Alex

Alex


CAPÍTULO 40

Página 35 de 38

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 40

 

 

Quería abrir los ojos, pero de nuevo no podía.

La diferencia era que ahora todo parecía estar lleno de dolor.

Dolor.

Y nada más que dolor.

No del que había sentido cuando Alex la había dejado. No era un dolor emocional.

No.

Era dolor físico.

Sus huesos parecían estar rompiéndose lentamente, sus músculos desgarrándose. Su cabeza reventaba. Todo parecía ser dolor.

Y olía a sangre.

A metal.

Dolor.

Y luego no hubo nada.

Silencio.

Oscuridad.

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

Quería abrir los ojos, pero seguía sin poder hacerlo.

Ya no dolía, o quizás simplemente se había acostumbrado al dolor constante y por eso ya no lo sentía.

Ya no olía a sangre.

Ahora olía a medicinas. A hospital.

Había un sonido, que se repetía una y otra y otra vez.

Y seguía y seguía.

Y no se detenía.

¿Dónde estaba?

¿Por qué no podía abrir los ojos?

¿Por qué parecía estar flotando?

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

-Su hija está en coma –escuchó. ¿De quién era esa voz? ¿Dónde estaba?–. No sabemos cuándo despertará, ni si realmente lo hará –continuó aquella voz. ¿Cómo? ¿Despertar?-.  Sólo podemos esperar –continuó la voz desconocida.

¿Esperar a qué?

¿Hablaba de ella, acaso?

-¿No creen que despierte? –oyó otra voz y sintió la amargura regresando a su cuerpo.

Su madre.

Su voz sí que la reconocía.

Y, de pronto, todos los recuerdos parecieron regresar a su memoria. Entonces, recordó que se había lanzado del auto en movimiento.

¿Estaba…?

No.

El doctor, de quien supuso que era la primera voz, había dicho que estaba en coma.

¿Moriría?

Le dolía el corazón de solo pensar en dejar a Alex. No quería hacerlo. Quería abrir los ojos, pero aún no podía.

Su madre lloraba, aquello podía escucharlo.

¿Por qué?

La hacía sufrir, le hacía la vida imposible. ¿Pero lloraba ahora que ella estaba en ese estado?

¡No tenía derecho!

Quería a Alex.

Necesitaba a Alex.

-No lo sabemos –escuchó, entonces. Quería moverse, pero no podía, su cuerpo entero parecía estar completamente paralizado. ¿En qué había estado pensando? ¿Lanzarse de un auto en movimiento, en medio de una carretera llena de autos avanzando a gran velocidad?–. Sólo podemos esperar –finalizó.

Y ella quería esperar con Alex. Quizás con él, finalmente podría despertar.

Y luego hubo silencio.

Y oscuridad.

Una vez más.

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

-¿Cómo pudo lanzarse así del auto? –escuchó la voz de su madre.

Desesperación. Un intento de detener aquello que le arruinaría la vida, probablemente para siempre. Por qué la estaba llevando lejos de la persona con la que quería estar. Porque no iba a poder ser feliz, nunca.

-Esto es tu culpa –oyó a Jimmy decir, entonces.

¿Jimmy? ¿Finalmente había hablado? ¿Finalmente había expresado su molestia?

-¿Mi culpa? –su madre se atrevió a preguntar. Por supuesto que era su maldita culpa. Ella había intentado llevársela lejos.

¿Y cómo podía seguir llorando, cuando ella misma la había forzado a hacer aquello?

-¡Tú querías llevártela! –gritó su hermano menor, entonces–. Es tu culpa y siempre lo va a ser –finalizó, en un susurro.

Escuchó pasos apresurados alejarse y supuso que era él, yéndose de la habitación.

Jimmy.

Emily quería abrazarlo. Ya no estaba en su teléfono, claro está. Ahora la estaba defendiendo.

También quería que ella fuera feliz.

Su papá habló, apenas unos segundos después.

-Esto se ha acabado –lo oyó decir. ¿Qué? ¿Qué se había acabado? ¿De qué hablaba ahora?

-¿Qué quieres decir con eso? –demandó saber su madre.

-Que vas a hablar con ella, porque los doctores dicen que puede oírte y que sirve –comenzó a explicar, su voz alzándose conforme las palabras dejaban sus labios-. ¡Y le contarás la verdad! –estalló, entonces. Su padre nunca había alzado la voz. Menos, a su esposa. ¿De qué verdad estaba hablando?-. Y cuando ella se despierte, espero el divorcio –finalizó.

Emily habría abierto los ojos como platos, de haber podido hacerlo. Su padre le había pedido el divorcio a su madre.

¿Qué estaba sucediendo? ¿Es que todas las cosas estaban comenzando a acomodarse de otro modo?

No oyó más después de aquel intercambio. Sólo el sonido de una puerta cerrándose, de un portazo.

Y luego llanto.

Su madre. Ella estaba cerca, aunque no estaba del todo segura de cómo lo sabía.

-Emily –escuchó la voz de su madre susurrar en su oído, en voz baja. Ya no había calma en ella. Solo desesperación y… arrepentimiento, se atrevía a pensar–. Me imagino que ya escuchaste todo eso –la oyó continuar. Y si, lo había escuchado todo, pero claramente no tenía forma de hacérselo saber. Su cuerpo seguía estando paralizado–. Te diré la verdad –la escuchó decir, entonces-. Pero debes despertar, cariño –susurró, su voz rompiéndose, el llanto incrementando.

¿Qué estaba por decirle?

Quería abrir los ojos, pero seguía sin poder hacerlo.

Seguía todo oscuro.

<<Tenía miedo, Emily. Miedo de que resultaras herida. Miedo de que te sucediera… lo que me sucedió a mí. 

Cuando cumplí los diecisiete, me enamoré perdidamente de un hombre de la misma edad que tu Alexander. También tenía dinero. Y era famoso por ser un hombre con una mujer diferente cada semana.

Pero yo pensé que él cambiaría.

Por mí.

Me hizo creer que estaba enamorado de mí. Y que sí había cambiado. Y me lo creí. Estaba enamorada, después de todo. Dejé que me convenciera de tantas cosas.

Pero, eventualmente, se cansó de mí. Y me dejó por una chica bastante mayor que yo.

Y yo me quedé sola, con un bebé en camino.

Hice cosas de las que me arrepiento, Emily. No llegué a tener al bebe. Y me arrepiento tanto de las decisiones que tomé.

Seguía enamorada del hombre que me había dejado, aun cuando lo había amado con todo mí ser. Y no quería tener nada suyo que pudiera recordármelo.

Y me arrepiento.

Pero luego conocí a tu papá y te tuvimos a ti y a Jimmy. Y todo comenzó a cobrar sentido de nuevo.

Sé que siempre he sido una madre demasiado estricta y que siempre quiere las cosas a su manera. Pero siempre lo he sido porque tengo miedo, Em. Cada día de mi vida, he tenido miedo de que te rompan el corazón como me lo rompieron a mí y que tomes decisiones de las que puedas arrepentirte después.

Cuando Alexander apareció en la imagen, no pude evitar verme a mí misma, frente a mis ojos, la historia repitiéndose una vez más. Actué por mis miedos. No actué pensando en tu verdadera felicidad. Sino en lo que yo creía te haría feliz en algún punto.

Sólo espero que sepas perdonarme por todo lo que te he forzado a hacer, porque te he visto sufrir por mi culpa y no lo he evitado.

Tuve motivos, pero sé de sobra que no fueron los adecuados.

Y lo lamento tanto, cariño. Siempre lo voy a hacer>>.

Su voz había estado cargada de tristeza, durante todo su relato y Emily no podía creerlo.

No podía creer que realmente eso le hubiera sucedido a su madre.

Todo cobraba sentido, de pronto. Era miedo. Era aquello lo que había causado que su madre hubiera actuado así, toda su vida.

Pero tenía razón al aceptar que no habían sido motivos correctos para separarla  de Alex, sin saber si él realmente era así, como aquel hombre que le había hecho daño a ella.

Quería despertar más que nunca ahora, quería abrir los ojos y decirle que la perdonaba, que todo quedaba olvidado, que ahora podría ser feliz y que no había de que preocuparse.

Pero no podía.

Aún no.

Todo parecía acomodarse, finalmente. Pero aún le hacía falta una cosa más.

Oyó una puerta abrirse, de pronto y deseó con todas sus fuerzas que se tratara de Alex.

Pero sólo oyó la voz de su padre.

-Él está aquí –lo escuchó decir.

Alex.

Era lo único que necesitaba.

-Tenemos que hablar –escuchó a su madre decir, de inmediato–. Por favor –rogó.

Oyó el suspiro de su padre, pero esperó que aceptara. Todo tenía que arreglarse, para que ella realmente pudiera ser feliz.

-Lo sé –contestó, un segundo después-. ¿Le digo que se vaya? –preguntó, entonces.

-No –contestó su madre, inmediatamente–. Deja que entre. Sé que la ayudará a despertar –susurró.

Y Emily habría sonreído, de ser capaz de hacerlo. ¿Aquello significaba que ahora su madre los dejaría ser felices, juntos?

Hubo silencio, entonces.

Y la puerta se abrió, un momento después, cerrándose de nuevo, casi de inmediato.

Y Emily aguardó.

Seguía habiendo oscuridad, nunca dejaba de haberla. Pero cuando también había silencio, sentía miedo. Miedo de que no pudiera despertar más. Miedo de que todo se fuera a acabar.

No podría abandonar a Alex.

Su historia no podría terminar así.

 

 

Ir a la siguiente página

Report Page