Alex

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CAPÍTULO 38

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CAPÍTULO 38

 

 

-Debes hablar con ella –contestó Alex, luego de lo que pareció una eternidad-. Sé que puede resultarte difícil, pero debes hacerlo –agregó, incluso cuando parecía que él mismo no quería decir aquellas palabras.

Era increíblemente difícil. De solo pensar en ir donde su madre y decirle, podía sentir el miedo abriéndose paso por su pecho.

Emily dejó que su rostro se hundiera en el cuello de Alex y suspiró.

-Lo sé –replicó, sabiendo perfectamente que era lo que debía hacer. Aunque, había esperado que Alex le dijera cualquier cosa que no fuera aquella–. Lo haré –decidió, finalmente.

No iba a arriesgarse a que su madre volviera a actuar a sus espaldas. Mejor era que se lo dijera y que, además, lograra obtener las respuestas que tanto deseaba.

¿Por qué había hecho aquello? ¿Separarlos? ¿Qué motivos tenía, realmente?

-Todo saldrá bien –le aseguró Alex, regresándola a la realidad cuando pasó su mano por su espalda, delicadamente.

E, incluso cuando tenía su polo puesto, podía sentir su piel ardiendo ahí donde él la tocaba.

Emily alzó la vista hacia él, nuevamente.

-¿Y si nos separa de nuevo? –preguntó, sin poderlo evitar.

Probablemente nunca dejaría de tener miedo de las acciones precipitadas de su madre. No después de todo el dolor que le había ocasionado. No quería arriesgarse a tener que volver a pasar por aquello.

-No dejaré que eso suceda –dijo Alex, de inmediato, irguiéndose, de  modo que Emily quedó sentada a horcajadas sobre su regazo–. Ya estuve ahí una vez y créeme, no quiero volver a vivirlo –agregó, sacudiendo la cabeza, su nariz rozando la de Emily, en el proceso-. Sólo necesito que nunca te saques esto de la cabeza: te amo y lucharé por nosotros, pase lo que pase –finalizó.

Emily se mordió el labio, dejando su frente caer en el hombro de Alex, en un intento de dejar de sentir aquel miedo en su pecho. Y, de evitar que pequeñas lágrimas se derramaran por su rostro, de nuevo.

-Prométemelo –susurró, entonces. Levantó su rostro hacia Alex, para poder clavar sus ojos en los de él-. Promete que pase lo que pase, no te irás –rogó, aferrándose a su cabello, sabiendo que aquello la haría sentir mucho más cerca de él.

Y Alex cerró los ojos un momento, una expresión de dolor cruzando su rostro, haciéndolo torcer el gesto.

-Jamás te dejaré pequeña –prometió, de inmediato, sus ojos manteniéndose fijos en los de ella, mientras hablaba-. Fui tuyo desde el momento en que entraste a Starbucks y te estrellaste contra mí –confesó, de pronto, una pequeña sonrisa expandiéndose en su rostro, cuando mencionó aquel día-.  Y seré tuyo hasta el día en que deje de respirar –finalizó.

Tan. Hermosas. Palabras.

¿Cómo lo hacía? ¿Hacerla caer más y más por él?

Entonces, lo besó.

Lo besó porque tenía miedo.

Y porque lo amaba.

Y porque no quería que nada los separara.

Y porque esperaba que todo fuera a saliera bien.

 

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12:48 p.m.

A aquella hora, finalmente se encontraba en la puerta de su casa, completamente insegura de qué iba a hacer.

Sabía que su madre debía estar en la cocina, preparando el almuerzo. Y, sabía que, probablemente no iba a ignorarla aquella vez, al igual que en los pasados meses había comenzado a tomarle más interés.

Pues sí que le iba a interesar lo que Emily estaba por decirle.

Aunque, no tenía ni la más mínima idea de que era lo que iba a decir.

Se quedó parada frente a la puerta un largo momento, antes de ser capaz de dirigirse a la cocina. ¿Por qué diablos había entrado a la casa, si aún ni siquiera sabía qué iba a decirle a su madre?

Entonces, como había supuesto, su madre salió de la cocina, hacia la sala, para saludarla.

-¿Qué tal estuvo la fiesta? –le preguntó, tranquilamente.

¿Cómo podía estar tan tranquila, cuando ella le había hecho tanto daño?

¿Cómo podía estar tan tranquila, cuando la había visto llorar por meses, por su culpa?

Emily la miró fijamente, sin saber muy bien en qué momento había perdido a su madre. O, de hecho, como no se había dado cuenta, desde un inicio, de que nunca la había tenido.

-Ya lo sé todo –susurró, después de un momento.

No tenía caso darle vueltas al asunto. No valía la pena, de hecho. Solo quería conseguir sus respuestas, para poder seguir con su vida y dejar atrás a la madre que nunca tuvo.

Clara frunció el ceño, claramente confundida.

¿Cómo podía actuar confundida, cuando sabía perfectamente de lo que estaba hablando?

-¿Cómo? –preguntó, entrelazando sus dedos, frente a ella, realmente luciendo confundida.

-¡No finjas que no sabes de que hablo! –no pudo evitar soltar Emily, entonces.

¿Cómo se atrevía?

Una parte de ella habría deseado que Alex bajara con ella, a hablar con su madre. Con él, las cosas siempre se sentían más sencillas y mucho mejores. Pero, claro está, necesitaba enfrentar a su madre a solas.

Clara lució increíblemente horrorizada, de pronto. Pero no tardó en cruzarse de brazos, mirándola, desafiante. No parecía en lo más mínimo arrepentida por lo que había hecho. ¿No se arrepentía por haberle hecho tanto daño?

-¿Esperas que me disculpe? –preguntó, entonces, logrando hacer que ira se apoderara de Emily-. Lo hice por tu propio bien –explicó, sin más.

¿Por su propio bien, o el de ella misma?

Claramente, no había logrado su objetivo.

-¿Cómo puedes decir eso? –preguntó, sacudiendo la cabeza. Increíble. Simplemente increíble-. ¡Me hiciste daño! –estalló, finalmente. Y es que, vamos, no podía mantenerse serena por más tiempo, no cuando su madre parecía tan perfectamente tranquila con la situación–. Me viste todos los días de los últimos ocho meses, sufriendo, llorando –continuó, sin poder detenerse-. ¿Cómo puedes decir que lo hacías por mi propio bien? –exigió saber, entonces.

Había perdido la cabeza. Tenía que ser aquello.

-Pisa el suelo, Emily –la calma en la voz de su madre empezó a resultarle extremadamente irritante. ¿Qué diablos? ¿Pisar el suelo? Pero si ella sabía perfectamente dónde se estaba metiendo–. Un hombre de su edad no podría querer tener que cuidar de una niña como tú –las frías palabras dejaron sus labios-. Probablemente sólo quería meterse en tus pantalones, luego de decirte que te amaba, para luego dejarte por ahí sola, sufriendo y sin que le importe en lo más mínimo –dejó salir, de un porrazo.

Pero lo decía con un odio inimaginable.

¿Cómo podía odiar a Alex de aquella manera, si no lo conocía?

¿Cómo podía decir aquello sobre él, cuando no lo conocía?

Y, no supo a ciencia cierta, que fue lo que la impulsó a decir lo siguiente. Quizás su creciente enojo. O el enorme deseo de hacerla callar.

De todas formas, no importaba el motivo, simplemente lo que no pudo evitar decir.

Simplemente habló, aquello que sabía que haría a su madre perder su tranquilo temperamento.

-¿Entonces, por qué sigue aquí? –preguntó en un susurro, cruzándose de brazos.

Los ojos de su madre brillaron con enfado, inmediatamente.

-¿Cómo pudiste dejarlo arruinarte la vida de esa forma? – preguntó, entonces sí que alzó la voz, inmediatamente perdiendo su tranquila compostura. Y Emily no pudo evitar sentir una pizca de satisfacción, al lograr aquella reacción de su fría madre-. ¿¡Y cómo te atreves a venir a decírmelo a la cara!? –explotó, finalmente. Objetivo logrado, claro está–. Ese hombre te hizo daño Emily, ¿es que no lo ves? –preguntó, entonces.

Pero ahora parecía estar hablando con simple desesperación. Quería convencerla de que tenía la razón. Pero Emily nunca iba a aceptarlo. Su madre había perdido el juicio. Por su culpa, ella había sufrido.

Y no era justo.

-¡Me hizo daño porque tú lo obligaste a hacerlo! -gritó Emily, sin poderlo evitar.

¿Realmente le estaba gritando a su madre?

-Él prefirió su trabajo, su vida, todo –dijo su madre, entonces. Y la desesperación seguía estando claramente presente en su voz-. Y lo prefirió antes que a ti –finalizó, sus ojos clavándose en los de Emily.

La calma había regresado a su voz, aunque Emily no estaba del todo segura de por qué.

¿Por qué estaba tan malditamente calmada?

-No –espetó Emily, soltando una carcajada sin humor. Y es que, no había nada de que reírse, realmente. Incluso cuando le hacía un tanto de gracia que su madre estuviera hablando tantas tonterías–. Él prefirió dejarme ser feliz y conservar todo lo que tenía, antes que arrebatármelo todo solo porque tú no puedes aceptar que él me ama –dejó salir, señalándola con un dedo acusatorio.

Su madre entrecerró los ojos, aparentemente sin verse afectada por las palabras de Emily.

-Tú no puedes estar con él –dejó salir, sus cejas arrugándose, con enfado–. No puedes –agregó, como si no pudiera evitarlo-. Él debió pensarlo mejor y no malograr su futuro de esa manera –continuó. Parecía haber fuego en su mirada. Lucía increíblemente enfadada, pero al mismo tiempo, tan malditamente calmada–. Una llamada mía y él será enviado a la cárcel, mientras nosotros nos vamos tan lejos como podamos –finalizó.

Pero Emily no iba a dejarse asustar por sus palabras. Eso sí que no. Ya había sufrido suficiente por ella.

-No puedes enviarlo a la cárcel –replicó, de inmediato, porque tenía la sensación de que su madre lo habría hecho en aquel mero instante-. No hay nada que puedas decir de él a la policía, que consiga eso –continuó, alzando la barbilla en modo defensivo-. Soy mayor de edad, madre –comenzó, entonces, una inevitable sonrisa formándose en sus labios-. Puedo hacer lo que se me venga en gana –finalizó.

Su madre ya no tenía derecho sobre ella. Y Emily no iba a dejar que la siguiera manipulando como siempre lo había hecho.

Comenzó a dirigirse a su habitación, cansada de seguir escuchando todo lo que la loca de su madre tenía para decir, pero esta la cogió por el antebrazo, obligándola a voltearse hacia ella.

-Vas a lamentar esto, Emily –espetó, clavando sus ojos en los de ella–. Y él va a lamentar haberte conocido –finalizó.

Por un breve momento, Emily se permitió a sí misma sentir miedo de sus palabras. Pero luego supo que no valía la pena, por lo cual le dirigió una simple mirada llena de furia, antes de zafarse de su agarre.

Emily la miró furiosa y se zafó de su agarre.

-No madre –replicó Emily, sin más–. Tú no puedes evitar que nos amemos –finalizó.

Su madre pareció estar a punto de decir alguna otra tontería, pero Emily ya no estaba dispuesta a escucharla. Por lo que, simplemente se dio media vuelta y se dirigió a su habitación.

Cerró su puerta de un portazo, cerrando con llave, instantáneamente.

Su madre ni siquiera había intentado ocultar el hecho de que había actuado de aquella manera. Ni siquiera le había parecido importar el hecho de que ella había sufrido y llorado, por meses. Y todo por su bendita culpa.

Se sentó en la cama y se permitió a si misma dejar salir su enojo.

Hundió el rostro entre sus manos y sintió su cuerpo comenzar a temblar.

Necesitaba a Alex.

Quería estar rodeada por sus brazos.

Pero primero debía tranquilizarse, respirar y recuperar el aliento. Se sentía exhausta, de pronto.

Se acostó en la cama por un momento y cerró los ojos.

Ahora solo habría tranquilidad. ¿Cierto? Ahora podía ser feliz.

Un suave golpe en su puerta la sobresaltó y se irguió, sintiendo su corazón latiendo a mil por hora. ¿Qué había sucedido?

Dirigió su vista hacia el pequeño reloj sobre su mesa de noche y frunció el ceño cuando vio que eran las seis y media de la tarde.

¿Se había quedado dormida?

Realmente había estado cansada, entonces. Pero era inevitable. Es decir, había estado despierta casi toda la madrugada, hablando con Alex y volviendo a acostumbrarse a tenerlo en todos lados.

Además, había bailado por varias horas, antes de verlo de nuevo.

-¿Emily? –la voz de su padre la hizo ponerse rápidamente de pie.

Se había perdido en sus pensamientos sobre Alex y prácticamente se había olvidado de que habían tocado la puerta.

Y gracias al cielo no se trataba de su madre, porque a ella sí que no quería verla pronto. A su padre, en cambio, quería explicarle las cosas, antes de que su madre fuera a meterle cosas equivocadas en la mente.

Si es que ya no lo había hecho, claro está.

Abrió la puerta, finalmente y observó a su siempre sereno padre, con un plato con tostadas en una mano y un vaso de leche chocolatada en la otra.

No pudo evitar fruncir el ceño.

Su padre rara vez estaba en casa temprano y no cabía duda que estaba ahí por la situación de Alex. Tenía que ser el motivo. No le encontraba otra explicación.

¿Acaso su madre ya le había contado sobre Alex? Y si era así, ¿le habría dicho las cosas como eran realmente?

-Hola –la saludó, con una pequeña sonrisa.

Su padre sabría entender. Estaba segura de que sería así.

Algo parecía estar molestándolo, sin embargo. Emily podía notarlo en la forma en que se removía incomodo en su sitio, arrugando las cejas en un gesto incómodo.

Pero, aparentemente, quería ocultarlo.

¿Acaso intentaría convencerla de dejar a Alex?

Porque leche chocolatada no iba a lograr que eso sucediera, sin importar cuánto la amara.

Lo dejó pasar, cerrando la puerta cuando él estuvo dentro de su habitación y observó cómo dejaba el plato y el vaso sobre su mesa de noche, para tomar asiento en su cama. Entonces, Emily lo siguió y se sentó, frente a él.

-Sé que mamá te lo ha contado –dijo, sin más. Y es que, no tenía una gran idea sobre cómo empezar aquella conversación. No era una conversación sencilla de tener. Sobre todo cuando el chico en cuestión era diez años mayor que ella–. Pero no sé si te ha contado las cosas como son –agregó, cuando se dio cuenta de que había estado callada por varios segundos.

Su padre le mostró una sonrisa, sacudiendo su cabeza y tomando sus manos entre las suyas mismas.

-No hace falta que me expliques, Em –dijo, pasando sus pulgares suavemente por el dorso de las manos de Emily–. Yo solo quiero que seas feliz –indicó.

Y Emily no pudo evitar pensar en el gran hombre que era su padre, cuando no se estaba dejando llevar por las palabras de su mujer. ¿Qué clase de amor era aquel? ¿Uno en el que él dejaba de hacer lo que creía bien, solo porque su esposa lo decía?

Aun así, no dijo nada al respecto y simplemente le mostró una sonrisa más amplia a su padre, antes de rodear su cuello con sus brazos, en un abrazo que hacía mucho tiempo que no le daba.

-Gracias, papá –susurró, permitiéndose a sí misma cerrar los ojos, sabiendo que podía confiar en su padre.

Si. Las cosas iban a ser mejores ahora.

-Disfruta de tu leche –le dijo él, cuando finalmente se separaron.

Y Emily soltó una suave risa cuando él le guiñó el ojo, antes de salir de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.

Entonces Emily dio un mordisco a una de las tostadas, recién dándose cuenta de que tenía hambre.

Tomó el vaso en su mano, sonriendo ampliamente aun, sin poderlo evitar. Y es que, las cosas iban a ser mucho mejores a partir de aquel día. Ya nada podría separarla de Alex. Ya no había forma de que terminaran lejos el uno del otro.

Finalmente iba a ser feliz con Alex.

Tomó un sorbo de la leche. Y dio otro mordisco a su tostada.

Quería llamar a Alex, pero el hambre aun le ganaba. Por lo cual terminó todo lo que su padre le había llevado.

Se dejó caer alegremente sobre su cama y tomó su celular en su mano, dispuesta a mandarle un mensaje a Alex, para avisarle que todo había salido perfectamente bien y que podrían ser felices, finalmente.

Pero sintió un pequeño malestar en su cabeza, forzándola a cerrar los ojos un segundo.

¿Qué diablos?

Abrió sus ojos, sacudiendo la cabeza.

Y sonrió.

Era feliz.

Eso era lo único que importaba ahora.

Entonces, sus ojos volvieron a cerrarse, inevitablemente.

Y se quedó profundamente dormida.

 

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