Alex

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PORTADA

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Alex

 

 

MAJO TAFUR QUIÑONES

 

Copyright © 2017 Maria Jose Tafur Quiñones

Todos los derechos reservados.

ISBN: 9781973129882

ISBN-13:

 

 

DEDICATORIA

 

 

A mi abuelo, José Humberto Quiñones Carbajal.

Un hombre lleno de historias, anécdotas y vivencias.

Un hombre que siempre supo que publicaría este libro.

Un hombre que ahora descansa en paz, en un lugar mejor.

 

 

 

AGRADECIMIENTOS

 

 

A Dios, porque sé que sin él, nada de esto sería posible.

A mis papás, que con su apoyo indescriptible, lograron hacer de este libro, mi mayor meta. Con cada pequeña pregunta, cada pequeña duda y cada pequeña preocupación, incentivándome a terminar la edición de una vez por todas, para finalmente publicarlo. A mi hermano, Jose, por darme su maravillosa espalda, para la portada del libro. A mi hermanito, Dani, por siempre hacerme pequeñas preguntas por el progreso de la historia.

A mi Pepiu, que desde el cielo, siguió apoyándome, para que lograra cumplir mi sueño de convertirme en una escritora (o algo así). Siempre tomando mis manos y mirándome a los ojos, para decirme mi Maria Joché, tú lo vas a lograr.

A La Rusa, mi mejor amiga, que nunca dejó de apoyarme incondicionalmente. Y que movió viento y marea para ayudarme a hacer la correcta portada para esta historia.

A mis amigas, que desde que cumplí los catorce y comencé a escribir sin parar en hojas que encontraba por ahí, se volvían locas por leer.

A Ray. Tú, mi querida, supiste hacerme reír con tus locas ideas y los crossovers que querías hacer. Yo sé que tú me sigues en este hermoso e increíble trayecto. Y que pronto tendrás tus novelas en las librerías, al lado de las mías. Es mi sueño más adorado. Es lo que sucederá, muy pronto.

A Wattpad, por darme la oportunidad de publicar mis historias ahí, en un lugar donde todos podrían refugiarlas en sus corazones. En un lugar donde podría escribir libremente y saber la opinión de los demás.

 

A Jusely Chinchilla. La mejor amiga cibernética que pude haber conseguido. Con sus locuras y momentos de emoción, cada vez que le comentaba sobre alguna loca idea

 

que tenía para mis historias. Nunca dejas de hacerme reír, loca.

 

A todos mis lectores en Wattpad, que nunca dejaron de decirme que yo podría lograrlo. Que me subían siempre los ánimos diciéndome que amarían tener mis libros en físico. Esto va por ustedes.

A infinidad de personas más, que, incluso sin saberlo, con solo mencionar el hecho de que sabían que yo escribía, hacían que una enorme sonrisa apareciera en mi rostro.

 

 

 

 

 

 

 

Prólogo

 

 

Emily había amado leer desde que tenía uso de razón. Y su mejor amiga, Lilian, también. Pero aquella era una de las únicas cosas que tenían en común.

Lilian Donovan era hija del dueño de la cadena de editoriales más grande del país. Por lo tanto, se podía decir que ella se bañaba en plata. No era la típica chica rubia con mucho dinero y hueca. Era rubia, sí, pero de hueca no tenía nada, aunque tampoco es que sacase las mejores notas. Y bueno, dinero le sobraba. Sin embargo, era una chica sencilla, no andaba despilfarrando el dinero ni creyéndose lo mejor del mundo. Tenía unos ojos esmeralda increíblemente preciosos y que Emily envidiaba, sus ojos grises no tenían punto de comparación. Sin embargo, si tenían en común la altura, un metro setenta, exactamente iguales, solo que el de Lilian estaba compuesto por un par de piernas increíblemente largas, unas caderas absolutamente perfectas que le daban un cuerpo en forma de guitarra y por último, una delgada cintura. Y claro, como dejar de lado su perfectamente trabajado abdomen, porque si, ella iba al gimnasio toda la semana y durante horas para poder tener un abdomen plano y ni un sólo kilo de más.

Emily Stone, en cambio, no disfrutaba tanto del gimnasio. En realidad, ni siquiera iba. No era algo que le preocupara, tampoco es que estuviera gorda, tenía bonito cuerpo, al menos hasta donde ella creía. No tenía kilos de más, pesaba lo debido y eso que comía muchísimo. La comida era lo segundo que más amaba, primero estaban los libros, claro está. Y así, sin ir al gimnasio y comiendo demasiado, seguía flaca.

Salieron de la librería con bolsas en las manos y riéndose.

-Parece que el señor Donovan estuvo regalón hoy -dijo Emily, intentando sujetar correctamente las varias bolsas que estaba cargando.

Lilian se río.

-Lo sé –replicó-. Tienes que aprender a aceptar el hecho de que tengo mucho dinero y que quiero dártelo a ti, de vez en cuando.

Emily suspiró.

-Lil, ya te he dicho que no me parece –comenzó a reclamar-. Pero eres tan terca que estoy teniendo que aceptarlo últimamente.

El centro comercial estaba lleno, bastante en realidad, probablemente fuera por la película que recientemente se había estrenado, pero ellas no tenían interés en verla, simplemente querían llegar a la casa de Lilian para empezar a leer los libros que se habían comprado.

Alonso, el guardaespaldas de su mejor amiga, se había llevado las bolsas más pesadas al auto, dejando alguna que otra, que Emily prefirió conservar por si llegaba la oportunidad de leer un poco. Ya se habían acostumbrado al hombre a su alrededor. Hacía cerca de dos años que trabajaba para los Donovan.

Cuando Lilian había cumplido los catorce, habían llamado a su padre y lo habían amenazado de muerte y desde entonces él había contratado guardaespaldas para toda su familia.

-¿Sabes que sería increíble? -preguntó Lilian y Emily supo de inmediato lo que diría a continuación-. Un café de Starbucks.

Sonrió, su mejor amiga era una amante del café, otra cosa que tenían en común.

-Lil... –comenzó a protestar, pero su mejor amiga la interrumpió rápidamente.

-A menos que prefieras un helado de Pinkberry –agregó.

Emily entrecerró los ojos y sacudió la cabeza. Su mejor amiga siempre tenía la extraña necesidad de comprar todo lo que podía, cada vez que salían juntas.

-Creo que el café estará bien –aceptó, finalmente.

Lilian sonrió ampliamente.

-¡Perfecto! –exclamó, dando un saltito.

La cogió de la mano y la arrastró hasta Starbucks. Se pusieron en la larga fila para pedir. Entonces Lilian empezó a moverse de un lado a otro.

-Necesito ir al baño –indicó, luego de varios segundos.

Emily se río, rodando los ojos

-Siempre necesitas ir al baño –no pudo evitar comentar.

-Lo sé –replicó su mejor amiga-. Por favor pide tú mi café -le rogó.

Emily sacudió la cabeza.

-Ve, rápido –dijo ella-. ¿El de siempre? –agregó, antes de que su mejor amiga desapareciera entre la gente en busca del baño.

Lilian asintió, sin más y salió corriendo del lugar, perdiéndose rápidamente entre el tumulto de personas.

Entonces Emily regresó su vista al frente y aguardó a que llegara su turno para pedir el café y pidió el de su amiga. Esperaba que no se demorara, sino, terminaría tomándoselo ella. Después de todo, no se estaba pidiendo un café ella misma porque no quería que Lilian siguiera gastando en ella, ya suficiente había gastado en tantos libros.

Pidió el café cuando llegó a la caja y luego de dar el nombre de Lilian fue en busca de una mesa, caminó por el lugar un momento hasta que se dio por vencida, todos los asientos estaban ocupados. Por lo que regresó para ver si ya estaba listo el pedido.

Había un señor en traje de espaldas a ella, probablemente esperando a que le entregaran su café y se posicionó detrás de él.

Miró a su derecha porque se sentía observada y se encontró con los ojos de un chico, que parecía de dieciocho años. Él le sonrió y ella se puso roja, antes de rápidamente apartar la vista. Pero se chocó abruptamente con algo y de inmediato sintió el líquido frío derramarse sobre ella.

-¡Diablos! –murmuró, entre dientes.

Al menos no era café caliente. De haberlo sido, la situación habría sido mucho peor.

-Lo lamento -oyó.

Y fue como si el mundo se hubiera detenido por un momento, para hacer más sonora aquella voz. Grave y tan... sexy. Emily sintió su corazón acelerarse rápidamente en su pecho, incluso antes de haber levantado la vista para poder observar a quien le pertenecía la voz. Y cuando lo hizo, se dio cuenta de que aquel señor de traje no era en realidad un señor. Era más bien muy joven, tenía el cabello negro, oscuro como la noche, perfectamente arreglado y unos ojos celestes que parecieron poder ver a través de ella. Y era alto, bastante, probablemente un metro noventa y tantos, quizás hasta metro noventa y cinco, pero no estaba del todo segura.

Cualquier palabra que hubiera estado por salir de la boca de Emily, nunca salió, pues se quedó completamente ensimismada.

Tragó saliva, repentinamente nerviosa.

-Yo no... –intentó decir, pero no parecía poder formular una sola palabra correcta-. No importa... es... –volvió a intentar, pero nada salía.

¿Desde cuándo a ella le afectaba tanto la presencia de un chico? Es decir, siempre había sido bastante tímida, pero no hasta aquel punto.

Él alzo una ceja, luciendo ligeramente divertido.

-Um... de acuerdo -dijo, una sonrisa apareciendo en su rostro y dejando ver unos increíblemente blancos y perfectos dientes-. Espera, conseguiré servilletas –agregó y se dio la vuelta para pedirle servilletas a la señorita que estaba atendiendo Pareció pasar completamente desapercibido para él el hecho de que ella estaba comiéndoselo con los ojos. Se giró hacia Emily y se las tendió-. Será mejor que te limpies –comentó-. Me parece que empieza a traslucirse -continuó, una sonrisa burlona apareció en su rostro y causó que Emily se pusiera roja, pero sintió que se enfadaba. ¿Se estaba burlando de ella?

-Gracias –murmuró, entre dientes y tomó las servilletas, pero no pudo evitar que sus dedos se rozaran y sintió un escalofrío subir por su espalda.

Levantó la vista y sus ojos se encontraron con los de él, la sonrisa había desaparecido de su rostro y ahora estaba serio, mirándola fijamente. Emily apartó la vista y miró al suelo, incómoda.

-¡Lilian! -llamó la señorita, de pronto y ella lo agradeció internamente.

Emily pasó por el lado del joven, sin atreverse a mirarlo y se acercó al mostrador.

-¿Así que te llamas Lilian? -le pregunto él, de pronto apoyándose en el mostrador, a su lado. Y ella maldijo para sus adentros. Había pensado que se había librado de él de una buena vez. El café casi se escapa de entre sus manos cuando lo oyó decir aquellas palabras tan cerca de ella-. Cuidado se te cae -lo oyó decir, en voz baja y no necesitó voltear a verlo para saber que estaba sonriendo socarronamente.

Definitivamente se estaba burlando de ella.

Irritada, de repente, pero aún un tanto nerviosa, se dio la vuelta y empezó a alejarse de él. Caminó por el lugar, pero él la siguió de cerca, por lo cual maldijo por lo bajo. ¿Es que acaso no se cansaba de perseguirla? Ni siquiera la conocía. Y definitivamente no ayudaba el hecho de que estuviera tan bueno. ¿Y por qué diablos estaba pensando aquello?

Entonces tuvo una maravillosa idea. Fue rápidamente al baño de mujeres y entró, cerrando la puerta tras ella. No había forma de que él ingresara ahí, tras ella.

Dejó el café cerca al lavabo y suspiró, aliviada de finalmente haberse salvado de sus penetrantes ojos celestes, sin embargo, la puerta se abrió de nuevo y él hizo su maravillosa entrada. ¿Y realmente había entrado al baño de mujeres?

-Así que, Lilian... –comenzó, pero Emily se encontró a si misma hablando antes de que él pudiera continuar.

-No me llamo así –dijo y no supo porque aquellas palabras salieron de su boca. Era como si su cuerpo estuviera actuando por voluntad propia, al estar frente a un hombre mucho más guapo que cualquier otro que hubiera conocido.

-¿Cómo, entonces? –lo escuchó preguntar, ligeramente distraída por su perfección.

Y ella siempre había creído que los hombres así sólo existían en los libros. Entonces la respuesta salió de entre sus labios de manera precipitada, sin que pudiera evitarlo.

-Emily – susurró.

Él sonrió ampliamente, al parecer bastante satisfecho con haber conseguido su nombre real.

-Entonces… Emily –comenzó, de nuevo-. ¿Crees en el amor a primera vista?

Y ella se puso tan roja como un tomate. ¿A qué venía esa pregunta, exactamente? ¿A qué estaba jugando?

-¿Qué...? -comenzó a preguntar, pero de pronto lo tenía frente a ella, tan cerca que tuvo que dar un paso atrás para recuperar su espacio personal, pero su espalda chocó con la pared cuando retrocedió y él, con una sonrisa aún más grande en los labios, esa que ella estaba empezando a odiar, apoyó sus manos en la pared, una a cada lado de su rostro.

Emily tragó saliva.

¿Es que estaba loco o qué? 

Pero se sorprendió cuando se dio cuenta de que, estando tan cerca, quería saber cómo se sentirían sus labios sobre los de ella.

¿Y qué diablos estaba pensando?

Aparentemente no podía pensar con claridad cuando él se encontraba tan cerca de ella.

Entonces él, al ver que ella no hacía nada para alejarse, sonrió aún más ampliamente y se inclinó más cerca, su nariz rozó la de ella, suavemente y entonces... se abrió la puerta de golpe, dejando a la vista a Lilian.

-¡Em! –gritó ella. Y él se separó abruptamente, pero aún con una sonrisa en los labios. Los ojos de Lilian pasaron de él a ella y de nuevo a él-. ¡Emily Stone, vas a explicarme en este mismo momento como es posible que te deje cinco minutos y termines así! – exclamó su mejor amiga

Él dejó salir una carcajada y Emily se sonrojó.

Sí, definitivamente era un idiota.

-Pues señoritas –exclamó-. Las dejaré solas para que hablen –finalizó y se giró hacia Emily-. Hasta luego, preciosa –se despidió

Y con esto salió del baño.

Emily centró su atención en Lilian, entonces. Y su mejor amiga la estaba mirando como si acabara de presenciar la cosa más extraña e impresionante del mundo. Y es que si, de alguna forma era extraño e impresionante. El hecho de que un joven tan guapo como aquel hubiera de pronto decidido lanzarse sobre ella. De acuerdo… no lanzarse sobre ella, pero cualquiera entendía el punto.

-¡Exijo una explicación! –el grito de su mejor amiga la devolvió a la realidad, antes de que ella la cogiera del brazo y tirara de ella fuera del baño, dirigiéndose al lugar en el que estaba estacionado su auto, donde Alonso las esperaba.

Y Emily supo que iba a ser un largo viaje hasta la casa de su mejor amiga.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 1

 

 

Las primeras páginas simplemente le encantaron, se vio sumergida en la lectura más rápido de lo que pensaba y antes de darse cuenta ya se había hecho de noche y se había tenido que despedir de Lilian.

Ya en el auto, Alonso iba manejando, pues normalmente Lilian no la dejaba irse en taxi o bus, él siempre tenía que dejarla en su casa.

Se recostó, cansada y con las bolsas llenas de libros a su costado. Aquel día había sido extraño y de alguna forma, agotador. Su mente la llevó al chico de Starbucks de inmediato, pero alejó el pensamiento tan rápido como pudo. No quería pensar en alguien a quien prácticamente no conocía. Así que miró por la ventana y observó las calles pasar mientras dejaban la parte más rica de la ciudad y entraban a la más modesta. Pudo ver el cambio rápido que hubo entre las casas, de enormes a pequeñas, pero muy bien cuidadas.

Emily no tenía tanto dinero como lo tenía Lilian, tampoco es que fuera pobre, simplemente no le sobraba el dinero como para darse ciertos lujos. Aun así, tenía una linda casa de tres habitaciones, dos baños, una muy espaciosa cocina, además de una sala-comedor acogedora. Y con todo eso, le bastaba.

Se despidió de Alonso con la mano, cuando finalmente estuvieron estacionados frente a su casa e hizo su camino hacia su puerta.

-Hola, mamá –saludó a su madre, apenas ingresó.

-Hola –la escuchó replicar, desde la cocina.

Fue rápidamente por el corredor hasta su cuarto y tras dejar sus bolsas sobre su cama, regresó a la cocina.

-¿Qué tal ha estado tu día, cariño? –le preguntó su madre, girándose un momento hacia ella.

Emily sonrió.

-Muy bien, gracias –contestó. - ¿Y el tuyo?

Su madre sonrió, mostrando sus perfectamente blancos dientes. Clara, su madre, tenía un largo y liso cabello negro azabache, a diferencia del de Emily, que era ondulado y castaño claro. Lo que si tenían en común eran los ojos grises. Emily los había heredado de ella, después de todo.

-Muy bien, también – contestó su madre, volviendo a girarse para concentrarse en lo que sea que estaba haciendo.

Emily intentó no resoplar. Su madre nunca hablaba mucho con ella, sólo cuando quería indicarle algo, fuera de eso, no intercambiaban mucha información, realmente. Aun así, se quedó en la cocina, observando a su madre cocinar con tranquilidad. Su padre llegó del trabajo algunas horas después, luciendo tan cansado como siempre.

Jaime, era un hombre bastante distinto a su esposa. No hablaba mucho, no reclamaba nada. Simplemente andaba en su propio mundo.

-¿Cómo están mis dos princesas? -preguntó, abrazándolas y observando lo que había de cenar.

Emily sonrió. Su padre era un buen hombre, pero muchas veces se veía escondido tras su mujer, un tanto controladora, perfeccionista y organizada.

-¿Dónde está Jimmy? –preguntó Emily, cuando finalmente estuvieron sentados en la mesa.

Su hermano no estaba sentado en la mesa y eso estaba empezando a hacerse frecuente.

La sonrisa en el rostro de su madre desapareció luego de la mención de su hijo menor. Su padre continuó comiendo como si nadie hubiera dicho nada.

-Seguramente anda por ahí, con sus amigos – contestó su madre-. Ya sabes, está en la etapa de las salidas –continuó.

Su hermano tenía quince años, uno menos que ella, pero le parecía extraño que últimamente estuviera comportándose tan diferente, su edad no podía tener algo que ver. A los quince uno no andaba saliendo hasta bien entrada la noche y mucho menos regresaba un tanto pasado de tragos. Aquello no era normal de ninguna forma.

Después de ese pequeño intercambio, pasaron a cenar en silencio. Siempre que se mencionaba a Jimmy, las cosas solían ponerse tensas.

Apenas terminó de comer, se excusó para regresar a su habitación y volver a sumergirse en sus tan preciados libros. Y como siempre, se metió tanto en ellos que no se dio cuenta de que el teléfono de la casa sonaba por tercera vez. Desde luego, si sus padres no contestaban, era porque se trataba de Lilian. A la cuarta llamada, fue regresada a la realidad y a la velocidad de un rayo cogió el teléfono.

-¿Hola? –preguntó, con cautela.

Lilian prácticamente le perforó el tímpano cuando replicó.

-¡¿Se puede saber por qué no me contestabas el teléfono?! –exigió saber, gritando tan fuerte que Emily tuvo que alejar el teléfono de su oído un momento.

Ella rodó los ojos.

-Estaba leyendo, Lil -contestó-. Sabes que cuando leo el mundo desaparece a mí alrededor.

Lilian se quedó callada un momento, antes de contestar.

-Sí, sí, sí. Lo sé –replicó-. Me has ignorado varias veces por eso.

Emily no pudo evitar reírse. Siempre andaba ignorando a la gente cuando estaba sumergida en la lectura.

-Sabes que te quiero –replicó.

-Yo también mejor amiga –respondió Lilian-. Ahora, para lo que te llamaba. Mañana iremos de nuevo al centro comercial -comentó, naturalmente.

-¿Qué? -preguntó Emily, incrédula.

¿Es que estaba loca o qué?

Lilian se rió.

-Me has escuchado –replicó.

-Pero –comenzó-. ¿Para qué? –preguntó.

Lilian se rió de nuevo. Definitivamente tenía planeada una locura.

-Vamos –dijo, pasado un momento. Al parecer había estado moviéndose por su habitación-. ¿Me vas a decir que no tienes curiosidad por verlo de nuevo? – preguntó su mejor amiga, entonces.

Emily sintió un rubor en sus mejillas. Ya se había olvidado casi por completo de aquel joven y su amiga tenía que volverlo a mencionar.

-Lil –comenzó a protestar-. No creo que esa sea una buena idea

Literalmente pudo imaginarse a su mejor amiga rodando los ojos desde su habitación, pero sonriendo ampliamente, como siempre que tenía un loco plan en mente.

-Vamos –la escuchó decir-. Por favor. Por favor. Por favor –le rogó.

Emily rodó los ojos, pero suspiró. Lo más probable era que él no estaría ahí.

¿Qué tan malo podría ser?

-De acuerdo –aceptó, finalmente y su mejor amiga aplaudió en la otra línea.

-¡Genial! –exclamó-. Iremos después de la escuela –agregó y cortó rápidamente.

Emily se dejó caer en su cama. Suspiró. Su corazón latía un tanto acelerado en su pecho. Pero estaba intentando convencerse a su misma de que no era a causa de que al día siguiente, habría la posibilidad de ver a aquel joven otra vez.

 

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Definitivamente había sido una mala idea. Ahora que estaban caminando en dirección a Starbucks, podía sentir el nerviosismo abriéndose paso por su cuerpo.

-Sigo pensando que esta no es una buena idea –repitió, por lo que pareció la décima vez desde que habían llegado al centro comercial.

Su mejor amiga rodó los ojos, al igual que todas las veces anteriores y rápidamente tomó su muñeca, para seguir tirando de ella hacia el lugar que buscaban.

-Sé que sientes curiosidad –replicó Lilian, sin más.

Emily sacudió la cabeza, pero su amiga continuó tirando de ella hacia Starbucks. Emily sacudió la cabeza. No podía creer que estuviera regresando al lugar de los hechos tan extraños del día anterior. Parecía que estaba haciendo todo lo posible por volverlo a ver. Aunque si sentía un tanto de curiosidad, pero eso nunca lo iba a confesar en voz alta.

Dejó que Lilian los llevara hasta una banca frente a Starbucks y se sentaron a esperar.

-Lil –comenzó Emily, de nuevo-. Si nos ve pensara que lo estamos acosando –dijo, en un último intento de convencer a su amiga de irse del lugar.

Lilian simplemente entrecerró los ojos.

-Él te acosó primero –replicó.

-¡Él no me ha acosado! –dijo Emily, de inmediato.

-¿Estar a punto de besarte a pesar de que recién se habían conocido no es acosarte? –preguntó su mejor amiga, alzando una ceja.

Emily se sonrojó, pero se cruzó de brazos

-Eso no es acoso –replicó, en un intento de establecer un punto, aunque sentía que sonaba como una tonta.

Lilian se rió, entonces.

-Sí, tienes razón –dijo su mejor amiga, de pronto-. Me equivocaba, no es acoso porque tú querías que te besara -especificó, con una sonrisa pícara en los labios.

Emily volvió a sonrojarse, de inmediato.

-¡Yo no quería que me besara! –exclamó.

-¡Claro que sí! –replicó su mejor amiga, riéndose-. Se te notaba. Sobre todo cuando entré y pusiste cara de: "¿por qué rayos interrumpes?".

Emily rodó los ojos.

-Yo no puse esa cara –replicó, sin más.

Y Lilian pareció estar por contestar algo, pero de pronto se mordió el labio. Emily alzó una ceja. ¿Qué se traía entre manos?

-Em... -comenzó, pero no continuó y Emily se encontró a si misma sonriendo rápidamente.

-Tienes ganas de ir al baño, ¿cierto? –le preguntó, ya sabiendo cuál sería su respuesta.

Su mejor amiga tenía la vejiga más pequeña que había en el mundo. Lilian sonrió ampliamente y asintió.

-Por favooor -le rogó.

Emily se encontró a si misma riéndose.

-Bien –replicó-. Anda –aceptó-. Pero no vayas a demorarte.

Lilian asintió y le tendió su celular.

-Por si acaso –dijo, antes de salir corriendo, perdiéndose rápidamente entre las personas.

Emily resopló y miró al frente, a Starbucks. Estaba nerviosa. Si él la veía ahí, sin duda iba a creer que lo estaba siguiendo, o que había regresado para volverlo a ver. Y, de cierta forma lo había hecho, pero de ninguna manera iba a confesar aquello.

Se sintió aliviada de no verlo por ningún lado y cuando se dio cuenta de que lo estaba buscando, apartó la vista.

No. No. Y no.

Entonces, sintió un escalofrío recorrer su piel cuando el aliento tibio de alguien rozó su mejilla, viniendo desde detrás de ella. Su corazón saltó en su pecho, de inmediato.

-¿Tan ansiosa por verme de nuevo? –escuchó, en un susurro, excesivamente cerca de su oído.

Y sintió la irritación aumentar justo antes de voltear y encontrarse con aquellos ojos celestes que ahora le eran tan familiares.

 

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 2

 

 

-Yo, definitivamente, no he venido a verte –dijo, antes de que él se hiciera ideas tontas.

Se giró para enfrentarlo, pero se arrepintió de inmediato. Ver la perfección en vida no ayudaba a controlar su acelerado corazón. Nuevamente estaba usando traje. ¿Y que tenía con los trajes? Era un hombre elegante, aparentemente.

-No sabes mentir, Emily –dijo él, sonriendo ampliamente.

Y ella sintió un escalofrío recorrer su cuerpo cuando sus labios acariciaron su nombre. ¿Por qué tenía que causar aquel efecto en ella? Nunca le había sucedido algo como aquello.

Estaba por replicar, cuando se dio cuenta de que no sabía su nombre aun. Y se dijo a si misma que simplemente quería saberlo para poder reclamarle debidamente, pero una parte de ella sabía de sobra que en realidad quería asociar aquel hermoso rostro con un nombre.

-Yo… -comenzó, pero no supo continuar. Estaba malditamente nerviosa y aquello no le gustaba en lo más mínimo.

-Te invito a comer -dijo él, sonriendo y Emily rápidamente sacudió la cabeza.

¿Es que estaba loco?

De acuerdo, aquella pregunta ya se la había hecho varias veces, pero simplemente no podía evitarlo. No cuando él seguía diciendo cosas que no dejaban de sorprenderla.

-No gracias –replicó.

 Y se puso de pie, alejándose de él lo más rápido posible, para poder pensar con claridad, pero él no tardo en alcanzar sus pasos. ¿Cómo no iba a hacerlo si tenía piernas demasiado largas en comparación con las de ella?

-Vamos, Em –lo escuchó susurrar en su oído, enviando escalofríos por todo su cuerpo. No debía ser capaz de hacerla sentir de ese modo-. Yo sé que quieres –agregó, con diversión.

Emily se giró a mirarlo y él alzó las cejas sugestivamente, antes de que ella pudiera replicar. Ella soltó una carcajada sin poder evitarlo.

-No -repitió, aun así y se dirigió hacia los baños para buscar a Lilian.

¿Por qué cuando Lilian desaparecía para ir al baño, él tenía que hacer su irritante aparición?

-Por favor -le rogó él, rápidamente caminando delante de ella, haciendo pucheros.

Y Emily no pudo evitar pensárselo un momento, se le veía tan tierno... no. No podía permitir que él utilizara sus encantos para convencerla. Necesitaba alejarse para pensar con claridad.

-Lo siento, no salgo con extraños –replicó.

-¿Soy un extraño? -le pregunto él, llevándose una mano al pecho, aparentemente dolido con su comentario-. Eso es algo sin sentido, considerando el hecho de que estuvimos a punto de besarnos –finalizó.

Y ella lo miró boquiabierta, completamente sorprendida de que hubiera dicho aquello, sin más. Pero se repuso al instante.

-Eso fue porque no estaba preparada –fue lo único que atinó decir.

Odiaba estar tan nerviosa cuando se trataba de él.

-Ya -replicó él, en tono burlón.

Y odiaba aún más cuando él se burlaba de ella.

-¿Por qué me estas siguiendo? -le preguntó Emily, al ver que no tenía ni la más mínima idea de que más responderle.

Él sonrió.

-Te seguiré hasta que aceptes comer conmigo –contestó, tranquilamente.

Se sentía extraño caminar al lado de alguien tan alto como él. Era demasiado intimidante.

-No va a pasar... –comenzó, pero se detuvo cuando se dio cuenta de que seguía sin saber cuál era su nombre.

Maldijo para sus adentros.

-Cierto -dijo él, su sonrisa ensanchándose. Emily se detuvo y lo miró, expectante. Por mucho que no quisiera admitirlo, sentía bastante curiosidad sobre cuál sería el nombre de aquel desconocido tan guapo-. Me llamó Alexander, pero puedes decirme Alex -dijo él, después de lo que parecieron horas y alzó las cejas sugestivamente de nuevo.

Emily se rió, pero sacudió la cabeza. ¿Cómo es que lograba hacerla reír con tanta facilidad? ¿Por qué tenía que ser tan gracioso?

-De ninguna manera, Alexander –replicó, sonriendo con suficiencia.

Él hizo una mueca al oír su nombre.

-Nadie me dice Alexander –indicó.

Ella se cruzó de brazos. Sin poder evitarlo, sonrió.

-Pues parece que ya llegó quien –replicó.

Emily se dio media vuelta, dispuesta a irse, pero él la cogió del antebrazo, deteniéndola. Y su toque envió escalofríos por la espalda de Emily, haciendo que se revolviera el cerebro intentando entender el porqué de la reacción de su cuerpo. Giró el rostro hacia él y lo miró a los ojos.

Su corazón se aceleró en su pecho y maldijo para sus adentros.

¿Por qué la afectaba tanto?

-Acepta comer conmigo -dijo él, una vez más y luego agregó algo que ella no esperaba-: y te compro un libro –finalizó, finalmente dejando ir su brazo.

Entonces se quedó paralizada. Libro. Tentación. Estuvo cerca de ceder. Muy cerca.

-¿Un libro? –preguntó, intentando no lucir demasiado emocionada al respecto.

-Vamos, sé que amas leer, Em – dijo él, en un susurro e inclinándose un tanto más cerca. Em. La forma en que había dicho su nombre había logrado hacer que su corazón se acelerara. Nunca había creído que su nombre sonara tan bien hasta que lo escuchó con la voz ronca de Alex. Entonces se dio cuenta de que había comenzado a divagar y regresó su mente a lo importante. ¿Cómo sabía él que a ella le gustaba leer? Y él, como leyéndole el pensamiento, habló de nuevo-. Vi las bolsas cuando te derramé el café encima -explicó, sonriendo ampliamente.

Entonces Emily se dio cuenta de que el día anterior había estado tan distraída con el rostro perfecto de Alex que ni siquiera había recordado llevar las bolsas en sus manos cuando huía de él.

Ella se puso roja, al recordar los sucesos del día anterior, pero se lo pensó un momento, comer no era la gran cosa... si es que le daría un libro, claro está.

Resopló.

¿Qué daño podría hacer?

-Bien –aceptó, finalmente-. Pero, me compras el libro antes –agregó.

Alex alzó una ceja.

-¿Y qué me garantiza que no te irás? –preguntó.

-¿Qué me garantiza que tú me lo comprarás después? –replicó Emily, cruzándose de brazos.

Alex sonrió y se encogió de hombros.

-Yo siempre cumplo lo que digo –contestó, con tranquilidad.

Y Emily sonrió, encogiéndose de hombros, al igual que él

-Yo también –replicó.

Y con eso, se dio media vuelta y empezó a caminar hacia la librería, dejando a un estupefacto Alex detrás de ella.

 

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-Lilian, escucha... –comenzó a decir, pero su mejor amiga ya había comenzado a hablar sobre ella.

-Em, siempre que te dejo sola terminas desapareciéndote con él -la interrumpió. Y Emily rodó los ojos. A penas era la segunda vez que sucedía-. ¿Dónde estás? –exigió saber Lilian.

-Estoy en un restaurante –murmuró.

-¿¡No estás en el centro comercial?! –gritó su mejor amiga.

-¡No grites mujer! –exclamó.

Miró hacia atrás, Alex estaba sentado en la mesa y observaba el menú, con el ceño ligeramente fruncido.

¿En qué mal momento decidió aceptar aquello?

Aunque... no era tan malo. Él era condenadamente guapo, demasiado en realidad... y esa sonrisa. Sacudió la cabeza al darse cuenta por donde iban sus pensamientos. Pero, no era del todo mentira, él sí que era guapo...

-¡Emily! -oyó a su mejor amiga, a través del celular que su mejor amiga le había dejado cuando se había ido al baño.

Se sobresaltó con el grito de Lilian y se giró, apartando la vista de Alex y centrándose en su conversación de nuevo. Sintió sus mejillas calentarse, pero se esforzó por no prestarle atención al hecho.

-Lo siento –murmuró, ligeramente avergonzada.

-Estabas mirándolo toda embobada. ¿Verdad? –exigió saber su mejor amiga.

Emily se sonrojó.

-No –dijo, intentando no sonar avergonzada.

-Claro que si -canturreó Lilian-. Bueno, bueno, mejor te dejo con tu amorcito –continuó-. Avísame cuando llegues a tu casa –agregó, rápidamente.

-No es mi... –comenzó a decir Emily, pero Lilian cortó antes de que ella pudiera terminar.

Resopló y se dirigió a la mesa, guardando el celular de su mejor amiga en su bolsillo. Y ahora tenía que enfrentarse con Alex.

-Al fin -dijo él, dejando a un lado el menú-. Ya moría de hambre –comentó.

-Lo lamento –se excusó Emily, tomando asiento frente a él-. Tenía que avisarle a Lilian, si no se volvería loca –explicó.

¿Y porque estaba dándole explicaciones?

Él sonrió ampliamente. 

-He ordenado por ti, espero que no te importe –comentó, cruzando sus brazos sobre su pecho y apoyándose en el respaldar de su silla.

Fue entonces que Emily se percató de que se había retirado el saco. Su camisa azul se cernía a su cuerpo de una forma en que dejaba a la vista sus bien trabajados brazos. ¿Y porque estaba mirándolo de aquella forma de nuevo?

-¿Que has ordenado? -le preguntó, intentando apartar sus tontos pensamientos.

-Sorpresa –dijo él y apoyo los codos sobre la mesa para juntar sus manos por delante de él. El gesto fue extrañamente intimidante, de inmediato la hizo sentir pequeña-. Cuéntame algo sobre ti –le pidió, tranquilamente.

Ella sacudió la cabeza. De pronto parecía que iba a resultar ser un interrogatorio.

-No hay mucho que saber sobre mí –contestó-. Mejor habla tú –agregó.

Alex alzó una ceja, pero parecía haber una sonrisa permanente en su rostro.

-¿Por qué no mejor te hago preguntas, tú me respondes y viceversa? –preguntó, de pronto.

Emily sintió su corazón acelerarse en su pecho. ¿Por qué? Simplemente iban a ser algunas preguntas, para conocerse. ¿Cierto? ¿Qué podría salir mal?

De todas formas, Emily se lo pensó un momento. Sonaba extrañamente peligroso jugar a aquello con él.

-Contestare solo si quiero -aceptó, finalmente, alzando un dedo para enfatizar su respuesta.

¿Entonces por qué diablos estaba aceptando?

Él asintió.

-¿Tienes novio? -le preguntó, de pronto.

Emily alzo una ceja. Buena primera pregunta.

-Eso no es de tu incumbencia -le respondió, de inmediato, sintiendo sus mejillas sonrojarse.

¿A qué venía aquella pregunta?

-¿Debería tomar eso como un sí? –preguntó Alex, entonces. Y Emily, por mucho que no quería aceptarlo, pudo percibir algo en los ojos de Alex. ¿Decepción? No, imposible. ¿Por qué habría de estar decepcionado?

-No -contestó, sin poder evitarlo. ¿Realmente le estaba contestando aquello a él, cuando no era nada de su incumbencia?-. No tengo novio – dijo, finalmente.

Sip, le estaba contestando.

Él sonrió.

¿Por qué estaba sonriendo?

-Bien –dijo, volviendo a apoyarse en el respaldo de su silla-. Yo tampoco tengo una –agregó.

-De acuerdo –dijo Emily, sintiéndose aliviada... ¿Aliviada? Aparto la idea de su mente de un manotazo. Estaba loca, definitivamente.

-¿Que estás estudiando? -le preguntó él, de pronto.

¿Estudiando?Emily frunció el ceño.

-Pienso estudiar medicina –contestó, no muy segura de sí aquella era la respuesta adecuada

Cuando él frunció el ceño, supo que definitivamente no era la respuesta adecuada. Parecía sorprendido. Y el rostro de Alex pareció cambiar de una forma que ella no supo identificar.

-¿Te estás tomando un año sabático antes de empezar a estudiar? -le preguntó, entonces

Emily sintió que la conversación estaba comenzando a tomar un giro distinto.

-¿Año sabático? –preguntó.

-Ya sabes, un año de descanso después de la escuela –contestó él.

Entonces Emily no pudo evitar reírse. Alex se llevó su vaso con agua a la boca, al tiempo que ella buscaba las palabras adecuadas para replicar.

-Aún no he terminado la escuela –dijo, finalmente.

¿Es que acaso lucía tan mayor?

Alex se atragantó, de pronto y Emily abrió los ojos como platos.

-¿Qué? –lo escuchó preguntar, mientras intentaba recuperar el aire

Emily alzó una ceja ante su reacción. ¿Qué? ¿Realmente creía que ya la había terminado? ¿Tan mayor se veía?

-Dije que aun... –comenzó a repetir, pero él la interrumpió.

-Si te escuché -la cortó, un tanto bruscamente.

-¿Cuál es tu problema? -le preguntó, de pronto sintiendo el enfado crecer en su interior.

El sacudió la cabeza. De pronto parecía abrumado.

¿Por qué?

-Ninguno –respondió, pasado un momento. Y sus ojos encontraron los de ella, intimidándola rápidamente-. ¿Cuántos años tienes? -preguntó, finalmente, con una sombra de duda en su voz.

Emily no pudo evitar clavar sus ojos en los de él. Había algo en ellos que simplemente no le permitían apartar la vista.

-Dieciséis –contestó, lentamente.

Los ojos de Alex se abrieron como platos. Aquello reacción era incluso más extraña que todas las anteriores que había tenido.

¿Qué estaba sucediendo con él?

De pronto el chico seguro e intimidante parecía haber dejado caer sus barreras.

Entonces estaba riéndose y sacudiendo la cabeza.

¿Es que estaba loco o qué?

-Dios santo –murmuró.

-¿Por qué hay tanto problema con mi edad? –exigió saber Emily, enfadándose por su reacción. Quizás no fuera muy mayor, pero no entendía cuál era el problema.

Es decir, tenía que haber uno si Alex reaccionaba de aquella forma. ¿Cierto?

-No lo hay –contestó Alex, aclarándose la garganta y tirando nerviosamente de su corbata, como si estuviera demasiado ajustada, de pronto-. Sólo estoy sorprendido –comenzó a explicar-. Simplemente pensé que tenías más –finalizó.

Emily lo miró, entrecerrando los ojos. Ahora Alex parecía no querer mirarla a los ojos

-¿Y tú cuántos años tienes? –preguntó, no muy segura de sí la respuesta le iba a gustar.

Ahora que se fijaba, Alex no parecía ser muy menor que digamos. Tenía las facciones de un hombre. Definitivamente no de un adolescente.

Emily sintió su corazón acelerarse. ¿Con quién exactamente estaba comiendo?

Entonces los ojos celestes de Alex finalmente se alzaron y se clavaron en los de ella.

-Veintiséis –contestó.

Y Emily sintió el alma caerle a los pies. Estaba comiendo con un chico… corrección: hombre, diez años mayor que ella.

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 3

 

 

-Será mejor que te lleve a tú casa -dijo Alex, no mucho después.

-Pero si acabamos de llegar –protestó Emily. Por tonto que sonara, estaba pasando un buen rato. Alex no era tan malo ahora que lo conocía mejor, por mucho que fuera tan mayor y eso la asustara un tanto.

-Sí, lo sé –murmuró él-. Pero es un poco tarde –indicó.

-Son solo las cuatro –contestó Emily. ¿Era su impresión o Alex estaba ansioso por irse?

-Ya... –dijo, mirando hacia un lado, cuando volvió a mirar hacia ella, daba la apariencia de que estaba un tanto nervioso-. Es que tengo una reunión de trabajo -explicó y se señaló a sí mismo-. Diez años mayor, recuerda –agregó.

Emily se rió. Estaba bastante consciente de ello. No iba a olvidarlo nada pronto.

-Lo tengo claro, Alexander -replicó. Él hizo una mueca al oír su nombre y Emily sonrió para sus adentros, le gustaba la mueca que él hacía cuando la oía decirlo, prefería que él siguiera pensando que le decía así porque aún lo consideraba un extraño.

-Alex -la corrigió, pero ella sacudió la cabeza al igual que todas las anteriores veces.

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