Alex

Alex


CAPÍTULO 19

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CAPÍTULO 19

 

 

-Veamos el lado bueno –comenzó a decir Lilian, una sonrisa en sus labios-. Al menos solo falta un día para que puedas ver a Alex –dijo, encogiéndose de hombros.

Emily suspiró. Para ella era fácil decirlo. No sabía lo que Emily sentía por Alex. No sabía lo mucho que lo quería. Y no sabía lo mucho que le gustaba sentirse protegida, estando a su lado.

Además, tenía una extraña sensación en el pecho que no podía apartar, sin importar lo que hiciera. Y es que, todo parecía demasiado perfecto para ser cierto. Literalmente estaba esperando, con el corazón en la mano, a que algo saliera terriblemente mal.

Y Emily sabía que su mejor amiga estaba intentando hacerla sentir mejor, pero no estaba funcionando del todo, realmente. Sólo Alex parecía ser la perfecta solución.

-Espero que todo salga bien –murmuró, cerrando sus ojos un momento y apoyando su cabeza en el respaldar del asiento.

-¿Qué te asusta? –preguntó Lilian, de pronto haciéndola abrir los ojos.

Emily se lo pensó un segundo, dejando salir una risa sin humor. ¿Qué no la asustaba? Aquella era la pregunta adecuada.

Le asustaba el hecho de que él fuera diez años mayor que ella.

Le asustaba el hecho de estar enamorándose de él.

Le asustaba lo desconocido.

Le asustaba que su madre pudiera descubrirlos y arruinar todo.

Porque de seguro arruinaría todo. No quería ni saber que sucedería se aquel momento llegaba. Y es que, su madre, siendo tan estricta como era, no permitiría que su hija estuviera con un hombre diez años mayor que ella.

Diablos. Ni ella misma entendía como había podido dejar su corazón caer por él.

Pero había sucedido. Y ahora no había vuelta atrás. Le había entregado su corazón por completo, después de todo.

-Me asusta todo lo que tiene que ver con Alex –confesó, sintiendo el auto moverse lentamente por las calles.

Lilian le había pedido a Alonso que condujera a la velocidad de una tortuga, para que Emily tuviera el tiempo suficiente de contarle sobre todos los acontecimientos del día anterior.

-¿Te asusta lo que sientes por él? –preguntó Lilian, deslizándose un tanto en el asiento, hasta quedar casi acostada.

-Eso –concordó Emily-. Y tantas cosas más –agregó, mirando por su ventana, un segundo. Entonces, volvió a mirar hacia Lilian-. Me asusta que sea tan mayor. Que me lleve diez años. Me asusta que me vea como una niña o que sienta que conmigo no podrá seguir con el estilo de vida que siempre ha tenido –dejó salir todo de un porrazo, porque hacía bastantes días que se lo llevaba guardando, intentando pasarlo por alto y dejar de pensar en ello. Pero era inevitable. Sus pensamientos la perseguían, día y noche-. Y, diablos. Me asusta que mi madre se llegue a enterar y haga algo tonto –agregó, al último momento.

Aquel detalle, en definitiva, era el más importante de todos. Su madre. Ella tenía la capacidad de traer todo abajo, más rápido que cualquier otra cosa.

Así que sí. A ella era a quien más miedo le tenía Emily.

Lilian se enderezó, pues ya había llegado a la calle de Emily y Alonso ya estaba por estacionarse frente a su casa.

-¿Tú crees que se atrevería a hacer algo…? –comenzó a preguntar su mejor amiga, pero se quedó callada a media frase.

Emily suspiró

-Con mi madre –comenzó, sonriendo, incluso cuando no había razón para hacerlo-. Lamentablemente todo es posible –aseguró, sacudiendo la cabeza.

No le cabía duda que su madre haría lo que sea, para evitar que su hija tuviera una pequeña imperfección. Y Emily estaba completamente segura de que estar con un hombre diez años mayor que ella, sería considerada la mayor imperfección.

Lilian resopló, regresándola a la realidad.

-No importa, de todas formas –dijo, una sonrisa formándose en sus labios-. Mañana estarás en mi casa –comenzó a decir-. Así que dudo mucho que se vaya a preocupar –finalizó, guiñándole un ojo.

Y Emily no pudo evitar reírse, rodando los ojos.

Casa de Lilian significaba día con Alex.

-Claro –concordó-. Cómo de todas maneras estaré en tu casa –dijo, sarcásticamente.

Lilian soltó una carcajada y se inclinó hacia ella, para rodearla con sus brazos un segundo.

-Yo sé que no necesitas que te preocupe más, pero hay algo que debo decirte –la escuchó decir, entonces. Y, aunque las palabras claramente estaban destinadas a calmarla, no lograron el efecto deseado, simplemente lograron ponerla nerviosa al instante-. Jem ha estado preguntando algunas cosas que me parecieron un tanto… -comenzó a explicar, cuando se separaron y estuvieron frente a frente de nuevo-. Extrañas –dejó salir, finalmente.

Emily frunció el ceño, ladeando la cabeza. Jem había estado actuando extraño desde aquel día de la fiesta. ¿Y ahora estaba haciendo preguntas? ¿Qué preguntas?

-¿Qué preguntas ha estado haciendo? –preguntó, colgándose la maleta al hombro.

-Dice que te vio subiendo a una camioneta y que le preocupa con quien te estás viendo –explicó Lilian, soltando su cabello y dejándolo caer ligeramente desordenado sobre sus hombros.

-¿Crees que sepa que se trata de Alex? –preguntó, entonces-. Recuerda que vio el brazalete ese día –explicó.

Lilian sacudió la cabeza.

-No lo sabe –aseguró-. Habría dicho algo al respecto. Simplemente me dijo que le preocupaba con quien estabas andando, nada más –dijo.

Emily suspiró. ¿Por qué estaba preocupándose tanto, de todas formas? Jem y ella eran amigos, nada más. Y, aunque le parecía lindo que él se preocupara por ella, no veía que opinión podía tener él en todo aquel asunto.

Ella podía verse con quien quisiera. Y él no podía exactamente reclamarle nada.

Sintió un ligero malestar en su pecho, al darse cuenta de que quizás Jem no la veía como sola una amiga, pues no quería que su amistad se rompiera por algo como aquello. Lo quería, muchísimo. Y esperaba que aquella situación no terminara apartándolos.

-No lo sé –dijo Emily, finalmente-. Si vuelve a decirte algo, hazle saber que estoy feliz y tranquila –le pidió, tomando su mano y dándole un suave apretón, un gesto que siempre solía haber entre ambas. Era reconfortante, después de todo-. Y con alguien más –agregó, incluso cuando sabía que Lilian ya había comprendido lo que le pedía que hiciera.

Su mejor amiga asintió.

-Lo haré –replicó, sonriendo.

Emily asintió y finalmente se dispuso a bajar.

-Entonces, nos vemos mañana –se despidió-. ¡Adiós, Alonso! –medio gritó, mientras hacía su camino hacia su casa.

Y cuando abrió la puerta, el lugar parecía estar en completo silencio. Y es que solo estaba su madre, en la cocina, concentrada en preparar la cena. Jimmy, su hermano menor, claramente no estaba. Algo bastante típico, desde hacía un buen tiempo. Y su padre, claro está, aún no había llegado del trabajo.

Y Emily no disfrutaba del todo estar a solas con su madre, porque solía guiar a esta diciéndole todas las cosas que ella estaba haciendo mal y como podría mejorarlas.

Sí. No se sentía del mejor humor para escucharla hablarle de aquella manera, pero su madre, claramente, tenía otra cosa en mente, pues no tardó en gritar su nombre, desde la cocina, para que se acercara.

Suspiró, la sensación en su pecho aumentando, por un segundo.

¿Qué sucedía con ella, por todos los cielos? Necesitaba dejar de estresarse tanto. Nada había sucedido. Y nada iba a suceder. Alex y ella podrían ser felices, sólo necesitaban un tiempo para poder idear una forma de decírselo a su madre y asegurar que no perdería la razón.

-¿Qué sucede, mamá? –preguntó, apoyándose en el marco de la puerta, de modo que su madre seguía dándole la espalda.

-A que no sabes con quien me crucé el otro día –comenzó y, antes de que Emily tuviera tiempo de replicar, continuó-. Con la madre de Jem –dijo, mientras Emily escuchaba como cortaba algo en la tablilla de madera. Sintió su corazón dar un salto en su pecho. Jem. ¿La madre de Jem? No le gustaba a donde parecía estar dirigiéndose aquello-. Me comentó que había pasado a recoger a Jem y que te había visto con un chico –dejó salir, finalmente.

Y Emily se quedó de piedra. Y es que, no sabía que decir. Como actuar. Tragó saliva, agradeciendo que su madre siguiera de espaldas a ella, porque su cara probablemente había sido épica en aquel instante.

-¿Cómo? –preguntó, rogando a todos los cielos que su voz no hubiera salido demasiado nerviosa.

-¿Estas saliendo con alguien? –la pregunta de su madre la dejó completamente paralizada, especialmente porque esta se giró, finalmente mirándola.

Y Emily abrió la boca, para decir algo, lo que sea.

-Mamá… -comenzó, pero no pudo continuar. Primero, porque su madre estaba girada hacia ella aún, con un cuchillo en la mano y la otra posicionada en su cadera, claramente mostrándole que no estaba en posición de reclamar o decir nada.

-Dijo que era bastante alto –agregó, aunque aquella claramente estaba fuera de lugar en aquella conversación.

¿A dónde quería llegar? ¿Es que acaso sabía quién era? ¿El chico con el que había estado? ¿Alex?

-No es… -comenzó a decir, de nuevo, pero de igual manera, no logró terminar, porque su madre ya había comenzado a hablar, nuevamente, cortándola por completo.

-De cualquier modo, sea quien sea, termínalo –la escuchó decir, con firmeza, girándose nuevamente, para darle la espalda Y, a pesar de que Emily había creído que aquella haría que la conversación fuera más sencilla, no fue así. De hecho, sólo logró que la frustración se abriera paso por su pecho. ¿Cómo las cosas se habían tornado así, tan rápido? ¿Qué diablos se suponía que significaba aquello, además?-. Y hablo muy enserio jovencita –continuó su madre, apenas unos segundos después, sin dejarle el tiempo suficiente para reaccionar-. No quiero enterarme de que estás saliendo con alguien –dijo, como si fuera lo más natural del mundo-. Tú no tienes edad para esas cosas –finalizó.

¿Qué diablos?

Tenía diecisiete años, por todos los cielos. No era una niña.

-Pero… -comenzó a reclamar, a pesar de que sabía que no valía la pena y que sólo serviría para hacer de las cosas peor.

-No quiero escuchar peros –la interrumpió, haciéndola sentir como si fuera una niña pequeña haciendo rabietas sin sentido. Pero aquella no era ninguna rabieta. Y, definitivamente, tampoco era una conversación sin sentido–. Y mucho menos quiero que tu papá se entere –parecían no detenerse jamás, las palabras sin sentido que salían de entre sus labios-. Estaría tan decepcionado de ti –dijo, logrando que Emily sintiera una punzada de dolor en el pecho. Decirle aquello sólo sirvió para hacerla sentir peor y mucho más frustrada-. Nosotros queremos que te centres en tus estudios, que acabes la escuela y entres a una buena universidad –comenzó a explicar su madre, moviendo el cuchillo de un lado a otro, aun dándole la espalda-. No puedes tener una relación a estas alturas –finalizó.

Pero no tenía fin. Nunca tendría fin. Emily nunca podría ser feliz haciendo lo que ella quisiera. Nunca podría ser feliz tomando sus propias decisiones, sin importar lo que su madre quisiera o pensara.

Sintió que sus ojos se llenaban de lágrimas, entonces.

No tenía caso seguir reclamando o intentando llegar a un acuerdo con ella. No tenía caso nada. Simplemente se había venido todo abajo, en cuestión de segundos. Y no sabía cómo detener la intranquilidad y la tristeza que rápidamente la estaban embargando.

Y es que, ahora que su madre claramente sabía sobre Alex –o un chico, de hecho- las cosas no podían salir tan bien como ella había creído. Porque su madre ahora sospechaba –o sabía, realmente- que tenía a alguien a su lado. Y probablemente iba a asegurarse que ella cumpliera con las cosas que le había dicho.

Se giró, sabiendo que no había más por decir o hacer. Y se fue, subiendo a su cuarto y cerrando su puerta con llave.

Si, con llave.

No le importaba seguir rompiendo reglas. No le importaba nada. Porque todo parecía haber perdido el sentido. ¿Cómo lo haría ahora? Escabullirse con Alex iba a ser un reto increíblemente grande, pero no iba a darse por vencida.

Estaba casi segura de que estaba enamorada de él. Y estaba dispuesta a romper las reglas de su madre que fueran necesarias, para poder ser feliz a su lado.

Se lanzó en su cama y hundió el rostro en su almohada, permitiendo las lágrimas salir lentamente, intentando hacer el menor ruido posible. Su madre tenía una forma de bajarle en ánimo impresionante. Y no quería ni pensar en que sucedería si llegaba a descubrir quién era ese chico del que le había hablado.

Aguardó, lo más tranquilamente que pudo, a que fueran las diez de la noche. Y, cuando supo que su madre tendría que haberse dormido, se levantó y se dirigió a su ventana.

Llovía afuera, pero no le importaba en lo más mínimo.

Quería a Alex, necesitaba a Alex. En ese momento. No podía esperar un segundo más.

Salió rápidamente por la ventana, sin hacer el menor ruido y corrió por las calles en plena noche hacia donde se sentiría mucho mejor, hacia donde estaría feliz de nuevo.

Sabía que se estaba comportando estúpidamente y que cualquier cosa podría haberle sucedido a aquellas altas horas de la noche, andando sola por las calles peligrosas.

Pero realmente no le importaba.

En su mente solo estaba Alex. Y no se detendría hasta estar en sus brazos, finalmente. Esperar un día más no la habría vuelto loca.

Media hora después estaba parada frente a la puerta de Alex, finalmente.

Y seguía sintiendo que todo era demasiado loco y peligroso, pero seguía sin importarle en lo más mínimo. Cuando viera a Alex, todo aquel miedo se iría y podría estar tranquila de nuevo, entre sus brazos.

Tocó desesperadamente el timbre y aguardó, rodeándose con sus brazos, pues el frío había empezado a colarse por sus ropas mojadas.

Y, aún entonces, no le importaba. Saber que vería a Alex en apenas unos segundos la ayudó a aguantarlo.

Y cuando la puerta se abrió finalmente, incluso cuando su primera reacción fue la de lanzarse sobre él, se mantuvo en su lugar, sabiendo lo extraña que debía lucir la situación, viéndose que eran pasadas las diez de la noche.

Los ojos de Alex se encontraron con los de ella por unos segundos, completamente confundidos. Como si creyera que era un sueño. Y Emily no lo culpaba, realmente. Ni ella misma sabía cómo había llegado hasta ahí.

-¿Em? –dejó salir Alex, lentamente.

Y ella dejó salir las lágrimas una vez más, aunque no estaba segura de si él podría verlas, viéndose que la lluvia seguía cubriéndola por completo.

-¿Puedo…? –comenzó a preguntar, pero se detuvo, intentando detener el temblor de su ligeramente congelado cuerpo-. ¿Puedo pasar? –logró preguntar, finalmente.

Y Alex pareció salir de su asombro, en aquel instante, pues sus ojos se abrieron de par en par y la tomó en sus brazos, claramente sin importarle que ella se encontrara completamente mojada.

-¿Estas demente? –preguntó, envolviéndola con sus brazos, probablemente intentando que entrar en calor. Pero Emily seguía sintiéndose congelada-. Son casi las once de la noche y está lloviendo –dijo él, cerrando la puerta tras de sí, con su talón. Y Emily cerró sus ojos, permitiéndose a sí misma tranquilizarse en sus brazos, mientras Alex pasaba sus manos arriba y abajo por sus hombros. Entonces, la alejó un tanto, para observar su rostro y cuando sus ojos se encontraron, pareció volverse loco. Tomó su rostro entre sus manos y comenzó a hablar apresuradamente-. ¿Qué sucedió, pequeña? –preguntó, las gotas de ligeramente mojado cabello, cayéndole en el rostro a Emily.

Y no pudo evitar fijarse en lo guapo que era. Diablos, siempre que lo veía, su primer acto era observarlo como si fuera un Dios griego. Y es que, realmente era distinto. No sabía bien cómo explicarlo, porque ni ella misma lo comprendía, pero había algo en Alex que ella no podía dejar de apreciar.

Su cabello oscuro lucía completamente despeinado y pequeñas gotas seguían desprendiéndose de las puntas, viéndose que probablemente se habían mojado cuando Alex salió a acogerla en sus brazos.

Y estaba usando un pantalón suelto, junto con un polo. Probablemente había estado durmiendo. O quizás recién iba a dormir.

Emily sintió sus mejillas sonrojarse, al darse cuenta de que había corrido hacia donde estaba él, sin importarle si él estaba ocupado, o dormido o trabajando o…

-Em –la llamó, regresándola a la realidad.

Y Emily se dio cuenta de que las lágrimas habían comenzado a cesar, conforme las manos de Alex se deslizaban suavemente por su espalda.

-Mi mamá –dijo, en un susurro y Alex pareció relajarse un tanto.

Tomó su mano y la guió hasta el sofá, donde se sentaron y Emily finalmente le contó lo que su madre le había dicho, intentando mantenerse tranquila, sintiendo los dedos de Alex aun moviéndose suavemente por su espalda.

-Todo estará bien, mi dulce Em –susurró Alex, antes de dejar un suave beso en la frente de Emily-. Ya verás –aseguró.

Pero aquello no la reconfortó del todo. De hecho, sólo hizo que sintiera aún más temor. ¿Y si los separaba? ¿Y si realmente lograba separarlos, si es que se enteraba de su relación?

-¿Y si nos separa? –preguntó, alzando la voz, sin poderlo evitar y Alex tomó sus manos, comenzando a hablar, pero Emily lo soltó, jalando sus manos fuera de las de él y poniéndose de pie, para caminar apresuradamente por la sala-. Si ella se entera, Alex –comenzó a decir, sacudiendo la cabeza y negándose a mirarlo-. Si ella se entera, no dudes que lo hará –dijo, porque ella conocía  a su madre y sabía que era capaz de lo que sea, con tal de que las cosas salieran como ella las quería.

Alex se puso de pie y en un segundo estuvo parado frente a ella, tomando su rostro entre sus mano y obligándola a mirarlo a los ojos.

-Nada malo sucederá –dijo-. No lo permitiré –prometió.

Y Emily no pudo evitar lo que hizo después. No sabía porque se sentía así, sólo sabía que necesitaba a Alex en aquel instante. Lo necesitaba tanto que dolía.

Así que se puso de puntillas y juntó sus labios con los de él. Y no pudo evitar suspirar, cuando sintió el aleteo inconfundible en su pecho, aquella sensación de emoción en su abdomen y la reacción inmediata de su cuerpo, ante el roce de Alex.

Sus brazos se envolvieron alrededor de su cuello y sus dedos se hundieron en su suave cabello, tirando de este ligeramente, haciendo que Alex finalmente reaccionara, viéndose que había estado completamente inmóvil, por unos segundos.

Un gruñido que escapó los labios de Alex, cuando entreabrió sus labios, logrando lo mismo con los de ella, de inmediato. Y se quedaron así, un momento, sus labios entreabiertos y aun rozándose, el aliento de ambos mezclándose y haciendo de la situación mucho más… intensa.

Entonces, cuando Emily creía que no podía ser mejor, sintió los dedos de Alex entrelazándose con sus cabellos, alzando su rostro un tanto, dándole a él un mejor acceso a sus labios.

Y wow.

Perdió la respiración por un segundo, antes de que todo comenzara a moverse demasiado rápido.

Alex se inclinó hacia adelante, sus manos de pronto dejando su cabello, para posicionarse bajo sus muslos y alzarla del suelo, con facilidad.

Y Emily envolvió sus piernas alrededor de su cintura, sin molestarse en sentirse avergonzada al respecto. Nada le importaba ya, siempre y cuando estuviera con Alex.

Él se dejó caer sobre el sofá, dejándola a ella sentada sobre su regazo y Emily se apartó un segundo, siendo aquel un territorio completamente distinto para ella.

Los celestes ojos de Alex se clavaron en los de ella, de inmediato. Y ella sintió su corazón acelerarse al ver lo oscurecidos que estos estaban. Y ahora, sabía de sobra porque era que estaban así. De hecho, no podía evitar preguntarse cómo era que no se había dado cuenta de lo que aquello significaba, hasta aquel instante.

-Emily… -comenzó a decir Alex, su voz sonando rasposa y… algo más, pero ella no lo dejó continuar.

Porque no estaba con ánimos de pensar en aquel instante y sabía de sobra qué podía poner su mente en blanco en sólo un segundo.

Volvió a estrellar sus labios contra los de él, intentando apartar de su mente el hecho de que tenía sus rodillas a ambos lados de los muslos de Alex. Intentando apartar de su mente el hecho de que aquella situación se podría volver mucho más intensa, si seguía con aquel rumbo.

Pero, en ese instante, no se sentía para nada asustada al respecto. Y probablemente era porque estaba completamente enfurecida con su madre e intentando romper todas las reglas que había establecido para ella.

Alex, claramente, era una de ellas.

En algún momento, sus labios se habían movido hasta el cuello de Alex, deslizándose sobre su suave piel. Y se percató, de inmediato, de que su piel estaba ardiendo. Y probablemente era debido al hecho de que ella aún estaba completamente fría y mojada por la lluvia.

Por ello, cuando las manos tibias de Alex se deslizaron bajo su polo, acariciando la piel de su cintura, sintió que el aire dejaba sus pulmones, ante lo reconfortante que se sintió el gesto. Y es que, su cuerpo comenzó a calentarse de inmediato, aunque no estaba del todo segura de sí era porque había estado congelándose o porque el hecho de que Alex la tocara la ponía de aquella forma.

Se sonrojó, inevitablemente, pero agradeció que Alex aún tuviera sus ojos cerrados, incluso cuando ella se había apartado de sus labios.

-Emily –susurró Alex, entonces, su aliento rozando los labios de ella, haciéndola desear volver a estrellarlos contra los de él.

Y no tardó en volver a hacerlo, sólo que él se apartó aquella vez, sus ojos finalmente abriéndose, para encontrar los de ella-. Estás haciendo que controlarme sea malditamente difícil –murmuró, su nariz acariciando el cuello de Emily.

¿Y, en qué momento había deslizado su nariz hasta ahí?

-No tendrás que hacerlo –replicó, sin poderlo evitar.

Y es que, sin querer, había pasado a confiar en él más que en cualquier otra persona. Y, el hecho de dar aquel paso, ya no parecía del todo terrorífico. Aunque, no estaba tan lista tampoco. Quizás en algún tiempo. Quizás más adelante. Quizás…

-Em –la voz de Alex volvió a llamar su atención y Emily sintió sus mejillas comenzar a calentarse, inmediatamente, al darse cuenta de lo que había dicho. Y al darse cuenta de que los ojos de Alex lucían increíblemente oscurecidos. ¿Cómo se podían seguir oscureciendo?-. ¿Estás segura de que…? –comenzó a preguntar Alex, pero ella alzó su mano, dejando que un dedo se posara sobre los labios de Alex, evitando que siguiera hablando.

-Quizás deberíamos hablarlo en otro momento –susurró, intentando dirigir la conversación hacia otro lado, pues se sentía increíblemente avergonzada al respecto.

Se había dejado llevar por el calor del momento.

Y Alex, lejos de hacerla sentir mucho más avergonzada, le mostró una pequeña sonrisa, simplemente dejando un suave beso en la punta de su nariz, a pesar de que lucía ligeramente divertido con la situación.

-De acuerdo –susurró, cerrando sus ojos por un breve momento-. Lo hablaremos cuando sea que tú quieras –sugirió, apoyando su frente en la de ella y finalmente mirándola de nuevo, sus ojos reflejando otra cosa, de pronto.

E, incluso cuando Emily no supo del todo qué era lo que ahora reflejaban, sintió una extraña emoción apoderarse de su corazón, de inmediato.

-Alex –susurró, entonces, dejando que sus dedos volvieran a hundirse en su oscuro cabello.

Él le mostró una pequeña sonrisa, apoyándose completamente en el respaldar del sofá, luciendo mucho más relajado que algunos segundos atrás.

-¿Qué sucede, pequeña? –le preguntó.

Y Emily no pudo evitar pensar que quizás estaba intentando poner algo de espacio entre ellos, para dejar de verse tan afectado por ella. Y sonrió ampliamente, sin poderlo evitar.

-Nada –le aseguró, dejándose caer completamente sobre su pecho, cerrando sus ojos–. Solo te necesito –confesó, porque no tenía caso no dejárselo saber.

Ella misma recién se había dado cuenta de aquello, algunos minutos atrás.

Sintió los dedos de Alex acariciar suavemente su cabello, entrelazándose de rato en rato con ellos.

-También te necesito, pequeña –replicó, un momento después.

Emily suspiró, sintiendo su corazón relajarse en su pecho y su cuerpo lentamente sentirse tranquilizado por los brazos de Alex, ahora envueltos a su alrededor.

-No me sueltes –le pidió, conforme sentía que el sueño se apoderaba de ella.

Y Alex replicó, de inmediato.

-Nunca –aseguró.

Y se quedaron así, sólo por un momento más. Antes de que Alex la obligara a moverse, para poner a secar su aún mojada ropa.

Y, cuando finalmente estuvo con ropa seca, la llevó hasta su casa y aguardó a que estuviera dentro de su habitación, para irse, sin dejar de darle un suave beso de despedida.

Y Emily, aún entre sus propias sabanas, no pudo evitar seguir pensando en él y en cómo siempre parecía lograr hacer que las cosas fueran mejores.

Alex, claramente, era lo único que necesitaba.

Siempre.

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