—Claro que sí, y si no es lo que has dicho, es lo que has pensado. La idea se le ocurrió de repente. En su minúsculo cerebro de ajustador se dijo: «Mira, ¿y si diera con la chica que se largó con mi hijo y la encerrara en una jaula de madera?». Y, casualmente, ¡se trata de una chica cuya identidad no podemos averiguar! En cambio, Trarieux, un hombre que no sabe hacer la «o» con un canuto, la encuentra sin problemas, cosa que nosotros somos incapaces de hacer.

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