Alex

Alex


CAPÍTULO 28

Página 23 de 38

 

 

 

 

 

 

 

CAPÍTULO 28

 

 

Un mes.

 

-Em –escuchó en su oído, un segundo antes de sentir los labios de Jem dejar un delicado beso en su mejilla.

Se giró, para mirarlo y encontrarse con su usual sonrisa en el rostro. ¿Cómo lo hacía? ¿Estar ten feliz a cada segundo del día? Quizás era porque nunca había pasado por lo que ella estaba pasando. Es decir, tener el corazón roto era indudablemente lo peor que te podía pasar.

-Hola, Jem –contestó, cuando se dio cuenta de que se había quedado callada por varios segundos.

Jem se apoyó en el casillero al lado del de ella, mientras Emily continuaba ordenando sus libros. Ya se había acostumbrado a tener al chico alrededor de ella a cada momento. Si bien es cierto, ella no le había dicho nada con respecto a Alex, absolutamente nada. Ni cuando estuvo con él, ni cuando terminaron. Estaba casi cien por ciento segura de que él sabía que ahora tenía el corazón roto. ¿Cómo?

Pues, bastante difícil no notar sus ojos hinchados y rojos, la mitad del tiempo y aquellos momentos en que desaparecía para encerrarse en el baño, a llorar, porque algo, cualquier cosa, de pronto le hizo acordar a Alex.

Tenía que saberlo. Y quizás por eso, parecía preocuparse por ella todo el día. No le molestaba, realmente. Y quizás aquello era porque él aún no había mencionado nada respecto al tema.

-Mis padres se irán de viaje este fin de semana –mencionó, repentinamente y Emily pudo ver, de reojo, que seguía sonriendo tan ampliamente como hacía solo unos segundos-. Haré una fiesta el sábado –agregó, de pronto extendiendo su brazo hacia ella, para deslizar sus dedos por su codo. Emily dirigió sus ojos hacia él, sabiendo que buscaba llamar su atención-. Lilian y tú deberían ir – dijo, finalmente.

Emily dirigió sus ojos hacia su casillero, nuevamente. No. No quería tener que estar rodeada de más gente de la normal. Quería quedarse en su cama, como todas las noches desde que Alex la dejó.

-Yo… -comenzó a decir, pero se vio interrumpida por otra voz, casi de inmediato.

-Por supuesto que iremos, Jem –dijo Lilian, de pronto parándose al lado de ambos.

¿En qué momento había llegado? ¿Y por qué aceptaba algo que ella no quería?

Había estado por decir que no.

-¡Genial! –exclamó Jem, sonriendo aún más ampliamente, a pesar de que parecía físicamente imposible.

Emily se esforzó por sonreírle de vuelta, pero estaba segura de que terminó pareciendo una mueca. Aun así, el pareció no notarlo, porque su sonrisa no desapareció. O quizás, simplemente hizo como si no se hubiera dado cuenta.

-Les enviaré la dirección –dijo él, arreglando su maleta sobre su hombro. Emily intentó no fijarse demasiado en lo emocionado que parecía, pues sabía de sobra que Jem había llegado a sentir algo más por ella. Aunque, claro está, nunca se lo había mencionado y mucho menos, lo había hecho en el pasado mes-. ¿Em? –la llamó, entonces. Y Emily dirigió sus ojos hacia él, inevitablemente. Se quedó paralizada cuando lo vio inclinarse hacia ella, hasta que rozó su oído con sus labios-. Luces hermosa hoy –susurró y, dejando un rápido beso en su mejilla, se apartó, aun sonriendo. Aunque, Emily pudo ver el ligero sonrojo de sus mejillas

Intentó no dejar variar su expresión cuando se percató de ello, porque diablos, no podría corresponderle. Probablemente nunca. No cuando seguía tan terrible y dolorosamente enamorada de Alex.

Se quedó callada, sin saber muy bien que hacer o que decir.

Su sonrisa no era como la de Alex.

Sus palabras no la afectaban como las de Alex lo hacían.

Ella lo seguía amando.

No podía olvidarlo.

La sonrisa de Jem no desapareció, sin embargo, mientras se giraba en sus talones y caminaba alejándose por el pasillo.

Entonces Emily se giró hacia Lilian.

-Iba a decir que no –le reclamó, a pesar de que sabía que ya no había vuelta atrás. Y, a pesar de que sabía que seguiría una indudable discusión.

-Pues lo siento –replicó su mejor amiga, encogiéndose de hombros y apoyándose en el casillero, donde antes se había encontrado Jem–. Iremos a esa fiesta porque necesitas dejar de encerrarte en tu casa –agregó, sin molestarse en esconder su enojo.

Y Emily sabía que estaba en lo cierto, pero realmente no le importaba. Sólo quería estar en su casa, donde podía olvidarse del mundo entero, por algunas horas. Aunque, claro, el dolor lo hacía increíblemente difícil.

Emily resopló.

-No me encierro en mi casa –contestó, cerrando su casillero con fuerza, a pesar de que sabía que estaba mintiendo.

Ignoró lo mejor que pudo las miradas que se posaron en ella, ante su violencia.

-Te he regalado cuatro libros en este mes, Emily –dijo Lilian, de pronto, parándose derecha y cruzándose de brazos, mirándola con enfado y preocupación al mismo tiempo–. No has leído ninguno de ellos –espetó.

Emily se mordió el labio y miró hacia otro lado. Hacía solo un par de meses, se habría vuelto loca con aquellos cuatro libros y, probablemente, los habría leído en una semana.

-No quiero leer –dijo, pero aquello era una excusa poco válida.

Ella siempre quería leer, pero ahora no podía hacerlo, los libros le recordaban demasiado a Alex

-Tú siempre quieres leer –le dijo Lilian, sacudiendo la cabeza. Claramente la conocía mejor de lo que ella misma se conocía. No podía mentirle a ella–. Te estás aferrando al dolor, Emily –comenzó a decir, entonces. De pronto, Emily temía lo que estaba por decir-. Lo estás haciendo porque crees que es lo único que te sigue manteniendo cerca de él –explicó y Emily no tuvo la fuerza para negarlo, porque era indudablemente cierto-. Pero te equivocas, sólo te estás haciendo más daño –señaló.

Era cierto, se estaba aferrando a aquel dolor, porque era lo único que hacía que Alex siguiera presente en su vida. Aún que fuera dolor lo que provocaba, él seguía ahí de esa forma y eso era lo que ella necesitaba, por estúpido y lastimoso que sonara.

De pronto, sus ojos se llenaron de lágrimas. Y es que, el hecho de que su mejor amiga le hubiera dicho todo aquello sin más, había logrado que volviera a sentirse triste, tonta e increíblemente lastimada.

Era su culpa. ¿Cierto? Si ella no se hubiera enamorado, probablemente no estaría pasando por todo aquello en aquel instante.

-Me quiero ir a casa –susurró, entonces.

Quería estar en su cama, entre sus sabanas, donde nadie pudiera molestarla, solo sus propios pensamientos.

-No –dijo Lilian, tomándola del brazo y comenzando a tirar de ella hacia su siguiente clase–. Nos faltan dos clases y no puedes faltar más –espetó, sin detenerse.

Emily tragó saliva. Ella tenía razón. Vamos que ya se había distraído suficiente en el pasado mes. No había faltado más de dos veces, sin motivo importante, pero prácticamente no había estado en el salón, viéndose que su mente estaba en otro  lado.

Suspiró. Quizás aceptar la ayuda de Lilian fuera una mejor idea que seguir por el camino por el que estaba yendo.

-Gracias –susurró, finalmente. Tomó la mano de Lilian y le dio un suave apretón–. Creo que sin ti no podría… -intentó decir, pero se detuvo, cuando se dio cuenta de que no sabía realmente como expresar su agradecimiento por su apoyo infinito-. En fin, gracias –susurró, mostrándole la mejor sonrisa que tuvo.

Lilian le devolvió la sonrisa y la rodeó con sus brazos de un momento a otro.

-Quiero que sepas que estoy para ti, Em –le dijo, en el oído-. Sé que te has alejado y que solo quieres refugiarte en ese dolor para tenerlo a él, pero tienes que detenerte y dejar de alejarme, tienes que seguir con tu vida –explicó, tomándola por los hombros y forzándola a mirarla.

Emily se mordió el labio, intentando hacer que las lágrimas se detuvieran, pero ya estaban derramándose por sus mejillas de manera inevitable.

Como siempre.

-Lo sé –fue lo único que logró susurrar.

Entonces, dejó que la guiara hasta la siguiente clase.

 

.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.

 

El lugar estaba repleto de gente. Demasiada para su gusto.

De hecho quería darse media vuelta y regresar a su casa, pero Lilian la tenía fuertemente agarrada del brazo, impidiendo que se fuera.

La mayoría de chicas no habían dudado en ponerse vestidos excesivamente cortos y tacones altos. Pero Emily, aunque Lilian había suplicado a más no poder, no había dado su brazo a torcer y se había puesto un pantalón cualquiera, zapatillas y una chompa que le quedaba bastante grande.

No tenía ánimos de arreglarse. No tenía ánimos de hacer el esfuerzo.

Había un pequeño dolor constante en su pecho que no la dejaba olvidar su corazón roto. Pero se esforzó por no notarlo, necesitaba no notarlo, porque estaba haciendo de cada día un sufrimiento total.

-Em –escuchó y su corazón empezó a acelerarse, de solo pensar en la forma en que Alex lo decía. Pero aquel sentimiento se detuvo cuando vio que era Jem quien caminaba tranquilamente hacia ellas. Quería que fuera Alex. Siempre deseaba que fuera él, quien la llamaba. Aun así, le mostró una pequeña sonrisa a su casi mejor amigo y él se inclinó para dejar un delicado beso en su mejilla, como siempre solía hacerlo. Emily dejó que sus ojos viajaran por el lugar, mientras Jem saludaba a Lilian–. Me alegra que hayas podido venir –escuchó que él se volvió a dirigir a ella y lo miró nuevamente.

No pudo evitar darse cuenta de lo rara que se veía estando ahí con ropa casual, cuando todos estaban vistiendo elegantes. Pero realmente, no le importaba en lo más mínimo.

Se encogió de hombros, sin molestarse en ocultar el hecho de que no quería estar ahí, realmente.

-Lilian me ha arrastrado hasta aquí –replicó, abrazándose a sí misma.

Lilian hundió su codo en su cintura, claramente enojada con su respuesta.

-Lo que Em quiere decir es que estaba cansada, pero que al final la he convencido –la corrigió, como si pudiera retractar sus iniciales palabras.

Vamos, que Jem no era tonto. Definitivamente podría darse cuenta de que ella quería estar lejos de ahí.

Emily se mordió el labio, mirando hacia otro lado. Sus ojos captaron un chico alto, de espaldas a ella, con cabello negro, bailando en medio de todos los cuerpos.

Su corazón se volvió a acelerar inevitablemente, incluso cuando sabía que no se trataba de Alex. No podía ser Alex. ¿Qué haría él en una fiesta de adolescente? Claramente, nada. Él tenía veintiséis, él no estaba por terminar la escuela, él ya estaba trabajando. Alex no pertenecía a su mundo. Ya no.

Nunca lo había hecho.

-¿Em? –la voz de Lilian la sacó de sus pensamientos, de pronto.

Y volvió a prestar atención a ellos, solo para darse cuenta de que Jem ya se había ido, volviendo a dejarlas solas.

-¿Si? –le preguntó, fingiendo no haberse dado cuenta de que prácticamente los había dejado hablando solos.

Jem se había ido. Y sintió un poco de arrepentimiento. ¿Se había ido porque ella no había estado prestando atención? ¿Es que le estaba haciendo daño, sin siquiera darse cuenta de ello? Era lo que menos quería.

-Vayamos a tomar algo –le sugirió su mejor amiga, tomando su mano y guiándola a través de la enorme multitud.

-¿Piensas emborracharme? –le preguntó Emily, entonces.

Un intento de broma. Aquello era un pequeño avance, ¿no es así?

Lilian rodó los ojos, pero le mostró una sonrisa.

-No, tonta -replicó, riéndose suavemente–. Solo que quiero que te relajes y a veces el alcohol ayuda con eso –explicó.

Emily se mordió el labio y asintió.

Alcohol, un poco quizás la ayudara a olvidar. Y diablos realmente quería hacerlo. Necesitaba olvidar.

Había pasado un mes y no había sabido nada de Alex. Su Alex. Ya no era suyo, pero quería que lo fuera. ¿Por qué no podía aunque sea buscarla? ¿Por qué no podía ir donde ella y decirle que no era cierto todo lo que le había dicho?

¿Por qué ella tenía que estar sufriendo?

Alcohol, quizás eso era realmente lo que necesitaba.

Pero un par de horas después, se dio cuenta de que claramente no era así.

El alcohol no había ayudado en lo más mínimo. De hecho, hacía que el dolor fuera más intenso, que el recuerdo de Alex estuviera latiendo en su interior.

Se tambaleó, mientras buscaba a Lilian, que en algún punto de la noche, se había perdido. ¿Por qué la música sonaba tan alta? ¿Por qué todos bailaban con tanta felicidad, cuando ella estaba sufriendo? ¿Por qué todos podían ser felices y ella no?

Sentía las lágrimas quemando sus ojos, luchando por caer. Quería llorar y gritar y llamar a Alex. Era lo único que quería.

Sintió una lágrimas deslizarse por sus mejillas, finalmente y comenzó a caminar en busca del baño, porque no quería que nadie la viera así.

Pero se chocó contra algo, o más bien alguien. Y cuando alzó la vista, fue Jem quien la miró desde arriba. Preocupación se reflejó en su rostro, de inmediato y la tomó por los hombros, inclinándose ligeramente hacia abajo, para estar casi en su línea de visión.

-Em –dijo, frunciendo el ceño-. ¿Estás bien? –preguntó-. ¿Qué sucedió? –agregó, cuando ella estuvo callada por varios segundos.

Y es que, no sabía bien que decir. ¿Qué podría decirle? No le había contado absolutamente nada sobre Alex. Y ahora, definitivamente, no iba a ser el momento, tampoco. O quizás era lo que necesitaba, para sentirse mejor.

Sacudió la cabeza.

-Yo… -comenzó, pero no encontró la fuerza para continuar, quería irse a su casa y llorar para siempre, esperando que quizás Alex se compadeciera de ella y finalmente fuera en su búsqueda, al menos para decirle que no llorara, al menos para simplemente mirarla.

-Ven –la voz de Jem se abrió paso por sus pensamientos, suavemente. Sintió como pasaba un brazo por debajo de sus rodillas y otro por su espalda, fácilmente alzándola del suelo, para comenzar a subir las escaleras de su casa.

Emily hundió el rostro en su cuello, inspirando. No olía a Alex, pero podía imaginar que lo era. Jem no era tan alto como Alex, su contextura no era la de un hombre, como la de Alex, pero si era bastante grande en comparación con los demás estudiantes de la escuela. Y era guapo, pero no como su Alex lo era.

Alex.

Alex.

Alex.

No lograba sacarlo de la mente, sin importar lo que hiciera. Y le estaba doliendo más y más conforme el paso de los segundos.

De pronto, sintió a Jem dejarla suavemente sobre una cama, de costado y se sentó a su lado, acariciando casi imperceptiblemente su mejilla. Emily se mantuvo callada, intentando reprimir las ganas incontrolables de llorar.

-Em –la llamó él, un momento después-. ¿Qué sucede? –le preguntó, continuando con su suave caricia.

Su toque no era como el de Alex, pero no lo apartó. Y es que, ni siquiera tenía fuerzas para aquello. Simplemente lo miró y sin poderlo evitar, rompió a llorar, las lágrimas saliendo precipitadamente por sus ojos y resbalando por sus mejillas.

-Él no me ama –susurró, sin darse cuenta de lo que estaba confesando.

Una expresión de dolor pareció cruzar el rostro de Jem, pero Emily estaba demasiado enfocada en su propio dolor.

-¿Quien? –lo escuchó preguntar, sus dedos apartando el cabello que había caído en su cara. Emily sollozó, sintiendo el dolor en su pecho haciéndose más grande, de pronto.

-No lo puedo dejar de querer –susurró, pareciendo incapaz de detener las palabras que salían entre sus labios–. El dolor no se va. ¿Por qué no se puede ir? –preguntó, en un susurro.

Jem secó sus lágrimas entonces, pasando sus pulgares por sus mejillas, suavemente.

-Todo estará bien –le aseguró–. Ya verás –continuó-. Solo tienes que darle tiempo –agregó, finalmente.

-¿Más tiempo? –preguntó Emily, sacudiendo la cabeza–. No quiero, ya no más –susurró, intentando detener su llanto.

Él la miró un largo momento y se inclinó, de pronto, para dejar un delicado beso en su frente. Y Emily simplemente lo observó.

-Llegará alguien –comenzó, sin alejarse de ella del todo. Estando tan cerca, que Emily pudo sentir su aliento rozando su mejilla–. Y te ayudará a olvidar –terminó, luciendo increíblemente seguro al respecto.

Y Emily no pudo evitar pensar en que se estaba refiriendo a él. Pero ella no podría. Realmente no podría. ¿Cómo podría?

-No lo sé –susurró.

Y Jem acarició su rostro una última vez, finalmente apartando la vista de ella.

-Buscaré a Lilian, para que te lleve a casa –indicó, comenzando a ponerse de pie, pero ella cogió su mano antes de que se fuera.

Y esta estaba tibia. No se sentía como la de Alex, pero la reconfortó por un segundo.

-Gracias, Jem –susurró, con sinceridad.

Él le sonrió, aunque no parecía del todo una sonrisa como las que siempre solía esbozar.

-Lo que sea por ti, princesa – replicó y desapareció, dejando a Emily mirando a la nada, con las lágrimas aun deslizándose por sus mejillas y el dolor de su pecho aumentando a cada minuto.

 

Ir a la siguiente página

Report Page